Los ojos del tuareg - El teclado

81 downloads 267 Views 107KB Size Report
fatiga y a la sed que tan solo los tuaregs eran capaces de sobrellevar al tiempo que ... Texto basado en “Los ojos del Tuareg” de Alberto Vázquez-Figueroa.
OLIMPIADA MATEMÁTICA Un matemático es un ciego en una habitación oscura que busca un gato negro que no está allí. Charles Darwin (1809-1882) biólogo inglés creador de la Teoría Evolutiva

Problema XIV

LOS OJOS DEL TUAREG La Muerte pese a ser tan vieja y descarnada, es ante todo mujer, y por tanto, caprichosa. Estaba allí, rodeada de tres condenados casi agonizantes, no hubiera tenido más que soplar para apagar el pabilo de tan maltrechas velas, pero se contentó con acompañarlos a una habitación oscura donde había 3 sombreros blancos y 2 negros. Les puso un sombrero a cada uno y los sacó a la luz donde podían ver el sombrero de los otros pero no el propio.

-Solo uno de vosotros tres salvara hoy su vida, los demas ireis al infierno donde sufrireis eternamente terribles tormentos. Solo aquel que sea capaz de decir de que color es su sombrero ganara el perdon.

Lo peor de la Muerte es que ningún ser humano ha sabido entender nunca su aberrante sentido del humor. A horcajadas sobre el brocal del pozo, la Muerte sonreía. No todos los días le era dado mostrar su rostro más macabro. No todos los días se conseguía escapar a la rutina. Pero ¿qué otra cosa cabe esperar de quien debe sentirse demasiado aburrida porque tiene la absoluta seguridad de que al final siempre acaba venciendo? El primer condenado contestó que no podía saberlo. El segundo de los condenados, después de mirar los sombreros de sus compañeros y reflexionar un poco, contestó que le era imposible saberlo. Finalmente, le llegó el turno al tercer hombre. Gacel Sayah permanecía sentado al pie de la mayor de las palmeras con aquella capacidad de resistencia al calor, a la fatiga y a la sed que tan solo los tuaregs eran capaces de sobrellevar al tiempo que observaba el vuelo de los buitres.

-Pese a que el sol y la ardiente arena han cegado mis ojos, no necesito ver para asegurarte que mi sombrero es ¿…?. Con tal respuesta me ganaré el perdón. Aunque no pueda escapar eternamente de ti y llegará el día en el que tenga que rendirte cuentas y acompañarte al infierno, habrás de esperar porque no será hoy. En su camino se cruzó con la Muerte que se alejaba rumbo al norte tan aburrida y desganada como siempre. Los buitres se dispersaron y su sombra fue sustituida por la de Gacel Sayah, el inmouchar de eterna memoria. ¿De qué color era su sombrero? ¿Cómo engañó a la Muerte? Texto basado en “Los ojos del Tuareg” de Alberto Vázquez-Figueroa

DEPARTAMENTO DE MATEMÁTICAS

[email protected]