Los ojos son el espejo del alma

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Los ojos son el espejo del alma. Jacito Faya. Séneca, en su obra Epístolas morales a. Lucilio (Epístola 41), advierte: “Alaba en el hombre lo que no se le puede ...
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Palabras de Poder

Los ojos son el espejo del alma Jacito Faya

S

éneca, en su obra Epístolas morales a Lucilio (Epístola 41), advierte: “Alaba en el hombre lo que no se le puede dar ni quitar, lo que es propio de él. ¿Preguntas qué es eso? El alma, y en el alma, una razón perfecta, pues el hombre es animal racional, y por lo tanto, su bien se consuma si cumple aquello para lo que nació. Y ¿qué es lo que esta razón le exige? Una cosa facilísima: vivir según su naturaleza. Sólo que esto lo hace difícil la común insensatez: unos a otros nos empujamos al vicio. Y ¿cómo pueden ser devueltos a la salud aquéllos a los que nadie detiene y el pueblo incita?” Ni las riquezas, ni la pobreza, enfermedades, tribulaciones, etcétera, nada ni nadie nos puede quitar nuestra alma. El mismo Séneca en una de sus obras llamada Consolación a Helvia, nos dijo que “el alma desciende del espíritu celeste”, y que está compuesta “de las mismas semillas de las que están constituidas los seres divinos”. El alma, nuestra alma, es la sustancia espiritual que informa el cuerpo humano. Es la esencia o parte principal de nuestro ser. Decimos, que “los ojos son el espejo del alma”, como dando a entender que a través de nuestra mirada revelamos la calidad de nuestro espíritu. En la obra que nos relata la epopeya india del Mahabharata, nos dice: “El

alma no puede ser herida por la espada, ni consumida por el fuego, ni disuelta por el agua, ni secada por el viento”. Y para Oliver Wendell Holmes, “Existen hombres con alma bastante para impedir la putrefacción del cuerpo”. Si nos diéramos cuenta de la increíble fuerza que el alma puede infundir a nuestros cuerpos, ese solo estado de conciencia sería suficiente para cambiar asombrosamente nuestras vidas.



Nuestro deber consiste en conocer cuál es lo propio de cada uno de nosotros, de qué cualidades y defectos nos dotó la Naturaleza

La parte más noble, digna, elevada y pura de cada uno de nosotros reside en nuestra alma. Para el escritor italiano Giovanni Papini, en su obra Hombre acabado, “El alma lo contiene todo, incluso la memoria del pasado, incluso lo que más escondido se haya a los demás”. Y uno de los atributos de nuestra alma es la razón. La razón es la facultad de discurrir, son las palabras o frases con que se expresa nuestro pensamiento. Realmente es impresionante para cualquier persona normal, la enorme capacidad que tenemos para discurrir correctamente. Si no lo hacemos es por negligencia y porque no hemos valorado el hecho de que nuestro cerebro es la creación más compleja y completa jamás creada por la Naturaleza. Todos nosotros, a excepción de algunas personas gravemente enfermas o lesionadas de su cerebro, estamos en aptitud de elevar nuestra vida en todos los sentidos, pues nuestra razón, nuestra facultad de pensar, es inmensa. El romano Publilio Siro, decía: “A quien Júpiter desea perder, le quita el juicio”. Aristóteles, quien vivió en el siglo IV a.C., sentenció: “Como la vista es

al cuerpo, la razón es al espíritu”. Ahora bien, para Séneca lo que nuestra razón nos exige es vivir según nuestra naturaleza. El griego Diógenes Laercio, en su obra Vida de los filósofos más ilustres, nos dice que el filósofo Zenón consideraba que la perfección está en “Vivir de acuerdo con la naturaleza, es decir, según la virtud, ya que ella nos conduce a la Naturaleza”. Para Zenón esta naturaleza es tanto la universal, como la propia de cada uno que es una porción de aquella. La naturaleza es la esencia y propiedad característica de cada ser. Es también el conjunto de las cosas, fenómenos y fuerzas que componen el Universo, para San Agustín: “La Naturaleza no será plena y perfecta si no alcanza lo que demanda”. Goethe estudió durante toda su vida a la Naturaleza y en una de sus reflexiones exclamó: “¡Oh, Naturaleza, cuan segura y grande eres en todo!”. Y este mismo poeta nos aconsejó: “Con la Naturaleza es preciso proceder lentamente y sin prisas, si quiere conseguirse algo de ella”. Critilo está de acuerdo con Séneca en el sentido de que nuestra razón debe ajustarse a nuestra naturaleza, es decir, a la naturaleza de cada uno de nosotros; pero como nuestra particular naturaleza, es una chispa de la Naturaleza del Universo, debemos todos someternos a ella: la Naturaleza es nuestra gran maestra. Nuestro deber consiste en conocer cuál es lo propio de cada uno de nosotros, de qué cualidades y defectos nos dotó la Naturaleza. Solamente conociéndonos bien podremos aprovechar nuestras potencialidades. Y además es nuestro deber asombrarnos ante la Naturaleza, que no solamente es la fuente de todos los seres vivos, sino que constituye nuestra mejor aliada. Debemos ser dóciles ante la Naturaleza, respetarla y cuidarla, y ella cuidará de nosotros. Si observamos detenidamente las bellezas y riquezas de la Naturaleza, nuestra conciencia adquirirá nuevos órganos para conducir nuestras vidas. Correo-e: [email protected]. mx Sn • 47