REALIDADES: 7 VERDADES DE LA EXPERIENCIA CON DIOS ...

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7 VERDADES DE LA EXPERIENCIA CON DIOS. REALIDAD 1: .... mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti,.
REALIDADES: 7 VERDADES DE LA EXPERIENCIA CON DIOS REALIDAD 1: Dios siempre está trabajando alrededor de usted Mat. 6:33; 16:18; Ef. 3:14-21; Juan 5:17,19; 12:26; 17:9; Heb. 11 Puntos principales • Hoy Dios está trabajando tanto como lo ha hecho desde el principio de los tiempos. • Dios se manifiesta a nosotros según nuestra fe y nuestras intenciones de obedecerle. • Cristo nos faculta e intercede por nosotros a fin de prepararnos para servirle. • Dios creó a su pueblo y a su iglesia con propósitos específicos. • Debemos medir nuestro éxito según nuestra obediencia y no según nuestras propias metas. La historia nos muestra la actividad de Dios para lograr sus propósitos extraordinarios. Cuando Dios decide manifestarse con poder, espero que usted valore la importancia de ser hijo de Dios en medio de la historia. No podemos ocuparnos de nuestros asuntos como siempre y seguir simultáneamente a Dios. Si usted no está dispuesto a esperar la respuesta y obedecer cuando la oiga, nunca le pregunte a Dios dónde está trabajando. Pero para un líder espiritual, una tragedia aún mayor sería... ¡no haber formulado jamás esa pregunta! Jesús dijo: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará” (Juan 12:26). Se trata de un mandamiento; no es una opción ni una observación. Si somos sus siervos, nuestra primera prioridad es buscarlo a Él y su voluntad para nosotros. En Mateo 6:33, Jesús dice: “Mas buscad primeramente el reino de Dios [el gobierno de Dios, el cumplimiento activo de los propósitos y los caminos de Dios] y su justicia”. El que camine con Dios en santidad y justicia... verá a Dios. Una persona que no camina en santidad jamás podrá ver el gobierno y el reino de Dios ni podrá responder a ello. Los medios de difusión masiva le enseñan a nuestra generación a procurar información y entretenimiento. No buscamos ayuda para tomar las decisiones importantes de la vida ni tampoco para asumir compromisos o participar en lo trascendente. Así venimos a la iglesia para que nos informen y nos entretengan, pero no para encontrarnos con Dios cara a cara, ni para tomar decisiones drásticas que nos afecten la vida... ¡Por eso hemos perdido la expectativa de un encuentro personal con Dios que nos transforme la vida! Dios se manifiesta a nosotros según nuestra fe y nuestras intenciones de obedecerle. Personas comunes para una obra extraordinaria En Hebreos 11 se nombran personas que eran comunes y corrientes hasta que Dios las llamó, las eligió, las llenó con su Espíritu y las usó para sus propósitos... Debido a un encuentro con Dios, esas personas comunes llegaron a ser extraordinarias. En el versículo 33 dice: “...Que por fe [es decir, al esperar con certeza y responder a ello] conquistaron reinos...” (v. 33). Si usted consagra su vida a Dios, ¿cree que Él podría conquistar reinos

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por medio de su vida? ¿Acaso usted espera eso con certeza, o ni siquiera le pasa por la mente? ¿Qué le impide a Dios usarlo usted para influir en el rumbo de una ciudad o incluso de un país? Esas personas comunes creyeron y “...conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección” (vv. 3335). Otros “fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros. Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar” (Heb. 11:35–12:3). Y ahora nos toca a nosotros hacer cosas extraordinarias. Intercesión y revelación Justamente eso tiene en mente Cristo cuando intercede por nosotros (Juan 17). El Espíritu de Dios hace que usted tome conciencia de la voluntad de Dios tal como la revela la Palabra de Dios. Observe la oración de Cristo ante el Padre a favor de usted: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:9-11,15). Si usted le pide al Padre que lo quite de la influencia del mundo, está orando contra la voluntad de Jesús, quien le pide al Padre que a usted no lo quite del mundo. “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (v. 16). “Santifícalos en tu verdad” es lo que Cristo le pide al Padre. “...Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros” (vv. 17-21). ¿Por qué? “...Para que el mundo crea que tú me enviaste” (v. 21). Si usted no experimenta la misma clase de relación que el Hijo tiene con el Padre, y el Padre con el Hijo, ¿qué sucede? Sucede que el mundo no cree que el Padre envió al Hijo. Propósito y poder

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La manera en que usted responda a su Señor tendrá un efecto decisivo para que el mundo crea que Dios envió a su Hijo. Jesús dijo: “La gloria que me diste, yo les he dado...” (v. 22). ¿Por qué? “...Para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (vv. 22-23). Dios tiene un propósito extraordinario para su vida y la mía. Dios tenía un propósito específico cuando nos salvó. No importa lo que usted piense que desea hacer para Dios. Dios busca personas que deseen saber lo que Él planea para ellas, a fin de que sus vidas se pongan en línea con lo que Él ha planeado. Dios no quiere que usted haga lo mejor para Él. Dios quiere que le permita cumplir sus propósitos divinos en usted y por medio de usted. Cuando el Señor constituye una iglesia, tiene un propósito específico. Lea Mateo 16:18. La iglesia no es sencillamente un lugar para que usted practique sus actividades religiosas. Es un pueblo que le pertenece a Dios, para cumplir los propósitos divinos. No se trata de preguntarnos cuánto crecimos en los 10 últimos años, ni cuántos bautismos más tuvimos este año con respecto al anterior, ni cuán grande es nuestro presupuesto, ni si estamos construyendo otro templo... sino de preguntarnos si las puertas del infierno pueden con nosotros. A cada congregación constituida se le concedió este privilegio. Cuando Dios se propuso redimir al mundo, formó un pueblo y le permitió ingresar a su divina presencia. La naturaleza que les confirió es tal que puede llenar a ese pueblo con toda la plenitud de Dios. Mientras no sepamos cuál es el propósito de Dios, nos sentiremos bastante satisfechos con nosotros mismos. Pero cuando tomamos conocimiento del propósito de Dios, y vemos cómo se está cumpliendo en nosotros, esa realidad debería aplastarnos. En Efesios 3:20 leemos: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos...” ¿Según qué? ¡Su poder! ¿Qué actúa dónde? ¡En nosotros! El autor le habla a la iglesia. “...Según el poder que actúa en nosotros,... a él sea gloria” (vv. 20-21). ¿Dónde? ¡En la iglesia! ¿Podría decir que Dios recibe gloria en la iglesia a la que usted pertenece? Dentro de cada congregación, el Señor está trabajando de modo tal que pueda darse a conocer por nosotros y ser glorificado en gran medida a través de la iglesia (Ver Juan 17:10). Ese es el propósito original de Dios para la iglesia. ¡No se trata de que intentemos hacer algo para Dios por esfuerzo propio, sino de reconocer que, sin Él, no podemos hacer nada! Cuando lo conozcamos, lo amemos, le respondamos y le permitamos llenarnos con su Espíritu, Él se dará a conocer por nosotros y será glorificado en gran medida. Si su iglesia creciera de mil a dos mil miembros en un año, eso no glorificaría a Dios, particularmente porque el propósito del Señor es ¡tomar esa iglesia, esparcirla por todo el mundo y ganar a 10 millones de personas para Cristo en un año! El problema es que nos comparamos con nosotros mismos. No se trata de cuántas personas se bautizaron en su iglesia... ¡Se trata de si su comunidad comprobó que su iglesia fue llena de la plenitud de Dios y que las puertas del infierno no pueden con ella! Debemos compararnos con esa medida. Tenemos que brillar como luces en medio de una generación desmoralizada y perversa. Ese es nuestro propósito: que cada rincón en tinieblas se ilumine con la luz de nuestra presencia, para que familias deshechas, adolescentes desilusionados, mujeres u hombres desconsolados, que no tienen pareja y están criando a sus hijos, drogadictos y delincuentes reconozcan que ahora ha llegado la

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luz de Dios. Nuestro propósito aquí es llevar el mensaje de salvación de Jesucristo y el poder de la presencia de Dios. Elegidos para el sacerdocio Cuando Cristo llegó a nuestra vida desmoralizada, pecaminosa y condenada, nos libró de la condenación y la culpa. Nos hizo hijos suyos. Nos concedió las promesas que estaban fuera de nuestro alcance. Nos dio esperanza cuando la habíamos perdido. Y nos amó a pesar de que no éramos nada. Cuando experimentamos un encuentro con Cristo, el propósito de Dios es que le entreguemos la vida a Aquel que nos salvó. Dios dice: “A vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo, os he escogido para ser mi reino de sacerdotes, mi real sacerdocio” (paráfrasis del autor sobre Éxodo 19:6 y 1 Pedro 2:9-10). ¿Acaso sabía usted que toda su iglesia es un sacerdocio real? A nosotros se nos ha dado la libertad y la confianza de entrar en la presencia de Dios y acercarnos a Él. No hay ninguna tarea para la cual Dios nos llame sin prepararnos debidamente primero. Dios puso a su propio Hijo entre nosotros como cabeza de la congregación y le dio autoridad sobre todo. “...Jesucristo... nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales...” (Ef. 1:3). No hay nada que Él no quiera darnos. Cuando el pueblo de Dios actúa según el propósito original de Él... donde sólo hay llanto, se oirá cantar; donde sólo hay angustia, habrá alegría; donde sólo hay muerte, llegará la vida, y donde sólo hay desesperación, nacerá la esperanza. Dios lo hará a través de un grupo de personas comunes. Son personas que rescata del pecado y a quienes da comunión con su Hijo en los lugares celestiales que Dios habita. Aquí, en este mundo, Él trabaja por medio de nosotros, para salvar a tantos como se arrepientan y lo invoquen. Ilustración Dios alcanza al mundo a través de iglesias que creen en su Palabra y responden en obediencia. El conde Zinzendorf tomó a un pequeño grupo de creyentes perseguidos, los organizó en base a la Palabra de Dios y el señorío de Jesucristo, y les enseñó que tenían libertad y confianza para ingresar a la presencia de Dios. Se propuso que esa congregación orara cada hora, 24 horas al día, siete días a la semana. Y esa pequeña congregación oró, sin cesar, por más de cien años. Dios tomó esa iglesia y comenzó a llamar misioneros. Dios dispuso que daría a conocer su multiforme sabiduría por medio de esa iglesia a principados y potestades. Durante ese período de tiempo, Dios envió a un misionero tras otro ¡hasta que ese grupo llegó a enviar a más misioneros que todos los demás grupos misioneros en conjunto! Se decía que uno podía ir a cualquier parte del mundo y comprobar que los Hermanos de Moravia se le habían adelantado. Todos ellos habían surgido de una sola congregación que le creyó a Dios y experimentó el propósito divino. Si Dios pudo hacer eso a través de una congregación, ¿qué podría hacer a través de mil iglesias? Consagración • Oh, Dios, perdóname por medir nuestra iglesia con cualquier otra medida excepto la tuya. • Oh, Dios, si eso fue tu propósito eterno, que entonces podamos experimentarlo y no descansemos hasta lograrlo. Te pediremos que nos muestres qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Confiaremos en ti y lo haremos a toda costa, para que podamos ser la

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prueba visible de tu sabiduría. Que las personas del mundo puedan verte y reconocer que tú las buscas y deseas atraerlas a tu comunión. • Dios, perdóname. Ni siquiera he prestado atención a lo que es mío a través de Jesucristo. • Oh, Dios, perdóname. No has podido darte a conocer en ninguna parte a través de mí... no lo has hecho en esa medida. • Oh, Dios, a partir de hoy, si me ayudas, ya no quiero contentarme con vivir sin la manifestación de tu presencia y tu poder. Mensaje Este estudio comenzó cuando pregunté: “Señor, ¿por qué no te ha complacido traer un movimiento poderoso y arrollador de tu Espíritu a toda la tierra por casi 150 años?” En la primera parte del siglo XX se produjo un movimiento profundo en Norteamérica, pero parece que no hemos visto un movimiento masivo por parte de Dios desde 1857-58. Si usted es un líder espiritual en tiempo de crisis, nunca le haga a Dios una pregunta si no está dispuesto a esperar la respuesta. Hacerle una pregunta a Dios y no dejarlo responder es una afrenta a Él y todo lo que usted hace. Y una tragedia aún mayor sería no haber formulado jamás esa pregunta y seguir ocupándonos de nuestros asuntos como siempre. Dios comenzó a responderme la pregunta; mediante su Palabra dijo: “Henry, déjame decirte por qué no he traído a Norteamérica un movimiento poderoso y arrollador de mi presencia”. Compartiremos la respuesta durante el tiempo que pasemos juntos. Usted se encuentra en medio de la historia. La historia es la actividad de Dios, cuando produce cambios y se mueve para lograr sus propósitos extraordinarios. Cuando Dios decida moverse con poder, espero que usted valore la importancia de ser hijo de Él en medio de la historia, que usted no se ocupe de sus asuntos como siempre sino que preste atención para ver dónde está trabajando el Señor. Donde está el amo, allí debe estar el siervo. Eso no es una opción. Si somos siervos de Dios, nuestra primera prioridad será buscar el reino de Él, es decir, buscar el gobierno de Dios, el cumplimiento activo de los propósitos y los caminos de Dios, como así también buscar la justicia de Dios. Esos dos conceptos no están separados. Solamente quien camine con Dios en santidad y justicia... verá a Dios. Si alguna vez hubo un tiempo en que debíamos observar a Dios y su obra, es en nuestros días. En un tiempo de crisis espiritual, los hijos de Dios deberían ver y reconocer, sin dudas y con claridad, la presencia de su Señor, y encaminar sus vidas donde Él está. El de corazón puro verá a Dios. Y si alguna vez hubo un tiempo en que los hijos de Dios necesitaron orar para poder oír y conocer la voz de Dios y seguir los caminos de Él, es en nuestros días. La Biblia dice que la oración eficaz del justo puede mucho (Sant. 5:16). Jesús dijo “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia...” (Mat. 6:33), esos dos conceptos van totalmente unidos. Una persona que no camina con Dios en santidad y justicia, y en pureza con su Padre celestial, jamás podrá buscar, ver ni responder al gobierno y el reino de Dios donde sea que esté esa persona. Nuestra generación está profundamente afectada por los medios de difusión masiva. Recurrimos a los medios de difusión para obtener información o entretenimiento. Pero no recurrimos a los medios de difusión para tomar las decisiones importantes de la vida, ni para asumir compromisos, participar en lo trascendente y consagrar áreas de nuestra vida. Luego vamos a la iglesia y no nos damos cuenta de que esa actitud mental nos ha

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afectado profundamente. Vamos a escuchar, pero frecuentemente no vamos a encontrarnos con Dios cara a cara, ni a tomar decisiones drásticas que nos cambien la vida. Permítame invitarlo a dedicar su mente, su corazón, su voluntad y su vida, y a esperar así un encuentro personal con Dios, con el propósito de que Dios le dé a conocer sus caminos y su voluntad divina en mucho mayor medida de lo que usted conoció antes de este día. Porque Dios nunca propicia un encuentro con sus hijos sin exigir cambios mayores en nuestra vida, una vez que lo hayamos conocido y oído y nos haya dado a conocer sus caminos. ¿Entonces, abrirá usted su corazón para oír a Dios? Usted está rodeado por las obras extraordinarias de Dios para nuestro tiempo, así que tome la decisión premeditada de que, sea lo que fuere que Dios le diga, y cuando sepa claramente que viene de Dios, usted lo obedecerá con todo el costo que implica y sin importar los cambios que deba hacer en su vida. Personas comunes para una obra extraordinaria Permítame poner esta situación en el contexto de Hebreos 11. Al final del capítulo hay un pasaje relacionado que literalmente me hace temblar. Su efecto se sigue intensificando en mi propio corazón. Es una descripción de personas comunes que, por un encuentro con Dios y la decisión de Él, se transformaron en personas extraordinarias. Mayormente eran personas comunes hasta que Dios las eligió, las llamó, las llenó con su Espíritu y las usó para sus propósitos, tal como hará con muchos de ustedes. Luego, en el versículo 33, leemos: “...Que por fe [es decir, al esperar con certeza y responder a Dios] conquistaron reinos”. ¿Cree con franqueza que hoy, en nuestro tiempo, si usted responde a Dios con confianza cuando Él se da a conocer, Dios podría usar su vida para conquistar reinos? ¿Acaso espera usted eso con certeza, o ni siquiera le pasa por la mente? Es probable que usted ni siquiera espere tener esa clase de encuentro con Dios. Que Dios pueda elegir su vida en este instante y transformarla de modo que la use para cambiar el rumbo de una ciudad tras otra, una región tras otra, e incluso un país tras otro... La medida y la naturaleza de Dios se revelarán en la manera en que usted le responda. Preste atención a lo que Él hizo a través de esas personas comunes que creyeron. Conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos y evitaron el filo de espada. Sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron nuevamente a sus muertos mediante resurrección. Y esta es la lista número dos: Otros fueron atormentados y no aceptaron el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y otros sufrieron prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada. Anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados y maltratados, de los cuales el mundo no era digno; erraron por desiertos, montes, cuevas y cavernas de la tierra. Y aunque todos alcanzaron buen testimonio mediante la fe, ninguno recibió lo prometido. Dios había planeado algo mejor para que ellos fueran perfeccionados junto a nosotros. “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto

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delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar” (Heb. 12:1-3). Este es un mensaje increíble para que lo escuchemos en el momento de la historia que nos ha tocado, al estar rodeados por los testigos que nos precedieron. Y ahora nos toca el turno. Intercesión y revelación No he conocido otro tiempo en que haya sentido tanto la seriedad de lo que Dios nos ha encomendado, como en estos días. Hay otra voz que también deseo hacerle escuchar. Proviene de Jesús y tiene que ver con nuestro cumplimiento del propósito original de Dios para su pueblo. Se encuentra en Juan 17. Deseo leer dos aspectos de este pasaje porque usted necesita saber cómo Jesús está orando por usted, cómo lo hizo antes y cómo sigue intercediendo. ¿Le gustaría saber qué le está pidiendo Jesús al Padre para que haga en su vida? Somos tan egoístas en nuestra manera de acercarnos a Dios, que suponemos que nada sucede en el cielo, a menos que nosotros mismos tengamos la iniciativa. Sin embargo, hay Uno que siempre intercede, que habla con el Padre. ¿Acaso no le resultaría útil a usted comprender algo de lo que Jesús está haciendo con el Padre a favor suyo? ¿Acaso no sería importante saber cómo habla Jesús con el Padre sobre nuestras vidas, a fin de poder ajustarlas al trabajo del Padre? Al reconocer la importancia de esto en las Escrituras, veremos y experimentaremos con claridad cómo el Espíritu Santo da a conocer la voluntad de Dios a medida que se va revelando en la Palabra de Dios. Hay algo de eso aquí mismo, en la oración de Jesús. Propósito y poder En Juan 17:9, Jesús dice: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son...” En Juan 17:2-3, Jesús dice: “...Como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste”. ¿Tiene usted vida eterna? Si así es, el Padre lo ha entregado a usted al Hijo. Él dice: “Yo ruego por los que me diste; porque tuyos son. Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros”. Observe los versículos 15 y 16: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”. Cristo le pide al Padre que lo santifique a usted a través de la verdad. Él le habla al Padre. Usted puede estar seguro de la intercesión del Señor Jesús para que el Padre lo elija a usted, lo santifique y lo consagre a los propósitos de Dios en estos días. “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (vv. 18-19). Y por tercera vez dice: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos”. El efecto llega hasta este preciso momento y abarca a todo el que ha creído en Cristo por el testimonio de aquellos. Jesús está orando por usted y por mí. Él dice: “Que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti”. En otras palabras, está orando para que tengamos la misma clase de relación que el Padre tuvo con el Hijo y el Hijo con el Padre. ¿Por qué? Para que el mundo crea. La manera en

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que usted responda a su Señor tendrá un efecto decisivo para que el mundo crea que Dios envió a su Hijo. Luego Jesús dice: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno”. ¿Por qué? Para que sean uno, así como el Hijo y el Padre son uno. “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste” (vv. 22-23). Ese es el contexto. Dios tiene un propósito extraordinario para su vida y la mía. Dios tenía un propósito cuando nos salvó. Durante el tiempo que compartamos, haré referencia a varios pasajes bíblicos, pero el punto central a destacar son los propósitos extraordinarios de Dios para usted, para mí y nuestras iglesias. Es de vital importancia que el pueblo de Dios vuelva al propósito original que Él tenía para nosotros. No importa lo que usted piense que desea hacer para Dios. Dios busca a personas que deseen saber lo que Él planea para ellas, a fin de que pongamos nuestras vidas en línea con lo que Él había planeado. Si desea conocer el propósito original de Dios para usted, recurra a las Escrituras. La Palabra de Dios es el patrón que Él tiene para medir nuestras vidas. Él siempre nos hará recordar el pacto, la meta eterna original que había propuesto. Cuando leamos pasajes bíblicos donde Dios menciona su propósito, nos detendremos un poco para que usted pueda evaluar su propia vida. Cuando leamos esos pasajes, mi oración es que usted los tome como guía para determinar si se ha alejado del Señor o si está encaminado hacia el propósito divino. ¿Son ustedes la clase de persona, familia e iglesia que Dios se propuso eternamente que fueran? No importa si usted piensa que está haciendo lo mejor para Dios. Dios no quiere que usted haga lo mejor para Él. Dios quiere que le permita cumplir sus propósitos divinos en usted y por medio de usted. Él tenía un propósito cuando lo salvó a usted. Cuando el Señor constituye una iglesia, tiene un propósito específico. No se trata sencillamente de un lugar para que usted practique sus actividades religiosas. Es un pueblo que le pertenece a Dios; Él tenía un propósito específico cuando constituyó su iglesia. Y el Señor nos dice: “Observa tu iglesia para comprobar si, en este instante, mis propósitos pueden expresarse con plena libertad, tal como te los di a conocer en mi Palabra”. Durante toda la vida, hemos oído a Jesús decir “...Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades [el infierno] no prevalecerán contra ella”. Unos momentos antes de eso, Jesús pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Y Pedro responde: “Tú eres el Cristo”. Eso no es todo lo que Jesús dijo. Agregó: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mat. 16:15-18). “Sobre esta roca...” ¿Qué roca? Cada vez me convenzo más de que la relación de Jesús con el Padre era lo más importante para Él. Jesús vino a cumplir la voluntad del Padre. Constantemente buscaba la voluntad del Padre. ¿Qué roca? Donde sea que el Padre convenza a su pueblo de que Jesús es el Señor, Él edificará su iglesia. Si usted convence a ciertas personas de que Jesús es el Señor, habrá formado un grupo interesante de personas con quienes trabajar. Sin embargo, cuando el Padre lo convence a uno de que Jesús es el Señor, es algo totalmente diferente. El Padre cumple una obra profunda, íntegra y completa. Y cuando el Padre nos convence de que Jesús es el Señor, Jesús comienza a constituir un cuerpo viviente, una iglesia. Cuando Jesús constituye un grupo de personas llamadas y congregadas (es decir, una

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iglesia local), basado en personas a quienes el Padre ha convencido de que Jesús es el Señor, ¡las puertas del infierno comienzan inmediatamente a perder su dominio! Ninguna puerta del infierno jamás podrá conservar dominio alguno donde esa clase de personas comience a obedecer los mandatos de Dios. La Palabra de Dios dice que, cuando Jesús edifique la iglesia, las puertas del infierno perderán su dominio. ¿Acaso las puertas del infierno están perdiendo su dominio donde Dios plantó la iglesia a la que usted pertenece? Si así no fuera, ¿por qué? Debemos medir nuestra iglesia con la plomada de la Palabra de Dios. En base a esa guía, no se trata de preguntarnos: cuánto crecimos en los 10 últimos años, ni cuántas personas más se bautizaron este año con respecto al anterior, ni cuán grande es nuestro presupuesto, ni si estamos construyendo otro templo... Cuando Jesús echa la plomada, nos pregunta: “¿Están perdiendo su dominio las puertas del infierno?” ¿Acaso en nuestro país vemos que las puertas del infierno estén perdiendo su dominio en el constante trabajo y el ministerio de las iglesias de Jesucristo? A cada congregación constituida se le concedió este privilegio. Cuando Dios constituye una iglesia, quiere llenar esa congregación con mucho más de lo que podríamos pedir o pensar. Quiere llenarnos con su poder para que, mediante ese grupo de personas, Él pueda revolucionar el mundo y reconciliarlo consigo. Cuando Dios se propuso redimir al mundo, formó un pueblo y le permitió ingresar a la presencia divina. La naturaleza que les confirió es tal que puede llenar a ese pueblo con toda la plenitud de Dios. Dios no se detiene allí. En Efesios 3:20, Pablo dice: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros... a él sea la gloria”. El autor le habla a la iglesia. ¿Está Dios recibiendo gloria en la iglesia a la que usted pertenece? En Juan 17, Jesús le dice al Padre: “...He sido glorificado en ellos” (v.10). El propósito de Dios fue que, cuando su pueblo lo conociera, le creyera y le respondiera, Él los llenaría con toda su plenitud. ¡El mismo Dios que lo había anunciado lo haría personalmente! Su Espíritu trabajará en nosotros como iglesia de modo tal que Dios pueda darse a conocer en nosotros y ser glorificado en gran medida a través de la iglesia. Ese es el propósito original de Dios. Es lo que Dios había planeado. No se trata de que tratemos de hacer algo para Dios con nuestros propios esfuerzos. ¡Se trata de reconocer que, sin Él, nada podemos hacer! ¡Pero en Él podemos hacerlo todo! Cuando lo conozcamos, lo amemos, le respondamos y le permitamos llenarnos con su Espíritu, Él se manifestará en nosotros ante un mundo observador y será glorificado en gran medida. Y lo logrará al morar en nosotros la poderosa presencia de Dios. Si su iglesia se propusiera crecer de mil a dos mil miembros en un año, eso no necesariamente glorificaría a Dios. Eso puede lograrse por esfuerzo humano. ¿Qué pasaría si Dios quisiera tomar su iglesia, esparcirla por todo el mundo y ganar a 10 millones de personas para Cristo en un año? El problema es que nos comparamos con nosotros mismos. Al finalizar el año, no se trata de cuántas personas se hayan sumado a la iglesia; se trata de que toda la iglesia y la comunidad comprueben que ustedes hayan sido llenos en la medida de Dios, que es su plenitud. ¡Esa es la medida, porque esa es la clase de iglesia que Dios usaría para traer un avivamiento espiritual que revolucione todo el mundo! La historia está repleta de iglesias que llegaron a quebrantarse absolutamente. ¿Pero sabe usted por qué se quebrantaron? ¡De repente se vieron a la luz de lo que Dios se había

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propuesto que llegaran a ser, y eso las deshizo! Eso es lo que nos pasa. Mientras no sepamos cuál fue el propósito de Dios, nos sentimos bastante satisfechos con nosotros mismos. Pero cuando tomamos conocimiento del propósito de Dios, y vemos cómo se está cumpliendo en nosotros, esa realidad debería aplastarnos... reconocer que le costó la vida de su Hijo, reconocer que Dios concibió esa iglesia con un propósito, y que ese propósito se puso en marcha para toda la eternidad. No fue algo que a Él se le ocurrió después. No fue algo pasajero. Incluso antes de crearnos, Dios implementó un plan para que tuviéramos una relación con su Hijo. Y cuando su Hijo llegó a nuestra vida desmoralizada, pecaminosa, perdida y condenada, nos libró de la condenación. ¡Nos libró del pecado y la culpa! Quiso hacernos sus hijos aunque no tuviéramos derecho a ello. Quiso hacernos promesas cuando no teníamos derecho a ninguna. Nos dio esperanza cuando la habíamos perdido. Y quiso amarnos a pesar de que no éramos nada. El propósito eterno de Dios es que cuando tengamos un encuentro con Él, ya no volvamos a ser los mismos de antes. Le entregaremos toda nuestra vida a Él. Le rendiremos toda área de nuestras vidas a Aquel que nos salvó. Dejaremos que nos lleve desde el pecado y las transgresiones en que estábamos hasta sentarnos con su Hijo en los lugares celestiales. Y como leemos en Efesios 1:3, nos bendecirá “con toda bendición espiritual en los lugares celestiales”. No hay nada que Él no quiera darnos. La parte más difícil de este mensaje es que casi todos lo veremos como una idea teológica, y saldremos a ocuparnos de nuestros asuntos como siempre. Lo cual será sumamente ofensivo para nuestro Dios. Él nos preguntaría: “¿Cuándo vas a entender que quise ser glorificado? Quise que me creyeras, me respondieras y permitieras que mi vida fuera la tuya, para que cada día se dieran a conocer los resultados que puedo producir en una vida que me permite hacerlo. Quise dar a conocer mi multiforme sabiduría en esa iglesia ante todos los principados y las potestades”. Cuando usted trata de transmitir la verdad de la Palabra de Dios, las palabras no alcanzan. Usted ora para que el Espíritu de Dios manifieste la realidad de la Palabra. Y, repentinamente, comienza a fluir abundantemente en la mente, el corazón y el alma del pueblo de Dios. ¡Este mensaje es para nosotros! ¡No es teología, es la realidad! ¡Esto es la vida! Lea lo que dice Pablo en el versículo 17: “[Yo oro] ...para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él”. Eso significa entrar en la vida de Él por experiencia personal para que podamos conocerlo mejor. “[Yo oro para que alumbre] ...los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (v. 18). Esperanza significa “confianza en lo que se espera”. Pablo dijo: Oro para que a ustedes les sean abiertos los ojos del corazón a fin de que experimenten la confianza en lo que se espera, lo cual ciertamente se cumplirá... ¡que conozcan la esperanza de la razón porque Dios los llamó! Para quienes creemos, la extraordinaria grandeza de su poder es como la acción de su fuerza poderosa, que operó en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero... es decir, nuestro tiempo. Dios sometió todas las cosas debajo de sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas. ¿Por qué? ¡Para la iglesia! A cada uno de nosotros se nos ha entregado el mismo poder

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que resucitó a Jesús de entre los muertos, el mismo poder que lo puso sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra. ¡Dios puso todo eso debajo de los pies de Cristo y lo dio por cabeza sobre todas las cosas para la iglesia! ¿Es eso lo que usted está experimentando? ¿Acaso su comunidad ve que eso se manifiesta? ¿Acaso ven que todo eso se expresa a través de su congregación? Oh, si pudiéramos tomar lo que Él dice, medir nuestras iglesias según lo que hemos recibido en Cristo y no descansar hasta decir “Oh, Señor, esto se ha cumplido y se expresa a través de nuestra iglesia”... Esto no es una idea teológica. Es la provisión de Dios para llevar a cabo su plan para redimir el mundo. Cuando Dios eligió un pueblo, lo trajo ante su presencia y lo llenó con esa presencia para que, a través de su pueblo, Él pudiera cumplir sus propósitos extraordinarios. No hay nada para lo cual Dios nos llame sin prepararnos debidamente primero. Dios puso a su propio Hijo entre nosotros como cabeza de la congregación y le dio autoridad sobre todo. ¿Acaso, al obedecer a Dios, enfrenta usted cosas demasiado difíciles para Él? ¿Cómo es posible vivir en relación con Dios y desilusionarse con lo que lo rodea? ¿No es como negar completamente todo lo que Dios afirma de sí mismo? Para desilusionarse con el mundo en que vive, usted tendrá que negar primero los atributos de Dios. El pecado actúa tal como se espera que actúe. El problema reside en que el pueblo de Dios no actúa según su nueva naturaleza. La oscuridad actúa tal como se espera que actúe. La oscuridad no es el problema, sino la luz. Tenemos que ser el pueblo de Dios en medio de una generación desmoralizada, perversa y deshonesta, y brillar allí como luces. Jesús dijo: “...A los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció” (Mat.4:16). ¿Acaso no complacería a Dios que se dijera eso de su iglesia y la mía... que no sólo somos posiblemente la luz del mundo, sino que por naturaleza somos la luz del mundo? Y ahora que estamos en el mundo, cada rincón oscuro resplandecerá con la luz de nuestra presencia en la comunidad. Que podamos decir a familias deshechas, a adolescentes desilusionados, a mujeres u hombres desconsolados, que no tienen pareja y están criando a sus hijos, a quienes se involucran en las drogas y la delincuencia: “Ahora ha llegado la luz de Dios. Nuestro propósito aquí es traerles el mensaje de salvación de Jesucristo y el poder de la presencia de Dios”. Y luego observemos cómo Dios comienza a convencer a esa gente de que Él es real. Cuando seamos uno en Él, la gente del mundo se convencerá de que Dios envió al Hijo, y se convencerá de que Él ama al mundo. Elegidos para el sacerdocio ¿Cómo empezamos a demostrar que cumplimos los requisitos de semejante llamado? Somos el cuerpo de Cristo, por lo tanto su plenitud mora en nosotros. ¿Cuál fue el propósito de Dios al hacer algo tan extraordinario? En Éxodo 19:2, y los versículos siguientes, y en 1 Pedro 2:9, y los versículos siguientes, Dios dice: “A vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo, os he escogido para ser mi reino de sacerdotes. Vosotros seréis mi real sacerdocio” (paráfrasis del autor). Toda la iglesia a la que usted pertenece es un real sacerdocio. A ustedes se les ha dado la libertad y la confianza de entrar en la presencia de Dios y acercarse a Él. Ustedes son un real sacerdocio. Ustedes son una nación santa, un pueblo adquirido por Dios, limpiado por la Palabra de Dios, lleno del Espíritu de Dios, para conocer los caminos de Dios y la voluntad de Dios, un pueblo que,

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como dice Pedro, le pertenece a Dios. ¿Qué propósito tenía Dios cuando llamó a un pueblo y lo constituyó? Lo puso bajo el señorío de su Hijo. Mediante la presencia de su Hijo en la vida de su pueblo, les permitió llegar hasta su propio trono, donde nosotros, su pueblo, pudiéramos conocer los caminos, la voluntad, la actividad y los propósitos de Dios. Entonces, en alegría, amor y obediencia, nosotros, el pueblo de Dios, respondemos a Él y observamos cómo toma nuestras vidas y nos pone donde Él quiere que estemos. Habrá comunidades y naciones enteras que comenzarán a escuchar la Palabra de Dios. Donde sólo hay llanto, se oirá cantar; donde sólo hay angustia, habrá alegría; donde sólo hay muerte, llegará la vida. Donde sólo hay desesperación, nacerá la esperanza. Y Dios lo hará a través de un grupo de personas comunes. Se trata simplemente de personas que Él salvó y rescató del pecado, y a quienes dio comunión con su Hijo en los lugares celestiales que Dios habita. Y entonces, Él trabaja a través de nosotros aquí mismo, para salvar nuestro mundo. ¿Qué hará usted con su vida? Comparemos nuestra vida con la plomada del propósito original de Dios. La idea original de Dios era convencer a principados y potestades sobre su multiforme sabiduría por medio de nosotros. Todo lo hizo y lo cumplió a través de su Hijo. El propósito eterno de Dios fue que, mediante su Hijo, pudiéramos ingresar a su presencia en libertad y sin temor. Pablo dijo: “[Yo oro] para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:1619). “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos” (Ef. 3:20-21). Me gustaría preguntarle por usted, su propia familia y su iglesia. Si usted tuviera que comparar todo eso con su vida, ¿diría que se ha desviado? ¿Se ha apartado usted del propósito? No me refiero a eso en un sentido intelectual. Me refiero a lo práctico. El Señor no hizo todo esto para permanecer sin poder en el mundo. Lo hizo para transformar el mundo, para atraerlo a una comunión con Él. En la historia hay iglesias que respondieron; Dios las eligió y así influyó en el mundo. Cuando el conde Zinzendorf se encontró con un puñado del pueblo de Dios en Moravia (parte de la actual República Checa), tomó a ese grupito de hijos de Dios, quebrantados, acosados y perseguidos, y los organizó en base a la Palabra de Dios y el señorío de Jesucristo. Les enseñó que tenían libertad y confianza para ingresar a la presencia de Dios, y por lo tanto debían hacerlo. Se propuso que esa congregación orara cada hora, 24 horas al día, siete días a la semana. Y esa pequeña congregación oró, sin cesar, por más de cien años. Y repentinamente Dios tomó a esa iglesia y comenzó a llamar misioneros. Dios dispuso que daría a conocer su multiforme sabiduría por medio de esa iglesia a principados y potestades. Y durante ese período de tiempo, Dios envió a un misionero tras otro. Hubo un tiempo en que ese grupo llegó a enviar a más misioneros que todos los demás grupos misioneros en conjunto. Uno podía ir a cualquier parte del mundo y comprobar que los Hermanos de Moravia se le habían adelantado. Una congregación que le creyó a Dios,

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tuvo con Él la experiencia que Dios se había propuesto originalmente que su pueblo viviera. Si Dios pudo hacer eso a través de una congregación, ¿qué podría hacer a través de mil iglesias? ¿Qué sucedería si su iglesia dijera: “Oh, Dios, perdóname por medir nuestra iglesia con cualquier otra medida excepto la tuya? Si eso fue tu propósito eterno, que entonces podamos experimentarlo y no descansemos hasta lograrlo. Te pedimos que nos muestres qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Confiaremos en ti y lo haremos a toda costa, para que podamos ser la prueba visible de tu sabiduría”. Que las personas del mundo puedan verte y reconocer que las buscas y deseas atraerlas a tu comunión. Dediquemos un momento a orar. Estemos en silencio. En primer lugar esto tiene que ver con su vida personal. No invente excusas porque su vida es como es, ni culpe por ello a su pastor o los diáconos. A usted se le ha dado la libertad y la confianza de acercarse personalmente al trono de Dios. Apocalipsis 3:20 dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Toda la iglesia sentirá el efecto de la presencia de Dios, comenzando por usted mismo. Tal vez usted necesite decir: “Oh, Dios, perdóname. Ni siquiera he prestado atención a lo que es mío a través de Jesucristo. No has podido darte a conocer en ninguna parte a través de mí. Pero, Señor, a partir de hoy, si me ayudas, ya no me contentaré con vivir sin la manifestación de tu presencia y tu poder”. Luego responda al Señor como familia. Y luego, responda como iglesia. Ahora que comienza a orar, ¿qué está diciéndole Dios a usted? Comparta con el resto del pueblo de Dios lo que Él le está diciendo, y eso pondrá en marcha el corazón de todos. A menos que se indique otra cosa todas las citas bíblicas se han tomado de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960. © Copyright 1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. Usadas con permiso.

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REALIDADES: 7 VERDADES DE LA EXPERIENCIA CON DIOS REALIDAD 2: Dios busca tener con usted una relación continua de amor que sea real y personal Isaías 53:3-6; Mateo 10:40; Juan 13:20, 1 Juan 4:7-18 Puntos principales • Dios nos creó a su propia imagen, con la capacidad de amar y ser amados. • La característica esencial de todo creyente es su amor por Dios y por los demás. • Dios demuestra cómo amar a los demás en la manera en que nos amó (Rom. 5:8). • Nuestro amor por los demás demuestra nuestro amor por Dios. Una prueba de amor Dios enviará personas, ya sea la familia, un compañero de trabajo o toda una organización, para probar nuestro amor por Él. Según la manera en que los amemos y aceptemos, amaremos y aceptaremos a Cristo y así demostraremos nuestro amor por Dios (Hech. 2:47). Manipular a las personas para provecho propio, tratarlas como esclavos o manifestar desinterés en el bienestar personal y espiritual de ellas es despreciar a Cristo. La evidencia en las acciones Las acciones demuestran nuestra salvación (1 Juan 3:10,16; 1 Juan 4:7-11). Sólo Dios cambia los corazones. La prueba de que un corazón ha cambiado es la manera en que uno ama. Cuando Dios lo amó a usted, fue motivado a actuar al respecto. Dios dio a su Hijo para que usted pudiera tener nueva vida. La presencia de Cristo en usted deberá relacionarse con el Espíritu de Él en otros. Sean cuales fueren las circunstancias, si Dios vive en su corazón, la respuesta espontánea de su corazón es amar. El amor de Dios no puede expresarse en ira, odio, discrepancias, crítica, orgullo o celos. Eso no es parte de la naturaleza de Dios; tales expresiones provienen de nuestra naturaleza pecaminosa. El Espíritu de Dios entró en su vida para ayudarlo a expresar el amor de Cristo a los demás (Gál. 5:22-23). El fruto de la obediencia La presencia de Dios en nosotros se evidencia en el fruto que producimos, lo cual demuestra que somos sus discípulos. En Juan 15:7-8, la palabra permanecer significa “habitar” o “morar”. No podemos llamar a Cristo “Señor” si tratamos sus mandamientos como sugerencias o principios opcionales (Juan 14:21,23). Debemos amarnos mutuamente del mismo modo en que Él nos ha amado; no se trata de algo opcional. Nuestra obediencia determina cómo manifestará Dios su amor en nuestra vida (Juan 14:21). Cuando Dios realmente habita en su vida, todos descubrirán, a través de usted, el amor, la paciencia, la gentileza y la bondad de Dios. ¿Acaso hay tal evidencia? Su obediencia demuestra cuánto confía usted en Dios y cuánto lo ama, lo cual pone de manifiesto el amor de Él al proveer para sus necesidades. No se trata simplemente de una idea teológica; es la aplicación práctica de la Palabra de Dios. En tiempos de necesidad, Dios sigue amando a su pueblo.

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Dios nos amó de tal manera que en nuestra relación con Él no hay lugar para el temor (1 Juan 4:17-18). Nadie que trabaje o ande con nosotros jamás debería tener temor en su corazón. El perfecto amor echa fuera todo el temor. Tampoco debería haber temor entre los creyentes en la iglesia, sino conversación, comprensión y colaboración mutua pues así se expresa el amor perfecto. Ilustración Me encanta dedicarle tiempo a mis nietos. Cuanto más tiempo les dedico, mejor llegan a entender qué esperar de mí. No me temen porque tienen la certeza de cuánto los amo. No huyen de mí, sino que acuden a mí corriendo. Y yo seguiré amándolos mientras viva. Una relación de amor Isaías 53 describe gráficamente cuánto nos ama Cristo. La cruz es la máxima expresión de una relación de amor (Rom. 8:32). Cristo nos ama a pesar de nuestra rebelión y nuestro pecado. Él entregó su vida por nosotros. Nos dio todo lo que tenía. Una vez que hayamos experimentado el amor de Dios por nosotros, jamás podremos negarnos a amar a otra persona. Cristo nos dio la única pauta para amar a los demás, y se trata de amar como Él nos ha amado. Consagración Usted no podrá amar si no ama primero a Dios. ¿Realmente ha experimentado el nuevo nacimiento? Sus acciones... ¿edifican o destruyen? ¿Traen vida consigo o la quitan? ¿Las personas desean estar cerca de usted, o lo evitan? ¿Trata usted a los demás como si Cristo se los hubiera enviado? ¿A qué persona le ha enviado Cristo para que usted ame y aprenda de ella? Mensaje La medida de la unidad es reconocer a Cristo los unos en los otros. Con respecto a ello, hay dos pasajes bíblicos que siempre me conmueven. El primero es Juan 13:20, que se ocupa de cómo recibimos a quien Dios envía: “De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió”. Una prueba de amor La manera en que Dios acerca personas a nuestra vida es sumamente notable. En el lugar de trabajo, Dios podría haberle acercado una secretaria. Si todo lo que usted ve allí es una secretaria para asistirlo, se está perdiendo la verdadera razón por la que Dios envió a esa persona, pues en la relación entre usted y el Cristo vivo, hay una dimensión que no podría experimentar de ningún otro modo excepto mediante aquella persona. Si todo lo que usted vio fue una secretaria, no ha podido percibir el reino de Dios. En el mundo laboral, a usted le es posible funcionar de ese modo, pero no podrá hacerlo así en el reino de Dios. Él nos acerca personas para que experimentemos una dimensión de nuestra relación con Él que no podremos experimentar de ningún otro modo sino mediante esas personas. Él dice: “De la manera en que respondáis a quien os he enviado, así respondéis a mi Padre y a mí” (paráfrasis del autor). Y Mateo 10:40 es un versículo maravilloso al respecto: “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.” Un niño puede comprender

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lo que Jesús dice. Pero nuestro problema es que oímos con la cabeza, pero no escuchamos con el corazón. Si todo lo que hacemos es oír sin escuchar, somos los más perjudicados. ¿Es tan difícil comprender? “El que a vosotros recibe, a mí me recibe”. No se trata de un concepto de menor importancia. Lo encontrará en todas las enseñanzas del Señor Jesucristo. ¿Cómo se aplica en la iglesia? ¿Cree usted en su mente y su corazón que Dios agrega personas al cuerpo según le place? Entonces, del modo en que usted reciba a quien Dios le envió, así recibe usted a Dios. La última vez que una persona se unió a la membresía de su iglesia, al final del culto, ¿usted se “escabulló” para salir a almorzar con sus amigos, o caminó hasta el frente del santuario para darle personalmente la bienvenida a esa persona? ¿Acaso saludó usted a esa persona con calidez? ¿La miró a los ojos y dijo “Señor Jesús, gracias por enviar a este hermano, porque sé que por medio de él aprenderé de ti algo que aún no he conocido”? ¿Fue así como recibió usted a la última persona que se unió a su iglesia? Esa es la manera en que Dios desea que usted las reciba. A veces decimos: “Oh, Señor, ven a nosotros”. Él responde: “Ya lo hice. Recién estuve entre ustedes, pero no me reconocieron. Les dije en mi Palabra que, cuando les envío a alguien, yo mismo vengo a ustedes, y también mi Padre”. La manera en que tratamos a esa persona es absolutamente vital. La evidencia en las acciones Somos llamados a tener una relación de amor. Ya conocemos Juan 3:16 y ahora leamos 1 Juan 3:16; Ambos pasajes van juntos. “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”. ¿Cómo llega a esa conclusión? Juan rara vez habla del amor de Dios por nosotros sin mandarnos a que nos amemos unos a otros exactamente como Dios nos ha amado. Dios no lo libra a la interpretación personal; Él nos dice lo que es el amor. Él puso su vida por nosotros. He observado a muchos líderes decir a sus seguidores: “Yo soy el líder. Ahora ustedes tienen que dar la vida por mí”. Así es como el mundo lo haría. Pero en el reino de Dios jamás se haría así. En el reino se dice: “Dios te ha puesto junto a mí”. Aquí estoy para poner mi vida por ti. Si decimos que nos amamos los unos a los otros, entonces debemos poner la vida el uno por el otro porque Él puso su vida por nosotros. Dios ha definido una relación de amor para nosotros. Él nos manda a amarnos unos a otros exactamente de la misma manera. Ya se ha definido en términos prácticos para nosotros. Ahora busquemos 1 Juan 4:7. Usted verá la absoluta relación que hay entre el amor de Dios por usted y su amor por Dios, como así también el amor de unos por otros. “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”. Creemos que si amamos a Dios con nuestro pensamiento, automáticamente lo amamos también con la vida y el corazón. Eso no es cierto. El pensamiento nos presenta la verdad. El corazón se apropia de la verdad. Cuando Dios nos confronta consigo mismo como relación de amor perfecta, entonces nuestro corazón se apropia de una persona. Le respondemos en nuestra vida. Dios también dice que todo aquel que ama es nacido de Dios. Amar está en la naturaleza del cristiano. En base a ello, ¿hay alguna evidencia clara en su vida de que usted ha nacido de nuevo? En otra palabras, que usted afirme haber nacido de nuevo no hace que realmente haya nacido de nuevo. Afirmar que usted ha

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aceptado a Cristo, ha sido bautizado y se ha unido a la membresía de una iglesia no hace que haya nacido de nuevo. ¿Sabe usted cómo saber si realmente ha nacido de nuevo? Es la manera en que ama. Si le resulta difícil amar, no se trata de comprobar si usted ama, sino de comprobar si ha nacido de nuevo. Sería terrible seguir afirmando “He nacido de nuevo”, cuando no hay evidencia de ello en su vida. Él dice que si usted es nacido de Dios, debe amar. No es una opción. ¿Es tan difícil de comprender? Muchas personas dan por supuesto que conocen a Dios, pero si uno les pidiera un testimonio al respecto, ¿habría evidencia de un amor genuino? La mayoría de las personas que las conocen dirían que no. Este pasaje bíblico es poderoso. “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él”. ¿Oh, significa que nuestro amor debe demostrarse? Eso es exactamente lo que dice. Dios no nos dijo simplemente que nos amaba, sino que mostró su amor... o sea, que lo hizo claro y evidente para nosotros. Dios envió a su único Hijo al mundo, para que viviéramos por Él. Cuando Dios ama, la vida fluye por aquellos a quien ama. Dios lo ama a usted; por eso Él dio a su Hijo, para que usted experimentara el amor de Dios a través de su Hijo. Se espera que ame exactamente del mismo modo en que Dios lo ha amado a usted. Es decir, si usted sigue diciéndole “Te amo” a quienes lo rodean, pero la vida de ellos está destruida, usted es mentiroso. El amor de Dios no habita en usted. Como pastor siempre observé si mi relación con las personas les daba vida, si fluía vida hacia ellas. ¿Acaso la vida de ellos se había enriquecido conmigo más que antes de conocerme? Yo observaba atentamente para ver cómo crecían en Cristo esas personas. La Biblia dice que, cuando Dios amó, aquellos que amó recibieron vida, y la vida que vino a través de su Hijo. Tenga presente la relación que usted tiene con su cónyuge, sus hijos, sus nietos, sus compañeros de trabajo, sus compañeros de la Escuela Dominical o su iglesia. Se puede saber si usted realmente ama a quienes Dios le ha puesto alrededor cuando ve que la vida fluye hacia ellos. La vida de Cristo en usted producirá vida en otras personas. Si desea ver una relación de amor, observe cómo Dios lo ama a usted. Dios se desprendió de todo lo que le pertenecía para que usted recibiera vida. Luego, cuando habita en usted, Él espera que usted se desprenda de todo lo que le pertenece para que otros lleguen a conocer a Dios. Mi mayor deseo es que toda persona que se relaciona con mi vida, al pasar los años, llegue a demostrar una mayor dimensión del amor de Cristo, un amor que fluye hacia y desde la vida de esa persona. ¿Desea saber cómo es la relación de amor? Así es como Dios demostró claramente su amor. Él le permitió experimentar el amor que tenía por usted. Dios envió a su único Hijo al mundo, para que viviéramos por Él. Así es el amor de Dios. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (v. 10). Dios envió a su Hijo para que a través del Hijo pudiera atraernos hacia una relación de amor que es limpia, pura y perfecta. Hizo todo lo que pudo para afirmar esa relación de amor. Si hubo algún error en nosotros, Él proveyó un medio para que nuestro pecado nunca llegara a ser un obstáculo entre el amor de Dios y nosotros. Eso es lo que nos pide que hagamos, que nuestra vida sea el instrumento a través del cual demostrar cómo eliminar todo lo que pueda ser un obstáculo para esa relación perfecta con Él.

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Eso es lo que Dios hizo cuando amó; por lo tanto, es lo que usted debe hacer cuando ama. Mantenga la relación entre el amor que Dios le manifestó a usted y cómo Él se lo expresó, y el resultado que se vio en usted cuando Dios expresó su amor. Esa es la manera exacta en que su vida debería afectar a quienes lo rodean. No se trata de que usted lo ama a Dios, sino que Dios lo amó a usted y envió a su Hijo para compensar lo que faltaba en su vida y permitirle así vivir en relación con Dios. “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros” (v. 11). Cuando usted se encuentra, cara a cara, con otro creyente, debería ser una respuesta espontánea del corazón que usted tome la iniciativa de hacer todo lo que puede por ese creyente. “Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros” (v. 12). ¿Acaso habita Dios en usted? De acuerdo con las Escrituras, ¿habita el amor de Dios en usted? Sabrá que el amor de Dios habita en usted por la respuesta espontánea de su corazón a cualquiera de los hijos de Dios que Él pone a su alrededor, en el lugar de trabajo, la iglesia, el hogar y el vecindario. Siempre he creído que se puede saber si Dios habita en el corazón de una persona por lo que esa persona hace espontáneamente. Si experimenta una situación difícil, lo que usted haga espontáneamente revela la verdadera condición de su corazón. Si Dios habita en su corazón, no importan las circunstancias, porque la respuesta espontánea de su corazón será amar. Si la respuesta espontánea de su corazón es perder la paciencia o enojarse, eso revela la condición del corazón; usted no puede tener el corazón lleno del Espíritu y manifestar el fruto de la carne. Ambos se excluyen mutuamente. El fruto de la obediencia Si el Espíritu de Dios habita en usted y usted anda en el Espíritu, sin siquiera pensarlo, sean cuales fueren las circunstancias, su respuesta será el fruto del Espíritu. Una vez un diácono me dijo: “Henry, tienes que entender que siempre ha tenido un temperamento explosivo”. Y le respondí al diácono: “Puedes haberlo tenido, pero en el momento en que volviste a nacer, ya no hay excusa para tenerlo porque el amor de Cristo habita en tu corazón”. La presencia de Dios está en su corazón, y Dios no puede expresarse en usted a menos que sea mediante un amor perfecto. Si nos amamos unos a otros, Dios habita en nosotros. Si no nos amáramos unos a otros, ¿qué conclusión sacaría usted? Es una pregunta difícil para muchas personas, pero el pueblo de Dios suele vivir como negando validez a todo ese pasaje bíblico. Si alguna vez volvió a nacer, el amor de Cristo habita en usted, y la respuesta espontánea de su corazón es un amor divino. Si usted no ama, entonces el amor de Dios no habita en usted. “En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (vv. 13-16). ¿Qué significa “permanecer en amor”? Significa que allí es donde usted habita. Es el lugar donde brota todo lo que es parte de su vida. ¿Qué significa permanecer en su Palabra y en Él? Significa habitar allí. Si usted asocia esta frase con Juan 15, Jesús dijo:

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“Si permanecéis en mis palabras y permanecéis en mí, pedid todo lo que queréis, y os será hecho, y llevaréis fruto” (paráfrasis del autor). ¿Cómo saber entonces si una persona permanece en Cristo? Observe la evidencia. ¿Cómo podría usted saber si esa persona permanece en amor? Observe la evidencia. La persona que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él. Me he encontrado con muchas personas que intentan convencerme de que habitan en el amor, pero todo lo que veo en la vida de ellas ni siquiera puede compararse con el amor que Dios tiene. Sé que no permanecen en Dios porque, si lo hicieran, el amor de Dios sería la expresión normal y natural en la vida de ellos. He aquí el misterio que ha estado oculto por todos los tiempos: Cristo establece permanentemente su residencia en la vida de usted. En Juan 14:21,23, Jesús dijo que si usted oye lo que Él le dice y lo cumple, quiere decir que usted lo ama. Un mandamiento de Jesús no es una sugerencia. Es un mandamiento. Nosotros lo llamamos Señor, pero tomamos sus mandamientos como sugerencias. En ese pasaje, Él dice: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. Si ustedes reciben ese mandamiento y lo cumplen, será evidencia de que me aman. Y cuando me amen, mi Padre los amará. ¿Conoce la capacidad del Padre para amarlo a usted? Si recopilara toda la Biblia y la considerara en su conjunto, ni siquiera comenzaría a describir lo que se experimenta cuando Dios decide amar a alguien. Pero también hay condiciones para amarnos de ese modo, para que conozcamos y experimentemos su amor. El Señor dice que si nos manda algo y lo cumplimos, es porque lo amamos. Entonces el Padre nos amaría y el Hijo también. ¿Conoce la capacidad del Cristo viviente para amarlo? Increíble. Insondable. En toda área de su vida. Observo que muchas personas se molestan demasiado por las finanzas. La mejor manera de resolver sus problemas financieros es hacer lo último que Cristo les dijo que hiciera. Cuando usted cumple eso, significa que lo ama, y Él pone en marcha de inmediato el amor de Dios y el amor de Cristo. Si algo saben hacer es proporcionar para las necesidades que usted tiene. Decir “Algún día” es algo teológico; no es práctico. La parte más práctica es una relación de amor con Dios. Aquel que ve que usted lo ama porque lo obedece se ha propuesto amarlo a usted mediante la provisión para su vida. Nunca vi que Él fallara al respecto. Sólo hay una cosa sencilla que usted debe hacer: Amarlo y obedecerlo. ¿Qué evidencia hay de que Dios habita permanentemente en su vida? ¿Lo que usted dice o lo que usted vive? Es lo que usted vive. No se trata simplemente de decir “Él habita en mí”. El Nuevo Testamento dice que si Dios habita en su vida, todos se encontrarán con Él al encontrarse con usted. Se encontrarán con el amor de Dios, con la paciencia de Dios. Se encontrarán con la gentileza y la bondad de Dios. Puede volver a leer 1 Corintios 13. Es una descripción del amor “ágape” (en griego), el amor que caracteriza a Dios. Debería ser que, si Él habita plenamente en su vida, sin impedimento alguno porque usted lo obedece, toda persona que se encuentra con usted se encontrará con él, cara a cara. Y el amor de Cristo que habita en usted dominará la vida de ellos así como domina la suya. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor...” (vv. 17-18). Eso significa no sólo en su relación personal con Cristo; significa que toda persona que está con usted, lo hace en perfecta paz. ¿Alguna vez conoció a

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personas cerca de las cuales los demás temen estar? Eso nunca debería ocurrir con un cristiano. En el amor no hay temor. “...El perfecto amor echa fuera el temor” (v. 18). Mi esposa y yo tenemos nietos y los amamos. Ellos no huyen de mí; vienen a mí corriendo. El perfecto amor echa fuera el temor. ¿Sabe usted cómo han llegado a amarme y venir corriendo a mí? Es porque yo los he amado. He seguido amándolos y así será mientras viva. Les diré que los amo. Hemos llegado a amar a Dios sin temor, porque Él nos amó de modo tal que no hay lugar para el temor en nuestra relación con Él. Si lo amamos del mismo modo, nadie que trabaje o esté con nosotros deberá jamás temer en su corazón. El perfecto amor echa fuera todo el temor. En la comunión cristiana de las iglesias, las personas deberían correr juntas, conversar juntas, cuidarse mutuamente y compartir juntas porque el amor perfecto se expresa a través de nosotros. Una relación de amor ¿Qué es una relación de amor? He pedido en oración: “Señor, ayúdame a amar como tú amas”. Y Dios me llevó a Isaías 53. He aquí lo que una relación de amor es realmente. “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (vv. 3-6). ¿Desea saber cómo es una relación de amor? Ya lo ha oído. La cruz es la mejor expresión de una relación de amor. Éramos enemigos, pero Él dijo; “Déjenme morir por Henry”. Él es su enemigo. Sin embargo, el Padre dice: “Pero yo lo amo, y estoy dispuesto a entregar a mi Hijo, si hubiera una posibilidad de que comprendiera que lo amo”. Romanos 8:32 dice: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”. La relación de amor que se obtiene mediante la muerte del Señor Jesús y la vida de Él puesta a nuestro alcance es al patrón de nuestra respuesta al Señor. ¿Cómo sería posible darle menos de lo que hemos experimentado en Él? Él dice: “Sólo quiero darles un mandamiento”. “Sí, Señor; tú me has redimido. ¿Cuál es tu mandamiento?” “Sólo quiero que se amen unos a otros exactamente del modo en que yo los he amado”. No merecíamos nada de eso, pero Él dijo: “Te amo, y haré todo esto porque te amo”. Y luego da un paso atrás y aguarda para ver la clase de respuesta que le damos. Nos hemos tomado su amor muy a la ligera. Debemos hablar de su amor en actitud de reverencia y con espíritu humillado. ¿Cómo podrías, Señor, haberme amado a pesar de toda mi rebelión y mis pecados? Él respondió: “Sólo quiero que conozcas lo que es realmente una relación de amor. A pesar de todo, te amé, y lo hice de este modo: Entregué a mi Hijo por ti. No tengo nada más para dar”. Oh, Señor, ¿acaso aceptarías que este pobre pecador pusiera su vida en tus manos? Nada tengo para ofrecer, excepto mi vida pecaminosa. Él responde: “Pruébame. Ámame con todo tu corazón, tu mente, tu alma y tus fuerzas, y verás lo que hago”. Y en ese momento

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tiene lugar tal transformación que sólo puede describirse como una nueva creación, y cambia todo lo que me caracteriza... cambia a su semejanza. Una vez que Él me amó, yo no podría evitar amar a otra persona. Nunca soñaría siquiera con fijar mis propias condiciones para amar. Diría: “Señor, tú me diste las condiciones de una vez por todas. Es hacerlo como tú me has amado”. Padre, nos hemos encontrado cara a cara contigo en tu Palabra. Tu Palabra es como el fuego y el martillo. Has quebrantado nuestro duro corazón. Nos has refinado el corazón para que sea como tú deseas. Quebrántanos, refínanos, moldéanos hasta que, en tu amor, nos veamos tal como tú. Te lo pedimos en tu nombre. Amén. A menos que se indique otra cosa todas las citas bíblicas se han tomado de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 © Copyright 1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. Usadas con permiso.

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REALIDADES: 7 VERDADES DE LA EXPERIENCIA CON DIOS REALIDAD 3: Dios lo invita a ser parte de su obra Mateo 7:7-8; 1 Corintios 15:10; 2 Corintios 5:17; Juan 15:16; Efesios 2:5-7; Lucas 9:23 Puntos principales • Toda la Escritura clama para que conozcamos a Dios. • Debemos elevar nuestra experiencia con Dios a la verdad de las Escrituras. • Toda verdad de Dios constituye una invitación de Dios para que usted lo experimente como Él lo desea. El poder de la Palabra En toda la Escritura, Dios clama a su pueblo para que lo conozca. Usted puede dirigirse a virtualmente todo pasaje de la Palabra de Dios para comprobar que Él le dice a sus hijos: “Quiero que me conozcan, que conozcan mis propósitos y mis caminos. Mis caminos no siempre son los caminos de ustedes, pero les dan vida a ustedes y a quienes los rodean”. La invitación de Dios no implica que estemos ocupados con Él en nuestra actividad ministerial o espiritual; es una invitación a ser transformados por el poder de su Palabra, a medida que el Espíritu Santo la usa para moldearnos y forjarnos. Leemos la Palabra de Dios pero nunca nos damos cuenta de que Dios nos está hablando cada vez que abrimos la Biblia. Es algo que sabemos intelectualmente, pero que rara vez nos llega al corazón. No podemos decidirnos mentalmente a seguir a Dios cuando nuestras acciones no lo confirman. ¿Cuándo se tiene la certeza de que una verdad ha pasado del conocimiento intelectual al corazón? Su vida cambiará para coincidir con la verdad revelada. Lo que usted aprenda en las Escrituras se volverá palpable en la vida diaria. Si no hay ningún cambio considerable en su conducta, entonces lo aprendido es un mero conocimiento intelectual que no ha llegado al corazón. Los caminos, los propósitos y los deseos de Dios para su pueblo Jesús dijo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mat. 7:4-8). Con esto Él no expresaba un pensamiento para reflexionar, un proverbio sabio ni algo que le sucede a una minoría espiritual selecta; expresaba la verdad para toda persona que busca a Dios. ¿Ha habido alguna ocasión en su vida en que usted le pidió algo a Dios y no recibió lo que pidió? Una tremenda tragedia en la vida de muchos creyentes es que bajan las Escrituras al nivel de su experiencia personal, en lugar de subir su experiencia personal al nivel de las Escrituras. Porque intentaron algo una vez y no funcionó, piensan que las Escrituras son ineficaces, simbólicas, metafóricas o limitadas sólo para algunas personas extraordinarias. Si la experiencia no coincide con las Escrituras, lo que falla no es las Escrituras sino la vida y la comprensión del cristiano. Lo que usted experimenta no es la

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medida de la verdad. Si Jesús lo dijo, es verdad. El mero hecho de que no experimentemos algo en nuestra vida no cancela la validez de la verdad. Debemos permitir que las Escrituras cumplan su propósito: transformarnos la vida de modo tal que se comprueben como verdad en nuestra experiencia. Cuando Dios habla por medio de su Palabra, es una invitación para que usted experimente la verdad en su vida. Pablo dice que todo lo que llegó a ser se lo debía a la actividad personal del Dios viviente en su vida. Pablo escribió: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Cor. 15:10). El entregó su vida a Dios como la arcilla se entrega al alfarero, y dejó que el Alfarero diseñara y diera forma a la arcilla. El Alfarero siempre ha tenido un plan y un propósito específico. La arcilla no tiene capacidad para adquirir forma ni cumplir un uso por sí misma. Debe permanecer en las manos del alfarero para tomar forma. Usted debe permitir al Alfarero que lo coloque en la situación o circunstancia para la cual usted fue diseñado. El Dios del universo, quien lo conoció a usted antes de la creación del mundo, ya sabía lo que el pecado haría en la vida suya y le aplicó todo lo que proveyó para su salvación a fin de transformarlo en el vaso que Él quiere que sea. No necesitamos preguntar: “¿Señor, qué quieres que yo haga?” Esa es la pregunta equivocada. La verdadera pregunta es: “¿Señor, qué deseas hacer en mi vida?” No llegamos a ser una nueva criatura por esfuerzo propio, sino por la obra de Dios en nosotros (2 Cor. 5:17). “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto” (Juan 15:16). ¡Cuando Dios nos salvó, lo hizo “a propósito” y “con un propósito”! La invitación de Dios Dios... “aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Ef. 2:5-7). Nosotros nos reorientamos totalmente hacia Dios a través de Cristo, quien tiene una relación plena con su Padre. Dios nos eleva y nos hace sentar con Cristo en los lugares celestiales. Se puede apreciar el alcance de lo que Dios puede hacer con aquellos que se entregan completamente a Él. ¡Fuimos salvos para que, en todo momento y lugar, Él pudiera manifestar la increíble gracia y bondad de Dios para usted y a través de usted! He visto a muchas personas que entregaron su vida en manos del Alfarero, el Maestro, quien los transformó para dejar de vivir en la oscuridad y llegar a vivir en la luz admirable del Señor. Hay personas cuyas vidas habían sido quebrantadas por el efecto del pecado, el consumo de drogas, la ambición egoísta, sin esperanza de recuperación, esclavizadas por su propia lujuria, adicciones y deseos, que fueron liberadas, completadas y llegaron a sentarse junto a Aquel que murió por ellas y ahora vive en ellas. Han llegado a ser una demostración visible de la multiforme gracia y sabiduría de Dios. Son brillantes ejemplos de lo que Dios puede hacer en aquellos que ponen sus vidas en las manos divinas. ¿Es su vida una demostración de la gracia de Dios? ¿Puede Dios tomarlo a usted y ponerlo donde Él desea para que otros vean lo que Dios está haciendo en su vida? Ilustración

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Cuando Dios nos dio hijos, el anhelo de mi corazón fue que yo viviera una vida de modo tal que ellos quisieran servir al Dios a quien su padre servía. Nada me entristecería más que ver a mis hijos rechazar a Dios por la manera en que viví mi vida ante ellos. Si usted tiene hijos, ¿están ellos sirviendo al mismo Dios que ven que usted sirve? ¿Es su vida un ejemplo de la actividad de Dios en una persona totalmente entregada a Él? Si usted tiene nietos, ¿están ellos observando su vida y viendo que Dios manifiesta su gracia admirable en usted de tal modo que desean seguir al Dios a quien usted sirve? El deseo de Dios El deseo de Dios es demostrar su gracia a través de usted. Dios desea mostrar su naturaleza a través de nosotros, y que practiquemos la verdad de Él en nuestra vida. ¿Acaso hay personas en el campo misionero como consecuencia de la vida suya? ¿Hay personas agradecidas porque usted obedeció a Dios y eso las influyó a decidirse por el ministerio? El subtítulo del libro Mi experiencia con Dios es Cómo conocer y hacer la voluntad de Dios. Una vez que usted conoce y experimenta a Dios y comprende la voluntad divina, recibe el desafío de cumplirla y permitirle dirigir su vida en los caminos de Él. Una de las principales aplicaciones del fuego es purificar. Cuando aumenta el calor, suben a la superficie la escoria y las impurezas, las cuales “se barren” y se repite el proceso hasta que el metal se ha purificado. ¡Pero con demasiada frecuencia le pedimos a Dios que nos quite el fuego en lugar de la escoria! Cuando Dios aumenta el calor, debemos buscar sus propósitos. El calor nos llevará a la presencia, a la Palabra de Dios y a la oración. La ira, la amargura y las relaciones quebrantadas comienzan a subir a la superficie, y entonces Dios nos dice: “Se vive solamente una vez; vive sabiamente”. Cuando Dios aumenta el calor, ¿cambia su modo de vida? ¿Cambia su conducta? ¿O resiste a lo que Dios está tratando de hacer en su vida? ¿Se rebela usted contra el Alfarero y se rehúsa a que le dé forma? Una de las verdades más poderosas y más claramente presentadas en la Biblia es que Dios habla a su pueblo. A quienes respondieron positivamente a la voz de Dios se les dio forma y fueron transformados para los propósitos divinos. Usted no puede conformarse con lo habitual y conocido, y seguir a Dios simultáneamente. No puede rehusarse a abandonar la escoria de su vida y transformarse en un vaso útil para el reino de Dios. Dios no nos llama a hacer lo que podemos; nos llama a permitirle hacer muchísimo más de lo que podemos lograr a través de nuestra vida. Gran parte del proceso transformador de Dios comienza con negarnos y tomar nuestra cruz (Lucas 9:23). Ilustración Cuando yo trabajaba en Canadá, enfrentamos desafíos difíciles en el ministerio. Hablé con muchas personas en los Estados Unidos para que fueran a ayudarnos. Compartí con ellos lo que sentía en el corazón sobre los grupos nativos que no tenían iglesias evangélicas. Hablé sobre cientos de ciudades pequeñas que no tenían ninguna iglesia. Hablé sobre la gran necesidad de avivamiento en nuestro país, ¿y sabe usted qué me respondían? “Cuéntame sobre el clima, porque realmente no me gusta el frío”. Mi corazón exclamaba: “¿Qué tiene que ver el frío con tu obediencia a Dios? Niégate a ti mismo, muere a tu ego y sigue a tu Señor”.

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Negarse a uno mismo es esencial para permitir que el Alfarero transforme la vida de uno según la voluntad divina. A medida que la Palabra de Dios manifiesta sus propósitos en nuestra vida, nos sometemos a su voluntad y colaboramos con el Espíritu Santo para permitirle obrar en nosotros según la voluntad de Él. Comenzaremos a notar que la naturaleza divina (el fruto del Espíritu) se manifiesta mediante nuestra vida. Notaremos que las personas son atraídas al Cristo que habita en nosotros a medida que ven la los efectos de la gracia de Dios en nosotros. Consagración • No se contente con leer acerca de Dios en la Escritura; busque a Dios en la Palabra. • Pregúntele a Dios lo que desea hacer en su vida para manifestar la gracia divina a un mundo observador. • Vea la Palabra de Dios como una invitación a ser transformado y usado como instrumento de Dios. • Decida ahora responder “sí” a cada invitación de Dios. Mensaje He llegado a tener una tremenda convicción en mi corazón de que toda la Escritura clama para que el pueblo de Dios lo conozca a Él. Uno puede buscar prácticamente en cualquier lugar, y encontrar que Dios clama así a sus hijos: “Quiero que me conozcan. Quiero que conozcan mis propósitos. Y realmente deseo que conozcan mis caminos. Mis caminos no son los de ustedes”. El poder de la Palabra ¿No es acaso sorprendente cómo oímos eso con nuestro intelecto, pero nunca parece llegarnos al corazón? Y la vida surge de la experiencia de nuestro corazón, no del intelecto. Es probable que usted conozca intelectualmente todas las verdades y las acepte. Quizás piense que complace a Dios porque usted ha llegado a la conclusión de que cree en lo que Dios dice que Él es. Conocer la verdad intelectualmente no significa que le cambiará la vida, porque los demonios conocen intelectualmente esas mismas verdades. Pero hacen algo más que nosotros: tiemblan al conocer la verdad. Nosotros conocemos las verdades bíblicas y no temblamos. Con frecuencia vivimos de un modo confuso por todo lo que conocemos intelectualmente pero no lo experimentamos en la práctica. Y le insistimos al Señor: “Te he dicho que creo en esto”. Pero Él responde: “Lo sé; estoy esperando que pase de tu conocimiento intelectual al corazón. Aún no te ha llegado al corazón”. ¿Cuándo tendrá usted la certeza de que una verdad ha pasado del conocimiento intelectual al corazón? Su vida cambiará para coincidir con la verdad, de modo tal que lo que recién haya comprendido de las Escrituras se vuelva palpable en su vida diaria. Si usted no ve que su vida está cambiando para coincidir con las Escrituras, entonces ha conocido intelectualmente esas verdades, pero no le han llegado al corazón. Los caminos, los propósitos y los deseos de Dios para su pueblo Vamos a considerar algunos pasajes bíblicos importantes, que son capaces de transformar

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su vida, si usted les permite llegar al corazón. Por ejemplo, Mateo 7:7-8. Las verdades de la Palabra de Dios son tan sencillas que un niño podría comprenderlas. No son difíciles de entender. Es difícil llevarlas al corazón y ponerlas en práctica a diario. Usted conoce este pasaje bíblico. Jesús dijo: “Pidan, y yo les daré; Hallarán cuando busquen. Y llamen, y les abrirán” (paráfrasis del autor). Observen el versículo 8 “...Todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. ¿A quién se incluye? A todos. ¿Lo incluye eso a usted? Muchos cristianos leen un pasaje como ese y lo bajan al nivel de su experiencia personal: ¡Llamé, y nadie me abrió! ¿Por qué no toma usted su experiencia y la eleva al nivel de las Escrituras? ¿Por qué bajar las Escrituras al nivel de su experiencia? Lo que usted experimenta no es la medida de la verdad. Si Jesús lo dijo, es verdad. Lo oímos, pero no lo estamos experimentando; entonces decimos “Eso no es verdad para mí”. Pero es necesario que llegue a ser una verdad en usted. Todo aquel que pide, recibe. Todo aquel que busca, halla. Y a todo aquel que llama, se le abre. Lo que usted haga después de leer ese pasaje revelará lo que cree sobre Dios. En otras palabras, ¿tiene usted la valentía de decirle a Dios que no debería haber dicho eso porque no se ha cumplido en su vida? Dios simplemente responderá: “Lo que dije es una invitación para que lo experimentes”. Sin embargo, cuando usted lo leyó y no se cumplió en su vida, usted supuso que eso no estaba a su alcance. Y entonces lo desechó y puso su atención en otra cosa. Y así permite que lo que usted experimenta determine lo que usted cree. Es exactamente lo opuesto. La invitación de Dios Dios lo invita a unírsele en su obra. Busquemos en la Biblia 1 Corintios 15:10. El apóstol Pablo hace una tremenda declaración. Dice: “...Por la gracia de Dios soy lo que soy”. Permítame decirlo de modo más amplio. El apóstol Pablo podría haber dicho: “Todo lo que he llegado a ser se debe a la obra personal del amor de Dios en mi vida”. Él le entregó la vida a Dios, como la arcilla en manos del alfarero. Dejó que el Alfarero tuviera un propósito cuando comenzó a darle forma a la vida de Pablo. Y así Pablo siguió entregándole su vida a Dios hasta que Él lo transformó exactamente en el instrumento que había planeado, de modo que pudiera trabajar a través del apóstol. Mantengamos por un momento esa imagen del alfarero y la arcilla. ¿Sabe habitualmente el alfarero qué clase de vaso va a confeccionar antes de empezar a apretar y moldear la arcilla? ¿Sabe el alfarero cómo va a usar ese vaso? La arcilla no tiene capacidad para adquirir forma ni cumplir un uso por sí misma. Tiene que permanecer siempre en manos del alfarero para que este le dé forma. Una vez que Dios haya moldeado su vida como el instrumento que escogió para sí, usted tendrá que permanecer en las manos del Alfarero y dejar que lo traslade donde se ha propuesto usarlo. Usted no tiene capacidad para decidir eso en lugar de Dios. Usted no debe decir: “Señor, tengo todos estos talentos y estas habilidades; sencillamente saldré y te serviré”. Usted no puede salir y servir a Dios con eficacia más de lo que un vaso puede salir y servir sin que lo manipule y lo use una persona. Dios tiene que darle forma a usted, y luego usarlo. Lo sorprendente es que el Señor lo invita a usted a entregarle su vida, para que el Dios del universo pueda usarlo. Es Aquel que lo conoció a usted antes de la creación del mundo, quien ya sabía lo que el pecado haría en su vida, se acercó a usted y aplicó todo

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lo que había provisto para su salvación a fin de transformarlo en una arcilla a la que pueda darle forma. Ahora usted está listo para dejar que el Señor le dé forma. Usted dirá: “Señor, ¿qué quieres que haga?” Y el responde: “Es la pregunta equivocada. No necesitas preguntar ‘¿qué quieres que yo haga?’ ¿Qué estás tú dispuesto a dejarme hacer contigo? Yo te hice de nuevo”. ¿Acaso no es cierto lo que dice en 2 Corintios 5, que cuando usted se une a Cristo, llega a ser una nueva creación? ¿Quién hace eso? Dios lo hace. ¿Acaso sabe Él lo que se ha propuesto? Recuerde Juan 15:16: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca”. Cuando Dios toma su vida y le da forma, ¡tiene un propósito! Desde el día en que usted llegó a ser cristiano, ¿sintió alguna vez que Dios lo salvó con un propósito y no sólo para ir al cielo cuando muera? ¿Cree usted que Él tenía alguna otra finalidad? En Efesios 2 hay algunas declaraciones increíbles. Tenga presente lo que señalé antes: Toda verdad de Dios constituye una invitación de Dios para que usted lo experimente como él lo desea. La verdad no se ha diseñado para el conocimiento intelectual, sino para que usted pueda conocer a Dios, sus caminos y sus propósitos, a fin de que cuando Él comience a trabajar en su vida, usted tenga cierta idea de lo que Él se propone. Podríamos meditar en Efesios 2 durante varios meses sin llegar jamás a una conclusión final. ¿Se da cuenta de que antes de que Dios tomara su vida, usted estaba totalmente muerto en su pecado? Dios tenía que darle vida, y lo hizo al unirlo a usted con su Hijo. La razón por la que usted tiene vida espiritual es que la vida de Cristo se manifestó primero en usted. Todo cobra vida en usted, pero ahora usted se reorienta totalmente a Dios porque se ha unido a Cristo Jesús, quien tiene una relación plena con el Padre. Y Él tomará su vida y la trasladará al centro de la voluntad de Dios. Pablo escribe dos cosas maravillosas sobre el propósito de Dios. Me gustaría repasarlas con usted. Es totalmente maravilloso. Dios... “aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (vv. 4-6). A nosotros, que estábamos muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo por gracia. ¡Usted ha sido salvo por la relación de amor que Dios ofrece gratuitamente! Y nos elevó juntos y nos hizo sentar con Cristo en los lugares celestiales. ¿Y qué significa todo eso? A nosotros, que estábamos muertos en nuestros pecados, cuando Dios nos unió a Cristo, no sólo nos dio vida, sino que también nos permitió sentarnos con Cristo, en el reino absoluto en que Dios trabaja. Ahora usted se encuentra exactamente en el centro de la actividad de Dios. Su vida experimentará el alcance de lo que Dios puede hacer en una persona totalmente entregada a Él. Y Dios puso a Cristo en su vida para ayudarlo a lograr eso. Veamos el versículo 7: “Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”. El Señor preguntó: “¿Sabes por qué te salvé?” Para que, donde Él lo desee, cuando Él lo desee y como Él lo desee, pueda demostrar, dondequiera que sea, la increíble gracia de Dios y la bondad que Dios le extendió a usted y a través de usted, de modo que, cuando alguien vea lo que Dios puede hacer con una persona... ¡lo maraville y lo haga desear la misma clase de encuentro con Dios!

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¿Es su vida una demostración de la gracia de Dios? ¿Podría Dios tomarlo a usted y ponerlo donde Él quiera? ¿Y podría hacer Él que otras personas vean cómo está obrando en la vida suya? Cuando Dios nos dio hijos, el anhelo de mi corazón fue que yo viviera una vida de modo tal que ellos quisieran servir al Dios a quien su padre servía. Si usted tiene hijos, ¿han decidido ellos servir al Dios que ven en usted, porque usted ha comprendido que Dios desea hacer de su vida una clara demostración de lo que sucede en cualquiera que entrega su vida a Jesucristo, cuando Dios los eleva y los pone en el centro de su actividad? A través del ejemplo que usted da, sus hijos comenzarán a ver lo que Dios puede hacer en una persona totalmente entregada a Él. Cuando lo vean, desearán tener lo que ven de la actividad de Dios en su vida. La gente me pregunta: “¿Henry, esperabas que tus cinco hijos se dedicaran al ministerio?” ¡Por supuesto que sí! Y también espero que mis nietos respondan así. Y, sean cuales fueren las circunstancias, los eventos, las presiones, lo que ocurra a mi alrededor, el anhelo de mi corazón es que mis nietos vean lo que Dios puede hacer en alguien que le entrega su vida. El deseo de Dios Una de las grandes realidades de las Escrituras es que el Dios del universo ha decidido invitarlo a usted a unírsele en su obra. ¡Eso produce resultados increíbles! Una vez me pidieron que preparara un comentario sobre la influencia que puede tener una persona en las grandes cosas que Dios hace. Comencé a pensar en cuántas personas han experimentado algún interés en servir a Dios porque de algún modo se relacionaron conmigo, ya fuera por algo que escribí, por una conferencia en la que hablé, o por sólo un apretón de manos. Hoy día hay personas en el campo misionero, en el mundo de los negocios o en los seminarios que me miran y, a menudo con lágrimas, me han dicho: “Henry, quiero agradecerte porque obedeciste al Señor, y tu obediencia fue lo que Dios usó para transformar mi vida”. El subtítulo del libro Mi experiencia con Dios es Cómo conocer y hacer la voluntad de Dios. De eso se trata realmente. Formula la pregunta de cómo uno puede comprender la actividad de Dios, la naturaleza de Dios, los caminos de Dios, e identificarse con la actividad de Él en la vida cuando Dios comienza a trabajar en uno mismo. La meta es conocer que algo viene de Dios sólo porque Dios puede hacer ciertas cosas. Cuando Dios comienza a hacer lo que sólo Él puede hacer, ¡más vale que yo lo escuche! Si usted así lo hiciera, el momento en que escuche y obedezca lo que Dios dice, usted le permitirá que lo moldee. Él quitará algunas cosas y agregará algunas otras. Para que comprendamos cómo Dios hace eso, usa muchas figuras del lenguaje. Una de ella es “un fuego de refinador”. No hace mucho tiempo pregunté a todo un grupo si creían que el mensaje que predicaba Juan el Bautista venía de Dios. ¡Naturalmente, respondieron que sí! Y entonces pregunté: “¿Acaso el mensaje de Juan el Bautista que preparaba a las personas para recibir a Jesús tuvo algo que ver con ustedes y conmigo?” Algunos dudaron un poco antes de responder. Entonces les pregunté: ¿Saben lo que dijo Juan? Dijo: “Yo... os bautizo en agua; pero... él os bautizará [os sumergirá] en Espíritu Santo y fuego”. Entonces me dirigí al grupo y dije: “¿Acaso ha hecho Él eso en la vida de ustedes?” Eso es lo que Dios dijo que Jesús había venido a hacer. Vino a quienes lo conocieron para sumergirlos en el Espíritu Santo y en fuego. Usted no puede serle útil a Dios a menos que Él lo sumerja en el Espíritu Santo.

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El segundo elemento es el fuego. ¿Cuál es una de las aplicaciones más importantes del fuego? ¿Qué hace un refinador de mineral metálico cuando pone fuego bajo el oro y la plata? ¿Para qué usa el fuego? ¡Para purificar! ¿Qué pasa cuando se aumenta el calor? Suben a la superficie la escoria, las impurezas. ¿Luego qué se hace? ¿Se las revuelve bien para volver a mezclarlas? ¡No! Cuando las impurezas suben a la superficie, uno “las barre” para eliminarlas; y así aumenta el calor y más impurezas suben a la superficie. Y eso se repite una y otra vez hasta que nada más sale a la superficie. A medida que su vida se va purificando, refleja la imagen exacta de Aquel que la ha llenado y transformado, la imagen de Jesucristo, el Hijo de Dios. Cuando comenzamos a sentir el calor, ¡nos sometemos a un escrupuloso período de 40 días de ayuno y oración para que Dios nos quite el calor! Dios responde: “¡No me escuchaste!” Soy el Único que puede hacer eso. Y necesitas comprender mi propósito cuando aumento el calor”. ¿Qué sucede a menudo? Eso lo acerca a usted hacia Él. ¿No es así? ¡Eso lo acerca a usted a su Palabra! Y lo acerca a usted a un tiempo de oración. Y cuando el calor sigue aumentando, usted comienza a ver muchas cosas que salen a la superficie que ni siquiera sabía que existían, como su ira, cierta amargura, ciertas relaciones quebrantadas, ciertas conversaciones ociosas y el modo en que usa su tiempo... Y Dios le dice: “¡Se vive solamente una vez, y después no hay otra oportunidad!” Vive sabiamente. Y cuando el fin se esté acercando, ¿qué va a decirle usted a Dios en cuanto a lo que hizo con casi todo su tiempo? ¿Y qué va a responderle Dios a usted? Que usted nunca entendió el mensaje. “Cuando aumenté el calor, hice que me buscaras. Y cuando lo hiciste y te hablé, nunca entendiste el mensaje, porque para nada cambiaste tu modo de vida. Cuando te saqué del calor, todo volvió a la normalidad”. No haga eso. Dios lo está invitando a unirse a Él. Y Dios sabe lo que se propone. Dios trabaja en usted de un modo específico y exclusivo, para transformarlo en la persona que busca y desea usar. A menos que se indique otra cosa todas las citas bíblicas se han tomado de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960. © Copyright 1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. Usadas con permiso.

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REALIDADES: 7 VERDADES DE LA EXPERIENCIA CON DIOS REALIDAD 4: Dios habla a su pueblo para revelarse a sí mismo, revelar sus propósitos y sus caminos Salmos 22:1,24; Mateo 16; Juan 1:23; Juan 5:17,19-20, 5:39-40, 10, 11, 16:13-14; Romanos 3:11-12,8:26; 1 Corintios 2:9,10,12,14; Hebreos 1:1-2 Puntos principales • Dios habló a su pueblo desde el Génesis hasta el Apocalipsis, y nos sigue hablando hoy día. • En el Antiguo Testamento, habló Dios; en los Evangelios, habló Cristo; desde el libro de los Hechos hasta hoy día, habla el Espíritu Santo. • Lo importante no es cómo habla Dios, sino el hecho de que Él hable. • El Espíritu Santo toma la Palabra de Dios para ayudarnos a conocer la voluntad de Dios. • La Palabra de Dios, la oración, el cuerpo de creyentes (la iglesia) y las circunstancias pueden revelar conjuntamente la voluntad de Dios. Dios habla por medio de su Palabra Dios habla a su pueblo. En el huerto del Edén, Dios habla, y en el libro de Apocalipsis, todavía sigue hablando. Y durante todo ese tiempo, de un punto al otro, Dios habla a su pueblo en forma clara y definitiva. Es importante no complicar nuestra relación con Dios. Uno lee la Palabra de Dios, y dice que Dios habló. Lo importante no es cómo habló sino que Él habló, y que aquellos a quienes habló supieron que era Dios y entendieron lo que Él dijo. Cada vez que Dios habló, aquellos a quienes habló supieron que era Dios y entendieron claramente lo que Él dijo. Dios se comunica en forma clara y definitiva para que sepamos que Él habla, sepamos lo que está diciendo y sepamos cómo ajustar nuestra vida a los propósitos de Dios. Hay tres etapas en las que Dios habló: el Antiguo Testamento, los Evangelios, y el libro de los Hechos hasta el presente. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Heb. 1:1-2). Algunas veces habló con voz perceptible. Samuel oyó una voz que lo llamaba por su nombre. Dios habló a Ezequiel mediante visiones. Habló a José mediante sueños. Habló a Moisés a través de una zarza que ardía, y ante Josué se presentó como líder militar. Dios tiene muchas maneras de hablar según Él lo decide. Lo importante no es cómo habló, sino el hecho de que habló, y que a menudo la forma en que habló a cada persona fue exclusiva. Él se valió una sola vez de una zarza ardiente, un asno, una luz enceguecedora y un comandante militar. Dios se relaciona con su pueblo para darle conducción, verdad, sabiduría, guía y valor a

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fin de que sepa exactamente lo que habrá de hacer. Cuando Moisés regresó de aquella experiencia ante la zarza ardiente, no dijo: “Espero que esto me conduzca a un encuentro con Dios”. Eso mismo fue el encuentro con Dios. Lo que Moisés hizo después reveló lo que Él creía sobre Dios. Su respuesta fue: “Señor, te he oído, te he comprendido, y ahora voy a obedecerte”. Y cuando Cristo habló a una persona, eso fue el encuentro con Dios, y fue tan importante que respondieran en obediencia a Jesús como lo fue para Moisés, Noé, Abraham, Jeremías y cualquiera de los profetas que respondieron al Señor. Cuando Dios habla, lo que usted haga luego indicará lo que cree sobre Dios. Dios habla hoy Hoy día, Dios nos habla a través de su Espíritu Santo. En el Antiguo Testamento, parece que el Padre es el único que habla claramente; en los Evangelios, habla el Hijo; y luego Jesús dijo que enviaría el Espíritu de verdad. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13-14). Una de las funciones principales del Espíritu Santo es que usted conozca la voluntad de Dios y esté capacitado para cumplirla. El Espíritu también es quien lo motiva a usted a cumplir la voluntad del Padre. No trabaja por casualidad. Trabaja porque se le encomienda hacerlo. En Romanos 8:26, vemos que el Espíritu conoce la voluntad del Padre, y lo guía a usted hacia la voluntad del Padre. Pero el momento en que el Espíritu le permite a usted comprender la Palabra, constituye la invitación de Dios para tener así inmediatamente una experiencia con Él. “...Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor. 2:9). La voluntad de Dios no puede conocerse con los sentidos físicos. Él dice: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. (...) Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, (...) Pero el hombre natural [es decir, usted y yo, sin la ayuda del Espíritu] no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (vv. 10,12,14). Sólo la presencia poderosa y la obra del Espíritu Santo puede tomar las cosas de Dios y darlas a conocer a usted. Son cosas que vienen por revelación. El Espíritu tiene que revelarlas. En Romanos 3:11-12, Pablo dice que, a causa del pecado y fuera de la obra del Espíritu de Dios, nadie entiende nada ni quiere buscar a Dios. Cuando usted abre la Palabra de Dios, hay una tremenda verdad que comienza a apropiarse de usted; no se trata de un concepto que usted esté aprendiendo, no es un principio, sino un encuentro con Dios que el Espíritu Santo hace posible. La Palabra de Dios es la espada que empuña el Espíritu para que usted conozca la voluntad de Dios en forma clara y definitiva. Jesús dijo a los fariseos: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:39-40). La herramienta que el Espíritu Santo usa es la Escritura. Pero eso no es un fin en sí mismo. Es un medio para llegar a un fin. El Espíritu toma la Palabra de Dios para llevarlo a usted a una relación con Dios. Fuera de la obra poderosa del Espíritu Santo, no se puede comprender la Palabra de Dios. El momento en que el Espíritu revela la verdad, usted tiene una experiencia con Dios.

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Necesitamos pedir en oración: “Padre, hoy me entusiasma el hecho de que el Espíritu tomará ahora algo del centro de tu actividad y me enfrentará, cara a cara, con la realidad para que yo pueda ajustar enseguida lo que sea en mi vida a fin de que tomes el control de inmediato”. Debido a que el Espíritu acaba de revelarle a usted lo que Dios está haciendo en este momento, usted necesita preguntarse qué diferencia podrá marcar Él en cada área de su vida si usted se lo permite. Usted puede distinguir la voluntad de Dios Hay cuatro cosas que ayudan a distinguir la voluntad de Dios para usted. La Palabra de Dios: Siempre permita al Espíritu revelar la actividad de Dios cuando usted lee su Palabra. La Biblia es la fuente principal de verdad y revelación sobre la voluntad de Dios para su vida. Ninguna otra fuente contiene la revelación de Dios, ni ningún otro libro transmite la vida y la intimidad con Dios como la Biblia. Ilustración En Juan 11, leemos que María y Marta enviaron un mensaje a Jesús para avisarle que su hermano estaba muriendo y le pidieron que viniera a sanarlo. La Escritura dice que Jesús guardó silencio. Las conocía, las amaba, pero permaneció allí hasta que murió Lázaro. En todas las otras ocasiones en que habían enviado a buscarlo, habían obtenido una respuesta. Pero esta vez hubo silencio. Cuando Jesús se enteró de la muerte de Lázaro, decidió ir a visitarlos. Marta dijo: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Jesús respondió: “Tienes toda la razón. Si yo hubiese estado aquí, tu hermano no habría muerto, pero ustedes no me habrían conocido mejor de lo que ya me conocían. Sabían que yo podía sanar porque me habían visto hacerlo muchas veces. Y si yo hubiese estado aquí, me lo habrían pedido, y yo lo habría sanado. Sin embargo, yo sabía que ustedes estaban preparados para una revelación mayor de lo que jamás habían conocido sobre mí. Y quise que ustedes supieran que yo soy la resurrección y la vida, y que mi silencio los estaba preparando para un conocimiento sobre mí mayor de lo que jamás habían experimentado” (paráfrasis del autor). Cuando yo comprendí eso, me revolucionó totalmente por dentro. El Espíritu tomó la Palabra de Dios para hacerme comprender a Dios. Llegué a comprender una de las cosas más importantes de mi andar con Dios. Permítale a Dios mostrarle, a través de su silencio, lo que Él está haciendo para darse a conocer a usted de una manera increíble. Oración: Usted no sabe orar como conviene. Dios desea que usted se asocie a Él mediante la oración, de modo que al arrodillarse a orar, el Espíritu Santo esté presente en forma activa para dirigirlo a usted en la oración. He descubierto que, mientras oro, a menudo me vienen pasajes bíblicos a la mente. Al principio yo me decía: “Henry, ya terminaste el tiempo de meditación bíblica; ahora es tiempo de orar”. Luego llegué repentinamente a la conclusión de que el Espíritu Santo recurría a la Palabra de Dios para ayudarme a aprender a orar. Cuando ahora me sucede, abro la Biblia y digo: “Señor, enséñame lo que dices en este pasaje y ayúdame a orar según el pasaje y por este asunto en particular”. ¿Se ha escuchado usted al orar? Ha habido ocasiones en que usted comienza a orar en un sentido pero termina haciéndolo en otro. El Espíritu Santo le está enseñando a orar como conviene. Usted comienza a orar, y el Espíritu lo conducirá al centro de lo que el Padre

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está haciendo. Circunstancias: Veamos lo que Jesús dijo en Juan 5:17,19,20: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. (...) No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace...” En otras palabras, el Espíritu Santo lo ayudará a comprender la perspectiva de Dios en medio de las circunstancias. Cuando usted trate de ver a Dios a través del filtro de sus circunstancias personales, obtendrá una imagen distorsionada de Él. Sin embargo, si usted puede ver sus circunstancias a través de los ojos de Dios, estas se verán totalmente diferentes. El Espíritu Santo lo ayudará a comprender cómo las circunstancias le revelan a usted la voluntad de Dios. El cuerpo de creyentes: Dios usa a su pueblo para hablarle a usted, particularmente en el cuerpo de la iglesia. Usted puede encontrarse cara a cara con Dios cada vez que se relaciona con un creyente. Prepare sus oídos, sus ojos y su corazón para escuchar a Dios hablar a través de ellos. Dios le hablará a su corazón cuando alguien testifique de Él. Quizás no se den cuenta, pero Dios sabe cómo usar el cuerpo de creyentes para darle a usted una orientación clara. Dios habla en amor El amor perfecto no puede expresarse de ningún otro modo que no sea amor perfecto. Dios nunca podrá darse a conocer a usted a menos que ello sea lo absolutamente mejor para usted. Dios lo sabe todo, y lo que sea que Él diga es absolutamente correcto, así que no hace falta pedirle dos o tres opciones para elegir la mejor. Cada vez que Dios hable habrá que hacer algún ajuste, y eso siempre conducirá a un acto de obediencia. Si usted no obedece, se encontrará inmediatamente en una situación de rebelión contra Dios. Consagración Dios va a hablar, ¿pero está usted listo para escuchar? Dios va a hablar, ¿pero está usted listo para obedecer? La condición de su corazón y la disposición de su espíritu con frecuencia determinarán el mensaje de Dios para usted o si, en definitiva, Dios le hablará o no. La Biblia dice que si volvemos nuestro corazón a Dios, Él se volverá a nosotros. Cuando lo busquemos en su Palabra, el Espíritu lo dará a conocer a nosotros, y seremos cambiados para siempre. Acepte que Dios quiere relacionarse hoy con usted, y prepare su corazón y su vida para un encuentro decisivo... y dispóngase a obedecer, sea cual fuere el costo. Mensaje Una de las maravillosas características de las Escrituras es que un niño puede comprenderlas. No es difícil. De todas las verdades que contiene la Escritura, del Génesis al Apocalipsis, para mí no hay otra expresada más claramente que el hecho de que Dios hable a sus hijos. Dios habla por medio de su Palabra En el huerto del Edén, Dios le habla a Adán y Eva; y en el libro de Apocalipsis, en la Isla de Patmos, le habla a Juan. ¡Y prácticamente en cada página que hay entre el Génesis y el

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Apocalipsis, Dios le habla a su pueblo! Cuando Dios hablaba, su pueblo siempre entendía lo que Él decía y siempre sabía lo que el pueblo debía hacer al respecto. Aquellos que obedecían a Dios de inmediato eran las personas a quienes Dios transformaba y las ubicaba en una situación donde pudiera usarlas. La semana que viene hablaremos de una crisis de fe... no una “crisis” sino una “crisis de fe”. Nos referiremos a lo que Dios haya dado a conocer de sí mismo a usted, no a las crisis que usted pueda estar pasando en su vida. No toda crisis da a conocer a Dios. Pero cuando Dios le hable a usted, eso producirá una crisis, ¡porque Él es Dios y usted no lo es! Si está dispuesto a ajustar su vida a Dios, hay muchísimos cambios que Él tiene que producir en su vida para que usted siquiera se acerque un poco a lo que Dios desea para usted. Solo entonces Él podrá valerse de usted. Pero, en verdad, Él habla. Y leemos en la Biblia que, cuando Él lo hacía, las personas siempre sabían que Dios era quien hablaba. Siempre entendían lo que Él decía. Y siempre sabían lo que debían hacer al respecto. En base a mi propia experiencia y a la vida de otras personas, estoy cada vez más convencido de que la mayor crisis no consiste en no conocer la voluntad de Dios. La mayor crisis consiste en conocer la voluntad de Dios y no estar dispuesto a cumplirla. Cuando las personas se me acercan para hablar sobre cómo conocer y cumplir la voluntad de Dios, las dejo hablar un poquito. Les formulo algunas preguntas de orientación. Es obvio que Dios ha hablado a esas personas. ¡Saben lo que Dios está diciendo! Quieren seguir el plan “B”. No les gusta el plan “A”. Bueno, eso no es lo que Dios se propuso. Él pregunta: “¿Comprendes cuán lejos de mí has estado? Voy a hacer un ajuste extremo a tu vida”. Y uno le responde: “Pero, Señor, me he esforzado toda la vida para llegar a esto que ahora me es habitual y conocido”. Él contesta: “Confirmar lo habitual y conocido para ti no es lo que me interesa. Si te quedas con lo habitual y conocido para ti, ¡nunca llegarás a conocerme mejor! Necesito sacarte de donde estás para llevarte donde quiero que estés, para que me conozcas mejor de lo que me has conocido hasta hoy”. Muchas personas dicen: “Estos son mis dones”. Más vale que le pida a Dios que le quite esa actitud mental para que usted pueda llegar a conocer lo que Él puede hacer en la vida que se entrega a Dios. ¿Quién quiere quedarse con sus dones? ¡Yo no! Deseo experimentar mucho más allá de lo que hasta hoy he visto que Dios puede hacer. Si me conformo con lo habitual y conocido para mí, e invito a todos los demás a conocer mis dones y dejo que me afirmen en ellos, nunca conoceré lo que Dios se había propuesto. Los buenos dones siempre van detrás de la tarea encomendada. Nunca la anteceden. ¿Acaso hay una diferencia entre talento y don? ¡Por supuesto! ¡Son totalmente diferentes! Frecuentemente, si una persona respondiera a un cuestionario sobre dones espirituales un año antes de recibir a Cristo como Señor y Salvador, y luego respondiera el mismo cuestionario un año después de ese suceso, prácticamente no habría diferencia. ¿Por qué? Porque hemos confundido los talentos y las destrezas con los dones espirituales. Los dos son totalmente diferentes. Los dones espirituales siempre consisten en lo que Dios nos confiere para hacer algo que no podríamos hacer sin Él. Dios siempre encomienda una tarea en un ámbito en el que no tenemos capacidad natural, para que lleguemos a ver, y también los demás puedan ver, lo que Dios puede hacer a través de una vida totalmente entregada a Él. Pero, en verdad, Dios habla, ¿no? Según las Escrituras, Dios habla a través de las Escrituras. ¿Cuántos de ustedes han dicho “Oh, Señor, háblame”? Y luego nunca abrieron

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este libro. ¡Las Escrituras son la espada que usa el Espíritu Santo para acercarlo a usted al centro de la voluntad de Dios! Y si usted está tratando de comprender las Escrituras, necesita usar las Escrituras para comprenderlas. Puedo compartir un pasaje que recientemente me ha conmovido el corazón. Siempre me he sentido incómodo con respecto a las diversas interpretaciones de lo que Jesús dijo en la cruz. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” He escuchado toda clase de explicaciones humanas. Si cuando Jesús fue crucificado, el Padre lo abandonó, piense entonces en lo que Dios haría con usted y conmigo. Si abandonó a su Hijo en la cruz, entonces puede esperarse que nos abandone a nosotros cuando estemos cumpliendo una tarea. He escuchado las mismas explicaciones que escuchó usted. Dios no puede mirar el pecado. Por muchos años luché con esa interpretación hasta que Dios me dijo: “¿Por qué no consultas las Escrituras? Búscalo”. Y entonces busqué el pasaje bíblico que Jesús citaba. Durante todo el ministerio de Jesús, cuando se ve envuelto en una situación, con frecuencia Él cita las Escrituras, o bien leemos “Hizo esto para que se cumpliesen las Escrituras...”. Las Escrituras fueron su guía. Leamos Salmos 22:1: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Vayamos al final de ese capítulo. ¿Acaso Jesús conocía el Salmo 22 por completo? Cuando comenzó a decir eso, pienso que hablaba del increíble dolor que esta enfrentando. Sin embargo, pienso que citaba ese salmo porque conocía cómo finalizaba el mismo. ¿Sabe usted lo que dice ese salmo al final? Dice: “Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó” (v. 24). Entonces, ¿qué está diciendo Jesús aquí? “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Pero voy experimentar todo lo que dice el salmo, y finalmente declararé: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Algunos dicen que, en el momento en que Jesús exclamó “¿Dios mío, por qué me has desamparado?”, fue cuando Dios cargó el pecado del mundo en Él. Eso no es cierto. ¿Sabe usted cuándo Dios cargó el pecado del mundo en Jesús? ¡Cuando murió! ¡Y por tres días, el alma del Hijo de Dios cargó con el espantoso pecado del mundo! Pero Jesús no cargó con el pecado del mundo antes de morir. Se encontraba en el proceso de hacerlo. ¡Dios habla a través de las Escrituras! De modo que, cuando abra las Escrituras, usted se encontrará cara a cara con el Autor. Y si usted medita en las Escrituras durante suficiente tiempo y deja que Dios lo instruya, Él abrirá las Escrituras y le mostrará lo que está haciendo. Eso fue lo que el Padre hizo durante toda la vida de Jesús. Jesús trabajaba exclusivamente a partir de las Escrituras. Si Jesús usó las Escrituras para comprender los caminos, los propósitos y la voz del Padre, ¿acaso no debemos hacer lo mismo? Cuando abra la Palabra de Dios, usted se encontrará cara a cara con el Autor. Usted ha pedido a Dios que lo guíe al centro de su voluntad. Entonces Él responderá: “Gracias por abrir las Escrituras. Allí fue donde me comuniqué con mi Hijo; allí es donde he hablado con cada persona en la historia, y allí es donde hablaré contigo”. Si usted lucha con esa experiencia de abrir las Escrituras y no oír nada. Eso habla más de usted que de Dios. Si usted puede decir con franqueza “Padre, cuando abro las Escrituras, no sé dónde estás hablando”, entonces ya habrá recorrido al menos la mitad del camino, siempre que se mantenga atento y diga “Padre, el deseo de mi corazón es que, cuando abra las Escrituras, pueda saber cuándo me estarás hablando”. Es la razón

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porque Richard y yo editamos el libro Hearing God’s Voice [Oigamos la voz de Dios], porque vimos a tantas personas que recurrían a las Escrituras pero no sabían cuándo Dios estaba hablándoles. Dios habla hoy Cuando las personas me dicen “Sencillamente nunca sé cuándo Dios está hablando”, les pregunto “¿Cuánto tiempo hace que es cristiano?” “Veinte años”. Entonces digo “Hace veinte años que es cristiano, y todavía no ha aprendido a reconocer cuando Dios le está hablando?” ¿Pero qué es lo que le está fallando? ¿No desea saber cuándo habla el Dios del universo? Dios habló a Adán y Eva en el Edén; habló a Juan en la Isla de Patmos; habló con todos, entre el Génesis y el Apocalipsis. Y le sigue diciendo a usted “¡Quiero hablar contigo! Quiero que conozcas mis voz”. ¿Acaso en Juan 10 no dijo “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna”? Si usted tiene dificultad para saber cuándo Dios está hablando, necesita detener todo lo demás que esté haciendo y resolver ese asunto. No es tan difícil. Por ejemplo, hay ciertas cosas que sólo el Espíritu Santo puede hacer. ¿Alguna vez sintió que el Espíritu Santo lo convencía de pecado? ¿Quién estaba hablando? ¡Dios! ¡Es la única persona que puede convencerlo del pecado! Si Dios no hubiera trabajado en usted para que llegara a convencerse, jamás lo habría reconocido. Usted se habría destruido a sí mismo porque la paga del pecado es muerte. Dios dice: “No quiero que te destruyas a ti mismo, pero a menudo ni siquiera sabes lo que es el pecado. Por eso te di mi Espíritu Santo, y la primera tarea que le encomendé es cerciorarse de que sepas cuándo has pecado”. Cuando a usted el Espíritu Santo lo convence de pecado, ¿se postra de inmediato ante Dios y exclama “¡Gracias, Señor!... ¡Voy a cambiar ya mismo!”? O usted sigue los caminos del mundo y responde: “Señor, no creo que sea tan malo. No veo que haga tanto daño”. La Biblia dice: “Tengan cuidado con lo que buscan. Busquen lo que es puro y santo.” Usted enciende la televisión y ve algo terrible. Su conciencia le dice Necesito apagar la televisión, no sólo por los niños, sino también por mí mismo. Usted no puede permitir que algo le entre en la mente sin ser afectado permanentemente por ello. Y lo que se ve en la televisión y en las películas está desensibilizando al pueblo de Dios con respecto a la realidad del pecado. No somos tan sensibles al pecado como lo éramos hace diez años. A propósito, he oído a líderes cristianos contarme sobre lo que han ido a ver al cine y decir “Bueno... hay un poco de violencia y un poco de obscenidades y un poco de inmoralidad, pero la trama es buena”. Lo que quieren decir es “No importa lo que me entra a la mente o al corazón; no me va a afectar”. Vaya a ver una de esas películas, e inmediatamente después trate de pasar un tiempo de meditación o devocional. No podrá lograrlo. Lo habrá afectado. En realidad, eso es sólo un ejemplo de cómo el Espíritu Santo lo convence de pecado. Tal vez haya perdido la paciencia. Algunas personas dicen: “Henry, tienes que comprender. Esa es mi manera de ser”. Mi respuesta es “Puede haber sido tu manera de ser antes de convertirte a Cristo, pero ahora que eres cristiano, no hay excusa en absoluto”. El fruto de la carne es ira, arrebato y amargura; pero el fruto del Espíritu es amor, gozo y paz. ¿No comprende usted la diferencia entre el fruto de la carne y el fruto del Espíritu? Si anda en el Espíritu, usted no satisfará los deseos de la carne. Si se sigue enfureciendo

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como lo hacía antes, no le será posible andar en el espíritu y en la carne al mismo tiempo. Es una imposibilidad espiritual. No se puede. Hay demasiada interferencia entre lo uno y lo otro. En su vida hay demasiadas cosas que lo distraen. ¿El Espíritu Santo lo convence cuando usted no anda en el Espíritu? ¡Claro que sí! De inmediato. Hay un sistema de alarma que se dispara. ¿Tiene usted en su casa una alarma de humo que haya desconectado porque no le gusta cómo suena? ¿Sabe usted para qué está ahí la alarma de humo? Cuando desconecta una alarma de humo, ¿sabe usted a cuán grave peligro se está exponiendo? ¿Podríamos decir que hay como una alarma de humo en la vida del cristiano que, cuando peca, se dispara? ¿Es usted capaz de desconectarla para que, cuando el Espíritu de Dios comience a convencerlo, no funcione el sistema de alarma? Se habrá puesto en un grave peligro, en una situación en que Dios no podrá quitarle lo que hay que quitarle para que usted trabaje con Él. Quizás aquí usted pierda la paciencia, pero cuando vaya al campo misionero, las presiones se le multiplicarán por cien. Y entonces perderá la paciencia, y las infinitas consecuencias en el reino de Dios serán el destino eterno de las personas que rodeen. Si Dios sabe que usted ha desconectado ese sistema de alarma específico para la ira, quizás le diga: “Hay tanto que quería que hicieras, pero no es posible porque donde quiero usarte, necesitas ser increíblemente sensible a mi Espíritu Santo. Hay demasiado en juego. Hay tanto que deseo hacer con resultados eternos, y tú necesitas que mi Espíritu Santo te sensibilice al enemigo, a mi voz y a la obediencia. Pero te has desconectado del Espíritu Santo, y así Él no puede cumplir su obra en ti. No puedo confiarte la obra que había planeado para ti, porque hay demasiado en juego. El destino eterno de otros está en juego. Sencillamente no puedo confiarte eso.” “Oh, Señor, ¿me mostrarás tu voluntad?” “Lo intenté, pero no dejaste que mi Espíritu trabajara en ti para prepararte”. Juan el Bautista exclamaba: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”. Porque cuando Él venga, tendrá un rumbo y un camino predeterminados. Si usted no está preparado, Dios no podrá conducirlo por ese camino. Usted puede distinguir la voluntad de Dios Estoy convencido de que la mayoría de ustedes ansía conocer y cumplir la voluntad de Dios. De lo contrario, no estarían aquí. Y desean guiar a otros para distinguir la voluntad de Dios. En medio de esa tremenda declaración que hay en Mateo 16, Jesús dijo que si alguno deseaba seguirlo, tenía que oír y hacer tres cosas. ¿Lo recuerdan? “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (v. 24). ¿Sabe usted por qué lo dice? No es complicado. Permítanme hacer una conjetura. El Señor Jesús es el Señor, ¿verdad? ¿Acaso no tiene derecho a que lo obedezcan en forma inmediata y total? Si Él es el Señor, no tiene que haber ninguna interferencia. No debe haber nada que desafíe su derecho a ser el Señor. Y para usted, Él es el amo. El siervo debe desempeñarse en una relación de siervo y amo. ¿Qué sucede si no se niega a usted mismo? El Señor dice: “Estoy por ir a tal o cual lugar, y deseo que vengas conmigo”. Su yo responde: “Nunca me gustó hacerlo”. Durante 12 años serví en Saskatoon y otros 6 años en Vancouver. Sentí el peso de cuántos se perdían en Canadá y sigo sumamente comprometido con el pueblo nativo de Canadá. Bajo esa increíble carga, yo me mantenía atento para ver a otras personas a quienes Dios podría usar como compañeros en esa misión. Encontré algunos, pero cuando compartía con ellos sobre esa necesidad, la primera pregunta que me hacían era

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“Cuéntame sobre el clima. Porque nunca he podido tolerar el frío”. Y mi corazón exclamaba: “¿Qué tiene que ver eso con la voluntad de Dios?” Si usted no se niega a sí mismo cuando Dios le da a conocer su voluntad, su yo va a competir con el derecho de Dios a ser el Señor. Si Dios lo llama a servir en el extremo norte del continente, dentro del Círculo Ártico, para trabajar con pueblos nativos, ¿tiene Dios el derecho como Señor a hacerlo? ¿Sabe usted cómo descubrirá si Él es su Señor? Si usted no puede ir a servir debido al clima, su yo está en el trono, y no importará lo que Dios diga. Su yo va a competir. ¿Sabe por qué Jesús dice que usted debe negarse a sí mismo? Porque cuando Dios da sus instrucciones, ¡siempre tiene razón! Él siempre es perfecto. Él siempre tiene razón. Y él siempre provee lo que sea que usted necesite para cumplir la voluntad de Dios. Durante ese proceso, usted llegará a conocerlo mucho más que antes porque necesitará de Él mucho más de lo que jamás experimentó. ¿Cómo lo ayudará Dios a conocerlo mejor? Lo pondrá a usted en situaciones que lo exijan, pero si su ego está en el trono, le negará a Dios el derecho a decirle lo que sea la voluntad de Él pero no la de usted. ¿Acaso Él puede cuidar de usted? Claro que puede. Y la vida de Jesús es el mayor ejemplo de ello. ¿Cuál era la voluntad del Padre para Jesús? La cruz. Cuando Jesús eligió la cruz, supo que el dolor atravesaría el corazón de su madre. Cuando Jesús eligió la voluntad del Padre, supo que su madre estaría de pie junto a la cruz y sufriría el dolor más agonizante para cualquier persona... contemplar a su Hijo mayor, en manos de gente cruel, al ser crucificado como un delincuente común. Sin embargo, Jesús sabía que el costo para otros podía ser uno de los mayores obstáculos para cumplir la voluntad de Dios. En estos momentos, algunos de ustedes tal vez dude en cumplir la voluntad de Dios porque sienten que esa decisión le costaría a otros. Él es Dios y lo invita a usted a acompañarlo en la misión. Él le habla y le da a conocer claramente su voluntad a través de las Escrituras, la oración, las circunstancias y la vida de la familia de la iglesia, que son las señales espirituales que ha plantado en su vida. Dios habla en amor ¿Hay en su corazón algo nuevo que usted está comprendiendo sobre Dios? El amor perfecto no le ofrecerá el segundo puesto. El amor perfecto siempre le ofrecerá lo mejor. Pero los caminos de Dios no son los caminos de usted. E incluso los pensamientos de Él no son sus pensamientos. Y en estos momentos usted lo está confrontando y se encuentra en una crisis. Usted está a sólo una oración de distancia para resolverlo. Sólo necesita ocho palabras: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Puede decirlo con confianza, en la certeza de que, sea lo que fuere que Dios responda, será lo mejor. Oh, Padre, hay tanto que pasa por nuestra mente y nuestro corazón. Sabemos que nos amas con un amor increíble, eterno, completo y absoluto. Y tu amor nos ha buscado. Y tu amor conoce la eternidad. Y tu amor conoce cómo cada uno de nosotros debe rendirte cuentas de lo que hicimos en todos aquellos momentos en que te acercaste y nos diste a conocer tu voluntad. Padre, gracias por ese amor tuyo que nos ha buscado. Y, Padre, si hay aquí alguna persona en riesgo de apartarse de ti en tal medida que tal vez nunca te vuelva a oír llamándola, te rogamos que la traigas de regreso a ti. Que le evites caer en ese

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precipicio. Que hagas tal obra de amor en nosotros, para que con todo nuestro corazón, con los ojos, los oídos y el corazón dispuesto, podamos decirte, cara a cara, “Oh, Padre, nunca experimenté un amor mayor que el tuyo”. No se haga mi voluntad, sino la tuya. Te lo pedimos en tu nombre. Amén. A menos que se indique otra cosa todas las citas bíblicas se han tomado de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960. © Copyright 1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. Usadas con permiso.

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REALIDADES: 7 VERDADES DE LA EXPERIENCIA CON DIOS REALIDAD 5: La invitación de Dios conduce a una crisis de fe que requiere confianza y acción 1 Samuel 15:22-23; 1 Crónicas 21-24; Lucas 1:26,30-31,37-38, 18:24-25; Juan 14; Gálatas 6:17; Hebreos 10:25 Puntos principales • No toda crisis es una crisis de fe, ni toda crisis de fe se origina en una situación de crisis. • Porque Dios lo dijo, así será. Es posible que la crisis consista en que creamos o no que sea verdad lo que Dios dijo. • Usted nunca tendrá una experiencia con Dios sin obedecerlo. • La obediencia parcial es sencillamente desobediencia. Una crisis de fe No toda crisis es una crisis de fe, ni toda crisis de fe se origina en una situación de crisis. Esas dos experiencias no necesariamente se relacionan. Hay, por cierto, situaciones de crisis en que Dios prueba nuestra fe y prueba si creeremos que Él nos cuidará. Sin embargo, en otras ocasiones, podría ser sencillamente que un pasaje bíblico nos exhorta a obedecer a Dios, a cambiar nuestro modo de vida o a reorientar nuestros pensamientos hacia Él. Esos momentos decisivos a menudo exigen alguna clase de sacrificio. Pero la mayor crisis no consiste en que no conozcamos la voluntad de Dios, sino en que la conozcamos pero elijamos no obedecerla. Cuando conocemos la voluntad de Dios y la pasamos por alto o la posponemos, estamos quebrantando mandamientos. Demostramos que no amamos a Dios con todo el corazón, la mente, el alma y las fuerzas. Demostramos que estamos escuchando otra voces y que les damos prioridad sobre la voz de Dios. Demostramos que es posible que haya ídolos en nuestra vida, a los cuales dedicamos nuestra devoción. Y tomamos en vano el nombre de Dios al llamarlo Señor cuando, en realidad, Él no es nuestro Señor, porque si lo fuera, lo obedeceríamos de inmediato. La idolatría también consiste en hacernos una idea de Dios con las características que deseamos que tenga, y luego invocar al dios que hemos creado. “No creo que Dios desee que yo sufra”. “No creo que Dios permita que me sucede nada negativo porque es un Dios de amor”. “Dios desea que yo tenga éxito; no me pediría que abandone esto para seguirlo”. Eso es una forma de idolatría que prevalece actualmente entre la gente. Cuando en los días de Jesús las personas atribuyeron la obra de Dios a Satanás, Jesús llamó a eso una blasfemia contra el Espíritu de Santo. Si algo grave está ocurriendo en su vida, podría ser la disciplina de Dios y no el ataque de Satanás. No poder distinguir la diferencia entre el enemigo y el Señor es algo sumamente triste. En la Biblia, cuando Dios llamó a ciertas personas, vivieron inmediatamente una crisis sobre cómo responderían al Dios que les había hablado. En Lucas 1:30 leemos que el ángel le dijo a María: “...No temas, porque has hallado gracia delante de Dios”.

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Es probable que el ángel Gabriel no venga a anunciarle a usted los planes de Dios, pero Dios puede causarle la misma conmoción en su vida cuando le habla. A pesar de que no había dudas de que el anuncio describía algo increíble, era Dios quien lo pronunciaba, y así sería, “porque nada hay imposible para Dios” (v. 37). ¿Cree usted eso acerca de Dios? Nuestra falta de fe habría cancelado de inmediato los propósitos de Dios en nuestra vida. No piense que Dios jamás le pedirá a usted que haga algo que no le cueste muchísimo ni que le exija hacer ajustes mayores en su vida. Él es Dios y tiene derecho a hacer lo que sea que decida, pero eso siempre será lo más conveniente para su reino y nuestra vida. La respuesta inmediata de María fue: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (v. 38). Qué declaración tan increíble. Era una mujer pobre, sin esposo. Su embarazo ajeno a José le habría costado la vida y, sin dudas, su prestigio. Nuestro razonamiento y nuestros temores habrían desacreditado el anuncio del Señor. Sin embargo, porque Dios lo dijo, así sería. Creerle a Dios Porque Dios lo dijo, así será. Es posible que la crisis consista en que creamos o no que sea verdad lo que Dios dijo. Dios le dijo a José (el del Génesis): “José, serás un gran gobernante sobre tus hermanos. ¿Qué sucedió luego? ¡Sus hermanos lo arrojaron dentro de una cisterna, lo vendieron como esclavo, la mujer de su amo trató de seducirlo y lo encarcelaron injustamente y allí lo dejaron durante años! Si eso le hubiera ocurrido a usted, ¿habría llegado a la conclusión de que sin dudas había interpretado incorrectamente la voluntad de Dios? Cuando las cosas marchan mal, ¿acaso no miramos a nuestro alrededor y pensamos que de algún modo nos equivocamos sobre la voluntad de Dios? Oímos decir: “Esto no puede venir de Dios porque sé que yo no podría hacerlo”. ¿Le pediría Dios que hiciera algo que usted no es capaz de hacer? ¡Por supuesto que sí, todo el tiempo! Si alguna vez le dice algo que usted podría resolver por sus propios medios, probablemente no venga de Dios. ¡Dios quiere que usted lo conozca! Y Dios no podrá permitirle que lo conozca mejor hasta que lo haya llevado, fuera de lo habitual y conocido, a una situación en que usted lo necesite absolutamente. Estamos tan desorientados con respecto a Dios que no creemos que nos pediría hacer algo superior a nuestra capacidad. La obra de Dios, nuestra debilidad A menudo, Dios le encomienda una tarea que está al nivel de su mayor debilidad de modo que dependa absolutamente de Él. ¡No dé lo mejor de sí a este mundo quebrantado... dele lo mejor de Dios a través de usted! Jesús dijo: “...Difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos”. O bien, es increíblemente difícil que las personas talentosas participen en el reino de Dios, porque dependen demasiado de sí mismas. Y siempre funcionan dentro de la categoría de sus aptitudes y talentos, en lugar del poder y la presencia de Dios. En su libro titulado En pos de lo supremo, Oswald Chambers dijo que necesitamos prestar atención para saber bien cuándo Dios está hablando, porque luego las circunstancias podrían ser diferentes a lo que Dios dijo, y así necesitaremos volver a consultar la palabra original de Dios. Sé que José habrá reconsiderado muchas veces las visiones y habrá confiado en que Dios cumpliría su voluntad en su tiempo y a su modo.

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Seguramente María al contemplar de pie a su Hijo mayor, clavado en la cruz, tuvo que reconsiderar el anuncio del ángel en su mente y confiar en que Dios sabía lo que estaba haciendo con su Hijo. Tal vez usted se encuentre en medio de circunstancias en que nadie parece responderle y nada parece salir bien. Quizás se esté preguntando si en realidad fue Dios quien le habló en primer lugar. Los misioneros luchan con algo así todo el tiempo. Llegan al campo con grandes planes y mucha fe, pero luego hacen frente, cara a cara, a la oposición, la persecución, la discriminación, las amenazas, las tasas de cambio que les reducen el salario a la mitad o incluso la apatía por parte de los nativos... la depresión puede ganar terreno, la frustración puede ser intolerable y la pregunta de si están en el lugar correcto o incluso si siguen la vocación correcta puede caerles como una camionada de ladrillos. En momentos como ese, es esencial tener la vida centrada en Dios. Mire sus circunstancias a través de los ojos de Dios. Cuando surjan las situaciones, no pregunte qué se supone que debamos hacer; pregunte a Dios sobre lo que Él planea hacer. Quizás no sea una situación difícil sino algo extraordinario lo que lo motive a pensar que Dios esté planeando hacer algo. La fe se basa en lo que Dios ha dicho, y no en las circunstancias que lo rodean. Obediencia total La clave es la obediencia. Usted nunca tendrá una experiencia con Dios sin obedecerlo. La obediencia es precedida por: (1) una palabra de Dios, (2) una crisis de fe, y (3) ajustes mayores en su vida. Si usted no está dispuesto a experimentar el proceso, quizás nunca tenga la oportunidad de una experiencia con Dios como Él la desea. Para tener una experiencia con Dios, hay que cumplir requisitos previos. Queremos que Dios nos explique todo, particularmente cuando las cosas no van como planeábamos. Pero Dios responde: “Yo soy Dios, y no tengo que explicarte nada. Si no confías en mí con respecto a algo pequeño, nunca podrás hacer frente a lo que hay más allá del horizonte de tu vida”. A nuestra duda o resistencia a Dios la llamamos “procesamiento reflexivo”. Dios la llama rebelión y desobediencia. Si el Dios del universo le habla y usted no responde afirmativamente y de inmediato, eso es rebelión contra Dios. El pasaje bíblico que lo confirma está en 1 Samuel 15:22: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová?” Observen: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios...”. Para Dios es más importante la obediencia que ser pastor o diácono, maestro de Escuela Dominical o misionero. La obediencia a Dios es más importante que cualquier actividad religiosa en la que usted pueda participar. La obediencia parcial... sencillamente, desobediencia La obediencia parcial es sencillamente desobediencia. “Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey” (1 Sam. 15:23). Para Dios no hay cosa tal como la obediencia parcial; sencillamente es rebelión, tanto como la hechicería y la idolatría. Cuando Dios confirmó a Saúl como rey, el Espíritu de Dios vino sobre Saúl. En otras palabras, Saúl fue lleno del Espíritu de Dios desde el momento en que fue escogido como rey. Cuando Saúl desobedeció las instrucciones de Samuel, toda su desobediencia se expresó contra el Espíritu de Dios. Para rebelarse contra Dios, hay que entristecer al Espíritu Santo, apagarlo y resistirlo. Hay personas que han reconocido claramente lo que Dios les ha dicho, pero han

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desacreditado la palabra con su razonamiento y se han demorado en obedecer al punto tal que Dios ya no les da de su Espíritu; tales personas experimentan resultados espantosos. Ese llamado en particular ha concluido y nunca habrá una segunda oportunidad. La clave de tener una experiencia con Dios es sencilla. Una vez que usted conozca la voluntad de Dios, es esencial que obedezca de inmediato. Si no lo hace, es posible que se pierda oportunidades, que pierda la revelación de Dios, su gozo y su bendición, y mucho más. Quizás lo que Dios le pida sea realmente algo pequeño, pero esa pequeñez podría ser como un obstáculo espiritual, el cual, al resolverse correctamente, permitirá que lo increíble del poder y la actividad de Dios fluya a través de usted. Juan 14:26 dice que la tarea del Espíritu Santo es recordarnos todo lo que Cristo ha dicho. ¿Qué fue lo último que Dios le pidió a usted que hiciera? ¿Obedeció usted... o lo desacreditó con su razonamiento? Si no vive en obediencia, arrepiéntase inmediatamente y pídale a Dios que lo perdone; ruéguele que no sea demasiado tarde para obedecerlo. Que podamos decir, como María, “...hágase conmigo conforme a tu palabra”. Consagración • Si hubiera cualquier duda en su relación con Dios, así como aquel hombre que llegó a Jesús con un hijo enfermo, diga usted en oración “Señor... ‘Creo; ayuda mi incredulidad’”. • Pídale a Dios que le muestre cualquier área de su vida en la que usted esté obedeciendo sólo parcialmente y esa desobediencia le esté resultando costosa. • Propóngase comprobar el gozo que trae la obediencia y no el sacrificio que podría costar. Mensaje No ofreceré nada que no me cueste. No ofreceré al Señor lo que nada me cueste. ¿Por qué será eso un asunto tan delicado? ¿Qué le ofreció Dios a usted? ¿Qué le costó? Si Cristo vive su vida en usted, ¿ofrecerá Él al mundo, a través de usted, lo que no le cueste nada? Cuando el apóstol Pablo llegaba al final de su vida y su ministerio, dijo: “...Traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús” (Gál. 6:17) ¿Podría usted decir lo mismo sobre su propio peregrinaje personal, que lleva en su cuerpo las marcas del Señor Jesús, como resultado de haber cumplido su voluntad para extender el reino de Dios como Él se lo encomendó? ¿O acaso usted supone sistemáticamente que Dios nunca le pedirá nada que le cueste muchísimo? ¡Él lo ama demasiado para exigir eso! Y el Dios que lo ama a usted sencillamente no haría eso. Reconozcamos a los ídolos y al enemigo Durante un fin de semana del Día del Trabajo (en Estados Unidos, suele celebrarse el primer lunes de septiembre), presenté una serie de cuatro mensajes titulada “Evangelical Idolatry: Why Revival Tarries” [Idolatría de los evangélicos: Por qué se atrasa el avivamiento]. Estamos dándole a Dios las características que deseamos que tenga, y no las que realmente tiene. ¿Sabe usted qué es un ídolo? La idolatría consiste en darle a Dios las características que deseamos que tenga, y luego invocar al dios que hemos creado. Decimos “No creo que Dios jamás permita que yo sufra” o “No creo que Dios haga tal

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cosa”. Eso debe venir del enemigo. Entonces, cuando cualquier cosa negativa llega a la vida, siempre se la atribuimos al enemigo. Y, naturalmente, Dios no tendrá ninguna oportunidad de disciplinarnos, porque jamás lo veremos de ese modo. Dios puede disciplinarnos mucho más severamente de lo que el enemigo podría jamás hacernos. Y si está ocurriendo algo grave, más vale que sea la disciplina de Dios y no la obra del enemigo. ¿Puedo darle una advertencia? ¿Sabe lo que Jesús dijo cuando Dios hacía milagros y la gente se lo atribuyó a Satanás? Jesús dijo que eso era blasfemar contra el Espíritu Santo. Me temo que hay muchos creyentes que atribuyen la actividad de Dios al enemigo. Tenga cuidado de no atribuir todo lo negativo al enemigo e intentar echar fuera al enemigo o sujetarlo o participar en guerra espiritual. Podría ser que lo que está experimentando sea la disciplina de Dios porque usted se rebeló contra Él. Yo me he tomado muy en serio hasta la posibilidad de que interprete mal la severidad con que Dios podría tratarme. ¿Acaso usted no es severo con sus hijos para rescatarlos? ¿Y Dios no hace eso? Tenga cuidado de no atribuirle eso al enemigo porque, en ese caso, le faltaría poco para blasfemar contra el Espíritu Santo, para lo cual no hay arrepentimiento. Significa que su corazón se ha endurecido tanto que usted ni siquiera puede distinguir la diferencia entre el enemigo y el Salvador. De modo que preste atención. No le ofrezca a Dios lo que a usted nada la cueste. David dijo: “...No... sacrificaré holocausto que nada me cueste” (1 Crón. 21:24). Es necesario, delante del Señor, tomarse muy en serio el nivel de lo que uno le ofrece. Al preguntarse “¿Acaso, soy yo?” Dios tiene que transformarnos. ¿Le parece que tal vez Dios le haya hecho experimentar una crisis para usarlo en tiempos como estos? Su primera reacción podría ser: “Oh, no puedo ser yo. No es posible que yo sea. ¡Soy el más insignificante de todos!” Durante los seis últimos meses he oído a personas que vienen a decirme “Esto es lo que siento que Dios está haciendo, pero el problema es que soy mujer”. Y respondí: “¿Y eso qué tiene que ver?” Bueno, soy una mujer. “¡Eres hija del rey! Eres heredera de Dios y coheredera con Cristo. Dios puede hacer a través de ti cualquier cosa que desee. No le digas a Dios que eres mujer y, por eso, sólo cumplirás una función de poca o ninguna importancia”. ¿Acaso la vida de Ester no tuvo importancia? ¡Salvó a todo el pueblo de Dios! Y nunca había asistido al seminario. ¡Ella salvó a todo el pueblo de Dios... literalmente! ¿Fue Ana importante? Ella trajo al pueblo de Dios al más excelente de los profetas, Samuel. ¿Cuán importante era María? ¿Podría Dios confiar a una mujer a Aquel que redimiría a gran parte del mundo? ¿Sería eso una función importante? ¡No deje que el mundo interprete su relación con Dios! Si Dios ha salvado a un costo terrible, usted podría estar ante una inminente crisis de fe con respecto a lo que Dios podría proponerse hacer a través de usted. Sin embargo, la cultura evangélica o la cultura de Estados Unidos podría estar intentando asignarle a usted una función que Dios nunca le asignó. Quizás las personas que lo rodeen, o incluso ciertos pastores, intenten decirle lo que podría o no ser la función que Dios desea para su vida. Nunca permití que nadie me dijera cuál debería ser mi función. Me he presentado ante el Señor, y lo que Él dice es suficiente. ¿Acaso alguna vez tuve que tratar con mucha gente que contradijo los propósitos de Dios para mi vida? ¡Incluso hoy día hay gente que lo está

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haciendo! Hay que dar el paso siguiente ¿Cuánta importancia tiene que Dios le hable a usted? Lo que usted haga a continuación revelará lo que cree sobre Dios. Y no permita que la cultura lo meta a presión en un molde. Usted podría decir: “Bueno, ninguna persona que me conoce piensa que llegaré a lograr nada importante”. ¿Qué fue lo último que Dios le dijo? Escoja usted entre creerle a Él o a quienes lo rodean, quienes no son Dios, pese a que podrían comportarse como si se creyesen dioses. No se los permita. Cuando recurra a las Escrituras, encontrará muchas personas que, cuando Dios habló, experimentaron inmediatamente una crisis de fe. El Señor ha bendecido abundantemente mi vida y la de mi esposa, Marilynn, con el privilegio de escribir en equipo con nuestros hijos. Hubo un tiempo en el que yo consideraba escribir un libro con Carrie. Carrie, mi hija, es una líder con un tremendo sentido de propósito divino para su vida. ¡Es increíble! Comencé a pensar: Si comenzara a escribir algo con Carrie, ¿qué escribiría? Y nos pusimos de acuerdo en escribir un libro sobre María, una joven sierva que fue favorecida por Dios. ¿Sabe usted lo que dijo el ángel? “María,... has hallado gracia delante de Dios” (Lucas 1:30). Mujeres, ¿alguna de ustedes oyó a Dios decirle eso? Piensen en el alcance de esa declaración. Quizás Gabriel no se lo habrá anunciado, como a María, pero el mensaje produjo incluso una crisis secundaria, ¿verdad? En toda la Biblia, ¿para cuántas personas el ángel Gabriel, quien permanece junto a Dios, tomó un mensaje de Dios y lo entregó? ¿Cuántas personas experimentaron eso en toda la Biblia? No espere que Dios le envíe al ángel Gabriel. Es posible que Él tenga otra forma de hacerlo. Pero esa palabra de Dios no tendrá menos validez por ello. ¿Cuál fue la profunda respuesta de María cuando el ángel le dijo “Te diré lo que sucederá. ...¡Darás a luz un hijo” (paráfrasis del autor). Y luego, agregó: “...Nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:27).

¿Cree usted que eso es válido en su vida personal?... ¿Lo cree de corazón y no intelectualmente? ¿Cree usted que para Dios nada hay imposible? Lo que usted diga a continuación revelará lo que cree de Dios. ¿Qué dijo María? “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38). Haz conmigo lo que sea que desees, respondió ella. Es una de las mayores declaraciones de fe en toda la Biblia. ¿No sería maravilloso si cada uno de nosotros dijera lo mismo cuando Dios nos hable? ¿Vivió ella una crisis? Claro que sí. No tenía esposo. ¿Sería eso un detalle considerable? Ya saben que, para casi todos nosotros, ese detalle daría por concluida toda la conversación. Porque nosotros, en nuestro razonamiento humano, lo cuestionaríamos pues no tiene sentido. Eso no puede suceder. No tengo esposo. No hablemos más del asunto. Pero no fue así con María. Ella permaneció allí el tiempo suficiente hasta que el mensaje de Dios le fue confirmado. Y eso produjo una crisis de fe... no sencillamente una crisis, sino una crisis de fe. ¿Qué le dijo Dios sobre lo que planeaba hacer a través de usted? ¡El alcance de lo que las personas piensan que Dios les dice supera la imaginación! ¡No pueden darle lugar al mensaje! Y desafortunadamente muchos comienzan a decir: “Esto no puede venir de Dios, porque sé que yo no podría hacerlo”. ¿Le pediría Dios que

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hiciera algo que usted no es capaz de hacer? ¡Todo el tiempo! Si alguna vez le dice algo que usted podría resolver por sus propios medios, probablemente no venga de Dios, ¡porque él desea que usted lo conozca! Y Dios no podrá permitirle que lo conozca mejor hasta que lo haya llevado a usted, fuera de lo habitual y conocido, a una situación en que lo necesite absolutamente. Si yo comprendo lo que Dios está diciendo, es algo que sólo podría suceder porque Dios lo hace. Sin embargo, con demasiada frecuencia, estamos tan desorientados con respecto a Dios que no creemos que él haría eso. Quiero decir que él no le exigiría más a mi fe, ¿verdad? Sí, lo haría. Usted nunca podrá conocerlo mejor hasta que Dios lo haya alejado de lo habitual y conocido. Y ahí mismo tendrá su crisis. Nosotros suponemos espontáneamente que Dios nos pedirá hacer lo que coincide con lo habitual y conocido para nosotros, nuestras circunstancias, nuestra familia, nuestras aptitudes, nuestros talentos y nuestros dones. Incluso respondemos a un cuestionario para identificar todo lo que tenemos, y luego buscamos algo que coincida con eso. ¡Nunca conoceremos a Dios de ese modo! ¡Todo lo que conoceremos será a nosotros mismos! No dé lo mejor de sí a este mundo quebrantado. ¡Permita que a través de usted Dios dé lo mejor de sí a este mundo quebrantado! Cada vez que Dios comience a trabajar en usted, Él estará procurando dar lo mejor de sí a través de usted. Pero, a menudo, Dios tiene que pasar totalmente por alto lo mejor de usted. No siempre hará eso, pero a menudo lo hace. Lo mejor de usted podría impedirle conocer mejor a Dios. ¿Trabajar con los dones suyos o los de Dios? Jesús dijo: “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Lucas 18:24-25). ¡Los ricos pueden llegar a confiar tanto en sus posesiones, que no necesitan a Dios! Y no recibirán nada de aquello que experimentarían en su vida mediante la absoluta dependencia de Dios. No necesitan a Dios. Podemos parafrasear este versículo así: Es increíblemente difícil que las personas talentosas participen en el reino de Dios, porque dependen demasiado de sí mismas. No necesitan a Dios. Son talentosas, calificadas y siempre funcionan dentro de la categoría de sus aptitudes y sus talentos. Cuantos más dones, aptitudes y talentos parecen tener, más alejados permanecen de la oportunidad de experimentar la plenitud de Dios porque siguen funcionando conforme a sus talentos. A decir verdad, se molestan si no salen electos para un puesto de la iglesia que ponga de manifiesto sus dones. ¿Sus dones? La iglesia no necesita sus dones. La iglesia necesita los dones del Señor a través de usted. ¿Por qué no le permite usted a Dios otorgarle los dones que Él desee?... y no se sorprenda si le da dones asociados con su mayor debilidad, no con su fortaleza. A menudo, los puntos fuertes se vuelven en una gran piedra de tropiezo para experimentar lo que Dios podría hacer a través de nosotros. Aquí tiene que enfrentar una crisis de fe. Usted reconoce los dones. ¿Recuerda usted lo que Dios le dijo a José poco antes de que cumpliera 17 años (Gén.37:2-11)? “Muchacho, vas a ser un hombre importante. Serás gobernante sobre tus hermanos. Serás un gobernante”. ¿Qué sucedió luego? Sus hermanos lo arrojaron en una cisterna. Lo vendieron como esclavo, y cuando llegó a Egipto, la mujer de Potifar, su amo, trató de seducirlo, lo culpó por ello, y lo encarcelaron. Lo arrojaron en la celda más oscura y allí lo dejaron. Tendría

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30 años antes de quedar al servicio del faraón (Gén.41:46). Si eso le hubiera ocurrido a usted, ¿habría llegado a la conclusión de que sin dudas había interpretado incorrectamente la voluntad de Dios? Miramos a nuestro alrededor, y si todo marcha mal, no tardamos en suponer que nos equivocamos con respecto a la voluntad de Dios. ¿Por qué? Se está produciendo una crisis de fe. Desde el comienzo mismo de la experiencia, usted necesita tener la certeza de lo que Dios dice. Cómo concentrarnos en la obra de Dios y no en nuestra debilidad Es posible que algunos conozcan la obra del escritor Oswald Chambers. En su libro titulado En pos de lo supremo, entre otras cosas dice que necesitamos prestar atención para saber bien cuándo Dios está hablando y así disipar toda duda. Habrá que reconsiderar cien veces ese mensaje original porque las circunstancias podrían ser diferentes a lo que Dios dijo. Es probable que, en este preciso momento, usted esté en medio de una crisis de fe. Usted sabe lo que Dios dijo, pero nada de lo que lo rodea parece coincidir con eso. Y nadie lo está escuchando. Nadie se ha alegrado ni ha convocado a una reunión para encomendarle a usted una tarea. Quizás le hayan encomendado una tarea, pero no están escuchando. Y, con frecuencia, su respuesta espontánea es una crisis de fe. Usted duda de que Dios haya hablado porque las cosas no parecen coincidir con lo que usted piensa que tendría que haber pasado. Carrie y Wendel (mi hija y su esposo) están en Alemania. Los alemanes no creen que Dios esté en Alemania. Lo han dicho una y otra vez. Nuestra hija y su esposo han ido allá para fundar iglesias, y aquellas personas no quieren fundar iglesias. No quieren tener iglesias. Ni los cristianos piensan que sea necesario que alguien dé testimonio. Y, por cierto, no creen que se necesite fundar ninguna iglesia. Aún así, Dios llamó a Carrie y a Wendel a fundar iglesias. Han experimentado varias crisis de fe. Llaman a papá y mamá y preguntan: “¿Qué hacemos? Esto es lo que creemos que Dios nos ha llamado a hacer”. Disminuyó la cotización del dólar estadounidense, y con eso perdieron el valor de la cuarta parte de su salario. ¿Qué haría usted al respecto?

Oh... Yo creo que necesitamos evaluar nuevamente nuestro llamamiento. Pero ellos no piensan así. Sencillamente dijeron: “Señor, dinos lo que deseas hacer en medio de esta situación porque tú nos trajiste aquí. Y seguramente tú sabes lo que debemos hacer a partir de ahora”. Conversamos regularmente con ellos porque cada semana enfrentan algo que parece espantoso. Hay un grupo de creyentes de Georgia que irán a visitarlos, y nadie en aquella iglesia pequeña a la que están tratando de ayudar desea tener contacto alguno con los visitantes. Van a realizar una escuela bíblica de vacaciones y una clínica deportiva. Nadie quiere participar. ¿Le parece a usted que eso podría plantear un par de preguntas para hacerle a Dios? “Señor, nos dijiste que hiciéramos esto”. Pero no es lo que suponíamos... Una crisis de fe. ¿Entonces, qué hace a continuación? Usted hace sus ajustes conforme a Dios. Sea cual fuere la crisis que sobrevenga, usted debe centrar su vida en Dios. Usted no debe ajustarse a las personas; debe ajustarse a Dios, quien lo ajustará a usted a las personas.

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Usted debe hacer sus ajustes conforme a Dios. Ellos tuvieron que hacer el primer ajuste cuando dejaron su tierra y fueron a Alemania. Ni nuestra hija ni Wendel habían estudiado jamás otro idioma. El alemán es un idioma difícil para aprender. Tuvieron que hacer algunos ajustes importantes. Su bebé tenía apenas uno o dos meses de edad. Ellos tenían que ir a la escuela. En cierto sentido, era todo un desastre, y había tantos ajustes que hacer. Muchas personas, si hubieran tenido que hacer esos mismos ajustes, no los habrían hecho. Sencillamente no hacen ningún ajuste conforme a Dios. Si Dios quisiera enviarlo a usted a otra parte, ¿dejaría usted su granja? Un pastor en Seattle, Washington (EE.UU.), pidió hablar conmigo y pasé medio día con él hablando sobre crisis de fe y ajustes. Dije, tienes que observar y ver dónde está trabajando Dios y unirte a su obra. Me preguntó: “¿Cómo sabré dónde está trabajando Dios?” Respondí: “Hay cosas que sólo Dios puede hacer. Capacita tu corazón para reconocerlas”. No mucho tiempo después me llamó y dijo: “Me sentía sobrecargado delante del Señor, y estaba frente al altar de nuestra iglesia. Estaba orando. Cuando terminé de orar, me levanté y vi que había un hombre de pie en la puerta. No lo reconocí. Me dijo: “Soy un creyente bautista de Ucrania, y he venido para entregarle mi casa en Luganst”. ¿Qué podría hacer yo o qué podría hacer mi iglesia con una casa en Luganst? Y respondí: “Estás haciendo la pregunta equivocada. No necesitas preguntarte qué vas a hacer con eso. La pregunta es qué va a hacer Dios con eso”. ¿Sería eso un cambio lógico de pensamiento? Cuando suceden las cosas, no se pregunte lo que usted hará con eso. Pregunte lo que Dios hará con eso. No sólo recibieron esa casa, sino también otras casas más. El pastor viajó a ese lugar, y hoy día hay allí todo un ministerio en marcha. Fundaron tres o cuatro iglesias. Tienen un orfanato. Tienen una instalación completa para campamentos. Tienen un centro médico. Ahora han recibo una gran parcela de terreno donde pueden establecer un todo un centro de capacitación para quienes llegan a conocer al Señor y sienten su llamado al ministerio. ¡Están absolutamente fascinados! Pero cuando el pastor contempla aquel momento en que el hombre le ofreció una casa, sabe que experimentó una crisis de fe que exigía un ajuste mayor. Él ajustó su vida y viajó a Ucrania. Ajustó su iglesia y lo apoyaron. Y ha continuado de ese modo. No hace mucho tiempo un amigo de aquel pastor estuvo en Guinea, África Occidental. Y regresó y le dijo: “Tienes que hablar con el ministro de agricultura de Guinea, África Occidental”. Y mi amigo preguntó: “¿Dónde está Guinea? No lo conozco”. Y el amigo le respondió: “Pero vas a conocerlo. Quiero que vengas conmigo”. Cuando Dios lo llama, no se trata de lo que usted esté por hacer para Dios. Sino de lo que Dios esté por hacer a través de usted. Cómo hallar fe en un tiempo de ajustes ¿Qué hay después de una crisis de fe? Ajustes importantes. ¿Está usted por experimentar algo que nunca antes hizo? Cuando Dios viene y le anuncia lo que Él está por hacer, eso producirá una crisis de fe. Podría ser algo que usted nunca hizo antes, de lo cual no tiene idea de cómo hacerlo y en lo cual no tiene ninguna experiencia previa. Este pastor vino a mí y dijo: “Henry, esto trae un potencial tan enorme. ¿Crees que debería renunciar a la iglesia y pedirle que me comisione para dirigir este proyecto

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enorme?” Mi respuesta inmediata fue: “¡Por supuesto que no! El pueblo de Dios necesita una muestra de lo que ocurre cuando una iglesia recibe una misión que sólo Dios puede cumplir y lo obedece. Tu iglesia es pequeña y sólo Dios puede cumplir esta obra”. ¿Qué hizo Elías cuando Dios dijo que llovería? Envió a su siervo y le dijo que observara si había algún indicio de lluvia. ¿Cuántas veces tuvo que enviar al siervo? Siete. Y cuando, finalmente, el siervo vio la evidencia, ¿qué era? Apenas una nubecita como la palma de la mano de un hombre. ¿Y sabe usted lo que respondió Elías? “¡Corran, muchachos! ¡Porque la lluvia lo inundará todo!” (paráfrasis del autor) Hermanos, ESO es FE. La fe se basa en lo que Dios ha dicho, sin importar cuán pequeña sea la evidencia. Nuestra experiencia con Dios mediante la obediencia ¿Qué le está diciendo Dios a usted? Quisiera que por un momento hagamos un inventario espiritual, porque estamos llegando a la máxima dimensión, que es la obediencia. Usted nunca tendrá una experiencia con Dios sin obedecerlo. La obediencia es precedida por una palabra de Dios, una crisis de fe y ajustes mayores. Si usted no está dispuesto a experimentar el proceso, quizás nunca tenga la oportunidad de una experiencia con Dios como Él desea que usted la tenga. Las personas leen sobre Pentecostés y desean experimentar el Espíritu de Dios como lo hicieron aquellos. Pero antes de Pentecostés, hubo un huerto de Getsemaní y una cruz, y luego la resurrección. Las personas prefieren evitar el huerto de Getsemaní, la cruz y la resurrección. Desean ir directamente a Pentecostés. Quieren ir directamente a una experiencia con Dios sin los requisitos previos. No he visto en ninguna parte de la Biblia que eso sea posible. Cuando Dios tiene algo en el corazón, desea que usted lo conozca lo suficientemente bien como para que, cuando Dios hable, usted oiga y responda de inmediato. La obediencia tiene que ser inmediata. Usted no puede decir: “Señor, para esto voy a tener que superar algunos inconvenientes”. Dios responde: “Yo hablé y eso es suficiente”. Creo que Él podría responder a algunos de nosotros: “¡Yo soy Dios, y no tengo que explicarte nada!” ¡Yo soy Dios! Y lo que crees sobre mí determinará lo que harás. Si no me conoces lo suficiente, no crees en mi amor, no crees en mi sabiduría, no crees en mi soberanía ni en mi proceso... Si no crees en mí, no me obedecerás. Pero si me conoces, me obedecerás de inmediato”. ¿Es eso lo que usted está haciendo? Es importante saber cómo Dios considera la desobediencia. Nosotros no la llamamos desobediencia. La llamamos “procesamiento reflexivo”. Le ponemos toda clase de etiquetas. Pero Dios sencillamente la llama desobediencia. A decir verdad, la llama “rebelión”. Si el Dios del universo le habla y usted no responde de inmediato y no responde afirmativamente, eso es rebelión contra Dios. El pasaje bíblico que ha afectado poderosamente mi propia vida es cómo Dios describe la desobediencia o el corazón rebelde. Está en 1 Samuel 15:22-23: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová?” Observen: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey”.

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¿Se deleita Dios tanto en la actividad religiosa de usted como en su obediencia? ¿Qué está buscando Dios? Una obediencia inmediata, absoluta y en amor a todo lo que Él diga. Si no lo obedece, Él llama a eso rebelión. Que usted obedezca lo último que Él dijo es para Dios mucho más importante que ser pastor, miembro de una comisión o maestro de Escuela Dominical. La obediencia a Dios es más importante que cualquier actividad religiosa. En la mente de Dios, cualquier actividad religiosa predeterminada tiene menos importancia que la obediencia. Cuando Dios habla, Él espera una respuesta inmediata. “¡Sí, Señor!” “La rebelión es como el pecado de adivinación, y la obstinación es como ídolos e idolatría. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey, dijo Dios a través del profeta Samuel”. Eso es increíble. En 1 Samuel 15:19-23, Dios habló al rey Saúl. Y Saúl insistió: “...He obedecido la voz de Jehová”. Y Dios le respondió que la obediencia parcial es desobediencia. En la mente de Dios, no hay lugar en absoluto para tal cosa como la obediencia parcial. La obediencia parcial es desobediencia. ¿Con qué compara Dios la desobediencia? Con hechicería e idolatría. Es cuando uno pone algo en lugar de Dios. Cuando Él habla, eso no le causa ningún efecto a usted. ¿Qué le ha estado pidiendo Dios a usted? ¿Un tiempo de meditación o devocional para que Él pueda hablarle? ¿Compromiso en oración con el pueblo de Dios? ¿Acaso alguno de ustedes ha abandonado la vida de oración comunitaria de su iglesia? ¡En ese caso, está desobedeciendo! La Biblia dice que no debemos dejar de congregarnos, como algunos tienen por costumbre (Heb. 10:25). Cuando la iglesia decide reunirse para orar, usted debería estar presente. Cuando Dios confirmó a Saúl como rey, el Espíritu de Dios vino sobre Saúl. En otras palabras, Saúl fue lleno del Espíritu de Dios desde el momento en que fue escogido como rey. De modo que toda su desobediencia fue contra la actividad del Espíritu Santo. ¿Qué hará usted con su vida? Cuando usted llegó a ser hijo de Dios, el Espíritu del Dios viviente lo hizo nacer de nuevo. La plena presencia del Espíritu de Dios vino a morar en usted. Para rebelarse contra Dios y no obedecerlo, usted tiene que apagar al Espíritu Santo. Tiene que entristecer al Espíritu Santo. Tiene que resistir al Espíritu Santo. ¿Es eso algo grave para usted? Lo es. Y si usted se sigue comportando así por cualquier período de tiempo, descubrirá que la presencia de Dios se ha alejado de usted. He estado con algunas personas que distinguieron claramente lo que Dios decía. Algunos meses después, comenzaron a poner excusas. Y luego de algunos años, llegaron a decir: “Debo de haber interpretado incorrectamente a Dios en aquel tiempo, porque ya no siento el mismo llamamiento”. Están interpretando incorrectamente la actividad de Dios. Se rebelaron por un día de más de la cuenta. Y Dios ya no volverá a llamarlos para lo mismo. Se ha terminado. ¿Hace Dios eso? ¡Es lo que dijo! Cuando Dios habla, ¿será la tarea a la medida de Él? Siempre. ¿Superará lo que usted podría hacer? Siempre. ¿Será algo que producirá una crisis en usted? Siempre. En Juan 14:26, Jesús menciona uno de los ministerios del Espíritu Santo. Una de sus tareas no es sólo enseñarnos todas las cosas, sino recordarnos todo lo que Cristo ha dicho. En este tiempo de meditación o devocional, el Espíritu Santo podría haberle recordado claramente lo último que Dios le pidió hacer. Tal vez usted haya elegido otras cosas en lugar de lo que Dios eligió. Quizás esté usted ahora participando en mucha actividad, pero tal vez eso no sea lo que Dios dijo. En ese caso, sigue desobedeciendo. Lo que usted

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haga a continuación indicará lo que cree sobre Dios. Ruego que usted reconozca que está a sólo una oración de distancia para tener una plena experiencia con Dios. Esa oración es: “¡Sí, Señor!” Sean cuales fueren los ajustes necesarios, la respuesta es: “¡Sí, Señor!” ¿Podría Dios comenzar una obra excelente a partir de este preciso lugar? Claro que puede. ¡Él es Dios! Nunca menosprecie lo que Dios puede hacer cuando una persona lo obedece. ¿Será usted esa persona? Hay ciertas cosas que sólo el Espíritu Santo puede hacer. Una de esas cosas es recordarle a usted lo que ya ha expresado el corazón de Dios sobre lo que desea hacer a través de usted. El Espíritu lo convencerá de cómo ha respondido usted hasta hoy y lo animará a eliminar su duda y responder “¡Sí, Señor!” ¿Ajustes importantes? Siempre. ¿Resolverá usted ese asunto con Él? Incluso desobedecer en algo pequeño es como un obstáculo espiritual; si usted lo resuelve correctamente, experimentará la avalancha de la actividad de Dios. Padre, temblamos cuando tú hablas. No podemos imaginar lo que te propones hacer a través de la vida de cualquiera de nosotros, y menos aún a través de todas nuestras vidas en conjunto. Une nuestros corazones alrededor de tu Hijo, el Señor Jesús. Y en los momentos que sigan, mientras hablamos entre nosotros, deseamos que nos guíes a expresar nuestra crisis y nuestra obediencia, para que otros de nuestra congregación puedan orar con nosotros y por nosotros. Y así podremos comenzar a experimentar tu propósito a través de nosotros. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén. A menos que se indique otra cosa todas las citas bíblicas se han tomado de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960. © Copyright 1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. Usadas con permiso.

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REALIDADES: 7 VERDADES DE LA EXPERIENCIA CON DIOS REALIDAD 6: Usted debe hacer ajustes en su vida para unirse a Dios en lo que Él ya está haciendo 1 Samuel 15:22; Isaías 55:8-9; Lucas 6:46; 9:10-17,23-26,51,57-62; 18:18-27; Juan 14:21; Gálatas 5:22-23; Efesios 3:20, 4:31; Hebreos 11 Puntos principales • Usted no puede quedarse donde está, y simultáneamente seguir a Dios. • Cuando pensamos demasiado en el costo, olvidamos los beneficios. • El tipo de ajustes que Dios requiere podría variar según los planes de Él. • Algunas personas se rehúsan a obedecer porque el costo es demasiado para quienes las rodean. • Cuando el costo de la obediencia es lo más importante para nosotros, nuestro corazón se apega a lo equivocado. Usted no puede quedarse donde está, y simultáneamente seguir a Dios Deseamos que Dios adapte su Palabra, sus propósitos y su voluntad a nuestra vida, pero no lo hace. Desde su comienzo mismo, la Biblia describe quién es Dios y cómo ha trabajado con las personas a lo largo de la historia. Dios no cambia para adaptarse a nosotros; Él nos pide que cambiemos nuestra vida para adaptarnos a lo que Él hace y a dónde va. No se trata de distinguir cuándo Dios nos habla, sino de estar dispuestos a hacer los ajustes necesarios en nuestra vida para obedecer la voz de Dios. Lo desafío a encontrar algún personaje importante de la Biblia que no haya debido hacer ajustes considerables en su vida para seguir a Dios. Noé, Abraham, Moisés, David, María, los discípulos, el apóstol Pablo... cuando obedecieron a Dios, la vida de ellos cambió para siempre. “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33; ver Lucas 9:23-26, 57-62). Al repasar la lista de héroes de la fe, podrá ver en muchos casos que, si se hubieran rehusado a cambiar, habrían sido causa de calamidades para ellos y los demás. Se habría perdido la familia de Moisés; los israelitas habrían seguido siendo esclavos; nunca se habría constituido el pueblo de Dios; y, sin dudas, jamás habría nacido Cristo. Al leer pasajes como los de Lucas 9 vemos lo que cuesta seguir a Cristo. Sin embargo, a decir verdad, el costo de no seguir a Cristo es mucho mayor y afecta a muchas más personas de las que jamás imaginaríamos. En Lucas 18:18-27 se describe a un joven rico a quien se le pidió elegir entre sus ricas posesiones y su salvación. La devoción a sus bienes fue mayor que su devoción a Dios. Se alejó entristecido porque se dio cuenta de que no podía tener ambas cosas; tenía que tomar una decisión. No había precio más alto que pagar de lo que le costó su decisión.

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Cuando pensamos demasiado en el costo, olvidamos los beneficios Con demasiada frecuencia nos concentramos en los aspectos equivocados de la obediencia. En lugar de ver todos los beneficios (gozo, bendiciones, salvación de personas, intimidad con Dios), pensamos demasiado en el costo (los ajustes de la vida, los sueños a que debemos renunciar). Pero no nos damos cuenta de que los ajustes y los costos no son la meta, sino la relación con Dios. Para nosotros, lo más importante no debe ser cumplir una misión para Dios, sino tener una experiencia con Él y conocerlo mejor. Ilustración Recuerdo haber conversado con una joven madre sobre cómo la fidelidad en pequeñas cosas atrae mayores responsabilidades y oportunidades en el reino de Dios. Respondió: “Entonces me conviene dejar de ser tan fiel; creo que ya me he hecho cargo de todo lo que me es posible”. Lamentablemente, se concentraba en las tareas, los ministerios y los trabajos, en lugar de conocer a Dios. En lugar de conocer a Dios, ella veía como meta el sacrificio y los ajustes. El tipo de ajustes que Dios requiere podría variar según los planes de Él Quizás usted tenga que mudarse a otra ciudad, otra provincia, otro estado u otro país para ser parte de la actividad de Dios. Quizás tenga que dejar de cultivar ciertas relaciones que le están impidiendo obedecer. Quizás tenga que dejar de lado algunos de sus compromisos, o todos, para darle prioridad al propósito de Dios en su vida. Tal vez usted tenga ciertas creencias, actitudes o pautas que no son saludables y que perjudican su testimonio y su capacidad para dar a conocer el amor de Dios a todas las personas. La obediencia a Dios podría implicar acostarse más temprano por la noche para que pueda levantarse más temprano y dedicar tiempo a la oración con Dios y por otros. Muchos hombres que conozco sintieron que Dios los llamaba al ministerio a tiempo completo, pero tenían empleos exigentes, debían pagar préstamos hipotecarios y sencillamente les parecía imposible desprenderse de su rutina. Luego fueron despedidos. Repentinamente tuvieron libertad para ocuparse del llamamiento de Dios en su vida, pero el Señor tuvo que ayudarlos primero a adaptar sus vidas. Dios nos dará primeramente la oportunidad de obedecerlo, pero a veces nos da un incentivo algo mayor para seguirlo cuando nos falla la obediencia. Algunas personas se rehúsan a obedecer porque el costo es demasiado para quienes las rodean Dios ha llamado a muchas personas a las misiones, personas que nunca fueron al ministerio porque no estaban dispuestas a separar a sus hijos de los abuelos. A veces las mismas familias de los llamados pagarán el precio por un salario que se reduce drásticamente, por diversas comodidades que no existen en ciertos lugares, por amistades que se perderán en una mudanza, o por dedicarle más tiempo a los necesitados que a sus propios hijos. Otros están atados por deudas financieras, así que no tienen la libertad de seguir a Dios a causa de todos los empleos en que deben ocuparse para pagarlas. Algunos otros nunca harán ajustes importantes por aferrarse a sus dudas sobre Dios y su llamamiento. Son como las olas del mar, que el viento arrastra a cualquier parte, sin comprometerse por

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completo con ningún propósito considerable en el reino de Dios. Cuando el costo de la obediencia es lo más importante para nosotros, nuestro corazón se apega a lo equivocado El Padre dice “...Obedecer es mejor que los sacrificios...” (1 Sam. 15:22). Jesús dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama...” (Juan 14:21). El Espíritu de Dios que habita en nosotros trabaja en nuestro corazón. Cuando el Espíritu obtiene verdaderamente el afecto de nuestro corazón, nuestra obediencia será el resultado natural. Cuando realmente lo amamos con todo nuestro corazón, nuestra alma, nuestras fuerzas y nuestra mente, no habrá problemas en hacer cualquier ajuste necesario a los planes de Dios para nosotros. Cuando nuestro corazón le pertenece, cualesquiera sean los sacrificios, los costos o los ajustes que debamos experimentar, serán insignificantes ante el fascinante gozo de conocer y experimentar a Dios y su amor en nuestra vida. Consagración • Confíe en que Dios sabe lo que es mejor para su familia y su futuro. • Pídale a Dios que le dé la valentía y la sabiduría para dejar de lado o cambiar aquello que afecta su obediencia a Él. • Propóngase comprobar el gozo que trae la obediencia y no el sacrificio que podría costar. Mensaje Usted no puede quedarse donde está, y simultáneamente seguir a Dios Nos gustaría que Dios adaptara su Palabra, sus propósitos y su voluntad a nuestra vida, pero no lo hace. Desde el comienzo mismo, la Biblia describe quién es Dios y cómo ha trabajado con las personas a través de la historia. Dios no cambia para adaptarse a nosotros; Él nos pide que cambiemos nuestra vida para adaptarnos a lo que Él hace y dónde va. En Isaías 55:8-9, el Señor dice que sus caminos no son nuestros caminos y que sus pensamientos son mucho más altos de lo que podríamos siquiera imaginar. ¡Eso significa que sea lo que fuere que planeemos para Dios siempre será muchísimo inferior a lo que Él planea para nosotros! Nuestro mejor logro ni siquiera puede compararse con lo que Él ha planeado lograr a través de quienes le creen y lo siguen. Este versículo establece un paralelo con Efesios 3:20, el cual dice que Dios “...es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos...”. Tales versículos insinúan que nosotros, como personas creadas, no tardaremos en llegar a nuestro límite, en comparación con el Dios todopoderoso, infinito y omnisciente a quien servimos. Por eso, cuando hay que hacer ajustes, no es Dios quien necesita hacerlos. Su voluntad siempre es perfecta y siempre es lo mejor. Nos llama a dejar nuestra autocomplacencia, nuestras ambiciones egoístas y nuestra vida egocéntrica, y nos pide que tomemos nuestra cruz y lo sigamos. El mayor de los ajustes puede tratarse de tomar nuestra cruz. Este proceso implica negarse a uno mismo, revestirse de Cristo y dejar de lado todo lo que impida seguirlo. Cuando todo se ha dicho y hecho, Él sigue siendo el amo y nosotros seguimos siendo sus siervos. Él es el Alfarero y nosotros somos el barro. Él es el Señor y nosotros somos los discípulos. Cuando Cristo dijo a sus discípulos: “Síganme”,

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de inmediato tomaron una decisión, ¿verdad? Podrían haber permanecido en sus botes pesqueros, junto a su mesa recaudadora de impuestos, o donde sea que habían estado; o podrían haber dejado lo que estaban haciendo y decidir seguirlo. Eso no fue sólo un acto transitorio de obediencia; fue una decisión transformadora. Significó abandonar ambiciones de toda la vida, planes para su futuro, amigos y relaciones existentes, e incluso el derecho a elegir su propio destino. “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46). Cuando tomaron la decisión de que Cristo fuera su Señor, a partir de ese momento, toda otra decisión pasaría por Cristo como punto de referencia. Realmente creo que el problema no es distinguir cuándo Dios nos habla, sino estar dispuestos a hacer los ajustes necesarios en nuestra vida para obedecer la voz de Dios. Lo desafío a encontrar algún personaje importante de la Biblia que no haya debido hacer ajustes considerables en su vida para seguir a Dios. Noé, Abraham, Moisés, David, María, los discípulos, el apóstol Pablo... cuando obedecieron a Dios, la vida de todos ellos cambió para siempre. Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Lucas 9:23). Una vez que Dios obtenga su atención, le pedirá todo lo demás. Hay un relato sobre un pandillero de Los Ángeles quien fue salvo mediante el ministerio de Billy Graham y sus asociados. La gustaba la idea de lo que Cristo tenía para ofrecer, pero no estaba dispuesto a abandonar su vida de pandillero. Razonaba que si había abogados cristianos, médicos cristianos, maestros cristianos y plomeros cristianos, también podría haber pandilleros cristianos. Tan absurdo como pueda parecer ese razonamiento, hay muchas personas que lo practican en su propia vida y en diversos grados. No están dispuestos a abandonar aquellas cosas que son incompatibles con Cristo, que se interponen ante la santidad misma, que desafían la justicia divina y que compiten con la lealtad a nuestro Señor y Dios. Lo que olvidan las personas es que esas son precisamente las cosas que nos impiden ser parte de la voluntad de Dios y tener una experiencia con Él en nuestra vida. Al repasar la lista de héroes de la fe (Heb. 11), podríamos ver en muchos casos que, si ellos se hubieran rehusado a cambiar su vida, habrían sido causa de calamidades para ellos y los demás. Se habría perdido la familia de Moisés; los israelitas habrían seguido siendo esclavos; nunca se habría constituido el pueblo de Dios; y, sin dudas, jamás habría nacido Cristo. Al leer versículos como el de Lucas 9:23 vemos lo que cuesta seguir a Cristo. Sin embargo, luego vemos a través de la vida de aquellos héroes que la falta de ajustes en nuestra vida implicaría un desastres para nosotros y nuestros seres queridos. En Lucas 18:18-27 se describe a un joven rico a quien se le pidió elegir entre sus ricas posesiones y su salvación. Pero al final, la devoción a sus bienes fue mayor que su devoción a Dios. Se alejó entristecido porque se dio cuenta de que no podía tener ambas cosas; tenía que tomar una decisión. No había precio más alto que pagar de lo que le costó su decisión. Cuando pensamos demasiado en el costo, olvidamos los beneficios Con demasiada frecuencia nos concentramos en los aspectos equivocados de la

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obediencia. En lugar de ver todos los beneficios (gozo, bendiciones, salvación de personas, intimidad con Dios), pensamos demasiado en el costo (los ajustes de la vida, los sueños a que debemos renunciar). No nos damos cuenta de que los ajustes y los costos no son la meta, sino la relación con Dios. Para nosotros, lo más importante no debe ser cumplir una misión para Dios, sino tener una experiencia con Él y conocerlo mejor. Ilustración Recuerdo haber conversado con una joven madre sobre cómo la fidelidad en pequeñas cosas atrae mayores responsabilidades y oportunidades en el reino de Dios. Respondió: “Entonces me conviene dejar de ser tan fiel; creo que ya me he hecho cargo de todo lo que me es posible”. Lamentablemente, se concentraba en las tareas, los ministerios y los trabajos, en lugar de conocer a Dios. En lugar de conocer a Dios, ella veía como meta el sacrificio y los ajustes. El tipo de ajustes que Dios requiere podría variar según los planes divinos para su vida Los ajustes que Dios le exigirá podrían ser tan sencillos como levantarse 60 minutos más temprano por la mañana a fin de estudiar su Palabra y tener comunión con Él. Podría pedirle que comience a poner en práctica el fruto del Espíritu en su vida (Gál. 5:22-23), o quizás le revele que usted está envuelto en una relación perjudicial que lo está alejando de Dios. Es probable que usted tenga que mudarse a otra ciudad, otra provincia, otro estado u otro país para ser parte de la actividad de Dios. Quizás tenga que dejar de lado algunos de sus compromisos, o todos, para darle prioridad al propósito de Dios en su vida. Tal vez usted tenga ciertas creencias, actitudes o pautas que no son saludables y que perjudican su testimonio y su capacidad para dar a conocer el amor de Dios a todas las personas. De modo que la obediencia a Dios podría implicar acostarse más temprano por la noche para que pueda levantarse más temprano y dedicar tiempo a la oración con Dios y por otros. No hay dudas de que Dios lo bendecirá cuando usted obedezca en todos los ajustes que sean necesarios. Dios podría pedirle que deje de lado una relación perjudicial porque hay una persona consagrada que Él desea que usted conozca en lugar de aquella otra. Usted podría perder el empleo que consideraba ideal porque hay una enorme oportunidad para ministrar que Dios ha diseñado para usted en otra compañía. Las percepciones y la sabiduría que Dios puede concederle mediante su comunión con él pueden ahorrarle tiempo y dificultades, todo a cambio de unos minutos restados al sueño. ¡Lo que se obtiene a cambio nunca será malo, sino lo mejor! Muchos hombres que conozco sintieron que Dios los llamaba al ministerio a tiempo completo, pero tenían empleos exigentes, debían pagar préstamos hipotecarios y sencillamente les parecía imposible desprenderse de su rutina. ¡Luego sus empleadores los despidieron, redujeron el personal, asignaron tareas a terceros contratistas, o como sea que se llame cuando una persona pierde su empleo! Repentinamente tuvieron libertad para ocuparse del llamamiento de Dios en su vida, pero el Señor tuvo que ayudarlos primero a hacer ajustes en su vida. Y eso ha ocurrido también en la vida de otras personas. Creo que Dios nos dará primeramente la oportunidad de obedecerlo, pero a veces nos da un incentivo algo mayor para seguirlo cuando nos falla la obediencia.

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Algunas personas se rehúsan a obedecer porque el costo es demasiado para quienes las rodean Dios ha llamado a muchas personas a las misiones, personas que nunca fueron al ministerio porque no estaban dispuestas a separar a sus hijos de los abuelos. A veces las mismas familias de los llamados pagarán el precio por un salario que se reduce drásticamente, por diversas comodidades que no existen en ciertos lugares, por amistades que se perderán en una mudanza, o porque se dedica más tiempo a los necesitados que a los propios hijos. Pero es ridículo decidir ser desobediente a Dios a causa del bienestar de otros. En efecto, cuando usted desobedece, impide a otros que hagan un sacrificio para Dios. Les arrebata la oportunidad de dar a Dios lo que les está pidiendo. Muchas personas, si tuvieran la oportunidad, harían grandes sacrificios de buena gana para Dios, y nuestra obediencia podría ser el medio para que aquello ocurra. Hay innumerables personas que han provisto fondos y recursos para proyectos misioneros en todo el mundo porque Dios les puso ese interés en su corazón. Sin embargo, alguien tuvo que obedecer primero a Dios y pagar el precio de fundar la misión. Nuestra obediencia también puede ser de inspiración para que otros obedezcan al contemplar cómo trabaja Dios a través de nuestra vida. Lamentablemente, hay quienes están tan esclavizados por deudas financieras, que no tienen libertad para seguir a Dios. Tienen que trabajar en muchos empleos para apenas pagar sus deudas. Aún así, otros nunca harán ningún ajuste importante por aferrarse a sus dudas sobre Dios y su llamamiento. Son como las olas del mar, que el viento arrastra a cualquier parte, y jamás se comprometen por completo con ningún propósito considerable en el reino de Dios. La obediencia exige depender totalmente de Dios Una de las grandes cosas que implica seguir a Dios es que él nos pondrá en ciertas situaciones y nos pedirá que hagamos ajustes considerables en nuestra vida, de un modo tal que exigirá depender absolutamente de Él. Nos permitirá alcanzar nuestros límites de tal manera que deberemos clamar a Él para obtener sabiduría, fortaleza, orientación, intervención y muchas otras cosas. Verdaderamente creo que Dios se deleita cuando alguien le pide que entre en escena y se haga cargo de todo. Significa que su pueblo podrá ver no sólo cuánto puede Él hacer sino también cuánto ama a su pueblo y se preocupa por sus necesidades. Leamos otra vez Efesios 3:20-21: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén”. Ilustración Una vez Dios pidió a una mujer que abandonara su ira. Ella siempre había pensado que su ira estaba más que justificada, a causa del padre que la había maltratado, la dificultad de su situación laboral y toda la presión con que luchaba regularmente. En Efesios 4:31 dice claramente que Dios no quiere que la ira sea parte de nuestra vida. “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia”. Esa mujer, cuando lo leyó y reconoció que Dios le estaba pidiendo ese ajuste en su vida, se entristeció mucho. Con lágrimas en los ojos, le entregó a Dios su ira y su derecho a airarse. A cambio de eso, Dios obró en el corazón de ella de modo tan increíble que ahora

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es uno de los modelos de gracia y paz más asombrosos que jamás verá usted. Ella podría haberse resistido a Dios o podría haber seguido justificando racionalmente su pecado, pero escogió obedecer y Dios la libró de la esclavitud de la ira y la llenó con su paz y gozo. Volvamos a leer también Isaías 55:8-9: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. Cuando Dios nos pide que ajustemos nuestra vida a su voluntad y pongamos los pensamientos, las actitudes y las acciones en línea con su Palabra, frecuentemente no sabemos qué hacer a partir de ese momento. Esa es exactamente la situación en que Dios nos quiere. Cuando contemplamos lo que Él nos encomienda, no debemos balbucearle sobre los planes que tenemos para alcanzar la meta; en lugar de ellos, necesitamos escuchar con claridad las instrucciones sobre cómo quiere Dios que procuremos cumplir su voluntad. Los discípulos de Cristo tuvieron frecuentemente este problema. En Lucas 9 leemos sobre tres incidentes en que los discípulos intentaron concebir un plan para Dios. En Lucas 9:10-17 vemos uno de los milagros más increíbles de Cristo. Los cuatro escritores de los Evangelios lo relatan. Cuando los discípulos evaluaron la situación y vieron la multitud que pasaría hambre y que no habría lugar donde hurgar algo de comer, el mejor plan que se les ocurrió fue enviar a todos de regreso a su casa. Le presentaron a Jesús un plan racional y razonable, juntamente con algunas hogazas de pan y un par de peces. Jesús conocía muy bien la situación, pero tenía un plan mucho mejor. En efecto, después de que ocurrió, se hablaría de ese plan por más de dos mil años. Los caminos de Cristo superaron tanto las expectativas y la experiencia de sus discípulos que, ese día, ellos conocieron un nuevo punto de referencia sobre lo que Dios podía hacer a través de su Hijo. Unos versículos más adelante (vv. 28-36), vemos que Jesús lleva a sus discípulos a una montaña a orar. Cuando los discípulos despertaron (pues se habían dormido), vieron la gloria de Jesús, y a Moisés y Elías de pie junto a Él. De inmediato, a Pedro se le ocurrió un plan para Dios. Quiso crear un campamento religioso donde las tres figuras pudieran ser perpetuamente adoradas. Pero Dios tenía otro plan, uno que implicaba la muerte sacrificial de su único Hijo. Era algo que, en ese momento, los discípulos no podrían ni siquiera comprender. Pasemos al versículo 51 para ver otro ejemplo de cuando los discípulos ofrecieron a Cristo un plan que fue absolutamente rechazado. Se sintieron rechazados y humillados por los pobladores de una aldea samaritana. Estuvieron dispuestos a masacrar a toda la población para dejar una enseñanza. Probablemente esperaban que las otras once aldeas que había a lo largo del camino no se opondrían tanto si veían lo que le había sucedido a la primera. Pero Jesús tenía otro plan, uno que implicaba bautizar con fuego en lugar de matar con fuego (Hechos 8:4-8,14-17). En efecto, se envió a los mismos discípulos a verificar la obra de Dios que les había informado Felipe el evangelista. Si queremos concebir nuestros propios planes para hacer los ajustes y alcanzar las metas, no sólo interpretaremos sumamente mal los planes de Dios, sino que también causaremos

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daños irreparables durante el proceso. Depender absolutamente de Dios es una necesidad extrema para sus siervos, su pueblo, sus embajadores y sus ministros de reconciliación ante un mundo perdido y agonizante. Cuando el costo de la obediencia es lo más importante para nosotros, nuestro corazón se apega a lo equivocado El Padre dice “...Obedecer es mejor que los sacrificios...” (1 Sam. 15:22). A Dios en realidad no le interesa nuestro sacrificio ni cuánto pensamos que nos costará seguirlo. A Él le interesa nuestra obediencia. Dios pagó un precio mucho mayor del que jamás podremos pagar, y nos pide demasiado poco a cambio. Cuando obedecemos a Dios de corazón, nada que tengamos que abandonar parecerá tan importante en comparación a conocer a Dios y tener una experiencia con Él en nuestra vida. Jesús dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama...” (Juan 14:21). El Espíritu de Dios que habita en nosotros trabaja en nuestro corazón. Cuando el Espíritu obtiene verdaderamente el afecto de nuestro corazón, nuestra obediencia será el resultado natural. Cuando realmente amamos al Señor con todo nuestro corazón, nuestra alma, nuestras fuerzas y nuestra mente, no habrá problemas en hacer cualquier ajuste necesario a los planes de Dios para nosotros. Cuando nuestro corazón le pertenece, cualesquiera sean los sacrificios, los costos o los ajustes que debamos experimentar, serán insignificantes ante el fascinante gozo de conocer y experimentar a Dios y su amor en nuestra vida. A menos que se indique otra cosa todas las citas bíblicas se han tomado de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960. © Copyright 1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. Usadas con permiso.

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REALIDADES: 7 VERDADES DE LA EXPERIENCIA CON DIOS REALIDAD 7: Usted llega a conocer a Dios por medio de la experiencia que tiene cuando lo obedece y Él realiza su obra por medio de usted 1 Samuel 15:23; Isaías 55:8-9; Juan 8:29-32; 14:15,21,23; 15:9-11; Lucas 6:47-49; Efesios 3:20-21; Santiago 1:5 Puntos principales • No es suficiente conocer lo que Dios dice; debemos obedecerlo sin tener en cuenta el costo. • La obediencia es la máxima dimensión en la vida de un cristiano. • La actividad de Dios se desplaza por los carriles de la obediencia. • Mediante la fe no puede verse el resultado de la actividad de Dios, sino sólo mediante la obediencia. Obediencia y experiencia Cuando obedecer la Palabra de Dios se constituye en lo más difícil, surge una confrontación con ella: seguir los mandamientos de Dios, ponerlos en práctica en nuestra vida y ajustarla a Él. Uno no obedece un concepto o un principio; obedece a una persona. Lo que produce resultados en su vida es la persona, no el principio ni el concepto. Con frecuencia, cuando las personas leen la Biblia, buscan la verdad, los principios y los conceptos, cuando en realidad necesitan concentrarse en buscar a la persona que primeramente lo escribió todo... Dios mismo. La finalidad de la Biblia es dar a conocer a Dios, su naturaleza, sus propósitos y su voluntad para todos los que creen. El problema de casi todos los cristianos no es conocer lo que Dios dice, sino no estar dispuestos a hacer lo necesario para obedecer. Según 1 Samuel 15:23, desobedecer a Dios es como la hechicería. Alguien estará guiándolo a usted en sus decisiones; y si no es Dios, proviene del poder de las tinieblas. Las decisiones tomadas sin Dios conducen a la muerte. Aniquilarán su matrimonio, sus relaciones, sus esperanzas y sus sueños. Sólo Dios puede guiarnos con seguridad a obtener lo mejor de Él. La obediencia es la máxima dimensión en la vida de un cristiano. Obediencia y amor Leamos en Juan 14:15,21,23: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Cada vez que aparece este versículo, viene seguido de alguna actividad de Dios. Si obedecen lo que yo les mando, esto es lo que hará mi Padre, y esto es lo que yo haré. En otras palabras, la actividad de Dios se desplaza por los carriles de la obediencia. Sin obediencia, no hay actividad de Dios. Dios simplemente no responde a nuestros pedidos. Él es quien fija el rumbo; y si caminamos con ese rumbo, tendremos una experiencia con Dios. Juan 14:15 dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Jesús dice luego que hará dos cosas: En primer lugar, que enviará al Espíritu Santo, es decir, a alguien que siempre

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nos acompañe y ayude. Hay una relación entre una persona que ama a Jesús y lo obedece, y el hecho de que Jesús le envíe su Espíritu. En segundo lugar, el Espíritu nos enseñará todo, y nos guiará hacia toda la verdad. Traerá a nuestra memoria todo lo que Jesús ha dicho. Cuando usted esté estudiando las Escrituras para comprender los caminos de Dios en su vida, escriba lo que Él le dice. Dibuje un diagrama en papel para poder ver la relación entre las acciones suyas y las de Dios. Jesús dice: “Si me amas y me obedeces, yo haré algo a cambio de eso”. Ahora enumeremos lo que Él hará. Nos proporcionará otro Ayudador, alguien que nos instruya y nos oriente. La persona que obedece de corazón es la ideal para seguir la orientación. El Espíritu de Dios no nos dará una instrucción que no sea la mejor para nosotros. El amor perfecto nunca le ofrecerá el segundo puesto. Y el amor perfecto nunca puede equivocarse. Él conoce el futuro. Él conoce sobre cambios políticos. Él sabe lo que sucederá con la economía. En la mente de Dios, no hay siquiera un mínimo detalle del pasado, el presente o el futuro del cual no tenga pleno conocimiento. Dios basa la orientación que le da a su vida en todo lo que Él sabe. Obediencia y gozo La obediencia no es simplemente otra actividad; es un modo de vida. La obediencia es una condición del corazón de modo que cuando usted reciba una instrucción siempre responderá conforme a ella. “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:21). Jesús tiene una capacidad ilimitada para expresarle a usted un amor perfecto y genuino. La obediencia es la condición para que ese amor pueda expresarse y experimentarse en su vida. Cuando Dios le da una instrucción y usted lo obedece, significa que usted confía en Él, que usted sabe que Él planea algo para su vida y está listo para obedecerlo. No se trata simplemente de probar si usted lo conoce. El propósito es conducirlo a usted hacia la vida. “...Y yo le amaré, y me manifestaré a él” (v. 21). Es decir que usted se encontrará de inmediato en la actividad de Dios. Si usted anda en esa clase de relación con Dios, literalmente Él lo inundará con el amor de su presencia. Dios dice que si usted ha recibido y guarda los mandamientos divinos, entonces la obediencia suya demuestra su amor por Él. En Juan 14:23, Jesús respondió: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Si usted lo obedece, ¡nunca tendrá que invitarlo a venir a su vida! No tendrá que decir: “Señor, acompáñame en este día”. Jesús dijo: “Mi padre vendrá y habitará permanentemente en tu vida, tu cuerpo físico. Yo vendré y habitaré permanentemente en tu vida y mi Espíritu Santo vendrá y habitará permanentemente en tu vida” (paráfrasis del autor). En Juan 8:29, dice: “...El que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada”. Luego, en los versículos 31 y 32, Jesús dijo: “...Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Aquí Cristo demuestra su relación de amor con el Padre. Él dijo en Juan 15:9-11: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”. No necesitamos pedir la presencia de Dios. Él lo hace espontáneamente

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cuando lo complacemos. Obediencia y discipulado Un cristiano es una persona que ha llegado a ser discípulo de Jesús. ¿No es verdad? Si Jesús no le está dando instrucciones, usted no es discípulo de Él. Un discípulo es aquel que cree en el Maestro y se dispone a escuchar todo lo que enseña y a obedecerlo porque cree que lo que dice el Maestro es verdad. En Lucas 6:47-49, Jesús dijo: “Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca”. Pero déjenme que les cuente ahora sobre otra persona. Es alguien que viene a Jesús, lo escucha, pero nunca lo obedece. “semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa”. ¿Cuál es la diferencia entre los dos hombres? Ambos vienen a Jesús. Ambos escuchan las palabras de Jesús, pero uno obedece y el otro no obedece. A Dios le interesa que tomemos las decisiones correctas en la vida y el trabajo. La Biblia dice: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Sant. 1:5). Si observamos la vida de Jesús, veremos que es muy práctico en lo que hace. He observado a cristianos que buscaron con seriedad la orientación de Dios, y Él les dio asombrosas percepciones que no podrían haber recibido de ninguna otra fuente. Para nosotros, es esencial comprender cuán prácticos son los caminos de Dios, aunque a veces no conozcamos sus planes o propósitos. Es verdad que tal vez nunca los comprendamos, pero eso no justifica desobedecer. En Isaías 55:8-9, leemos: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. Lo sabemos intelectualmente, pero cuando se trata de ponerlo en práctica, tenemos dificultades. En Efesios 3:20-21, leemos: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia...”. ¿Acaso no es importante que andemos en estrecha comunión con el Señor para que Él pueda encomendarnos una vida que desea que cambiemos? Si nos desviamos del camino y sólo nos interesan las ganancias, los negocios y el éxito, Dios no podrá encomendarnos una vida con la cual trabajar. Cuando Dios sabe que estamos encaminados en Él, entonces puede encomendar una vida a uno de los suyos. Obediencia y fe Nuestra respuesta a Dios no depende de nuestro historial de éxitos, talentos ni aptitudes. Él sencillamente desea nuestra obediencia inmediata e incondicional. Debemos tener fe en Aquel que nos amó y dio su vida por nosotros. Mediante la fe no puede verse el resultado, sino sólo mediante la obediencia. No se trata de tener fe en que Dios lo solucione todo, sino de tener fe en Dios, quien lo solucionará todo. La fe no nos indica cuál será el resultado. La fe nos indica que Dios aún se está ocupando de algo. Jesús dijo: “El que me ama, mi palabra guardará. Y cuando me obedezca, entonces el Padre, el Hijo

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y el Espíritu Santo haremos morada exactamente donde aquel esté” (Juan 14:23, paráfrasis del autor). Consagración • Comprenda que usted nunca experimentará la actividad de Dios en su vida sin obedecerlo. • Pida a Dios que lo perdone por haberlo desobedecido en el pasado y comprométase ahora a obedecer cuando Dios hable. • Pídale que le abra los ojos a su Palabra y su actividad, de modo que usted pueda unirse a la obra de Dios alrededor de usted. Mensaje Habitualmente, la obediencia implica confrontarse con la Palabra de Dios. La parte más difícil de vivir conforme a las Escrituras es obedecer. Sencillamente es parte de aplicar la verdad de la Palabra de Dios a nuestra vida. La Biblia usa el término “Guardar mis mandamientos”, lo cual no significa almacenarlos en un lugar seguro. Significar aplicarlos a la vida y practicarlos. Adaptar nuestra vida a los mandamientos. He descubierto personalmente que mi experiencia con Dios alcanza su máxima dimensión cuando obedezco. Algunos de ustedes han cumplido del proceso de Mi experiencia con Dios: Cómo conocer y hacer la voluntad de Dios. Eso incluye siete realidades, pero seis de ellas nos preparan para la última. Y la experiencia con Dios alcanza su máxima dimensión cuando uno lo obedece. Ahora bien, uno no obedece conceptos ni principios. Uno obedece a una persona. Y lo que entonces produce resultados es la persona. Cuando leemos la Biblia, frecuentemente buscamos la verdad o conceptos o principios. No hagamos eso. La finalidad de la Biblia no es esa. La finalidad de la Biblia es dar a conocer a Dios: quién es Él, cómo es y cómo se conduce. Él es Dios; creó el mundo y lo puso en marcha. También creó algunas pautas para que anduviéramos con Él. Dios no infringe esas pautas. Dios no hace excepciones. Nosotros queremos que Él se adapte a nosotros. Dios nunca se adapta a nada. Él nos adapta a sí mismo. Y cuando nos adaptamos a Él, es decir, lo obedecemos, armonizamos con lo que ha dicho. Cuando hablemos de la obediencia consideraremos una de esas experiencias. La dificultad no consiste en no comprender lo que Él dice, sino en que no sabemos cómo aplicarlo. No sabemos cómo adaptar nuestra vida a Él. Preferiríamos adaptar nuestra vida a un principio, un método o una actividad. Sin embargo, según la Biblia, siempre debemos ajustar nuestra vida a Dios. Entonces Dios hace algo en nuestra vida, y nosotros reconocemos que es Él quien lo hace. Obediencia y experiencia Hoy deseo hablar claramente sobre la obediencia. Podríamos examinar muchos pasajes bíblicos. En 1 Samuel 15:23, leemos que desobedecer a Dios es como la hechicería. Eso suena bastante trágico. Necesitamos saber que cuando Dios habla y no obedecemos, es porque estamos siguiendo la orientación de otro, lo cual es idolatría. Significa entonces que, si no es Dios quien nos está guiando será otro quien nos guía. Y, naturalmente, el

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final de ese rumbo sin Dios es la muerte. Aniquilará su matrimonio. Aniquilará sus relaciones. Aniquilará sus esperanzas y sus sueños. Sólo Dios puede guiarnos con seguridad a obtener lo mejor de Él. Por eso deseo hablar sobre la obediencia como la máxima dimensión en la vida de un cristiano en el lugar de trabajo y deseo insistir sobre el lugar de trabajo. A los pastores les insisto que no se evangeliza en el culto de la iglesia. Se evangeliza en el lugar de trabajo, allá afuera, donde el pueblo de Dios se desempeña diariamente. Allí es donde se evangeliza. Dediquemos entonces el domingo y el resto de la semana para preparar al pueblo de Dios a fin de funcionar donde ocurre la verdadera actividad de Dios para cambiar la vida de las personas. Es decir, en el lugar de trabajo. Cristo se constituye en nuestro modelo. Quiero que hablemos nuevamente sobre lo que Él dice de la obediencia. Pero primero quiero que hablemos de lo que Él dice de su propia obediencia y vemos que la actividad de nuestro Señor se concretó profundamente en la vida cotidiana de la gente. ¿Sabe cuántos milagros hizo Jesús en el templo? No es allí donde hizo sus milagros. Hizo milagros en el mercado, junto al camino, en aldeas y pueblos vecinos, allá donde estaban los endemoniados o los leprosos, allá donde estaban los ciegos. El gran milagro de alimentar a la multitud, no lo hizo en el templo sino en el campo. Apaciguó la tormenta en el lago. Si observamos la vida de Jesús, su obediencia al Padre no se concretó mayormente en el templo o los lugares de actividad religiosa. Se concretó fuera del templo. El templo era un lugar de adoración de modo que tuviera sentido toda la actividad que ocurriera fuera de este. Obediencia y amor En Juan 14, vemos un par de cosas que el Señor señala sobre la obediencia. En el versículo15 Jesús dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Lo dice tres veces, en los versículos 15, 21 y 23. Después de cada uno se menciona una actividad de Dios. “Si obedecen lo que yo les mando, entonces esto es lo que hará mi Padre, y esto es lo que yo haré”. En otras palabras, la actividad de Dios se desplaza por los carriles de la obediencia. Sin obediencia, no hay actividad de Dios. Él simplemente no responde a nuestros pedidos. Dios es quien fija el rumbo; y si caminamos con ese rumbo, tendremos una experiencia con Él. La primera mención, en el versículo15, dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Luego Jesús dice que hará dos cosas: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Dijo que enviaría a otro que nos acompañe y ayude, es decir, al Espíritu Santo. ¿Hay una relación entre una persona que ama a Jesús y lo obedece, y el hecho de que Jesús le envíe otro Ayudador? Claro que sí, y debe cumplirse en su vida. Luego dice que es “el Espíritu de verdad... porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”. Si usted está estudiando la Biblia, es importante comprender los caminos de Dios para usted en su hogar, su vida personal y sus negocios. Es importante saber lo que él dice. Escríbalo. Cuando yo estudio la Biblia, dibujo un diagrama. Por ejemplo, escribo Si me amas, y en la línea siguiente escribo Me obedecerás. Luego trazo una flecha desde la segunda frase hasta un espacio más abajo y digo: “Esto es lo que Él hace”. Así puedo verlo claramente. Me amas, me obedeces, y Él hace algo. Por último, debajo de la flecha, escribo una lista de lo que Él hace. Nos proporcionará otro Ayudador, alguien que nos

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instruya y oriente. La persona que obedece de corazón es la ideal para seguir la orientación. Muchos oran diciendo “Oh Señor, guíame”. Y Él lo hace. Pero luego le responden “Eso no es en realidad lo que yo deseaba. ¿Habrá alguna otra alternativa?” Y el Señor dice: “No, me pediste que te guiara”. Y por dentro pienso: ¿Si Él es Dios, cuántas opciones necesita para tener razón? Él tiene razón la primera vez. No le pidamos a Dios tres opciones para poder decidir nosotros cuál es la correcta. Yo para nada confiaría en mi capacidad de pensamiento porque la Biblia dice que hay un camino que a mí me parece derecho o correcto. Parece correcto. Pero el fin de ese rumbo es camino de muerte (Prov. 14:12, paráfrasis del autor). ¿Quién lo guiará siempre a usted hacia la vida? Dios lo hará. La naturaleza de Él no lo dejará caer a usted. La naturaleza de Dios no le dará una instrucción que no sea la mejor para usted. El amor perfecto nunca le ofrecerá el segundo puesto. Y el amor perfecto nunca puede equivocarse. Él conoce el futuro. Él conoce sobre cambios políticos. Él sabe lo que sucederá con la economía. En la mente de Dios, no hay siquiera un mínimo detalle del pasado, el presente o el futuro del cual no tenga pleno conocimiento, y Dios basa la orientación que le da a su vida en todo lo que Él sabe. Yo prefiero seguir la instrucción de Dios todos los días. Todo surge de nuestra obediencia a Él. Una vez que lo obedecemos, Él puede guiarnos. Y dicho sea de paso, la obediencia no es un mero acto, o sea, no es una actividad. La obediencia es un constante modo de vida. La obediencia es una condición del corazón, de modo que cuando usted reciba una instrucción siempre responderá conforme a esta. La primera promesa era “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. En el versículo 21, Jesús hace la segunda promesa cuando dice “El que tiene mis mandamientos [o sea, los recibe], y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. Jesús tiene una increíble capacidad para expresarle a usted un amor perfecto y genuino. Pero la obediencia es la condición para que ese amor pueda expresarse y experimentarse en su vida. Cuando Dios le da una instrucción y usted lo obedece, significa que usted confía en Él, y que usted sabe que Él planea algo para su vida y está listo para obedecerlo. No se trata simplemente de probar si usted lo conoce. El propósito es conducirlo a usted hacia la vida. Luego Jesús dice: “...Y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (v. 21). Es decir que usted se encontrará de inmediato en la actividad de Dios. Yo puedo dar testimonio de eso. Es algo fascinante. Si usted anda en esa clase de relación con Dios, literalmente Él lo inundará con una presencia de revelación constante. Usted percibirá sin duda alguna la presencia de Dios en su vida, su matrimonio y todas las relaciones que tenga. ¡Es maravilloso y fascinante! La capacidad del Señor para amarlo a usted es ilimitada. Usted nunca podrá medirla. Y la única condición para experimentar ese amor en cada área de su vida (es decir, sus finanzas, su salud, su capacidad de tomar las decisiones correctas, el manejo de sus relaciones)... es la obediencia. He visto caer muchas empresas porque los dueños no supieron cómo manejar las relaciones. Y podrían haberlo hecho. Podrían haber comprendido cómo hacerlo si simplemente hubieran seguido las instrucciones que Dios les dio. En el versículo 23, Jesús dijo: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Si usted anda con Dios y obedece lo que Él

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dice, ¡nunca tendrá que invitarlo a venir a su vida! No tendrá que decir: “Señor, acompáñame en este día”. Dios ya le ha dicho que si usted sencillamente lo ama y hace lo que él dice, Dios hará una morada permanente con usted. Nunca tendrá que pedirle que venga a su vida ni tener dudas en cuanto a dónde está Él o si está ocupado. Dios siempre está presente; eso es lo que está diciendo. Pero la capacidad de percibir la presencia de Dios depende de que usted obedezca lo que Él dice. Entonces siempre percibirá su presencia porque eso será lo más importante para usted. En el momento en que usted oiga lo que Dios dice y se disponga a obedecerlo, tendrá que ordenar sus prioridades. Obediencia y gozo Veamos lo que dice Juan 8:29-32: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (v. 29). Luego, en los versículos 31 y 32, dice: “...Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Si observan la vida del Señor Jesús, lo contemplarán en una relación de amor con su Padre. En Juan 15:9-11, Jesús dijo: “...Permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”. Uno de los misterios más asombrosos que enfrento constantemente es comprender a las personas que afirman ser cristianas y viven una vida triste. Eso contradice totalmente todo lo que Jesús ha dicho. Un cristiano es una persona que ha llegado a ser discípulo de Jesús. ¿No es verdad? ¿Sabe usted qué es un discípulo? Es aquel que ha tomado la decisión de que el Señor Jesús sea quien lo guíe y dirija, le enseñe y lo instruya. Si Jesús no le está dando instrucciones, usted no es discípulo de Él. ¿Puede imaginarse a una persona que afirma ser discípulo de alguien, y que nunca presta ninguna atención a su Maestro ni dedica tiempo para estar con Él? Un discípulo es aquel que cree en el Maestro y se dispone a escuchar todo lo que enseña y a obedecerlo porque cree que lo que dice el Maestro es verdad. Y luego el discípulo procura moldear su vida según el ejemplo de su Maestro. Un discípulo es alguien que viene a Jesús. En Lucas 6, Jesús cuenta un relato de una persona que viene a Él, lo escucha y lo obedece. Esa persona “semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca”. Déjenme que les cuente ahora sobre otra persona. Es alguien que viene a Jesús, lo escucha, pero nunca lo obedece. Esa persona es semejante al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; viene la misma inundación, y el mismo río le da con ímpetu. Y luego cae, y es grande la ruina de aquella casa. ¿Cuál es la diferencia entre los dos hombres? Ambos vienen a Jesús. Ambos escucharon las palabras de Jesús, pero uno obedeció y el otro no. Instrucciones prácticas Cuando usted recurre a la Biblia, no viene en busca de un pensamiento para reflexionar. Viene en busca de instrucciones. Viene en busca de orientación. Viene a conocer el camino que lleva a la vida. Cuando Dios le brinda orientación, usted la obtiene de su Palabra cuando el Espíritu Santo lo guía y le abre el entendimiento; usted recurre a una

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persona. La Biblia dice que esa es la manera de andar con Jesús, y si usted así lo hace, nunca perderá el rumbo. ¿Lo guiará Dios al tomar decisiones? ¿Lo guiará Dios al tomar decisiones de negocios? Sí, lo guiará. Dios no se ocupa solamente de “lo espiritual”. Él es práctico. Cuando usted debe tomar una decisión de negocios, a Dios le interesa que tome la decisión correcta y que usted haga saber a los demás que procuró la voluntad de Dios con respecto a ese asunto. Usted cree que Dios le dio a conocer lo que debía hacer, y así lo hizo. Luego las personas le preguntarán “¿Cómo fue posible que realmente supieras cómo tomar esa decisión?” Si a alguno le falta sabiduría, ¿qué se supone que debe hacer? Pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada (Sant. 1:5). ¿Pero cuántos saben que Dios dijo “Te permitiré consultarme si necesitas sabiduría para esa decisión de negocios” si hay que fusionar la empresa... si hay que vender... si hay que ampliarla? ¿Lo guiará Dios a usted en eso? A Él le interesan profundamente sus actividades comerciales. Si Dios puede ayudar a un pescador a pescar muchísimos peces, ciertamente puede ayudarlo a usted a tener éxito. Si observamos la vida de Jesús, veremos que es muy práctico en lo que hace. La mayoría de las personas cree que Dios está presente y activo y que las ama cuando lo ven hacer cosas conforme a las circunstancias que viven. Muchas veces he observado a cristianos buscar seriamente la orientación de Dios cuando sólo Dios podía darles la sabiduría necesaria. Nadie más sabía qué hacer. Nadie más sabía qué sucedería. Pero Dios sí. Así que cuando ese cristiano buscó fervientemente a Dios, Él le dio sabiduría. ¿Los médicos necesitan sabiduría divina? Escuchen: Prefiero que me atienda un médico que ora antes que cualquier otro que pueda conocer. Tal vez el médico se encuentre con algo y no sepa qué hacer al respecto. Me encantaría que me atienda un médico que ora. Ante la duda, el médico puede procurar la sabiduría de Aquel que prometió darla. En nuestra familia, hemos tenido una experiencia al respecto. Es esencial que comprendamos cuán prácticos son los caminos de Dios. Los tiempos de Dios y los caminos de Dios son diferentes a los nuestros. En Isaías 55:8-9 Dios dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos...”. A menudo conocemos la Biblia intelectualmente, pero cuando se trata de ponerla en práctica, tenemos dificultades. Por ejemplo, consideremos Efesios 3:20. Dice: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia...”. Es importante que andemos en estrecha comunión con el Señor para que Él pueda encomendarnos la vida de otra persona. Pero si nos desviamos del camino y sólo nos interesan las ganancias, los negocios y el éxito, Dios no podrá encomendarnos una vida como esa. Cuando Dios sabe que estamos encaminados en Él, entonces puede encomendar una vida a uno de los suyos. He conversado con varios de ustedes y mencionaron que Dios les había traído a ciertas personas a su vida, y ustedes no actuaron del modo que Dios se había propuesto. Pero que ustedes regresaron y enmendaron ciertas relaciones con sus empleados o sus clientes. Todos nosotros, en el lugar de trabajo, influiremos en la vida de muchas personas. ¿Supone que Dios cruzará deliberadamente el camino suyo con el de otras personas en las cuales Él está trabajando, y que desea ser glorificado a través de otra vida que le

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encomiende a usted? Usted puede aprovechar o arruinar esa oportunidad. Obediencia y fe Mi oración es que usted observe atentamente la vida de personas que Dios le ponga en el camino. Podría ser un cliente. Podría ser un empleado. Podría ser un cliente enfurecido. Dios desea ver lo que usted hará, pero también podría hacer que esa persona, que actúa conforme a su propia naturaleza, se encuentre con un hijo de Dios que no actúa como los del mundo. Cuando usted no reaccione con ira, esa persona lo notará. Averiguará que usted es cristiano, no un cristiano de nombre, sino alguien que lo practica, alguien que ha recurrido a Dios, le ha pedido su sabiduría, y ha reemplazado el fruto de la carne, que es la ira y la amargura, por el fruto del Espíritu. Cuando esa persona se encuentre con usted y usted no actúe según los caminos del mundo, sino que actúe como un cristiano, con amor, paciencia, benignidad y bondad, eso influirá de tal modo en esa persona que repentinamente comenzará a hacer preguntas, y podrá cambiarse un destino eterno. No sólo esa persona, sino que también sus familiares podrán cambiar. Considere cómo ve Dios las cosas. Por ejemplo, podría haber una persona al borde del divorcio, y los hijos están afectados por eso. ¿Pero qué sucedería si Dios cruzara la vida suya con la de esa persona? ¿Qué sucedería si esa persona se entregara luego a Cristo? Eso comenzaría a cambiar la relación total del matrimonio. Cuando Dios hace algo, siempre lo hace al máximo. Si Dios fuera a hacer lo que le pedimos que haga, nuestra experiencia sería mínima. Pero Dios siempre quiere hacer lo máximo. Nuestra respuesta a Dios no depende de nuestro historial de éxitos, talentos ni aptitudes. Se basa en la obediencia. La fe cree en Aquel que nos amó y dio su vida por nosotros. Y mediante la fe no puede verse el resultado, pero puede verse a Aquel que producirá el resultado. No se trata de tener fe en que Dios lo solucione todo. Se trata de tener fe en Dios, quien lo solucionará todo. Mediante la fe podemos seguir adelante, aún cuando todo nos parezca adverso. Podemos trabajar fielmente con Dios, especialmente en el lugar de trabajo, porque allí es donde Dios desea darse a conocer. En un lugar de actividad religiosa, cualquiera sabrá que Dios es real, pero lo que el mundo no cree es que Dios trabaja fielmente en el lugar de trabajo. Entonces, al no conocer el resultado, pero al conocer a Aquel que puede producir el resultado, caminamos por fe. La fe no nos indica cuál será el resultado. La fe nos indica que Dios aún se está ocupando de algo. Cuando seguimos a Dios a pesar de todo, no aplicamos el razonamiento humano, sino una relación con Dios. Usted sabe que Él lo está guiando. La fe requiere que usted no sepa los detalles, de modo que siga confiando. Una vez que conozca los detalles, no tendrá que confiar tanto, por eso Dios oculta el resultado final, pero le brinda la confianza de que Él aún se está ocupando de eso. Por eso exige la relación, exige permanecer con Él hasta que se vea el resultado. Cuando un hijo de Dios es fiel en lo poco, Dios puede encomendarle más. Él no ha terminado aún. Dios observa por cuánto usted lo seguirá. Luego podrá encomendarle algo más importante. Dios será glorificado mientras aprendemos a andar con Él. ¿Acaso podría Dios encomendarle algo más importante? La clave es la obediencia. Si usted lo ama, lo obedecerá. Y cuando lo obedezca, entonces el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo harán morada exactamente donde usted esté. ¿Sabe Dios de antemano lo que usted estará afrontando? Claro que sí. ¿Podría ser que

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Dios lo haya puesto donde usted está precisamente para este tiempo? La clave es la obediencia. Padre, este tiempo contigo ha sido tan singular. Verdaderamente eres fiel en todo. Nunca hablas de algo que no vas a cumplir. Cuando nos haces una promesa, inmediatamente te ocupas de cumplirla. Padre, abre nuestra mente para que te oigamos hablar. Te ruego que, en los próximos días, cada uno de los que estamos aquí experimente tu guía en su vida, y que sometamos nuestras ideas a tu mente y te permitamos trabajar a través de nosotros. Trabajaremos con esfuerzo, pero no será nuestra obra, sino la obra de tu gracia en nosotros. Y con ese propósito, en los próximos días, serás sumamente glorificado en la vida de cada uno de nosotros. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén. A menos que se indique otra cosa todas las citas bíblicas se han tomado de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960. © Copyright 1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. Usadas con permiso.

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