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Capitulo Uno: El Maestro “Solo café por favor.” La mesera alzó sus cejas delineadas. “No quieres nada de comer?” ella preguntó. Su acento era grueso, y su actitud decepcionada. Simon Lewis no la podía culpar; probablemente ella estaba esperando una mejor propina de la que iba a recibir por solo una taza de café. Pero no era su culpa que los vampiros no coman. A veces, en los restaurantes, el pedía comida de todas formas, solo para guardar las apariencias, pero esa tarde de Martes, cuando el Vesela estaba casi vacío, no parecía valerla pena la molestia. “Solo el café.” Encogiendo los hombros la mesera tomo el menú laminado y fue a pedir la orden. Simon se recargó contra el duro plástico de la silla y miró alrededor. Veselka, un restaurante en la esquina de la Novena y la Segunda Avenida, era uno de sus lugares favoritos en el Lower East Side – un viejo comedero de vecindario, tapizado con murales en blanco y negro, donde te dejaban estar sentado todo el día mientras consumieras por lo menos un café en intervalos de media hora. También servían lo que alguna vez fue su Pierogi y Borscht vegetariano favorito, pero esos días se habían quedado muy atrás. Era mediados de Octubre, y acababan de poner su decoración para Halloween, un anuncio tambaleante que decía Borscht o Travesura! y un recorte de un vampiro apodado el Conde Blintzula. Hace un tiempo Simon y Clary habían encontrado la decoración barata muy divertida pero el Conde, con sus colmillos falsos y su capa negra, no le hacían tanta gracia a Simon como antes. Simon miró hacia la ventana. Era una noche fresca, y el viento volaba unas hojas a través de la Segunda Avenida como confetti al aire. Había una chica caminando por la calle, una chica en un a gabardina muy ajustada, con un largo cabello negro que volaba con el viento. La gente volteaba a verla cuando caminaba. Simon había visto a chicas como ella antes, preguntándose a donde se dirigía, con quien se iban a reunir. No con chicos como el, por lo menos sabia eso. Excepto que esta si lo haría. La campana del restaurante sonó al abrirse la puerta, e Isabelle Lightwood entró. Ella sonrió cuando vio a Simon, y fue hacia el, quitándose la gabardina y poniéndola en l aparte trasera del asiento antes de sentarse. Debajo de la gabardina estaba usando uno de los que Clary llamaba “típico atuendo de Isabelle”: un vestido corto de terciopelo, medias de red y botas. Había una daga atorada en la parte superior de su bota izquierda que Simon sabía que solo el podia ver; aun así, todos en el restaurante la veían mientras se sentaba, moviendo su cabello. Lo que sea que usara, Isabelle llamaba la atención como un espectáculo de juegos pirotécnicos.
La hermosa Isabelle Lightwood. Cuando Simon la había conocido, el había asumido que ella no tendría tiempo para un chico como el. Había tenido mayormente la razón. A Isabelle le gustaban los chicos que sus padres desaprobarían, y en su universo eso significaba Subterráneos – hadas, hombres lobo, y vampiros. El hecho de que estuvieran saliendo regularmente el último mes le sorprendía, incluso si su relación se reducía a reuniones poco frecuentes como esta. Y aun así no dejaba de imaginar, si no se hubiera vuelto un vampiro, si toda su vida no hubiera cambiado en ese momento, estarían saliendo juntos? Ella puso una parte de su cabello detrás de su oreja, su sonrisa brillante. “Te vez bien.” Simon se miró a si mismo en el reflejo de la ventana del restaurante. La influencia de Isabelle en los cambios de su apariencia era clara desde que estaban saliendo. Lo había obligado a deshacerse de todas sus chamarras con gorrito y utilizar chamarras de cuero y reemplazar los tenis por botas de diseñador. Cosa que, incidentalmente, costaron trescientos dólares el par. Aun utilizaba sus típicas playeras con palabras-‐ esta decía LOS EXIXTENCIALISTAS LE QUITAN EL SENTIDO-‐ pero sus vaqueros ya no tenían hoyos en las rodillas y en los bolsillos. También se había dejado crecer su cabello y ahora le caía en los ojos, cubriendo su frente, pero eso era más una necesidad que Isabelle. Clary le hizo burla por su nuevo look, pero luego Clary encontró todo sobre la vida romántica de Simon gracioso. No podía creer que el estuviera saliendo con Isabelle de una forma seria. Por supuesto que tampoco podía creer que estuviera saliendo también con Maia Roberts, una amiga de ellos que era mujer lobo, e una forma igualmente seria. Y no podía creer que Simon no le hubiera dicho aun a ninguna de las dos sobre la otra. Simon en verdad no estaba seguro como había ocurrido. A Maia le gustaba ir a su casa y jugar con su Xbox-‐ no tenían uno en la estación de policía abandonada donde vivían los lobos-‐ pero no fui si no hasta la tercera o cuarta vez que ella se había acercado y le había dado un beso de despedida antes de irse. Estaba satisfecho, y luego tuvo que llamarle a Clary para preguntarle si tenia que decírselo a Isabelle. “Piensa lo que quieres hacer entre tu e Isabelle,” dijo ella. “Luego le dices” Esto había terminado siendo un mal consejo. Habia pasado un mes, y el aun no sabia como estaba la situación con Isabelle, entonces no había dicho nada. Y mientras más pasaba el tiempo, más extraña era la idea de decir algo. Hasta ahora lo había hecho funcionar. Isabelle y Maia no eran en verdad amigas, y raramente se veian. Desafortunadamente para el, eso cambiaría pronto. La madre de Clary y su amigo de la vida, Luke, se iban a casa en unas semanas, y ambas Isabelle y Maia estaban invitadas a la boda, un prospecto que Simon encontraba más aterrador que la idea de ser perseguido por las calles de Nueva York por una morba enardecida de cazadores de vampiros. “Entonces.” Dijo Isabelle, sacándolo de sus pensamientos. “Por qué estas aquí y no en Taki’s? Ahí te servirían sangre.”
Simon hizo una mueca ante su tono de voz. Isabelle era todo menos sutil. Afortunadamente nadie parecía estar escuchándolos, ni siquiera la mesera que había regresado, poniendo la taza en frente de Simon, le echó una mirada a Izzy, y se fue sin tomar su orden. “Me gusta aquí” dijo el. “Clary y yo solíamos venir aquí antes cuando ella tomaba clases en Tisch. Hacen un excelente borscht y blintzes – son como bolas de masa hervida con queso dulce – además de que abren toda la noche.” Isabelle, sin embargo, lo estaba ignorando. Estaba viendo más allá de su hombro. “Qué es eso? Simon siguió su mirada. “Ese es el Conde Blintzula.” “El Conde Blintzula?” Simon se encogió de hombros. “Es una decoración de Halloween. El Conde Blintzula es para los niños. Es como el Conde Chocula o el Conde de Plaza Sésamo.” El sonrió ante su mirada perdida. “Ya sabes. Les enseña a los niños a contar.” Isabelle estaba moviendo su cabeza. “Hay un programa de TV donde a los niños les enseñan a contar un vampiro?” “Tendría más sentido si lo hubieras visto,” Simon murmuro. “Hay una base mitologica para dicha construcción,” Isabelle dijo, entrando en su modo de cazadora sabelotodo. “Algunas leyendas si aciertan en que os vampiros están obsesionados con contar, y que si avientas granos de arroz frente a ellos, van a detenerse en lo que están haciendo y contaran cada grano. No hay verdad en ello por supuesto, como tampoco es verdad lo del ajo. Y los vampiros no tienen que estar enseñándole a los niños. Los vampiros son aterradores.” “Gracias,” dijo Simon. “Es una broma Isabelle. El es el Conde. Le gusta contar. Tu sabes ˝Qué comió el Conde hoy, niños? Una galleta de chocolate, dos galletas de chocolate, tres galletas de chocolate…˝” Hubo una ráfaga de aire frío cuando se abrió la puerta del restaurante, dejando entrar a otro cliente. Isabelle alcanzó su bufanda de seda negra. “No es realista.” “Qué preferirías? ˝Qué comió el Conde hoy, niños? Un pueblerino indefenso, dos pueblerinos indefensos, tres pueblerinos indefensos…˝” “Shh” Isabelle finalizó atando su bufando a su cuello y se acercó poniendo su mano en la cintura de Simon. Sus grandes ojos oscuros estaban vivos de repente, la única forma de que vinieran a la vida era cuando estaba cazando demonios, o pensando en cazar demonios. “Mira hacia allá.” Simon siguió su mirada. Había dos hombres parados sobre el aparador de cristal donde estaban algunas piezas de pastelería: pasteles con mucho glaseado,
platos de rugelach y daneses rellenos de crema. Ninguno de los dos hombres parecía interesado en la comida. Los dos eran bajitos y dolorosamente demacrados, tanto que sus pómulos sobresalían de sus caras como cuchillos. Ambos tenían cabello gris y delgado, así como los ojos, y usaban abrigos color pizarra que llegaban hasta el suelo. “Ahora.” Dijo Isabelle, “qué supones que son?” Simon entrecerró los ojos. Ambos lo miraban directamente, sus ojos sin cejas como huecos vacios. “Parecen gnomos de jardín malvados.” “Son humanos subyugados,” Isabelle siseo. “Le pertenecen a un vampiro.” “Pertenecerle como en ….?” Ella hizo un ruido impaciente. “Por el Angel, sabes algo sobre los de tu especie, lo sabes? En verdad sabes por lo menos como se hacen los vampiros? “Bueno pues cuando un papá vampiro y una mamá vampiro se quieren mucho…” Isabelle le hizo una cara. “Bien, sabes que los vampiros no necesitan tener sexo para reproducirse, pero estoy segura e que no sabes como funciona en verdad” “Lo se tambien,” dijo Simon “Soy un vampiro por que tomé de la sangre de Raphael antes de morir. Beber sangre más muerte resulta en vampiro” “No exactamente,” dijo Isabelle “Tu eres un vampiro por que tomaste la sangre de Raphael, y luego fuiste mordido por otros vampiros, y luego moriste. Tienes que ser mordido en algún punto del proceso.” “Por qué?” “La saliva de vampiro tiene….. propiedades. Propiedades de transformación.” “Yech,” dijo Simon. “No me hagas ˝yech˝. Tu eres el del escupitajo mágico. Los vampiros mantienen humanos cerca de ellos para cuando necesitan sangre – como maquinas de golosinas móviles.” Izzy habló con disgusto. Pensarías que siempre están débiles por la falta de sangre, pero la saliva de vampiro tiene cualidades curativas. Aumenta el numero de glóbulos rojos, los acemas fuertes y saludables, y los hace vivir más tiempo. Es por eso que no va en contra de la ley que un vampiro se alimente de un humano. En verdad no les duele. Claro que de vez en cuando un vampiro decide que quiere más que un tentempié, quiere un subyugado – entonces le empieza a pequeñas cantidades de sangre de vampiro , para mantenerlo dócil, para mantenerlo conectado a su maestro. Los subyugados alaban a sus maestros, y
aman servirles. Todo lo que quieren es estar cerca de ellos. Como tú cuando regresaste a Dumont. Querías regresar al vampiro del que habías consumido sangre.” “Raphael,” dijo Simon, con un tono desolado. “No siento un desesperado impulso para estar con el estos días, déjame que te diga” “No, desaparece cuando te conviertes en un vampiro. Solo los subyugados son los que alaban a sus padresy no los pueden desobedecer. No lo ves? Cuando regresaste a Dumont el clan de Raphael te drenó, y moriste, y luego te convertiste en vampiro. Pero si no te hubieran drenado y si en lugar te hubieran dado más sangre de vampiro, eventualmente te hubieras convertido en un subyugado. “Todo eso es muy interesante,” dijo Simon. “Pero no excplica el por que nos estan mirando.” Isabelle volteó a verlos. “Te están mirando a ti. Tal vez su maestro murió y están buscando a otro dueño. Podrías tener mascotas” Ella sonrió. “O,” dijo Simon, “a lo mejor están aquí por la papa hash brown.” “Los subyugados no comen comida. Viven de una mezcla de sangre de vampiro y de animal. Los mantiene en un estado de animación suspendida. No son inmortales, pero envejecen muy lentamente.” “Desafortunadamente,” dijo Simon viéndolos. “ellos no mantienen su buen aspecto” Isabelle se sentó derecha. “Y están en camino hacia acá. Supongo que averiguaremos que es lo que quieren” Los subyugados se movieron como si tuvieran ruedas. No arecia que estuvieran caminando, más bien de deslizaban hacia delante silenciosamente. Les tomó pocos segundos cruzar el restaurante, y para el momento en que estaban cerca de la mesa de Simon, Isabelle ya habia desenfundado la daga que llevaba en la bota. Estaba sobre la mesa, brillando contra las luces fluorescentes del restaurante. Era oscura y de plata pesada con cruces en ambos lados de la hoja. La mayoría de las armas repelentes de vampiros tienen cruces, suponiendo, pensó Simon, que la mayoría de los vampiros son cristianos. Quién habría dicho que pertenecer a una religión tan pequeña podría ser tan ventajoso. “Eso es lo suficientemente cerca,” dijo Isabelle, mientras los dos sujetos hacían una pausa junto a la mesa, sus dedos a centímetros de la daga. “ Digan a que vienen, ustedes dos” “Cazadora de sombras.” La creatura de la derecha habló con un susurro. “No sabíamos de ti en esta situación.” Isabelle levantó su delicada ceja. “Y que situación es esa?”
El segundo subyugado señaló a Simon son su largo y gris dedo. La uña al final era de un tono amarillento y afilada. “Tenemos un asunto con el diurno.” “No, no lo tienen,” dijo Simon. “No tengo idea de quienes son ustedes. Nunca los había visto.” “Soy el Sr. Walker,” dijo la primera criatura. “Junto a mi es esta el Sr. Archer. Servimos al vampiro más poderoso de Nueva York. La cabeza del clan más grande de Manhattan.” “Raphael Santiago,” dijo Isabelle. “En ese caso deberían saber que Simon no forma ate de ningún clan. Es un agente libre.” El Sr. Walker hizo una sonrisa delgada. “Mi maestro estaba esperando que se pudiera alterar esa situación.” Simon miró los ojos de Isabelle a través de la mesa. Ella frunció el ceño”No te dijo Raphael que quería que te mantuvieras alejado del clan?” “Tal vez cambió de idea,” sugirió Simon. “Ya sabes como es el. Malhumorado. Inconsistente.” “No lo sabría, En realidad no lo he visto desde aquella vez que lo amenacé con matarlo con ese candelabro. Creo que lo tomó bien. Ni se inmutó.” “Fantastico,” dijo Simon. Los dos subyugados lo miraban fijamente. Sus ojos eran de un pálido color gris blancuzco, como nieve sucia. “Si Raphael me quiere en el clan, es por que quiere algo de mi. Podrían decirme que es lo que quiere.” “No conocemos los planes del maestro,” dijo el Sr Archer en un tono altivo. “No hay dados, entonces”, dijo Simon. “ No iré.” “Si no deseas acompañarnos, estamos autorizados para utilizar la fuerza para llevarte.” La daga pareció saltara la mano de Isabelle; o por lo menos ella a penas se habia movido, y a pesar de eso la estaba sosteniendo. La movió ligeramente. “Yo no haria eso si fuera tu.” El Sr. Archer le mostró a ella sus dientes. “Desde cuando los hijos del Ángel se volvieron en guardaespaldas de subterráneos rebeldes? Pensé que estabas sobre este tipo de cosas, Isabelle Lightwood” “No soy su guardaespaldas,” dijo Isabelle. “Soy su novia. Lo que me da el derecho de patearte el trasero si lo molestas. Así es como funcionan las cosas.”
Novia? Simon estaba tan sorprendido que la volteó a ver, pero ella estaba mirando a los subyugados, sus ojos negros brillando. Por una parte no pensaba que Isabelle se hubiese referido alguna vez a si misma como la novia de alguien. Por otra parte era sintomático lo extraña que se había vuelto su vida que eso era lo que más lo había sorprendido esa noche, más que el hecho de que el hubiera sido convocado a una reunión con el vampiro más poderoso de Nueva York. “Mi maestro,” dijo el Sr. Walker, en lo que probablemente creía era un tono suave, “tiene una propuesta para el diurno-‐“ “Su nombre es Simon. Simon Lewis” “Para convencer al Sr. Lewis. Le puedo prometen que el Sr. Lewis la encontrara muy ventajosa si esta dispuesto a acompañarnos y escuchar a nuestro maestro. Juro por el honor de mi maestro que no se le hará ningún daño, diurno, y que si desea rechazar la propuesta del maestro, tendrá la libertad de escoger.” Mi maestro, mi maestro. El Sr. Walker decía esas palabras con una mezcla de adoración y temor. Simon se estremeció en si mismo. Que horrible es estar atado a alguien más, no tener voluntad propia. Isabelle estaba moviendo su cabeza; le decía a Simon “no” con la boca. Ella probablemente estaba en lo correcto, pensó el. Isabelle era una excelente cazadora de demonios. Ella había estado cazando demonios y subterráneos que violaban la ley-‐ vampiros rebeldes, brujos practicantes de la magia negra, hombres lobos que corrían salvajes y se comían a alguien-‐ desde que había cumplido los doce años, y probablemente era mejor en lo que hacia que cualquier cazador de sombras de su edad, con la excepción de su hermano Jace. Y también había estado Sebastian, pensó Simon, que había sido mejor que los dos. Pero el estaba muerto. “Muy bien,” dijo el. “Iré.” Los ojos de Isabelle dieron un giro. “Simon!” Ambos subyugados frotaron sus manos, como villanos en las caricaturas. El gesto en si no era lo perturbador, realmente, era el hecho de que lo hicieran exactamente al mismo tiempo y hacia el mismo lado, como si fueran marionetas a los que les están jalando las cuerdas al unísono. “Excelente,” dijo el Sr. Archer. Isabelle clavó la daga contra la mesa y se inclinó hacia delante, su brillante cabello negro tocando la mesa. “Simon”. dijo ella con un silbido urgente. ”No seas estupido. No hay razón para que vayas con ellos y Raphael es un pelmazo. “Raphael un maestro vampiro,” dijo Simon. “Su sangre me hizo vampiro. El es mi-‐ lo que sea que ustedes lo llamen.” “Padre, creador, engendrador – hay miles de nombres para lo que el hizo,” dijo Isabelle distraídamente. “Y a lo mejor su sangre te hizo vampiro. Pero no te hizo un
vampiro diurno.” Sus ojos se encontraron con los de el a través de la mesa. Jace te hizo un diurno. Pero ella no lo diría en voz alta; eran pocos los que sabían la verdad, toda la historia detrás de lo que Jace era, y lo que Simon era a raíz de eso. “No tienes que hacer lo que el diga.” “Por supuesto que no,” dijo Simon, bajando su voz. Pero si me reuso a ir, creen que Raphael simplemente lo va a dejar ir? No lo hará. Seguirán viniendo por mi.” Echó una mirada a los subyugados; lo veían como si estuvieran de acuerdo, aunque podría ser producto de su imaginación. “Me molestaran en todos lados. Cuando salga, este en la escuela en casa de Clary. “Y que? Clary no puede manejarlo?” Isabelle alzó las manos. “Lo que sea, por lo menos dejame acompañarte” “Por supuesto que no,” interrumpió el Sr. Archer. “Esto no es asunto de los cazadores de sombras. Esto es asunto de los Hijos de la Noche. “No voy a-‐“ “La ley nos da el derecho de hacer nuestros negocios en privado.” El Sr. Walker habló tensamente. “Con los nuestros.” Simon los miró. “Dennos un momento, por favor” el dijo. “Quiero hablar con Isabelle.” Hubo un momento de silencio. A su alrededor la vida del restaurante empezaba. El lugar estaba teniendo un momento de apogeo ya que había salido la gente del cine que estaba a una cuadra, y las meseras estaban apuradas, cargando platos calientes para los comensales; parejas reían y platicaban en mesas cercanas; los cocineros gritaban las ordenes desde atrás de la barra. Nadie los volteaba a ver ni se percataban de que algo raro estuviera pasando. Simon ya se había acostumbrado a los glamours, pero a veces no podía evitar el sentimiento, cuando estaba con Isabelle, que estaba atrapado por una pared invisible de cristal, distante del resto de la humanidad y la normalidad de sus asuntos. “Muy bien,” dijo el Sr. Walker, retrocediendo. “Pero a mi maestro no le gusta estar esperando.” Se retiraron hacia la puerta, aparentemente sin ser afectados por las ráfagas de aire frío que se hacían cuando alguien entraba o salía, y se quedaron como estatuas. Simon volteó hacia Isabelle. “Esta bien,” dijo el. “No me harán daño. No me pueden hacer daño. “Raphael sabe todo sobre…” Hizo un gesto incomodo indicando su frente. “Esto.” Isabelle cruzó sobre la mesa y echó su cabello hacia atrás, su tacto más cínico que gentil. Fruncía el ceño. Simon había visto la Marca suficientes veces, en el espejo, para saber lo suficientemente bien como lucia. Como si alguien hubiera
tomado un delicado pincel y hubiera hecho un simple diseño en su frente, justo encima y entre los ojos. Su forma parecía cambiar a veces, como las imágenes que se mueven en las nubes, pero sierre era clara y negra y lucia peligrosa, como una señal de precaución en otro idioma. “En verdad… funciona?” ella susurró. “Raphael cree que funciona.” dijo Simon, “ Y no tengo razón para pensar que no lo hace.” El agarró su muñeca y la alejó de su cara. “Todo estará bien, Isabelle.” Ella suspiró. “Todo mi entrenamiento me dice que no es una buena idea.” Simon apretó sus dedos. “Vamos. Estas curiosa acerca de lo que Raphael quiere, no es verdad?” Isabelle tocó su mano y se recargó en el asiento. “Cuéntamelo todo cuando regreses. Llámame primero.” “Lo haré.” Simon se levantó abrochando su chamarra. “Y hazme un favor si? Dos favores de hecho.” Ella lo vio con una vigilada emoción. “Qué?” “Clary dijo que estaría entrenando en el Instituto hoy. Si te encuentras con ella, no le digas a donde fui. Se va a preocupar por nada.” Isabelle giró los ojos. “Ok esta bien. Segundo favor?” Simon se acercó y la besó en la mejilla. “Prueba el borscht antes de irte. Es fantastico.” El Sr. Walker y el Sr. Archer no eran los compañeros más platicadores. Llevaron a Simon silenciosamente por las calles de Lower East Side, manteniendo una distancia delante de el con su extraño paso. Se empezaba a hacer tarde, pero las calles de la ciudad estaban llenas de gente – saliendo de un turno nocturno, corriendo a casa por la cena, las cabezas hacia abajo y los cuellos protegiéndose del aire frío. En St. Mark’s Place, había mesas alrededor de la orilla, vendiendo desde calcetines baratos, dibujos a lápiz de Nueva York hasta incienso de sándalo. Las hojas se acumulaban en el pavimento como huesos secos. El aire olía a humos de coche combinados con el incienso, y debajo de eso, el olor de seres humanos – carne y sangre. El estomago de Simon se estrechó. Trataba de mantener suficientes botella de sangre de animal en su cuarto -‐ tenia un pequeño refrigerador en la parte trasera de su closet, donde su madre no lo viera – para evitar que le diera hambre. La sangre era asquerosa. Pensó que se acostumbraría a ella, incluso que empezaría a quererla, pero fuera de que le quitaba el hambre, no tenía nada que le gustara en la
forma en que antes le gustaba el chocolate o los burritos vegetarianos o el helado de café. Seguía siendo sangre. Pero estar hambriento era peor. Estar hambriento significaba que odia oler cosas que no quería oler – sal en la piel; el dulce olor de la sangre exudando por los poros de los extraños. Hacia que se sintiera hambriento, y confundido e incorrecto. Encorvándose, metió sus manos en los bolsillos de la chamarra y trató de respirar por la boca. Dieron vuelta a la derecha en la Tercera Avenida, e hicieron una pausa frente a un restaurante cuyo letrero decía CAFÉ CLOISTER, JARDIN ABIERTO TODO EL AÑO. Simon parpadeo al ver el anuncio. “Qué estamos haciendo aquí?” “Este es el punto de reunión que nuestro maestro ha escogido.” El tono del Sr. Walken era suave. “Huh.” Simon estaba confundido. “Yo habria pensado que el estilo de Raphael era más, tu sabes, de arreglar una reunion en techo de una iglesia no consagrada, o en una crita llena de hueso. Nunca me pareció del estilo de un lujoso restaurate. Ambos subyugados lo voltearon a ver “Hay algún problema, diurno?” pregunto el Sr Archer finalmente. Simon se sintió oscuramente regañado. “No, ningún problema.” El interior del restaurante era oscuro, con un bar de mármol por toda una pared. Ningún empleado o trabajador se les acercó mientras caminaban hacia una puerta en la parte rasera, llegando a través de la puerta al jardín. Muchos restaurantes de Nueva York tienen terrazas; pocos estaban abiertos a estas alturas del año. Este era un patio en medio de varios edificios. Las paredes estaban pintadas con murales trompe l’oeil retratando jardines con flores italianos. Los árboles, sus hojas se volvieron doradas y cobrizas con el otoño, había cadenas de luz blanca, las lámparas de calor esparcidas por entre las mesas le daban u brillo rojizo. Una pequeña fuente salpicaba melodiosamente en el centro del jardín. Solo había una mesa ocupada y no por Raphael. Una delgada mujer con un sombrero de ala ancha estaba sentada en la mesa cercana a la pared. Mientras Simon observaba confundido, la mujer levantó a mano y le hizo una seña. El volteó para ver detrás de el, y, or supuesto, no habia nadie. Walker y Archer comenzaron a moverse otra vez, perplejo, Simon los siguió ientras cruzaban el jardin y se detenian a unos metros de donde estaba sentada la mujer. Walker hizo una profunda reverencia. “Maestro”, dijo el. La mujer sonrió. “Walker,” dijo ella. “Y Archer. Muy bien. Gracias por traer a Simon a mi” “Espera un segundo.” Simon pasó la mirada de la mujer a los subyugados y de regreso a ella.
“Tu no eres Raphael.” “Querido, yo no.” La mujer se quitó el sombrero. Una enorme cantidad de cabello rubio platinado, brillante en las luces de Navidad, cayó por sus hombros. Su cadar era delicada, blanca y oval, muy hermosa, dominada por unos enormes ojos verdes. Usaba largos guantes negros, una blusa de seda negra y una falda, y una bufanda negra alrededor de su cuello. Era imposible determinar su edad-‐ o por lo menos la edad que habría tenido cuando fue convertida en un vampiro. “Yo soy Camille Belcourt. Encantada de conocerte.” Ella levantó una mano con un guante negro. “Me dijeron que me iba a reunir con Raphael Santiago aquí,” dijo Simon, si alcanzas su mano. “Usted trabaja para el?” Camille Belcourt rió como el sonido de una fuente. “Ciertamente no! Aunque hace mucho tiempo el trabajó para mi.” Y Simon lo recordó. Yo pensé que el vampiro al mando era alguien más, el le dijo a Raphael una vez, en Idris, se sentía como hace mucho tiempo. Camille aún no ha regresado con nosotros, Raphael había respondido. Yo soy el líder mientras tanto. “Tu eres la cabeza de los vampiros,” dijo Simon. “Del Clan de Manhattan.” Se volvió a los subyugados. “Me engañaron. Me dijeron que me reuniría con Raphael.” “Yo dije que te reunirías con nuestro maestro,” dijo el Sr. Walker. Sus ojos eran grandes y vacíos, tan vacíos que Simon se preguntó si había sido así para engañarlo o si simplemente estaban programados como robots para decir lo que sea que su maestro les hubiera indicado, y no estaban concientes de las alteraciones al guión. “Y aquí esta.” “Ciertamente.” Camille mostró una brillante sonrisa a sus subyugados. “Por favor déjennos, Walker, Archer. Tengo que hablar a solas con Simon.” Había algo en la forma en que lo dijo-‐ tanto su nombre como la palabra “a solas”-‐ que era como una caricia secreta. Los subyugados hicieron una reverencia y se retiraron. Mientras que el Sr. Archer se volteaba para irse, Simon se percató de una marca que tenia en el cuello, un moretón profundo, tan oscuro que parecía pintado, con dos marcas más oscuras dentro. Las marcas más oscuras eran punciones, rodeadas de carne seca. Simon sintió un escalofrío pasar por su cuerpo. “Por favor,” dijo Camille, señalando el asiento junto a ella. “Siéntate. Te gustaría un poco de vino?”
Simon se sentó, posándose incómodamente en la orilla de la silla de metal. “La verdad no bebo.” “Por supuesto,” dijo ella con simpatía. “Apenas eres un novato, verdad? No te preocupes demasiado. Con el tiempo te vas a entrenar a tomar vino y oras bebidas. Algunos de los más viejos de nuestra especie pueden comer alimentos humanos con pocos efectos dañinos.” Pocos efectos dañinos? A Simon no le gustaba como sonaba eso. “Esto va a tomar mucho tiempo?” inquirió el, mirando a su celular, que le decía que ya eran pasadas las diez treinta. “Tengo que ir a casa.” Camille le dio un trago a su vino. “En serio? Y eso por qué?” Por que mi mamá me esta esperando. Ok, no había razón para que esta mujer se enterara sobre eso. “Interrumpió mi cita,” dijo el. “Me preguntaba que sería tan importante.” “Aún vives con tu madre, no es verdad?” dijo ella, dejando su vaso. “Bastante extraño, no es así, un vampiro poderoso que se niega a dejar su casa, para unirse a un clan?” “Entonces interrumpió mi cita para burlarse de que aún vivo con mis padres. No pudo hacer eso en una noche cuando no tuviera una cita? Eso es la mayoría de las noches, por si tiene curiosidad.” “No me estoy burlando de ti, Simon.” Ella pasó su lengua por su labio inferior como si probara el vino que acababa de tomar. “Quiero saber por que no te haz unido al clan de Raphael.” Qué es el mismo que su clan, no es así? “Tengo un fuerte sentimiento de que el no quiere que sea parte de su clan,” dijo Simon. “Prácticamente el dijo que me dejaría en paz si yo lo dejaba en paz. Así que lo dejé en paz.” “Lo haz hecho.” Sus verdes ojos brillaron. “Yo nunca quise ser un vampiro,” dijo Simon, medio preguntándose por que le contaba estas cosas a esa mujer extraña. “Yo quería una vida normal. Cuando me enteré que era un diurno, pensé que podría tener una. O por lo menos algo aproximado. Puedo ir a la escuela, puedo vivir en mi casa, puedo ver a mi madre y a mi hermana-‐” “Mientras que no comas enfrente de ellas,” dijo Camille. “Mientras que escondas tu necesidad por sangre. Nunca te has alimentado de alguien puramente humano, verdad? Solo sangre en bolsa. Vieja. Animal.” Ella arrugó su nariz. Simon pensó en Jace, y rápidamente alejó el pensamiento. Jace no era precisamente humano. “No, nunca lo he hecho.”
“Lo harás. Y cuando lo hagas, no lo olvidaras.” Ella se acercó, y su cabello pálido le rozó la mano. “No puedes esconder tu verdadero ser para siempre.” “Qué adolescente no le miente a sus padres?” dijo Simon. “De todas formas, no veo en que le importe eso. De hecho, aún no estoy seguro que hago aquí.” Camille se inclinó hacia delante. Cuando lo hizo, la línea del cuello de su blusa de seda negra se abrió. Si Simon aún fuera humano, se habría sonrojado. “Me dejaras verla?” Simon podia sentir como sus ojos se salían. “Ver qué?” Ella sonrió. “La Marca, chico tonto. La Marca del Nomada.” Simon abrió la boca, y la volvió a cerrar. Cómo lo sabe? Muy pocas personas sabían de la marca que le había hecho Clary en Idris. Raphael le había dicho que era un asunto de secretismo total, y Simon lo había tratado como tal. Pero los ojos de Camille estaban muy verdes y calmados, y por alguna razón, el quería hacer lo que ella le pedía. Tenía que ver con la forma en que ella lo miraba, algo en la música de su voz. El se levantó un poco y se levantó el cabello, enseñando su frente para su inspección. Sus ojos se abrieron, sus labios se separaron. Ligeramente ella llevó sus dedos a su garganta, como si checara el pulso no existente. “Oh,” dijo ella. “Que suerte tienes, Simon. Que afortunado.” “Es una maldición,” dijo el. “No una bendición. Sabe eso, verdad?” Sus ojos brillaron. “ “Y Cain le dijo al Señor, Mi castigo es más de lo que puedo soportar” Es más de lo que puedes soportar, Simon?” Simon se recargó, dejando que su cabello regresara a su lugar. “Puedo soportarlo.” “Pero no quieres hacerlo.” Ella llevó su dedo enguantado por la orilla de su copa de vino, sus ojos aún fijos en el. “Qué si yo te pudiera ofrecer una forma de convertir eso que tu crees una maldición, en una ventaja?” Yo diría que por fin esta llegando a la razón de por que me trajo aquí, cosa que es un adelanto. “Estoy escuchando.” “Reconociste mi nombre cuando te lo dije,” dijo Camille. “Raphael me mencionado antes, no es verdad?” Ella tenía un acento, muy leve, que Simon no supo ubicar.
“El dijo que usted era la cabeza del clan, y que el simplemente lo estaba liderando mientras usted no estaba. Remplazándola como-‐ como un vicepresidente o algo” “Ah,” Se mordió gentilmente el labio inferior. “Eso es, de hecho, no totalmente cierto. Me gustaría contarte la verdad, Simon. Me gustaría hacerte una oferta. Pero primero me debes dar tu palabra en algo.” “Y qué es eso?” “Que lo que sea que pase entre nosotros esta noche, aquí, se quedará como un secreto. Nadie puede saber. Ni tu amiga pelirroja, Clary. Ni ninguna de tus amiguitas. Ni los Lightwood. Nadie.” Simon se recargó. “Y qué si no lo quiero prometer?” “Entonces te puedes ir, si así lo deseas,” dijo ella. “Pero entonces jamás sabrás lo que quiero decirte. Y eso es una perdida que vas a arrepentir.” “Tengo curiosidad,” dijo Simon. “Pero no estoy seguro de que tenga tanta curiosidad.” Sus ojos albergaban una chispa de sorpresa y entretenimiento y a lo mejor, pensó Simon, incluso un poco de respeto. “Nada de lo que te voy a decir le concierne a ellos. No afectará su seguridad, o su bienestar. El secretismo es por mi propia seguridad.” Simon la miró sospechosamente. Lo diría en serio? Los vampiros no eran como las hadas, que no podían mentir. Pero tenia que admitir que tenía curiosidad. “Esta bien. Guardaré tu secreto, a menos que piense que algo de lo que dices pone en peligro a mis amigos. Entonces todas las promesas se anulan.” Su sonrisa estaba helada; el podía notar que no le gustaba que no le creyeran. “Esta bien,” dijo ella. “Supongo que tengo poco de donde escoger cuando necesito tan desesperadamente tu ayuda.” Ella se acercó , una de sus delgadas manos jugando con su copa de vino. “Hasta hace poco yo me encargaba del clan de Manhattan, felizmente. Teníamos una hermosa sede en una un antiguo edifico de antes de la guerra en Upper West Side, no ese hoyo de ratas donde Santiago tiene a mi gente ahora. Santiago-‐Raphael, como tu lo llamas-‐ era mi segundo al mando. Mi acompañante más leal-‐ o por lo menos eso pensé. Una noche descubrí que estaba matando humanos , llevándolos a ese viejo hotel en Spanish Harlem y tomando su sangre por diversión. Dejando sus huesos en un tiradero cerca de ahí. Tomando riesgos estupidos, rompiendo los Acuerdos.” Tomó un sorbo de vino. “Cuando fui a confrontarlo, me di cuenta que le había dicho a todo el clan que yo era la asesina, la que rompía las reglas. Todo fue una trampa. El tenia en su plan matarme, para que tuviera todo el poder. Huí , con solo Walker y Archer para mantenerme a salvo.” “Entonces todo este tiempo ha dicho que solo esta liderando en lo que usted regresa?”
Ella hizo una cara. “Santiago es un gran mentiroso. El desea que yo regrese, eso es seguro-‐ para que me pueda matar y pueda tomar por completo el poder del clan” Simon no estaba seguro de lo que ella quería escuchar. No estaba acostumbrado a estar con mujeres adultas con los ojos llenos de lagrimas, o contándole su historias de vida. “Lo siento,” dijo finalmente. Ella encogió los hombros, muy expresivamente o que hizo que el se preguntara si a lo mejor su acento era francés. “Es cosa del asado,” dijo ella. “Me he estado escondiendo en Londres todo este tiempo, buscando aliados, apostando por más tiempo. Entonces escuché sobre ti.” Ella levantó las manos. “No puedo decirte como; he jurado discreción. Pero en el momento en que pasó, me di cuenta que a ti es a quien he estado esperando.” “Lo era? Lo soy?” Ella se acercó y le tocó la mano. “Raphael te tiene miedo, Simon, como debe ser. Eres uno de los suyos, un vampiro, pero no te puede hacer año ni puedes morir; no puede levantar ni un dedo contra ti sin despertar la ira de Dios sobre si mismo.” Hubo un silencio. Simon podía escuchar el suave sonido de las luces navideñas, el agua moviéndose en la fuente de piedra en el centro del patio, el zumbido de la ciudad. Cuando habló, su voz era suave. “Lo dijiste.” “Que dices, Simon?” “La palabra. La ira de-‐“ La palabra se atascó y le quemó la boca, como siempre lo hacia. “Si. Dios.” Recuperó su mano, pero sus ojos eran calidos. “Hay muchos secretos sobre nuestra especie, tanto que te puedo decir, que te puedo enseñar. Vas a aprender que no estas maldito.” “Señora-‐“ “Camille. Me debes llamar Camille.” “Aún no entiendo que quiere de mi.” “No lo sabes?” Ella sacudió su cabeza, y su brillante cabello voló sobre su cara. “Quiero que te unas conmigo, Simon. Unote a mi contra Santiago. Caminaremos juntos hasta su hotel infestado de ratas; en el momento en que sus seguidores te vean conmigo, lo dejaran y regresaran a mi lado. Creo que son leales a mi por debajo del miedo que le tienen a el. Una vez que nos vean juntos, ese miedo
desaparecerá, y regresaran a nuestro lado. El hombre no puede luchar contra lo divino.” “No lo se,” dijo Simon. “En la Biblia, Jacob luchó contra un ángel y ganó.” Camille lo miró con las cejas arqueadas. Simon encogió los hombros. “Escuela Judía.” “ “Y Jacob nombró a ese lugar Paniel: por que he visto la a Dios cara a cara” Como verás, no eres el único que conoce tu escritura.” Su mirada estrecha habia desaparecido, y estaba sonriendo. “A lo mejor no te has ado cuenta, diurno, pero mientras lleves esa marca, tu eres el brazo vengador del cielo. Nadi es puede interponer en tu camino. Por lo menos no un vampiro.” “Me tiene miedo?” preguntó Simon. Casi instantáneamente sentía haber preguntado. Sus ojos verdes se oscurecieron como nubes de tormenta. “Yo, miedo de ti?” Entonces recupero la compostura, su cara sutil y su expresión más ligera. “Por supuesto que no,” dijo ella. “Eres un hombre inteligente. Y estoy convencida de que veras la sabiduría de mi propuesta y te me unirás.” “Y qué es exactamente su propuesta?” Digo, entiendo la parte en la que nos enfrentamos a Raphael, pero después de eso? En verdad no odio a Raphael, o quiero deshacerme de el solo por deshacerme de el. El me deja en paz. Eso es todo lo que quiero.” Ella cruzó las manos frente a su cuerpo. Ella usaba un anillo con una piedra azul en su dedo medio, sobre su guante. “Tu crees que eso es lo que quieres, Simon. Tu crees que Raphael te esta haciendo un favor al dejarte en paz, como tu lo pones. Pero en verdad te esta exiliando. Por ahora crees que no necesitas a otros de tu especie. Tienes suficiente con los amigos que tienes-‐ humanos y cazadores de sombras. Estas de acuerdo con esconder botellas de sangre en tu cuarto y mentirle a tu mamá sobre lo que eres.” “Cómo lo-‐“ Ella continuo ignorándolo. “Pero que pasara en diez años, cuando se supone que tengas veintiséis? En veinte años? Treinta? Crees que nadie se va a dar cuenta que mientras ellos crecen y cambian, tu no lo harás?” Simon no dijo nada. No quería admitir que ya había pensado al respecto. Pero que era algo en lo que no quería pensar.” “Raphael te ha enseñado que otros vampiros son como veneno para ti. Pero no tiene que ser así. La eternidad es mucho tiempo para estar solo, sin otros como tu. Otros que te entiendan. Tienes amigos cazadores de sombras, pero jamás serás como ellos. Siempre serás de otro lado, de afuera. Con nosotros puedes
pertenecer.” Mientras ella se acercaba hacia enfrente, una luz blanca brillo en su anillo, lastimando los ojos de Simon. “Tenemos miles de años de conocimiento que podemos compartir contigo, Simon. Puedes aprender a como mantener tu secreto; como comer y beber, como decir el nombre de Dios. Raphael ha escondido cruelmente esta información de ti, incluso te ha hecho creer que no existe. Si existe. Yo te puedo ayudar.” “Si la ayudo primero,” dijo Simon. Ella sonrió, sus dientes eran blancos y afilados. “Nos ayudaremos mutuamente.” Simon se recargó. La silla de metal era incomoda y dura., y de repente el se sintió cansado. Miró sus manos y pudo ver sus venas oscureciéndose, haciendo telarañas en la parte trasera de sus nudillos. Necesitaba sangre. Necesitaba hablar con Clary. Necesitaba tiempo para pensar. “Te he impresionado,” dijo ella. “Lo se. Es mucho por absorber. Felizmente te daré todo el tiempo que necesites para aclarar tu mente sobre esto, y sobre mi. Pero no tenemos mucho tiempo, Simon, Mientras este en esta ciudad estoy en peligro de Raphael y su sequito.” “Su sequito?” A pesar de todo Simon sonrió. Caille parecía desconcertada. “Si?” “Bueno es que… “sequito.” Es como decir “malhechores” o “secuaces.” Ella lo miro con la cara en blanco. Simon suspiró. “Lo siento. Probablemente no has visto tantas malas películas como yo.” Camille frunció el ceño, una linea muy delgada apareció entre sus cejas. “Me dijeron que serias algo peculiar. Será que no conozco a muchos vampiros de tu generación. Pero eso estará bien para mi, lo siento, estar cerca de alguien… joven” “Sangre nuevo,” dijo Simon. Despues de eso ella sonrió. “Estas listo entonces? Para aceptar mi propuesta? Para empezar a trabjar juntos?” Simon miró hacia el cielo. Los hilos de luz blanca parecían tapar las estrellas. “Mira,” dijo el, “aprecio tu oferta, en verdad que si.” Maldición, pensó. Tenia que haber una forma de decir esto sin que pareciera que estaba rechazando una invitación a la graduación. Estoy muy, muy alagado que me preguntaras, pero… Camille, como Raphael siempre hablaba rígidamente, formalmente, como si estuviera en un cuento de hadas. Tal vez podría intentar eso. Dijo el, “Necesito tiempo para tomar mi decisión. Estoy seguro de que lo entiendes.” Muy delicadamente ella sonrió, mostrando solo la punta de sus colmillos. “Cinco dias,” dijo ella. “Y nada más.” Ella alargó su mano hacia el. Algo brilló en su
palma. Era una pequeño frasco, del tamaño de las botellas de las muestras de perfume, solo que parecía estar lleno de un polvo café. “Tierra de tumba,” ella explicó. “Rompe esto, y yo sabre que me quieres ver. Si no me mandas llamar en cinco días voy a mandar a Walker por tu respuesta.” Simon tomó el frasco y lo metió en su bolsillo. “Y si la respuesta es no?” “Entonces estaré decepcionada. Pero seguiremos amigos.” Ella alejó su copa de vino. “Adiós, Simon.” Simon se levantó. La silla hizo un rechino metálico mientras se deslizaba en la tierra, demasiado fuerte. Pensó que debía decir algo más, pero no sabia que. Por el momento, pensó, parecía que estaba siendo despedido. Decidió que prefería verse como uno de esos raros vampiros modernos con malos modales a regresar a la conversación. Se fue sin decir nada más. En su camino de regreso al restaurante, pasó junto a Walker y Archer, que estaban parados junto a la gran barra de madera, sus espaldas jorobadas debajo de sus largos abrigos grises. Sintió la fuerza de sus miradas sobre el mientras se alejaba y movía sus dedos-‐ un gesto entre una despedida amigable y un insulto. Archer le enseño los dientes-‐ simples dientes humanos-‐ y pasó junto con Walker pisándole los talones. Simon pudo verlos tomando asiento al lado de Camille; ella no levantó la mirada mientras se sentaban, pero las luces blancas que antes iluminaban el jardín de repente se apagaron-‐ no una por una sino todas a la vez-‐ dejando a Simon desorientado en un cuadro de oscuridad como si alguien hubiera apagado las estrellas. Para el momento en que el mesero se dio cuenta y fue a arreglar el problema, regando el jardín con luz una vez más, Camille y sus humanos subyugados se habían desvanecido. Simon abrió la puerta principal de su casa-‐ una entre la cadena de casas idénticas en forma de ladrillo que formaban su cuadra en Brooklyn-‐ la empujó para abrirla, escuchando fuertemente. Le había dicho a su madre que iría a practicar con Simon y otros chicos de la banda para una tocada el sábado. Había habido un tiempo en que ella simplemente le habría creído, y ahí habría acabado el asunto; Elaine Lewis sierre había sido una madre relajada, Huinca le había impuesto un toque de queda a Simon o a su hermana, o les había insistido que llegaran temprano en una noche de escuela. Simon estaba acostumbrado a estar hasta muy tarde con Clary, entrando el solo con su llave, y colapsando en su cama a las dos de la mañana, un comportamiento que no tenia mucho comentario por parte de su madre. Las cosas eran diferentes ahora. El había ido a Idris, el país natal de los cazadores de sombras, por casi dos semanas. Se había desaparecido de su casa, sin la oportunidad de dar una explicación o excusa. El brujo Magnus Bane lo había ayudado y le había hecho un hechizo de memoria en la madre de Simon para que no recordara que el había desaparecido. Pero su actitud había cambiado. Ahora era muy suspicaz, siempre vigilándolo, insistiendo en que llegara a ciertas horas a casa. La última vez que había regresado a casa de una cita con Maia, había encontrado a
Elaine en el vestíbulo, en una silla sentada en dirección a la puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho y con una mirada de ira en su cara. Esa noche, había podido escuchar su respiración antes de verla. Ahora solo podía escuchar el leve sonido de la televisión en la sala. Ella lo debió haber esperado, probablemente viendo uno de esos dramas médicos que tanto le gustan. Simon cerró la puerta detrás de el y se recargo en ella, tratando de reunir las fuerzas para mentir. Era lo suficientemente difícil no comer con su familia. Afortunadamente su madre se iba a trabajar temprano y regresaba tarde, y Rebecca, quien iba a la universidad en New Jersey y solo volvía a casa de vez en cuando para lavar su ropa, no estaba lo suficiente como ara darse cuenta de que algo andaba mal. Su madre normalmente no estaba en la mañana a la hora que el se despertaba, el desayuno y almuerzo que ella le preparaba con amo lo dejaba en la cocina. El lo tiraba en el bote de la basura en el camino a la escuela. La cena era más difícil. En las noches en la que ella estaba ahí, el se la pasaba empujando su comida de un lado del plato a otro, fingiendo que no tenía hambre o que se llevaría la comida a su cuarto para comer mientras estudiaba. Una o dos veces había tenido que comérselo a la fuerza, solo para hacerla feliz, y pasaba horas más tarde en el baño sudando y con nausea hasta que salía de su sistema. Odiaba tener que mentirle. Siempre había sentido pena por Clary, con su tensa relación con Jocelyn, la madre más sobre protectora que había conocido. Ahora el zapato estaba en el otro pie. Desde la muerte de Valentine, el control de Jocelyn se había relajado tal punto que era como cualquier padre normal. Mientras tanto, siempre que Simon estaba en casa, podía sentir el peso de la mirada de su madre sobre el, como una acusación a donde quiera que fuese. Cuadrando sus hombros, dejó su mochila por la puerta y se dirigió a la solapara enfrentar la música. La televisión estaba prendida, las noticias estaban a todo volumen. El locutor local estaba reportando una historia de interés humano-‐ un bebe encontrado abandonado en el callejón atrás de un hospital en el centro. Simon estaba sorprendido, su mamá odiaba las noticias. Las encontraba depresivas. El echó una mirada al sillón y su sorpresa desapareció. Su madre estaba dormida, sus lentes en la mesa al lado de ella, y un vaso medio vació en el suelo. Simon lo podía oler desde aquí-‐ probablemente whisky. E sintió angustia. Su madre casi nunca tomaba. Simon fue hacia el cuarto de su madre y regresó con una frazada de punto. Su madre seguia dormida, su respiración lenta y constante. Elaine Lewis era pequeña, una mujer como un pajaro, con un halo de cabello negro rizado, con partes de gris que se negaban a teñirse. Durante el día trabajaba en una organización ambiental sin fines de lucro, y la mayoria de su ropa tenia decoración de animales en ella. En este momento estaba usando un vestido de tinte de lazoimpreso con delfines y olas, y un pin que alguna vez habia sido un pez vivo, cubierto de resina. El ojo disecado parecia mirar a Simon acusadoramente mientras el le acomodaba la frazada alrededor de sus hombros.
Ella se movió, irregularmente, moviendo su cabeza alejada de el. “Simon,” ella susurró. “Simon, dónde estas?” Afligido, Simon dejó ir la frazada y se paró. Tal ves debería despertarla, para decirle que estaba bien. Pero después habría preguntas que no quería responder y que le dolía verla a la cara. Se volvió y entró en su habitación. Se había recostado bajo las sabanas y agarrado su celular de la mesa al lado de su cama, estaba a punto de marcar el numero de Clary, antes incluso de pensarlo. Hizo una pausa por un momento, escuchando el sonido de llamada. No le podía decir sobre Camille; había prometido mantener la oferta de la vampira en secreto, y mientras Simon pensaba que no le debía mucho a Camille, si algo había aprendido en los últimos meses, era que no era buena idea romper promesas hechas a creaturas sobrenaturales. Aun así quería escuchar la voz de Clary, en la forma en que siempre lo hacia al final de un día difícil. Bueno, siempre se podía quejar sobre su vida amorosa; que parecía entretenerla siempre. Dando una vuelta en la cama, jalo una almohada sobre su cabeza y marcó el numero de Clary.