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teoría de la mente (ToM); los prejuicios y discriminaciones; el autoconcepto; la autorregulación, y la influencia de los estados emocionales y motivacionales ...
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA Facultad de Psicología

TESIS DOCTORAL

Efecto del contexto verbal y la expresión facial sobre la formación de impresiones

Autor: D. Fernando Gordillo León Directores: Dr. José M. Arana Martínez y Dr. Juan José García Meilán

UNIVERSIDAD DE SALAMANCA 2018

UNIVERSIDAD DE SALAMANCA Facultad de Psicología

DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA BÁSICA, PSICOBIOLOGÍA Y METODOLOGÍA DE LAS CIENCIAS DEL COMPORTAMIENTO

TESIS DOCTORAL

Efecto del contexto verbal y la expresión facial sobre la formación de impresiones Trabajo presentado para optar al título de Doctor en Psicología, por D. Fernando Gordillo León bajo la dirección del Dr. José M. Arana Martínez y el Dr. Juan José García Meilán

Fdo. D. Fernando Gordillo León Doctorando

UNIVERSIDAD DE SALAMANCA 2018

Don José M. Arana Martínez y Don Juan José García Meilán informan:

Que la Tesis Doctoral, por compendio de publicaciones, realizada bajo la dirección de ambos por Don FERNANDO GORDILLO LEÓN con el título “EFECTO DEL CONTEXTO VERBAL Y LA EXPRESIÓN FACIAL SOBRE LA FORMACIÓN DE IMPRESIONES”, reúne los requisitos de calidad, originalidad y presentación exigibles a una investigación científica, y está en condiciones de ser sometida a la valoración del Tribunal encargado de juzgarla.

Y para que conste a los efectos oportunos, firman la presente en Salamanca, a 15 de enero de 2018.

Fdo. Dr. José M. Arana Martínez

Fdo. Dr. Juan José García Meilán

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AGRADECIMIENTOS

Me gustaría agradecer a mis padres su continua dedicación a la familia, y su constancia y confianza en que todos sabremos encontrar nuestro camino. También a mis hermanas, Ana, Alicia y María, por acompañarme en el arduo trayecto que ha supuesto esta Tesis, y a Lucía, mi bonita sobrina, que siempre consigue sacarme una sonrisa. Por supuesto, y porque esta Tesis ha sido posible solo porque ella siempre está presente en mi corazón y pensamiento, debo agradecer a Lili cada segundo que hemos pasado juntos, y cada segundo que espero pasar con ella en el futuro, porque suponen el mayor tesoro que tengo en mi vida…, gracias Lili.

Sin duda, esta Tesis no habría sido posible sin el apoyo de mis Directores, José M. Arana y Juan José García Meilán, que con su generosidad y paciencia han conseguido que saquemos adelante el trabajo. También me gustaría agradecer a mi amigo y compañero de trabajo, Miguel Ángel Pérez, por las innumerables charlas que hemos tenido sobre la temática de esta Tesis, y que tanto han contribuido al resultado final.

(Henry Holiday, 1884)

“De esta manera es posible comprender que únicamente el amor es la verdadera semilla de todos vuestros méritos, y de todos los actos que debéis expiar” (Dante Alighieri)

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TESIS DOCTORAL EN FORMATO COMPENDIO DE PUBLICACIONES

El contenido de la presente Tesis Doctoral corresponde a un compendio de 5 trabajos de investigación publicados previamente al depósito de la Tesis:

Artículo 1: Gordillo, F., Pérez, M. A., Castillo, G., Mestas, L., Arana, J. M., & López, R. M. (2016). Efecto del contexto verbal en el reconocimiento de la expresión de alegría y tristeza. Escritos de Psicología, 9(1), 61–68. doi: 10.5231/psy.writ.2015.2312.

Artículo 2: Gordillo, F., & Mestas L. (2015). What we know about people shapes the inferences we make about their personalities. Current Research in Social Psychology, 23(5), 38–45.

Artículo 3: Gordillo, F., Arana, J. M., Meilán, J. J. G., Mestas, L., & Pérez, M. A. (2017). The timely expression of coherence helps cause the right impression. Anales de Psicología, 33(2), 211–217. doi: 10.6018/analesps.33.2.261471.

Artículo 4: Gordillo, F., Mestas, L., Arana, J. M., Pérez, M. A., Escotto, E. A., López, R. M., & Pérez, F. (2017). The effect of information bias on the formation of impressions: courtroom implications. Journal of Criminal Psychology, 7(1), 47–57. doi: 10.1108/JCP-09-2016-0029.

Artículo 5: Gordillo, F., Mestas, L., Arana, J. M., Pérez, M. A., & Escotto, A. E. (2017). The effect of mortality salience and type of life on personality evaluation. Europe´s Journal of Psychology, 13(2), 1–14. doi:10.5964/ejop.v13i2.1149.

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Publicaciones teóricas relacionadas con la Tesis

Libros López, R. M., Gordillo, F., & Grau, M. (2016). Comportamiento no verbal: Más allá de la comunicación y el lenguaje. Madrid: Pirámide.

Artículos Gordillo, F., Pérez, M. A., Arana, J. M., Mestas L., & López, R. M. (2015). Papel de la experiencia en la neurología de la expresión facial. Revista de Neurología, 60(7), 316–320. Gordillo, F., Mestas, L., Castillo, G., Pérez, M. A., Arana, J. M., & López, R. M. (2017). Redes neuronales de la expresión facial. Revista de Neurología, 64(3), 125–132.

Artículos de divulgación Gordillo, F. (2015). Los juicios paralelos en el ámbito judicial. Actualidad criminológica, 1, 39–41. Gordillo, F., & Mestas, L. (2015). Cuando la muerte entra en la conciencia. Elementos, 100, 15–20. Gordillo, F. (2016). Comunicación no verbal y decisiones judiciales. Actualidad criminológica, 4, 41–43. Gordillo, F., Arana, J. M., Meilán, J. J. G., Mestas, L., & Pérez, M. A. (2017). La coherencia entre lo que saben de ti y lo que ven en tu rostro afecta a la valoración de tu personalidad. Ciencia Cognitiva, 11(2), 46–49. Gordillo, F., Mestas, L., & Pérez, M. A. (2018). El efecto Kuleshov: la integración del contexto y la expresión facial en la percepción de las emociones. Elementos, 109, 35–40.

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LISTADO DE TABLAS y FIGURAS

Tabla 1.

Datos sociodemográficos de la muestra total de la Tesis…………………………...

30

Tabla 2.

Materiales utilizados en cada experimento…………………………………………

30

Tabla 3.

Fases del procedimiento experimental……………………………………………...

30

Tabla 4.

Correlación entre la valoración fase I (exp. 2 y 3), la edad y los rasgos de personalidad…………………………………………………………………..........

31

Tabla 5.

Análisis y estadísticos por experimento…………………………………………….

31

Tabla 6.

Resumen de los efectos principales encontrados en los experimentos en relación al tipo de Contexto Verbal (Cv: positivo y negativo).………………............................ 123

Figura 1

Modelo constructivista de la emoción. Adaptado de Lindquist, Wager, BlissMoreau, Kober y Barrtet (2012)……………………………………………………

Figura 2

4

La superposición entre las regiones cerebrales implicadas en el procesamiento emocional y semántico: Naranja: emociones discretas; Azul: procesamiento de texto; Morado: regiones donde se superponen. Extraído de Lindquist et al.

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(2015)…………........................................................................................................ Figura 3

Esquema de las principales áreas cerebrales implicadas en la percepción facial según el modelo de Haxby, Hoffman y Gobbini, (2000), y representación (derecha) de la fuerza de las conexiones entre las estructuras del sistema central y algunas de las regiones más relevantes del sistema extendido (Gschwind, Pourtois, Schwartz, Van De Ville, & Vuilleumier, 2012): Giro fusiforme (FG); Surco temporal superior (STS); Amígdala (AMG); Áreas visuales tempranas (CAL); Surco intraparietal (IPS);

Córtex

temporal

anterior

(ATC);

Área

occipital

de

la

cara

(OFA)………………………………………………………………………………

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12

Figura 4

Desarrollo histórico en la comprensión de la formación de impresiones…………...

Figura 5

Sustrato neuronal de las dimensiones relacionadas con el procesamiento de los estados

mentales

de

los

demás.

Extraído

de

Tamir

et

al.

(2016).……………………………………………………………………………... Figura 6

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20

Modelo del proceso dual de Brewer (1988). Modificado de García (2012) (izquierda). Modelo modificado teniendo en cuenta el efecto modulador del contexto verbal y no verbal (derecha)………………………………………………

Figura 7

Procesamiento de la información cognitiva en la percepción social y la memoria (Hastie & Carlston, 1980). Modificado de García (2012)…………………………..

Figura 8

24

Resumen de la activación de las defensas proximales y distales (TGT). Extraído de Martí (2014).……………………………………………………………………

Figura 9

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26

Proceso de elaboración de los estímulos con morhping (Magic Morph, FantaMorph).………………………………………………………………………

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PRESENTACIÓN

En la presente Tesis se ha investigado el efecto de variables verbales y no verbales en la valoración de la personalidad desde la perspectiva de la formación de impresiones. En los dos primeros apartados se sitúa al lector en los aspectos más relevantes de los denominados “contexto verbal” y “contexto no verbal”, tanto en lo referido a los procesos cognitivos como al sustrato neuronal que soporta su correcto funcionamiento, entendiendo que, aún siendo una Tesis que se situaría dentro del ámbito de influencia de la Psicología Social, se requiere tener presente las estructuras cerebrales implicadas y que en último término estarían soportando los efectos encontrados en los sesgos valorativos. El tercer apartado se ha centrado en los procesos de formación de impresiones, teoría y recientes investigaciones, que derivarán de manera natural en los objetivos de investigación; es decir, en el análisis del efecto de la interacción entre la información verbal y no verbal en la valoración de la personalidad, teniendo en cuenta, además, las posibles implicaciones en diferentes tópicos y ámbitos de investigación, como la Teoría de la Gestión del Terror y los procesos judiciales, que serán tratados en los dos últimos apartados de la introducción, y desarrollados en mayor profundidad en los artículos correspondientes.

Con este objetivo, la primera fase del trabajo consistió en elaborar un paradigma que permitiera medir el efecto de la interacción entre la información verbal y no verbal sobre la valoración de la personalidad. Una vez preparado se puso a prueba para comprobar su sensibilidad en los dos primeros estudios de esta Tesis, donde se comprobó que el contexto verbal que rodea una expresión facial tiene efectos tanto en el posterior reconocimiento de la expresión emocional (experimento 1) como en la valoración de los rasgos de la personalidad, en concreto respecto a la sociabilidad (experimento 2). Una vez comprobada la sensibilidad del paradigma se aplicó a una muestra amplia de sujetos compuesta por 301 estudiantes (experimento 3). Los resultados evidenciaron un efecto significativo de la interacción entre los aspectos verbales y no verbales en la valoración de los rasgos de personalidad: la coherencia positiva entre la información verbal (información positiva) y no verbal (expresión de alegría) presentadas por separado en la fase de codificación y valoración respectivamente, generó una impresión más positiva en los rasgos de estabilidad emocional, amabilidad y sociabilidad.

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Los dos últimos trabajos (experimentos 4 y 5), indagaron sobre los efectos encontrados en el anterior experimento, pero en ámbitos como el de la Teoría de la Gestión del Terror y los procedimientos judiciales. En ambos estudios se evidenció un efecto importante del contexto verbal sobre la valoración de la personalidad en presencia de una expresión facial. Por un lado, se puso de manifiesto que la prominencia de mortalidad generaba un decremento en los valores de la personalidad percibida solo cuando venía asociada a un contexto verbal negativo (valoración más negativa de la estabilidad emocional y la responsabilidad); por otro lado, se evidenció que la información negativa que rodea el proceso judicial de un acusado daba lugar a una valoración más negativa de los rasgos referidos a la estabilidad emocional, responsabilidad y amabilidad, que en último término podría sesgar el procesamiento de la información vertida durante el juicio.

La presente Tesis ha puesto de manifiesto los siguiente puntos sobre los que se debería seguir profundizando: 1) el contexto verbal tiene un importante papel modulador en la valoración de la personalidad; 2) la congruencia entre la información verbal y no verbal, así como el momento de la codificación de la información, son dos variables a tener en cuenta en futuras investigaciones que indaguen sobre este tópico de investigación; 3) las implicaciones de estos resultados se centran en los sesgos valorativos encontrados, que podrían afectar en diferente grado a las interacciones sociales dentro de ámbitos tan sensibles como el judicial.

En el último apartado de esta Tesis se desarrollarán los aspectos más relevantes, que a modo de conclusiones e integración de los resultados obtenidos, permitirán una perspectiva más clara de las limitaciones y futuras líneas de investigación que se podrían emprender.

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DELIMITACIÓN TERMINOLÓGICA

Contexto. Este término, y dentro del tópico de la formación de impresiones, podría relacionarse con el concepto de conocimiento relacional (“Relational Knowledge”), que hace referencia a la influencia que un conocimiento, situacional o crónico, activado de manera previa a la valoración de un sujeto, tiene sobre dicha valoración (Andersen & Saribay, 2005). Contexto verbal /Contexto no verbal: el término lingüístico es utilizado de manera amplia sin una delimitación clara tanto en las teorías lingüísticas como en el habla cotidiana. Dentro del ámbito de la lingüística se considera una clara distinción entre el contexto verbal, relacionado con todos los elementos verbales que rodeaban a la palabra y el contexto extraverbal que se configuraba a partir de todas las circunstancias no lingüísticas que se podían conocer o percibir directamente. De esta forma se distinguían diferentes subtipos como el físico, empírico, natural, práctico, histórico o cultural. Sin embargo, en este trabajo la utilización del término “contexto verbal” deber entenderse como contraposición al término “contexto no verbal”; es decir, por un lado, el contexto como conjunto de información verbal que rodea el proceso valorativo (e.g., palabras, frases, relatos, etc.), y por otro lado el contexto como el conjunto de información no verbal que rodea dicho proceso (e.g., expresión facial, corporal, etc.). Formación de impresiones: proceso a través del cual se infieren características psicológicas en base a la conducta y atributos de una persona, lo que supone la organización de dichas inferencias. Teorías implícitas de la personalidad (TIP): esquemas que permiten al perceptor inferir una relación entre la conducta y los rasgos de la personalidad (Buss & Craik, 1983), así como entre los propios rasgos (Bruner & Tagiuri, 1954). Teoría de la gestión del terror (TGT): La Teoría de la Gestión del Terror (TGT; Greenberg, Pyszczynski, & Solomon, 1986) considera que toda conducta está motivada por el miedo que nos genera la idea de nuestra propia mortalidad, dando lugar a niveles altos de ansiedad en tanto esta idea es contraria al deseo de pervivencia que todo ser vivo tiene. La forma de reducir estos niveles de ansiedad se realiza a través de una serie de mecanismos cognitivos que permitirían “gestionar” el pensamiento y que se han denominado defensas proximales y distales. Esquemas mentales: unidades de conocimiento en general. Abstracción en el tiempo y el espacio de las características y propiedades de un objeto y de sus efectos (Smith & Zemin, 2004).

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ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………

1

1.1. El lenguaje en psicología social: “Contexto verbal”…………………………

2

1.2. La expresión facial de las emociones: “Contexto no verbal”………………

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1.3. La formación de impresiones………………………………………………...

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1.4. Implicaciones en la Teoría de la Gestión del Terror………………………….

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1.5. Implicaciones en el ámbito judicial…………………………………………..

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2. OBJETIVOS E HIPÓTESIS…………………………………………………………

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3. METODOLOGÍA…………………………………………………………………….

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3.1. Participantes………………………………………………………………….

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3.2. Instrumentos…………………………………………………………………

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3.3. Procedimiento………………………………………………………………..

30

3.4. Diseño, variables y análisis de datos…………………………………………

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4. ARTÍCULOS…………………………………………………………………………

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4.1. Artículo 1…………………………………………………………………….

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4.2. Artículo 2…………………………………………………………………….

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4.3. Artículo 3…………………………………………………………………….

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4.4. Artículo 4…………………………………………………………………….

79

4.5. Artículo 5…………………………………………………………………….

101

5. CONCLUSIONES……………………………………………………………………

121

6. REFERENCIAS………………………………………………………………………

125

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1. INTRODUCCIÓN El primer contacto con una persona tiene mayor importancia de la que generalmente se le atribuye. Esta primera interacción podría estar determinando el curso de la relación futura y los juicios que se realicen sobre la conducta de dicha persona, siendo por lo tanto un elemento de gran relevancia en cualquier proceso evaluativo dentro del ámbito social (Curhan & Pentland, 2007; Kimble et al., 2002). De manera intuitiva sabemos que es preferible generar una buena impresión en una entrevista de trabajo, y esto lo podemos conseguir facilitando información previa al entrevistador sobre nosotros en el Curriculum o mediante recomendaciones, y también a través de los aspectos no verbales, como la voz, la forma de vestir, el apretar con mayor o menor fuerza la mano al presentarnos, la mirada, la postura o la capacidad de expresar de manera adecuada las emociones. Todos estos elementos juntos y por separado podrían determinar el curso de la entrevista y la posibilidad o no de conseguir el trabajo o de llevar a buen término una negociación (Gordillo, López, Mestas, & Corbi, 2014).

Pero no solo respecto al ámbito laboral, en términos generales y en este sentido, la percepción social implica un proceso dinámico en el procesamiento de la información donde el emisor organiza los datos que quiere mostrar de sí mismo y el perceptor realiza inferencias sobre la actitud y los sentimientos que percibe, pudiéndose producir al mismo tiempo un condicionamiento en el comportamiento del emisor (Moya, 1994). Las inferencias que el perceptor realiza fundamentarían los juicios sobre los rasgos de personalidad, y para que este proceso sea posible el perceptor debe integrar la información sobre la situación y el comportamiento observado (Jones, 1990), sin que sea necesario el acceso a información consistente que garantice la veracidad de las inferencias, y pudiéndose producir con el mínimo de información disponible (Wood, 1993).

A la hora de forma impresiones, dos aspectos resultan fundamentales, el primero sería la información directa y disponible en esa primera interacción, como es el aspecto físico (Jones, 1990), el comportamiento y la personalidad que pueda inferirse de éstos, así como otros elementos relacionados con la comunicación no verbal. En segundo lugar, se encontraría la información que pudiera extraerse de estrategias cognitivas como los esquemas, los estereotipos, la memoria, junto a otros mecanismos que podrían estar modulando el desarrollo de la interacción social (Hancock & Dunham, 2001). Todos estos aspectos convierten el proceso de formación de impresiones en algo sumamente complejo que requiere un análisis asilado de sus elementos que permita una perspectiva 1

integradora. La presente Tesis se centrará en analizar el efecto sobre la valoración de la personalidad de los aspectos no verbales, en concreto la expresión facial de las emociones, en interacción con la información verbal referida al conocimiento previo que se tiene de la persona a evaluar.

1.1. El lenguaje en psicología social: “Contexto verbal” El lenguaje está presente en la mayoría de los procesos centrales de la psicología social como los estereotipos, los procesos de atribución o la percepción de personas (Holtgraves & Kashima, 2007). Si bien la percepción de los demás tiene una sólida base sensorial, el lenguaje jugaría un papel relevante en este proceso favoreciendo, por ejemplo, la activación de los estereotipos a través de etiquetas verbales que podrían llegar a mantener las diferencias culturales (Hoffman, Lau, & Johnson, 1986; Holtgraves & Kashima, 2007). También tendría un efecto importante en el procesamiento de las emociones, como ha sido planteado desde el enfoque constructivista de la emoción (Lindquist, Barrett, Bliss-Moreau, & Russell, 2006). Además, el lenguaje tiene la capacidad de crear y cambiar las dinámicas entre los grupos (Sutton, 2010), afectando su relación a través de las etiquetas que los definen, aun careciendo éstas de la objetividad suficiente. El lenguaje permite crear realidades que determinan la prominencia de determinados esquemas mentales que serán procesadores selectivos de la información. Por ejemplo, y mencionando una de las variables que serán tratadas en la presente Tesis, el término “muerte” puede desencadenar toda una serie de defensas cognitivas encaminadas a extraer dicha idea de la consciencia, que propiciarían sesgos cognitivos en el procesamiento de la información. La simple etiqueta verbal (e.g., judío, musulmán, cristiano) asociada a un grupo podría dar lugar a la activación del estereotipo y a la presencia de prejuicios y discriminación. Dentro de ámbitos como el judicial, el contexto generado mediante los denominados “Juicios paralelos” ha dado lugar a sesgos en el procesamiento de la información vertida en los juicios que en no pocas ocasiones habría facilitado veredictos erróneos. En definitiva, el lenguaje como contexto modulador en la formación de impresiones cobra especial relevancia, y desde esta perspectiva resultará de gran interés comprender cómo interacciona con los aspectos no verbales de la comunicación en la evaluación de los rasgos de personalidad.

El contexto juega un importante papel en los procesos de percepción emocional a través de la expresión facial. Tanto si se conforma mediante la descripción de situaciones sociales (Barrett, 2006), posturas corporales, voces, escenas (de Gelder et al., 2006), u otras expresiones faciales (Russell & Fehr, 1987), el contexto generado modularía en diferente grado cómo percibimos las emociones en los rostros de los demás. Sin embargo, el contexto no debe entenderse solo como aquellos factores 2

externos que rodean una expresión facial y que condicionan su percepción, también el lenguaje a través de las palabras podría considerarse un contexto interno que podría llegar a condicionar la interpretación de la expresión facial (Barrett, Lindquist, & Gendron, 2007). Por lo tanto y a partir de ahora, denominaremos a los estímulos verbales que participan en la interpretación de una expresión facial, contexto verbal. Habría que comenzar por considerar que el contexto generado a partir del lenguaje serviría para reducir la ambigüedad inherente de toda expresión facial emocional, hasta el punto de preguntarse si se puede hablar de emociones primarías sin considerar el contexto en el que se producen. En definitiva, se podría decir que la estructura facial de la cara es necesaria, pero quizá no suficiente para explicar en su totalidad la percepción emocional (Barrett et al., 2007). Recientes investigaciones muestran datos consistentes respecto a cómo las etiquetas verbales estarían determinando la discriminación de las emociones a través del rostro (Nook, Lindquist, & Zaki, 2015). Cabe decir en este primer acercamiento, que desde la Psicología social de la emoción se han puesto de manifiesto los procesos, determinantes y consecuencias derivadas de las emociones que se desarrollarían a través de la interacción con el lenguaje (Belli, 2009), y que serán expuestas en los siguientes apartados.

Enfoque constructivista de la emoción

Desde el enfoque constructivista de la emoción, el perceptor jugaría un papel activo en la construcción de la percepción que realiza del mundo, basado en sus motivaciones, expectativas y experiencias previas (Bruner, 1957; Bruner, Postman, & Rodrigues, 1951). Aplicada esta premisa a la percepción emocional, las personas utilizarían el conocimiento que tienen sobre las emociones para identificarlas en los demás. Cuando hablamos del conocimiento sobre las emociones, nos referimos al conocimiento sobre determinadas situaciones, sentimientos, expresiones faciales y acciones que suelen acompañar a las emociones (Barrett & Lindquist, 2008; Niedenthal, Winkielman, Mondillon, & Vermeulen, 2009). Las teorías constructivistas tienen su fundamentación teórica en autores tan relevantes como James (1890), Wundt (1897/1998), Duffy (1941), Shachter y Singer (1962) y Mandler (1990), que ya planteaban el importante papel que jugaría el contexto en la determinación de las emociones; sin embargo, no es hasta fechas recientes que se ha establecido de manera consistente este papel, y en concreto respecto al lenguaje.

Si bien podemos partir de la idea aceptada de que el cerebro está determinando la experiencia emocional, sin embargo, y hasta la fecha, no se sabe con claridad cómo el cerebro genera las emociones. Hasta hace poco se aceptaba que determinadas regiones o redes neuronales estaban 3

implicadas en la generación de una experiencia emocional, una noción de sentido común que relaciona determinadas experiencias emocionales con unas estructuras cerebrales concretas (Lindquist & Barrett, 2012). Este enfoque define las emociones como sucesos que tienen su origen en operaciones mentales que no son específicas del procesamiento afectivo (véase Barrett, 2006, 2009; Lindquist, 2013; Lindquist & Gendron, 2013). Es decir, las emociones humanas implicarían redes neuronales que no son específicas de la emoción. En este sentido, se ha comprobado que las redes neuronales que se activan durante la experiencia y percepción emocional, también lo hacen con una función afectiva, conceptual, sensorial y de control ejecutivo, en los juicios morales, la empatía, la memoria autobiográfica, incluso en la percepción visual (Lindquist & Barrett, 2012). Por lo tanto, bajo esta perspectiva la emoción experimentada y posteriormente expresada estaría condicionada por la información proveniente del cuerpo (Core Affect), las entradas sensoriales provenientes del exterior (Extereoceptive sensation), y la representación de experiencias pasadas que estarían sustentadas por el lenguaje (Conceptual knoweledge) (véase figura 1).

Figura 1. Modelo constructivista de la emoción. Adaptado de Lindquist, Wager, Bliss-Moreau, Kober y Barrtet (2012).

Desde este planteamiento las emociones surgirían cuando la persona le da significado a la información sensorial que proviene del exterior y del propio cuerpo utilizando el conocimiento que tiene y adquirió en experiencias anteriores (Barsalou, 2003). El cerebro realizaría una predicción inicial sobre el significado de los inputs sensoriales provenientes del contexto (Bar, 2007), y el posible error entre esta inicial predicción (top-down) y la actividad sensorial sería rápidamente minimizada para obtener una conciencia unificada entre todas las variables implicadas (Friston, 2010). A continuación, se pasará a describir con mayor detalle las variables que permitirían la conciencia unificada de las emociones según el enfoque constructivista. 4

Sensaciones estereoceptivas: derivadas de estímulos provenientes del exterior (e.g., escenas visuales, sonidos, etc.). Serían aquellas sensaciones que informan sobre el medio exterior y provenientes de los órganos de los sentidos.

Afecto central (Core affect): este concepto estaría referido a la interpretación que hace el sujeto de los inputs sensoriales del propio cuerpo, como las señales somáticas, viscerales vasculares y motoras, y referidas por su importancia en la explicación del proceso emocional por Williams James (1884), que podrían agruparse bajo el término arousal (Duffy, 1957; Mandler, 1975; 1990; Schachter & Singer 1962), o afecto (Harlow & Stagner 1932; Hunt, 1941; Wundt, 1897/1998), y que desde el enfoque constructivista pasa a denominarse “Core affect”, entendido como la representación mental de los cambios producidos en el propio cuerpo, que en algunas ocasiones pueden ser experimentados como sentimientos o adquirir un valor hedónico, agradable o desagradable, con determinados niveles de arousal.

Conocimiento conceptual: el proceso de conceptualización que permite integrar la información proveniente del exterior y la del interior del cuerpo para generar un momento psicológico significativo. Por lo tanto, las representaciones almacenadas de experiencias anteriores permitirían dar significado a las sensaciones del momento (Wilson-Mendenhall, Barrett, Simmons, & Barsalou, 2011).

Las categorías emocionales surgirían a partir de la integración de la información sensorial con los conocimientos (conceptos) adquiridos. Desde el enfoque constructivista, no se daría una relación biunívoca entre regiones cerebrales y funciones mentales, en tanto los episodios emocionales no se podrían reducir a procesos básicos porque surgen de la interacción de sistemas de dominio general (Barret, 2014). Por lo tanto, la actividad de cada región cerebral vendría marcada por la red neuronal a la que pertenece y no por la emoción concreta a la que da pie (Lindquist et al., 2012, citado en Gómez, 2014). Desde este punto de vista, el funcionamiento del cerebro se realizaría a través de redes cerebrales globales, que estarían muy distribuidas a lo largo del cerebro y funcionarían con un consumo energético elevado (Gómez, 2014). En definitiva y desde la perspectiva del construccionismo, el lenguaje tendría un importante papel en la percepción e interpretación de las emociones, en tanto activaría redes conceptuales que permitirían la conciencia unificada del momento.

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Sustrato neuronal

A través de técnicas de neuroimagen se ha podido constatar que el lenguaje participa en la conformación de la experiencia emocional (Lindquist, Satpute, & Gendron, 2015; véase figura 2). Cuando se experimenta una emoción se activan regiones límbicas y paralímbicas que correlacionan con la activación corporal, pero también se ha observado un incremento de la actividad en regiones de la corteza prefrontal lateral relacionadas con la recuperación semántica, y regiones prefrontales mediales relacionadas con la categorización de los estados corporales (Satpute, Shu, Weber, Roy, & Ochsner, 2013). De igual manera, el giro frontal inferior forma parte de la red neuronal implicada en la percepción de las emociones (Wager et al., 2008), estando implicado también en diferentes procesos cognitivos, entre ellos el lenguaje (Gitelman, Nobre, Sonty, Parrish, & Mesulam, 2005). De todos estos datos se puede concluir que regiones relacionadas con el lenguaje y la semántica también presentan incrementos significativos de la activación ante la emoción experimentada o percibida (Kober et al., 2008; Lindquist et al., 2012).

Diferentes estudios han evidenciado el fuerte impacto cognitivo y conductual que las palabras asociadas a conceptos emocionales tienen sobre la emoción experimentada y percibida (Brooks et al., 2016), siendo este efecto confirmado a partir de estudios que han utilizado técnicas de neuroimagen (e.g., Lieberman et al., 2007; Satpute et al. 2013). Un reciente metaanálisis a partir de 386 estudios de neuroimagen, ha determinado que cuando palabras referidas a conceptos emocionales estaban presentes se observaba una mayor frecuencia en la activación de las regiones relacionadas con el procesamiento semántico, pero cuando no estaban presentes se observaba una mayor activación de regiones como la amígdala y el giro hipocampal de manera bilateral. Según los autores, estos datos serían congruentes con el enfoque constructivista, en tanto en ausencia de conceptos que etiqueten la emoción, el significado de las emociones experimentadas y percibidas sería ambiguo, además de ser consistente con el papel del lenguaje en los procesos de regulación emocional (Brooks et al., 2016).

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Figura 2. La superposición entre las regiones cerebrales implicadas en el procesamiento emocional y semántico: Naranja: emociones discretas; Azul: procesamiento de texto; Morado: regiones donde se superponen. Extraído de Lindquist et al. (2015).

El lenguaje en investigación: “Contexto verbal”

El lenguaje ha sido utilizado como instrumento y objetivo de investigación. Dentro de diferentes paradigmas se ha operativizado en forma de etiquetas verbales o instrucciones, con la intención de analizar el posible sesgo en el procesamiento de la información que se produciría en tareas de percepción, reconocimiento o discriminación de expresiones faciales (Wieser & Brosch, 2012). De los diferentes trabajos que han utilizado este paradigma se puede extraer que la verbalización de palabras afecta a la capacidad de realizar juicios perceptuales correctos sobre rostros, porque estaría interfiriendo con el acceso al lenguaje necesario para la realización de juicios (Roberson & Davidoff, 2000). En términos generales, y en congruencia con el enfoque constructivista de la emoción, el lenguaje estaría afectando la percepción emocional guiando de manera activa el proceso perceptivo de la información proveniente de la estructura de la cara (Barrett, Lindquist, & Gendron, 2007).

Otra forma de estudiar la influencia del lenguaje en los procesos perceptivos relacionados con la expresión facial, sería utilizar las descripciones verbales de los eventos que provocan la emoción como indicadores situacionales, lo que daría lugar a un incremento en el reconocimiento de las emociones a través del rostro (Trope, 1986), de igual manera y con técnicas de neuroimagen, se ha constatado un procesamiento neuronal dependiente del contexto verbal en el reconocimiento de emociones a través del rostro (Kim et al., 2004). Todos estos datos permiten concluir que el efecto modulador del lenguaje sobre la percepción de información proveniente del rostro, sería tanto más fuerte cuanto mayor sea la ambigüedad del rostro que expresa la emoción (Wieser & Brosch, 2012).

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Aceptando que en investigación y en términos de control de laboratorio, se requiere el análisis de las expresiones faciales con una delimitación muy clara del contexto que las rodea, mediante escenas visuales, olores, sonidos, otras caras, o el lenguaje como se ha mencionado con anterioridad; lo cierto es que en la vida cotidiana de las personas, sus expresiones faciales se sumergen en un continuo de contextos variados que en muchas ocasiones alejan los resultados experimentales de su utilidad práctica. Respecto al contexto verbal, se han utilizado etiquetas verbales o situaciones sociales, pero también se puede y debe entender este contexto como la experiencia previa y la información que se tiene de la persona que emite la expresión facial (véase Andersen & Saribay, 2005; Barrett et al., 2007, 2011; Hassin, Aviecer, & Bentin, 2013). El paradigma utilizado en algunos de estos estudios consistía en presentar expresiones ambiguas precedidas por frases que podían generar un contexto positivo o negativo, demostrando que se producía una activación diferencial del cerebro dependiente del contexto previo (mayor activación de la amígdala ante un contexto negativo) (e.g., Kim et al., 2004; Schwarz et al., 2013).

En definitiva, hay suficientes estudios que demuestran que la información verbal afecta a la percepción de la expresión facial, pero también algunos que mediante este tipo de paradigmas han manipulado el componente social de la información utilizada como variable independiente. Este es el caso del trabajo de Xu, Li, Diao, Fan y Yang (2016), en el que se manipuló la valencia y la condición social de la información, por ejemplo, una proposición neutral social sería “mandar un mensaje a un amigo”, mientras que una proposición neutral no social sería: “beber un vaso de agua”. Bajo estas condiciones experimentales los autores encontraron que la información utilizada para generar un contexto influía tanto en la percepción de las caras como en la atención selectiva, y que estos efectos eran modulados por la interacción entre la valencia y el contenido social de dicha información. Estos datos advierten de que la complejidad de la información contextual genera efectos mensurables sobre la percepción de la expresión facial.

1.2. La expresión facial de las emociones: “Contexto no verbal” La expresión facial de las emociones es una parte fundamental para la correcta interacción social (Ekman & Oster, 1979). Su carácter adaptativo la convierte en unos de los primeros estímulos que los recién nacidos son capaces de discriminar con facilidad al atraer de manera automática su atención. Se convierte así en unos de los sistemas fundamentales que permiten a los seres humanos informar a los de su misma especie sobre lo que les está sucediendo (Darwin, 1872). Los datos obtenidos en diferentes investigaciones permitirían sustentar la existencia de un número limitado de 8

emociones básicas, innatas y universales (véanse Johnson, 2011; Sharriff & Tracey, 2011); sin embargo, también hay que incluir en este proceso el efecto que el contexto podría ejercer sobre la percepción e interpretación de la expresión facial (véase Fernández-Dols & Carroll, 1996). En este sentido, la expresión facial se consideraría una señal de comunicación dinámica, que no siempre tiene significado por sí misma (Shen-Mou & Lee-Xieng, 2013), si no es asociada a un contexto que podría afectar a su percepción (Wieser & Brosch, 2012). Dentro del modelo constructivista (Barrett & Kensinger, 2010), se considera que este contexto incrementa el acceso al conocimiento conceptual y afecta a los juicios realizados sobre la emoción expresada, incluso en mayor grado que los propios movimientos musculares de la cara.

La perspectiva situacionista en el estudio de la expresión facial, considera que los gestos faciales son parte de un acto social que sirve de estímulo a los actos de otros individuos y su significado se integra en ese proceso social. Por lo tanto, el análisis de los gestos faciales solo se podría hacer analizando las expresiones faciales como un elemento más del proceso interactivo donde se produce. En este sentido, las emociones serían una variable importante, pero no la única, ni necesaria ni suficiente, para explicar la conducta facial (Fernández-Dols, 1999). De esta forma, este autor establece una serie de premisas que permiten un acercamiento a la emoción y el comportamiento social: a) describir la situación donde se produce la emoción y el comportamiento social (contexto); b) Análisis del error atribucional que lleva a agrupar juntos diferentes movimientos faciales como una representación ideal, no realista, de una determinada expresión emocional (imagen estática); c) Necesidad de desarrollar modelos más ecológicos, donde la expresión facial sea analizada como resultado de un sistema de tensión de fuerzas situacionales y afectivas.

Bajo esta perspectiva, se entiende la expresión facial como un fenómeno complejo, resultado de un conjunto de factores que interaccionan en una situación determinada, de esta forma la emoción como tal, requiere su conversión en un elemento más en la situación de análisis donde se produce la expresión facial (Gacitúa, 2007). El modelo teórico más adecuado para integrar este planteamiento es el de construccionismo psicológico de Russel (2003), como ya se mencionó en el apartado anterior, y su concepto de “afecto central”, entendido como un proceso no cognitivo, difuso y constante, que colorea el flujo de conciencia. Sería como la temperatura corporal que siempre está presente pero solo en contadas ocasiones adquiere saliencia y un significado especial, de forma que cuando se atiende a ese cambio se adquiere una cualidad afectiva de la situación, que sería consciente y sujeta a procesos de categorización (Russel, 2003). Se puede entender como un sentimiento primitivo de placer/displacer, tensión/relajación que puede o no dar lugar a un episodio emocional. 9

Desde la perspectiva clásica se mantiene una activación automática de los componentes emocionales ante la presencia de un estímulo desencadenante, donde las categorías emocionales verbales se situarían en un lugar intermedio, ayudando a la categorización de la experiencia y pudiendo ser consideradas como constructos psicológicos y/o neurales, incluso universales (Gacitúa, 2007). Por otro lado, desde la perspectiva de la base emocional que promueve el concepto de afecto central, en una primera instancia aparecen manifestaciones (activación) que no tienen que corresponderse con una categoría emocional determinada ni asociada a un estímulo desencadenante. A partir de aquí se iniciarían procesos de atribución y regulación dando lugar a los procesos metaemocionales que podrían concluir en una categorización verbal. Desde la perspectiva del perceptor, este también puede atribuir a lo percibido una etiqueta, coincidente o no con la atribuida por el emisor. En cualquier caso, estas etiquetas verbales (contexto verbal) dependerán del lenguaje y de las categorías comunes que tengan emisor y perceptor. La universalidad de las emociones y su carácter innato debería verse sustentado por un desarrollo del sustrato neuronal que permita la diferenciación e integración de la información a través de diferentes estructuras. Gracias a las técnicas de neuroimagen este basamento neuronal está empezando a conocerse, y se está empezando a comprobar la implicación tanto de estructuras corticales como subcorticales en el procesamiento de los rostros (Said, Haxby, & Todorov, 2011). Esto nos permitiría predecir las consecuencias funcionales del deterioro de determinadas estructuras cerebrales, relacionadas con la percepción de la expresión facial en diferentes enfermedades neurológicas.

Sustrato neuronal

Según el Modelo de la Distribución Neural para la Percepción de Rostros (Haxby, Hoffman, & Gobbini, 2000; Haxby & Gobbini, 2010), diferentes áreas serían las encargadas de analizar los elementos invariables y cambiantes de la cara. En este modelo el Giro Fusiforme (FG) sería el área cerebral más relevante en el análisis de los aspectos invariables, como la identidad y el género, mientras que el Surco Temporal Superior (STS) sería el área con mayor participación en el análisis de los aspectos cambiantes de la cara, como la mirada o la expresión emocional (Hoffman & Haxby, 2000). Estas áreas, junto a las regiones occipitales visuales de las que reciben señales, conformarían la red neuronal central encargada del procesamiento de la expresión facial (Wegrzyn et al., 2015).

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Sin embargo, recientes investigaciones ponen en tela de juicio la centralidad del STS en la percepción facial, y se proponen regiones del lóbulo temporal anterior como estructuras relevantes en este proceso (Pyles, Verstynen, Shneier, & Tarr, 2013), que actuarían como interface entre la percepción facial y la memoria facial, relacionando la representación perceptual de la identidad del individuo con el conocimiento semántico de dicha persona en concreto (Collins & Olson, 2014). Junto a todas estas áreas, otras, como la amígdala y la ínsula, participarían en análisis más específicos y relacionados con los aspectos emocionales del rostro (Haxby et al., 2000; Hoffman & Haxby, 2000). Respecto a la percepción de la expresión emocional se coordinarían regiones relacionadas con el análisis visual de la expresión y regiones que representan y producen emociones (Broche & Herrera, 2011).

Comparando las siete regiones que según la literatura científica estarían más relacionadas con la percepción de la expresión facial, se ha podido establecer su grado de participación en relación a su nivel de activación (Wegrzyn et al., 2015): 1) Giro fusiforme, 2) Surco temporal superior, 3) Córtex temporal anterior, 4) Ínsula, 5) Surco intraparietal, 6) Giro occipital inferior y 7) Amígdala. La integración e interconexión de todas estas estructuras es posible gracias a la sustancia blanca, formada por haces de fibras mielinizadas que trasmiten información entre ambos hemisferios, dentro de cada uno de ellos, así como en el bulbo raquídeo y el cerebelo (Davies-Thompson & Andrews, 2012; Guinéa-Hidalgo & Tirapu-Ustárroz, 2011). La funcionalidad de estas importantes vías de comunicación está relacionada con la velocidad y la conectividad, procesos imprescindibles para la eficacia del cerebro (Tirapu-Ustárroz, Luna-Lario, Hernáez-Goñi, & García-Suescun, 2011), y que determinarán, con el desarrollo normal de las estructuras cerebrales, la correcta comunicación entre las diferentes regiones implicadas en la percepción de caras; es decir, la corteza temporo-occipital, orbito-frontal y parietal derecha, amígdala y ganglios basales (Adolphs, 2000, 2001) (véase figura 3).

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Figura 3. Esquema de las principales áreas cerebrales implicadas en la percepción facial según el modelo de Haxby, Hoffman y Gobbini, (2000), y representación (derecha) de la fuerza de las conexiones entre las estructuras del sistema central y algunas de las regiones más relevantes del sistema extendido (Gschwind, Pourtois, Schwartz, Van De Ville, & Vuilleumier, 2012): Giro fusiforme (FG); Surco temporal superior (STS); Amígdala (AMG); Áreas visuales tempranas (CAL); Surco intraparietal (IPS); Córtex temporal anterior (ATC); Área occipital de la cara (OFA).

Todas estas regiones estarían implicadas en el procesamiento de las expresiones faciales, tanto en los aspectos dinámicos como invariantes conformando un sistema donde se integraría tanto la información del emisor como la del perceptor de la información expresada a través del rostro. Cada una de estas regiones estaría especializada en procesar determinados aspectos contextuales, siendo de especial relevancia para esta investigación cómo se relacionan los aspectos verbales y no verbales desde el punto de vista de quien percibe la información. En el esquema modificado del modelo de distribución neural para el procesamiento de caras (Haxby et al., 2000), realizado por Wieser y Brosch, (2012), se puede comprobar que dentro de los sistemas encargados del procesamiento de los aspectos emocionales del rostro convergen los aspectos relacionados con la información contextual externa que rodea a la expresión facial (escenas visuales, etiquetas verbales), la información proveniente del emisor, junto a la del perceptor y la referida al aprendizaje afectivo. El contexto generado a partir de información verbal, por lo tanto, y según este modelo, tendría una importante influencia en la percepción de la información emocional emitida por un rostro.

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1.3. La formación de impresiones En sus inicios la Psicología Social se centró en el estudio de la influencia de los factores socioculturales en la conducta, derivando su desarrollo histórico en dos vertientes, como son la cognición social y la neurociencia cognitiva. La cognición social trata de comprender y explicar cómo los pensamientos, sentimientos y la conducta son influidos por la presencia, real o imaginada, de los demás (Singer, Wolpert, & Frith, 2004). Los temas más relevantes de la cognición social son la formación y cambio de actitudes; los procesos de atribución e inferencia causal a partir de la conducta; la percepción social, donde se incluye la formación de impresiones, los esquemas y estereotipos; la teoría de la mente (ToM); los prejuicios y discriminaciones; el autoconcepto; la autorregulación, y la influencia de los estados emocionales y motivacionales sobre la cognición y la conducta (McGovern, 2007; Pennington, 2000). Por otro lado, la neurociencia cognitiva resultó de la conjunción entre las neurociencias y las ciencias cognitivas; éstas últimas aportan los métodos de estudio conductual para esclarecer los mecanismos que subyacen a los procesos cognitivos, mientras que la neurociencia indaga sobre el mismo objetivo pero con métodos neurofisiológicos y neuroanatómicos (GrandeGarcía, 2009), incluyendo en los últimos años técnicas de neuroimagen que junto a los métodos anteriores, permiten una perspectiva precisa y a diferentes niveles en la comprensión de los procesos cognitivos. Si bien esta Tesis Doctoral utiliza una metodología congruente con los métodos utilizados en cognición social, basa en gran parte su marco teórico en las aportaciones que dentro de la neurociencia cognitiva se está haciendo, en concreto, respecto a la formación de impresiones.

En los primeros trabajos de Thorndike (1920) ya se mencionaba que la evaluación social podría ser influenciada por una marcada tendencia a pensar en la persona como buena o inferior y a impregnar los juicios posteriores por este sentimiento general. Una de las primeras referencias a la formación de impresiones se encuentra dentro del libro de Allport (1924) bajo el título “Reactions to persons as stimuli.”, donde se comenzaba a atisbar la necesidad de estudiar a las personas como “estímulos”, a partir de los cuales se realizarían inferencias con un alto valor adaptativo. Solamente hay tres artículos relacionados con la formación de impresiones que hayan recibido más de 50 citas (PsycINFO) antes de 1950 (Uleman & Kressel, 2013). Uno de ellos es el de Thorndike y Stein (1937) donde se plantea la existencia de tres tipos de inteligencia: abstracta, mecánica y social, siendo esta última la que se definió como “la capacidad de comprender y manejar a las personas”. Este tipo de inteligencia, según los autores, correlaciona de manera muy pobre con las demás. Ésta quizá fuera la primera aproximación seria al concepto de formación de impresiones, si bien lo más que se pudo extraer con cierto consenso es que las personas diferían en su capacidad para percibir a los demás con 13

precisión. Otro de los autores que tuvo relevancia en este campo fue Heider (1944, 1958), que basándose en los principios perceptuales de la Gestalt desarrolló algunas de las ideas centrales de su teoría atribucional.

El último de estos tres artículos anteriores a 1950 es el de Asch (1946), que se sitúa en la primera de las etapas en las que ya, de manera formal, se empezó a estudiar el fenómeno de la formación de impresiones. Cabe destacar en estos inicios que las aportaciones de Asch (1946) supusieron una ruptura con el planteamiento anterior, que focalizaba su atención sobre la exactitud en la formación de impresiones, mientras este autor se interesó por el proceso mediante el cual se forman las impresiones. Por otra parte, la corriente “New Look” introdujo a la ecuación las motivaciones y experiencias de los perceptores, entendiendo la percepción como un proceso selectivo, dinámico y funcional, donde la percepción suponía formular hipótesis y tomar decisiones. De este primer acercamiento formal, surgieron las principales vías por donde transcurrirían los estudios sobre percepción de personas: a) el perceptor como lector de emociones; b) el perceptor como juez de la personalidad; c) el perceptor como integrador de la información; d) el perceptor como atribuidor causal; e) el perceptor como actor motivado.

Parece no ser una coincidencia que el inicio del estudio de la personalidad en términos mensurables (Likert, 1932; Thurstone, 1928) precediera a la investigación de la formación de impresiones. De hecho, los inicios de los estudios en formación de impresiones se sitúan entre los estudios de personalidad y los de psicología social (Uleman & Kresell, 2013; Uleman & Saribay, 2012). En el estudio de la formación de impresiones se pueden distinguir tres etapas (Hamilton, Katz & Leirer, 1980). Una primera que se inició con los trabajos de Asch (1946) y se prolongó hasta finales de los años cincuenta, y donde se estudió el efecto que la preactivación de determinadas características podrían tener sobre la impresión que se forma el sujeto; aspectos tales como el orden de presentación, el procesamiento inconsciente, y el uso de la información que podría resultar contradictoria para la impresión que se estaba formando. Pero no fue hasta la década de los sesenta cuando Anderson (1962) propuso un nuevo enfoque basado en modelos algebraicos de la integración de la información en la configuración de una impresión (Weinberger, Berger, & Hanna, 2004). La tercera etapa iniciada a principios de los ochenta supuso una vuelta al estudio de los procesos cognitivos que subyacen a la formación de impresiones (e.g., Brewer, 1988; Hastie & Carlston, 1981; Ostrom, Lingle, Pryor, & Geva, 1980), pero sin basarse tanto en el análisis de la conducta, como se hizo en el primer periodo, sino más centrados en enfoques característicos de la Psicología Cognitiva (memoria, tiempo de respuesta, etc.) (véase figura 4). 14

Figura 4. Desarrollo histórico en la comprensión de la formación de impresiones.

En el marco actual de estudio se entienden dos dimensiones diferenciadas en el estudios de la formación de impresiones (Cuddy, Fiske, & Glick, 2008), y que han recibido diferentes nombres dependiendo del autor que lo proponía (communion vs. agency; warmth vs. competence; expresiveness vs. instrumentality; social desirability vs. social utility); sin embargo, con independencia del término utilizado, delimitan dos aspectos fundamentales respecto a la formación de impresiones, que son, por un lado el componente emocional que incluiría aspectos positivos y negativos, otros referidos a la cordialidad, amabilidad, honestidad y la bondad del sujeto, y un componente intelectual, donde se incluirían los aspectos relacionados con la competencia, asertividad, ambición e inteligencia (García, 2012). Una de las claves fundamentales para entender la formación de impresiones es el comprender cómo el “hardware de nuestro cerebro social” es capaz de procesar la complejidad de los estados mentales de los demás y conseguir realizar inferencias. Esto nos lleva a intentar comprender qué estructuras estarían relacionadas con las dimensiones antes planteadas. Recientes investigaciones con técnicas de neuroimagen establecen tres dimensiones, que darían mayor precisión a la bidimensionalidad (emocional, intelectual) aceptada hasta el momento. Estas dimensiones tendrían además su correlato neuroanatómico. Estas dimensiones serían: racionalidad, impacto social y valencia (Tamir, Thornton, Contreras, & Mitchell, 2016), y estarían relacionadas con las capacidades a la hora de comprender los estados mentales de los demás, y por lo tanto en estrecha relación con la capacidad, a partir de este proceso, de formar impresiones.

Respecto a la dimensión de racionalidad, se asocia a la capacidad que tienen las personas para saber que están experimentando un estado racional; es decir, entre otras cosas, nos permite saber en qué grado una persona es responsable de sus acciones, condicionando las decisiones que tomemos al 15

respecto. La dimensión de impacto social combina dos conceptos, el de activación (arousal) y el de socialidad; en el sentido de la intensidad y direccionalidad del estado mental que se percibe, por ejemplo, la ira puede generar malestar a la persona que la padece, pero solo será relevante para el observador si dicha ira está dirigida al exterior (social) y no a la propia persona que la padece. Por otro lado, por ejemplo, la envidia será relevante para el observador dependiendo de su nivel de intensidad (Tamir et al., 2016), y la última dimensión, la valencia, referida al componente positivo o negativo del estado mental inferido.

¿Qué es la formación de impresiones?

Una vez establecido el contexto histórico se puede definir el concepto: la formación de impresiones es el proceso mediante el que se infieren características psicológicas a partir de la conducta o de otros atributos que son observados en la persona, de forma que se organizan estas inferencias en una impresión coherente. Las primeras investigaciones sobre formación de impresiones entendían el proceso como innato y previo a la interacción social. Se contemplaba la formación de una impresión en base a la información extraída de los estímulos recibidos, sin considerar las limitaciones en la capacidad cognitiva del perceptor (Asch, 1946). Se planteaba que el perceptor iba integrando toda la información extraída, que almacenaba en un compartimento mental conforme progresaba la interacción con el sujeto percibido. Posteriores investigaciones ya aportaron evidencias sobre la importancia de la información previa a la formación de impresiones (esquemas mentales: estereotipos, prejuicios, prototipos), dando relevancia a factores como el orden de presentación, la memoria, las características de los estímulos y los esquemas del perceptor (García, 2012).

La formación de impresiones permite combinar información sobre otras personas, a veces incompleta, y generar opiniones globales de sus procesos cognitivos, emocionales y conductuales, con la finalidad de conocer, controlar y predecir el comportamiento de aquellos que se encuentran en nuestro entorno social (Estrada, Oyarzún, & Yzerbyt, 2007). Esto es posible a partir de teorías implícitas basadas en conocimientos generales sobre cómo creemos que son las personas (Bruner & Taiguri, 1954; Schneider, 1973; Schneider, Hastorf, & Ellsworth, 1979). En las últimas décadas, diferentes estudios han evidenciado que somos capaces de hacer juicios muy precisos sobre la personalidad, orientación sexual y capacidades de otras personas a partir de interacciones mínimas, rápidas y automáticas (Ambady, Bernieri, & Richeson, 2000; Albright, Kenny, & Malloy, 1988; Bond, Berry, & Omar, 1994); incluso con la simple exposición a expresiones faciales estáticas (Berry, 1990), donde la estructura facial jugaría un papel determinante (Hehman, Leiter, Deegan, & Gaertner, 16

2013). Este conocimiento previo a la valoración (conocimiento relacional) tiene un efecto significativo sobre la formación de impresiones (véase Andersen, & Saribay, 2005); incluso a niveles inconscientes (Glassman & Andersen, 1999).

Las personas serían capaces de realizar inferencias sobre la personalidad a partir de 100 ms de exposición a un “contexto no verbal” como son las expresiones faciales (Willis & Todorov, 2006), incluso las inferencias sobre la competencia de un político se realizan con un solo segundo de exposición de la cara del candidato, llegando a ser un buen predictor del resultado de las elecciones (Todorov, Mandisodza, Goren, & Hall, 2005). La fisionomía del rostro afecta a las inferencias realizadas sobre la personalidad, al mismo tiempo que el conocimiento sobre la personalidad de las personas afecta a la percepción de sus caras (Hassin & Trope 2000). El efecto de la fisionomía se ha explicado a partir de los estereotipos, en tanto caras con rostros, por ejemplo africanos, activarían las teorías implícitas que el sujeto tiene sobre dicha cultura (Eberhardt, Goff, Purdie, & Davies, 2004). La formación de impresiones a través de la categorización social se realiza tanto a partir de expresiones emocionales estáticas como dinámicas (e.g., Huart, Corneille, & Becquart, 2005; Hugenberg & Bodenhausen, 2003).

Por otro lado, la presentación de palabras descriptoras de las personas (prime) de manera previa a la presentación de la imagen de un sujeto tiene un efecto significativo sobre la posterior valoración de dicho sujeto (target) (Bargh, 2006). La formación de impresiones también puede verse afectada por aspectos más generales, como los estereotipos (Ramos, García-Marqués, Hamilton, Ferreira, & Van Acker, 2012; Sandal, Bye, & Pallesen, 2012), la cultura (Krys, Hansens, Xing, Szarota, & Yang, 2013; Lieberman, Jarcho, & Obayashi, 2005), y las emociones (Hareli & Weiner, 2002).

Las inferencias que realizamos sobre los demás proceden de las relaciones sociales, donde la información verbal (qué sabemos de su vida) y no verbal (qué emoción expresa) que rodea a las personas están en continua interacción (véase Scherer, Scherer, Hall, & Rosenthal, 1977). Esta interacción resulta modulada por diferentes variables, como la coherencia entre la información verbal y no verbal, que tiene efectos facilitadores sobre el reconocimiento emocional en niños de tres meses de edad (Walker-Andrews, 2008). De igual manera y en adultos, aquellas emociones que son bien reconocidas a través de un canal de comunicación (e.g., la cara) se vuelven difíciles de interpretar cuando se incluye otro canal con información incoherente (e.g., el cuerpo) (Aviezer et al., 2008; Van den Stock et al., 2008). Respecto a la formación de impresiones, la coherencia entre la información verbal y no verbal mejora la impresión generada sobre la simpatía de la persona evaluada (Weisbuch, 17

Ambady, Clarke, & Achor, 2010), mientras que la incoherencia genera impresiones de falsedad (Argyle, Alkema, & Gilmour, 1971; Heinrich & Borkenau, 1998). Además, se ha mostrado relevante y beneficiosa en ámbitos como la negociación (Kulik, Olekalns, & Swain, 2014) o la psicoterapia, donde la utilización de manera simultánea y coherente de señales de confirmación verbales y no verbales contribuyó a una mejor percepción de la alianza y empatía entre médico y paciente (Battles & Berman, 2012). En términos generales se puede decir que las personas que muestran coherencia generan impresiones positivas y las que muestran incoherencia generan impresiones negativas (Weisbuch et al., 2010).

Otra variable a tener en cuenta es el momento en el que se codifica la información verbal y no verbal referida a un sujeto. Si dicha información se codifica al mismo tiempo y de manera previa a la realización de las inferencias sobre su personalidad, podría darse un proceso de interferencia del contenido no verbal sobre la codificación de la información verbal, de forma que se reduzca o anule el efecto conjunto sobre la inferencia realizada. Esto se hace aún más evidente respecto a la expresión facial emocional por su elevada capacidad para captar los procesos atencionales y que ha sido ampliamente comprobado en diferentes tipos de tareas (e.g., Fenske & Eastwood, 2003; Fox, Russo, Bowles, & Dutton, 2001; Lamy, Amunts, & Bar-Haim, 2008; Mogg & Bradley, 1999; Ohman, Lundqvist, & Esteves, 2001; Stein, Zwickel, Ritter, Kitzmantel, & Schneider, 2009). Incluso cuando la expresión facial emocional es irrelevante para la tarea que se realiza, consumirá recursos atencionales para su análisis, sustrayéndolos de la tarea principal (Hodsoll, Viding, & Lavie, 2011). Por último, también hay que tener en cuenta el estado afectivo del perceptor derivado de la información suministrada, en tanto podría afectar a procesos psicológicos como la atención (Reeck, 2015), la percepción (Niedenthal & Setterlund, 1994), la memoria (Labar & Cabeza, 2006) y la toma de decisiones (Lerner, Li, Valdesolo, & Kassam, 2015), que tendrían la capacidad de modular de manera no controlada los efectos sobre la formación de impresiones.

Sustrato neuronal

Si bien la explicación de la formación de impresiones se ha realizado desde enfoques que tenían presente los rasgos (Asch, 1946), la personalidad implícita (Rosenberg & Sedlak, 1972), los esquemas sociales (Delia & Crockett, 1973), los prototipos (Cantor & Mischel, 1979) o los estereotipos (Hamilton & Sherman, 1989), desde la neurociencia cognitiva se introduce la “perspectiva neuronal”, donde se tienen en cuenta la participación de diferentes procesos psicológicos como ejes centrales en la explicación de la formación de impresiones, con sus correspondientes estructuras cerebrales de 18

soporte: la percepción visual (Schoenfeld et al., 2003; Treisman & Gelade, 1980), la adquisición del lenguaje (Kuhl, 2004; Saffran, Aslin, & Newport, 1996), la comprensión lectora (Martín-Loeches, Casado, Hernández-Tamames, & Álvarez-Linera, 2008) o la formación de la memoria (Wang & Morris, 2010).

Muchas son las regiones que contribuyen a la formación de impresiones; sin embargo, la que parece tener una mayor contribución es la región dorsal del córtex prefrontal medial (dmPFC) (Denny, Kober, Wager, & Ochsner, 2012; Mitchell, 2009; van Overwalle, 2009; Wagner, Haxby, & Heatherton, 2012). Otras regiones como la unión temporo-parietal (TPJ), la amígdala, el córtex cingulado posterior (PCC), el giro frontal inferior (IFG) y el surco temporal superior (Cloutier, Gabrieli, O'Young, & Ambady, 2011; Freeman, Schiller, Rule, & Ambady, 2010; Ma et al., 2011; Mende-Siedlecki, Cai, & Todorov, 2013; Mitchell, Macrae, & Banaji, 2005; Schiller, Freeman, Mitchell, Uleman, & Phelps, 2009). A pesar de conocer las estructuras neuronales que participan en la formación de impresiones, todavía se está lejos de comprender cuáles son las estrategias utilizadas para crear representaciones coherentes de informaciones tan diversas (Ames & Fiske, 2013).

En este sentido, ya se ha mencionado anteriormente en trabajo de Tamir et al. (2016), donde utilizando análisis de patrones multivóxel (MVPA) se propone la existencia de tres dimensiones para explicar cómo las personas procesan los estados mentales de los demás: Racionalidad, Impacto social y Valencia (véase figura 5). Dichos autores analizaron la distribución neuronal de estas dimensiones y concluyeron que respecto a la racionalidad estarían implicadas la corteza prefrontal dorsolateral (CPDL), corteza prefrontal ventral lateral (CPVL), corteza prefrontal dorsal medial (CPDM), corteza orbitofrontal lateral (COF) y el lóbulo temporal anterior (LTA); respecto a la dimensión impacto social: CPDL, CPVL, CPDM, corteza prefrontal ventral medial (CPVM), córtex cingulado anterior (CCA), córtex cingulado posterior (CCP), precuneus, uniones temporoparietales (UTP), a través de la región posterior del surco temporal superior (pSTS) y del LTA. Por último y referido a la dimensión valencia: CPDL, CPVL, UTP.

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Figura 5. Sustrato neuronal de las dimensiones relacionadas con el procesamiento de los estados mentales de los demás. Extraído de Tamir et al. (2016).

Este estudio plantea la posibilidad de que la información sea codificada mediante patrones de activación dentro de regiones cerebrales concretas, y no a través de diferentes regiones. En este sentido, se pudo comprobar que dos regiones como son la corteza prefrontal dorsal medial y las uniones temporo parietales subyacen en varias de las dimensiones. La convergencia de diferentes dimensiones en estas estructuras podría estar reflejando su centralidad en el proceso. Bajo esta perspectiva, variables como los aspectos no verbales participarían en la composición de la dimensión de Valencia, mientras que el componente verbal, referido a la información que de manera previa tenemos sobre la persona percibida, contribuiría como material necesario para el proceso atribucional. Por último y referido a aspectos que se tocaran en esta Tesis, como es la prominencia de mortalidad, o la presencia en nuestra mente de la idea de muerte, cabe pensar que genere un alto impacto social y sea ésta la dimensión que en mayor grado se involucra en su interpretación.

La integración de la información: Enfoques teóricos

Tal y como se ha mencionado en apartados anteriores, la formación de impresiones supone la capacidad de integrar la información que se obtiene de otras personas en las categorías que se establecieron en interacciones sociales anteriores (Fiske & Neuberg, 1990). Esto resulta de gran importancia, porque la forma en la que se organice la información sobre los demás determinaría en cierto grado las decisiones que se tomen y la actitud que se tenga sobre dicha persona (Ostrom, Pryor, & Simpson, 1981).

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Modelos que explicaban el contenido de las primeras impresiones

Modelo de los rasgos centrales (Asch, 1946). Este autor fue pionero en el estudio de la formación de impresiones. Sus trabajos estuvieron basados en la premisa Gestáltica de que “el todo es más que la suma de las partes”. De esta forma consideraba que la información que tenemos sobre otra persona se organiza como un todo, dando lugar a una impresión dinámica, que difícilmente se puede predecir a partir de los elementos que la conforman de manera aislada. Asch (1952) formuló una serie de principios que son (Arias, 2006): 1) Se produce un esfuerzo por formarse una impresión de los demás, y se tiende a completar la escasa información percibiendo a la persona como una unidad; 2) Las mismas cualidades podrían producir impresiones diferentes; 3) Las impresiones tienen una estructura donde hay cualidades centrales y periféricas. Los rasgos centrales servirían como aglutinadores de las impresiones; 4) Cada rasgo tiene la propiedad de una parte dentro de un todo. Introducir u omitir uno de los rasgos alteraría la impresión global. A partir del trabajo de Asch (1952) se iniciaron dos vías de investigación, por un lado, el estudio de la forma en la que la información es procesada y combinada, y la segunda referida a la relación entre los rasgos estímulos y los rasgos respuesta, es decir, si se puede saber la impresión que se formará un perceptor a partir de un determinado conjunto de rasgos-estímulo. Esto dio lugar a las denominadas Teorías Implícitas de la Personalidad.

Modelo de suma (Bruner & Tagiuri, 1954). Este modelo planteaba que la impresión general formada sobre una persona no es más que la suma de los efectos de los ítems individuales aislados. Otros modelos como el modelo del promedio (Anderson, 1965), planteaba que esta impresión general provenía del valor promedio de los rasgos atribuidos a una persona. Una posterior evolución del modelo (Modelo del promedio ponderado, Anderson, 1981), basada en la comprobación de que la información negativa tenía mucho mayor peso que la positiva a la hora de formar una impresión, dio lugar a que se planteara que los resultados se ajustaban mejor a un modelo de promedio ponderado, otorgando así una importancia diferente a la información que participaba en la formación de una impresión: a) Mayor peso a la información negativa o recibida inicialmente; b) Menor peso a la información positiva o recibida posteriormente.

Modelos que explican el proceso de formación de las primeras impresiones

La teoría de esquemas. Supone la contextualización de proceso atribucional, en tanto las motivaciones y la atención que el perceptor presta a la información determinarían la formación de impresiones. Esto es posible gracias al uso de patrones de asociaciones almacenadas, que facilitan 21

relacionar ciertas actitudes y características con determinados rasgos. Los esquemas serían estructuras de conocimiento relacionadas con el ambiente (Hastie, 1981). Este planteamiento parte de la premisa de que el control consciente sobre el procesamiento de la información es posible solo en etapas tardías de la interacción social (Brewer, 1988). Según este autor, las impresiones se fundamentan en un proceso activo de categorización donde la información sobre una persona se encuadra en alguno de los esquemas referidos a los “tipos de personas” de los que disponga el sujeto. Por lo tanto, esto supone un proceso de integración de la información mediante los esquemas activados por el perceptor (véase figura 6)

Figura 6. Modelo del proceso dual de Brewer (1988). Modificado de García (2012) (izquierda). Modelo modificado teniendo en cuenta el efecto modulador del contexto verbal y no verbal (derecha).

Este modelo sugiere que la misma información social puede ser procesada de dos formas diferentes dependiendo de lo que el receptor de dicha información decida. En la primera se da un proceso automático de identificación. Posteriormente el proceso se torna consciente o controlado, se produce de manera secuencial y se activa solo cuando se ha completado la etapa anterior. Se inicia mediante un análisis de las características más relevantes (edad, sexo, vestimenta, etc.). Si resulta relevante para el perceptor y se muestra implicado en el análisis de las características se iniciará un proceso de análisis de datos procedentes de la fuente (personalización). La personalización supone la formación de una estructura cognitiva diferente, donde el sujeto conforma la base para la organización de la información relevante. Sin embargo, cuando no se da esta implicación en el perceptor, se pondrían en funcionamiento esquemas, estereotipos para continuar el proceso de formación de impresiones (activación de categorías). Esto podría llevar, en caso de que la persona no encajara en alguna de las categorías activadas por el perceptor, a un proceso de individualización; es decir, la codificación del sujeto como un caso concreto de una categoría más general.

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La activación de esquemas para incrementar su accesibilidad y la probabilidad de ser utilizado se denomina priming, y su efecto ha sido analizado en diferentes investigaciones referidas a la formación de impresiones (e.g., Mayo & Crockett, 1964; Srull & Wyer, 1979). Cuando estos esquemas permanecen activados por más tiempo, incluso de manera permanente por la frecuencia de uso de los sujetos, determinarán en alto grado el procesamiento de los estímulos, ya que se utilizan de manera automática, acelerando la codificación de la información relevante (García, 2012). Además, y según Fiske y Neuberg (1990), los esquemas están interrelacionados y cabe la posibilidad de que durante las interacciones sociales estén activados más de un esquema al mismo tiempo y que de no existir uno que se ajuste a la información entrante se crearían subcategorías que se adaptarían a situaciones o personas concretas. Precisamente, un tipo concreto de esquema sería un estereotipo, que son un conjunto estructurado de creencias sobre los atributos o características que tienen los demás en función de su pertenencia a un grupo determinado (Schneider, 2005), modulando de manera inconsciente el comportamiento en el contexto de las relaciones sociales. En definitiva, según Fiske y Neuberg, (1990), la formación de impresiones requiere la activación automática de las características de las categorías en las que podría incluirse esa persona. En tanto la información sea congruente con la categoría activada se realizarán atribuciones e inferencias basadas en su conocimiento social. Ahora bien, este modelo podría verse modulado y generar sesgos en el procesamiento de la información tanto a nivel automático como controlado, cuando se generan contextos verbales y/o no verbales que estarían condicionando el procesamiento hacia la activación de esquemas (prototipos, estereotipos, prejuicios) (gráfico derecha figura 6), donde las teorías de la personalidad implícita tendrían un mayor poder explicativo.

Modelos basados en la memoria (Nisbett & Ross, 1980). Estos modelos consideran la memoria como responsable del impacto que la información produce en las inferencias. Este enfoque resalta la importancia de la accesibilidad a la información en el desarrollo de la percepción social. Además, entre los elementos que modulan el acceso a la información se encuentran la motivación, el estado de ánimo, la recencia, el contexto y la frecuencia de aparición de la información (Smith & Mackie, 1995). Se plantea la importancia que tiene en el proceso de formación de impresiones poder explicar cómo el observador codifica, almacena y recupera la información percibida para poder realizar más adelante una inferencia cuando se vuelva a activar en el futuro dicho esquema. Evidentemente, desde este enfoque los esquemas son huellas de memoria y se presta atención al proceso que subyace desde que se codifica hasta que se recupera para actuar como sistema de filtraje de la información (véase Figura 7).

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Figura 7. Procesamiento de la información cognitiva en la percepción social y la memoria (Hastie & Carlston, 1980). Modificado de García (2012).

Para dar cuenta de los procesos de percepción social hay que comprender los procesos de integración de la información (Anderson, 1968). El modo como se combina la información evidencia el modo como se sopesa cada parte de dicha información en relación a su importancia. En este sentido, las primeras investigaciones pusieron de manifiesto que se podría dar un peso extra a la información que llega primero y además que podría ser más sensible a la información negativa (Anderson, 1968; Asch, 1946; Hamilton & Zanna, 1974; Hodges, 1974).

Teorías Implícitas de la Personalidad.

Las teorías implícitas son un conjunto de creencias que las personas tienen sobre cómo son las personas, la naturaleza humana y los grupos sociales. Son conocimientos organizados con cierta coherencia que se relacionan con diferentes aspectos de la realidad (Estrada, Oyarzún, & Yzerbyt, 2007). Tienen como función comprender y simplificar la realidad, incrementando la percepción de control psicológico en las relaciones sociales; organizan la realidad a través de etiquetas que clasifican nuestras experiencias cotidianas; ayudan a compartir el “sentido común” que aúna los valores y formas de interpretar la realidad de cada persona; permiten proteger nuestro autoconcepto y el grupo al que pertenecemos (Levy et al., 2006). Dentro de este tipo de teorías se encuentran las Teorías Implícitas de la Personalidad (TIP), que fueron definidas por Bruner y Tagiuri (1954), como el conocimiento que tenemos de una persona y la forma en la que utilizamos este conocimiento para realizar inferencias sobre ella. Son esquemas a través de los cuales los perceptores establecen relaciones entre las conductas y los rasgos (Hampson, 1982, Buss & Craik, 1983), y entre los mismos rasgos (Bruner & Tagiuri, 1954; Rosenberg & Sediak, 1972; Schneider, 1973). Estas teorías 24

responden a la necesidad de conocer, controlar y predecir el comportamiento de los demás (Estrada el al., 2007), con un claro valor adaptativo. Las TIP tienen una estrecha dependencia con cada persona, en tanto los rasgos sobre los que nos fijamos en los demás se muestran coherentes con aquello que sea relevante para cada persona (Markus, 1977), pero esto no es incompatible con que la mayoría de estas teorías tienen características comunes compartidas por muchas personas (Secord & Backman, 1974).

Tanto las teorías implícitas de la personalidad, como los estereotipos, son procesos de categorización (Jáuregui, Rivas, Montaña, & Morales, 2008). Las personas, al relacionarse con los demás perciben regularidades a partir de las cuales elaboran prototipos generales que facilitan el conocimiento y control de aquellos con los que se relaciona en su ámbito social (García-Galindo, Muiños-Martínez, Ferrer-García, & Tous-Ral, 2013). Si bien estos esquemas implícitos permiten un ahorro de tiempo y esfuerzo y esto sin duda supone un valor adaptativo importante, también pueden dar lugar a errores perceptivos (Álvarez, 1992). Hay evidencias de que este conocimiento previo puede sesgar los procesos perceptivos y puede dar lugar a errores en los juicios sociales, bien respecto a las estrategias de selección y atención de la información cuando el perceptor trata de comprobar una hipótesis previa (Snyder & Swann, 1978), o bien respecto a la recuperación de la información (Hatie & Kumar, 1979). Estos efectos se han comprobado sobre esquemas concretos como son los prototipos y estereotipos (e.g., Mayer & Bower, 1896; Kim & Baron, 1988).

1.4. Implicaciones en la Teoría de la Gestión del Terror Según la Teoría de la Gestión del Terror (TGT; Greenberg, Pyszczynski, & Solomon, 1986, véase Burke, Martens, & Faucher, 2010), todo el comportamiento humano está motivado por el miedo a nuestra propia mortalidad, dando lugar a un estado de ansiedad que surge al confrontar la conciencia de la propia muerte (PM; Prominencia de Mortalidad) con el deseo de pervivencia. La ansiedad producida al activarse la PM se reduce mediante mecanismos para el control del pensamiento como son las defensas proximales y distales (Pyszczynski, Greenberg, & Solomon, 1999).

Las defensas proximales se inician cuando se activa la PM; es decir, cuando los pensamientos sobre la muerte entran en la conciencia. Son de carácter racional y permiten sacar dichos pensamientos fijando la atención en otras cosas, reduciendo la atención focalizada en uno mismo o trivializando la propia vulnerabilidad ante la muerte (Arndt, Cook, & Routledge, 2004; Pyszczynski et al., 1999). Esto se consigue, por ejemplo, potenciando los pensamientos sobre la propia longevidad 25

(Greenberg, Arndt, Simon, Pyszczynski, & Solomon, 2000), o manifestando la intención de realizar conductas más saludables (Arndt, Schimel, & Goldenberg, 2003; Taubman Ben-Ari, & Findler, 2005).

Las defensas proximales permiten extraen los pensamientos de mortalidad fuera de la conciencia pero siguen siendo muy accesibles de manera inconsciente. En este punto, y pasado un tiempo tras la puesta en marcha de las defensas proximales entran en juego las defensas distales (véase figura 8) que permiten mantener alejados los pensamientos sobre la mortalidad de forma más prolongada (Martí, 2014). Estas defensas se valen de los sistemas culturales que dan sentido y soporte a la existencia (e.g., religión, política), y también de la autoestima, haciendo sentir a la persona como algo especial e importante en la medida en la que se desenvuelve de acuerdo con los valores culturales (Rodríguez & Osorio, 2014).

Figura 8. Resumen de la activación de las defensas proximales y distales (TGT). Extraído de Martí (2014).

La tendencia a reducir la ansiedad provocada por la conciencia de mortalidad ha mostrado sus efectos sobre una amplia variedad de conductas humanas como el comportamiento prosocial, la agresión, la autoestima, las actitudes sexuales, la tendencia al riesgo, la gestión de las relaciones cercanas (véase Greenberg, Solomon, & Pyszczynski, 1997; Pyszczynski et al., 2003; Solomon, Greenberg, & Pyszczynski, 2013), los conflictos entre grupos, las actitudes políticas (Greenberg & Kosloff, 2008), y los procesos de paz (Niesta, Fritsche, & Jonas, 2008). De igual manera se ha visto su efecto sobre diferentes procesos psicológicos como la percepción de las expresiones faciales (Anaki, Brezniak, & Shalom, 2012) o la toma de decisiones sobre la salud (Goldenberg & Arndt, 2008); sin embargo, poco se sabe sobre cómo las defensas proximales utilizadas para reducir la ansiedad sobre la muerte pueden afectar a la formación de impresiones.

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1.5. Implicaciones en el ámbito judicial Dentro del ámbito judicial, cuando el jurado tiene información de primera mano sobre la experiencia vivida por los familiares de una víctima de asesinato se genera un sesgo hacia el veredicto de culpabilidad (Myers, Lynn, & Arbuthnot, 2002; Wevodau, Cramer, Clak III, & Kehn, 2014), al tiempo que se incrementa la intensidad de las emociones positivas asociadas a la víctima y sus familiares y de las negativas asociadas al acusado (Paternoster & Deise, 2011). Por otro lado, la información no verbal también resulta relevante en el contexto judicial. El tipo de emoción expresada por el acusado o lo inapropiado de la misma, también podrían tener un efecto significativo sobre el resultado del juicio (Heath, 2009; Salekin, Ogloff, MacFarland, & Rogers, 1995), como así se ha comprobado respecto a la emoción de remordimiento, dando lugar a un incremento en la cuantía de la indemnización (Bornstein, Rung, & Miller, 2002), y a la reducción de los años de condena, incluso cuando dicha emoción era reflejada por el abogado defensor (Corwin, Cramer, Griffin, & Brodsky, 2012). No tener en cuenta la influencia de estos factores en las decisiones judiciales, tanto los referidos a los aspectos verbales como los no verbales, conlleva el peligro de generar de manera consciente o inconsciente un sesgo en el procesamiento en la información con efectos todavía no estudiados en los procedimientos judiciales.

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2. OBJETIVOS E HIPÓTESIS

OBJETIVOS

Objetivo general: Analizar el efecto de la información verbal (Contexto Verbal; Cv) y no verbal (Expresión Facial; Ef) en los procesos de formación de impresiones.

Objetivo específico 1: Analizar el efecto del Cv (positivo y negativo) sobre el reconocimiento de las expresiones de alegría y tristeza (estudio1). Objetivo específico 2: Analizar el efecto del Cv (positivo y negativo) sobre la valoración de la personalidad (estudio 2). Objetivo específico 3: Analizar el efecto del Cv y la Ef sobre la valoración de la personalidad (estudio 3). Objetivo específico 4: Analizar el efecto del Cv violento sobre la valoración de la personalidad de una persona inmersa en un proceso judicial (estudio 4). Objetivo específico 5: Analizar el efecto del contexto verbal (positivo y negativo) y la prominencia de mortalidad sobre la valoración de la personalidad dentro de la Teoría de la Gestión del Terror (estudio 5). HIPÓTESIS H1: El Cv positivo produce un incremento en la tasa de reconocimiento de las expresiones faciales de alegría, mientras que el Cv negativo da lugar a un incremento en la tasa de reconocimiento de las Ef de tristeza (estudio 1). H2: La valoración realizada sobre los rasgos de personalidad es más positiva cuando viene precedida por un Cv positivo, respecto a cuando viene precedida por un Cv negativo (estudio 2). H3: El Cv positivo en interacción con la Ef de alegría genera una valoración positiva de los rasgos de personalidad, mientras que el Cv negativo en interacción con la Ef de tristeza genera una valoración negativa de los rasgos de personalidad (estudio 3). H4: El Cv violento genera una valoración negativa de los rasgos de personalidad asociados a la foto del parricida (estudio 4). H5: La prominencia de mortalidad en interacción con el Cv negativo genera una valoración negativa de los rasgos de personalidad (estudio 5). 29

3. METODOLOGÍA 3.1. Participantes Tabla 1. Datos sociodemográficos de la muestra total de la Tesis. Experimento N = 723 Nacionalidad Edad (M / DT) Género (H / M) Universidad 1 n = 50 Española 20.72 (3.09) 8 / 42 UCJC 2 n = 95 Mexicana 20.97 (3.15) 33 / 62 FESZ 3 n = 301 Española 18.93 (2.53) 53 / 248 USAL 4 n = 142 Mexicana 19.88 (3.29) 42 / 100 FESZ 5 n = 135 Mexicana 20.82 (2.76) 0 / 135 FESZ Nota. Universidad Camilo José Cela (UCJC, Madrid); Facultad de Estudios Superiores Zaragoza (FESZ, México D. F.), Universidad de Salamanca (USAL, Salamanca).

3.2. Instrumentos Tabla 2. Materiales utilizados en cada experimento. Instrumentos DANVA-2-AF Nim-StimFace Stimulus Set Magic Morph / FantaMorph Set palabras E-Prime NEO-FFI SocialSci

Autores/plataforma Nowicki y Carton, 1993 Tottenham et al., 2009 iTinysoft, 2002/ Abrosoft, 2010 Redondo et al., 2005 Schneider et al., 2002 Costa y McCrae, 1985 https://research.socialsci.com/

Experimento 4 1, 2, 3, 5 1, 2, 3, 5 1, 2, 3, 4, 5 1 2, 3, 4, 5, 3, 4, 5,

3.3. Procedimiento

Figura 9. Proceso de elaboración de los estímulos con morhping (Magic Morph, FantaMorph).

Tabla 3. Fases del procedimiento experimental FASE I Presentación Ef Presentación Cv Codificación Valoración esquema

FASE II Valoración personalidad Estabilidad emocional Amabilidad Responsabilidad Sociabilidad Creatividad

Nota. Contexto Verbal (Cv), Expresión Facial (Ef)

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Para comprobar la sensibilidad del paradigma propuesto se realizó un análisis de correlación entre la valoración realizada en la fase I y la edad en los experimentos 2 y 3 (N = 396), y la valoración de los cinco rasgos de personalidad (Estabilidad emocional, Amabilidad, Responsabilidad, Sociabilidad y Creatividad) (Véase Tabla 4).

Tabla 4. Correlación entre la valoración fase I (exp. 2 y 3), la edad y los rasgos de personalidad.

N = 396 Estabilidad Amabilidad Valoración r = .319*** r = .083 Edad r = .166** r = .057 Nota. *p < .05, **p < .01, *** p < .001

Responsabilidad r = .112* r = .003

Sociabilidad r = .290*** r = .144**

Creatividad r = .219*** r = .084

Las correlaciones se mostraron significativas y positivas entre la valoración y los rasgos de personalidad, excepto para las dimensiones de amabilidad. Por otro lado, estabilidad emocional y sociabilidad correlacionaron positivamente con la edad. En términos generales se observa que cuanto más positiva fue la valoración realizada en la fase I más positiva fue la valoración de la personalidad en la fase II. Por otro lado, a mayor edad más positivamente se valoraron los rasgos de estabilidad emocional y sociabilidad. 3.4. Diseño, variables y análisis de datos Enfoque de investigación cuantitativo, con alcance correlacional y explicativo. Diseño de investigación experimental con selección de la muestra no probabilística. Las variables independientes fueron: Contexto Verbal (Cv: positivo, negativo y neutro) y Expresión facial (Ef: alegría, tristeza, neutra). En los experimentos 1, 2, 3 y 5, se aplicó Morhfing a las expresiones faciales. En el experimento 4 se utilizó la fotografía de un conocido parricida. Como variables dependientes se tuvieron en cuenta las valoraciones realizadas a las dimensiones de personalidad del NEO-FFI, así como la valoración de la intensidad afectiva de los rostros. Respecto al tipo de análisis estadístico aplicado en cada experimento véase tabla 5.

Tabla 5. Análisis y estadísticos por experimento. Experimento 1 2 3 4 5

N = 723 n = 50 n = 95 n = 301 n = 142 n = 135

Análisis ANOVA medidas repetidas 2 x 3 U-Mann-Whitney / Rho Spearman ANOVA 2 x 2 x 3 ANCOVA / r de Pearson ANOVA 2 x 2

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Estadísticos F, p, η2p z, p, r F, p, η2p F, p, η2p F, p, η2p

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4. ARTÍCULOS

4.1. Artículo 1

“Efecto del contexto verbal en el reconocimiento de la expresión de alegría y tristeza” Fernando Gordillo León Miguel A. Pérez Nieto Gabriela Castillo Parra Lilia Mestas Hernández José M. Arana Martínez Rafael Manuel López Pérez En: Escritos de Psicología, 9(1), 61-68 doi: 10.5231/psy.writ.2015.2312

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Efecto del contexto verbal en el reconocimiento de la expresión de alegría y tristeza El reconocimiento de las emociones supone la integración de los aspectos físicos relativos a los movimientos de la musculatura facial, pero también y desde diferentes enfoques se da relevancia al contexto que rodea a dicha expresión en el momento de ser percibida. En la presente investigación se analizó el papel del contexto verbal sobre el reconocimiento de la expresión facial de alegría y tristeza. Participaron 50 sujetos a los que se les pidió que visualizaran expresiones mixtas neutras rodeadas por cinco palabras positivas, negativas o neutras (contexto verbal), que describían la vida de dicha persona (fase I). Posteriormente se les presentaron durante 39 ms expresiones faciales mixtas de alegría o tristeza de las mismas personas que aparecieron en la fase anterior para que decidieran lo más rápido posible si la emoción expresada era de alegría o tristeza (fase II). Los resultados mostraron un peor reconocimiento de la expresión de tristeza respecto a la de alegría cuando el contexto verbal previo era positivo. Por otro lado, la expresión de tristeza se reconoció mejor cuando iba precedida de un contexto verbal negativo respecto a cuando era positivo. Se discuten los resultados dentro del modelo constructivista de la emoción. Palabras clave: Procesamiento automático; Emoción; Contexto verbal; Modelo constructivista; Percepción. Effect of verbal context in the expression of happiness and sadness The recognition of emotions involves the integration of the physical aspects related to movements of the face muscles but also, and from different approaches, relevance is given to the context surrounding such facial expressions when they are being perceived. In the present work we analyses the role of verbal context in the recognition of facial expressions of happiness and sadness. The study included 50 subjects who were asked to visualize mixed neutral expressions surrounded by five positive, negative or neutral words (verbal context) that described the life of the person (Phase I). Following this, they were shown mixed facial expressions of happiness or sadness of the same persons who appeared in the previous phase for 39 ms for them to decide as fast as possible whether the expression was one of happiness or one of sadness (Phase II). The results revealed a poorer recognition of the expression of sadness with respect to happiness when the previous verbal context was positive. Moreover, the expression of sadness was better recognized when it was preceded by a negative verbal context than when this was positive. The results are discussed within the constructivist model of emotion. Key words: Automatic processing; Emotion; Verbal context; Constructivist model; Perception. 35

Las teorías clásicas de la emoción consideran que las señales emocionales, entre ellas las que provienen de las expresiones faciales, tienen un componente universal e innato que requiere de un mínimo procesamiento conceptual de la información para ser reconocidas (Ekman & Cordaro, 2011). Sin embargo, desde el enfoque constructivista, se considera que la percepción visual no se produce de manera pasiva y automática y que las personas “construyen” y participan en la percepción de aquello que están viendo a través de sus motivaciones, expectativas o experiencias previas (Bruner, 1957; Bruner, Postman, & Rodrigues, 1951). Llevando esta idea al ámbito de las emociones, se considera que la expresión facial emocional no es una señal discreta que de manera automática el perceptor incluye en una u otra categoría, sino que es una señal ambigua que informa sobre los niveles de valencia y activación, y que es a través del conocimiento conceptual que los sujetos tienen de las emociones como pueden incluirlas en una u otra categoría emocional (Russell, 2003; Russell, Bachorowski, & Fernández-Dols, 2003; Barrett, Lindquist, & Gendron, 2007).

Por lo tanto, desde esta perspectiva, la expresión facial es considerada una señal de comunicación dinámica que en pocas ocasiones adquiere significado de manera aislada (Shen-Mou & Lee-Xieng, 2013), sino que requiere de un contexto que podría estar afectando a su percepción e interpretación (Wieser & Brosch, 2012). Este enfoque constructivista ha encontrado apoyo experimental desde los estudios clásicos de Russel sobre emoción y percepción (e.g., Russel, 1994), hasta recientes investigaciones donde se informa que determinados movimientos faciales pueden incluirse en diferentes categorías emocionales (Jack, Garrod, & Schyns, 2014) y que sería la cultura la que determinaría su inclusión en una u otra categoría (Jack, Garrod, Yu, Caldara, & Schyns, 2012). De manera más concreta, se ha comprobado que el contexto que rodea a una expresión facial afecta a la interpretación de la emoción percibida (e.g., Aviezer et al., 2008; Hassin, Aviezer, & Bentin, 2013).

Respecto al Contexto Verbal (Cv), se puede entender como la información que el perceptor conoce de la persona emisora de la Expresión Facial (Ef). En este sentido y dentro del campo de la emoción, el modelo constructivista considera que el Cv incrementaría el acceso al conocimiento conceptual afectando al juicio realizado sobre la emoción expresada, incluso más que los movimientos musculares de la cara (Barrett & Kensinger, 2010; Barrett et al., 2007). El Cv tendría un papel determinante en la valoración y reconocimiento de las emociones (Hassin et al., 2013). Este planteamiento ha sido respaldado por estudios de neuroimagen (Wager et al., 2008), donde estructuras como el giro frontal inferior, que forma parte de la red neuronal encargada de la percepción de las emociones, participaría también en el lenguaje (Gitelman, Nobre, Sonty, Parrish, & Mesulam, 2005)

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y en la recuperación del conocimiento conceptual (Badre, Poldrack, Paré-Bagoev, Isler, & Wagner, 2005).

Se puede establecer una distinción entre aquellos trabajos que han estudiado el Cv en términos de etiquetas verbales (“palabra”), y los que han utilizado descripciones de situaciones sociales (“frase/s”). Respecto a los primeros se ha comprobado que una palabra puede afectar a la valoración y reconocimiento posterior de las expresiones faciales emocionales (Lindquist, Barrett, Bliss-Moreau, & Russell, 2006). Por otro lado, la presentación de una frase negativa (“perdió 500 dólares”) versus positiva (“ganó 500 dólares”), de manera previa a la visualización de una expresión de sorpresa, permitió modular la activación de la amígdala en respuesta a dicha expresión (Kim et al., 2004). De igual manera, y ante expresiones neutras, la presentación previa de una frase referida al perceptor (“esta persona piensa que eres competente / incompetente”), tuvo efectos significativos sobre la activación de determinadas estructuras cerebrales, y sobre la valoración de la expresión facial (Schwarz, Wieser, Gerdes, Mühlberger, & Pauli, 2013).

En términos generales, el efecto encontrado resulta más fuerte cuando la expresión facial utilizada es neutra o ambigua. Además, la mayoría de las evidencias muestran que cuando Cv y la expresión facial son congruentes (e.g., Cv Positivo – Expresión de alegría), se produce una facilitación en el reconocimiento y valoración de dicha expresión (Matsumoto & Hwang, 2010; Wieser & Brosch, 2012). De estos trabajos se desprende la importancia no solo de la valencia emocional de la expresión facial y del Cv, también de la relación de congruencia o incongruencia que se establezca entre ellas. Sin embargo, hasta la fecha no se ha estudiado con la suficiente profundidad el Cv entendido como el conocimiento que el perceptor tiene de la vida de la persona que expresa la emoción (Gordillo, Lozano, López, Pérez, Arana, & Mestas, 2013).

Para estudiar el Cv desde esta perspectiva se asume que de igual manera que las palabras y las frases pueden determinar un efecto significativo sobre la valoración de una expresión facial, también podría hacerlo una red semántica más amplia y relativa a la vida de la persona productora de la expresión facial. Desde los modelos de redes semánticas (Niedenthal, 2008), este planteamiento es posible en tanto la emoción está representada por un nodo de memoria que incluye pensamientos, creencias, metas y acciones que se asociaron en su momento a dicha emoción. Otra cuestión de gran trascendencia, y todavía sin dilucidar, es si el efecto del Cv sobre el reconocimiento de la expresión facial se produce de manera automática. Se considera que un proceso es automático si respeta una serie de criterios, como son: ser inconsciente; no puede detenerse una vez iniciado; no requiere 37

recursos mentales conscientes, y no es intencionado. Son muchos los trabajos que confirman el efecto prime de diferentes estímulos emocionales sobre la valoración posterior de otro estímulo (target) (e.g., Janiszewski & Wyer, 2014). En concreto, cuando el target es una expresión facial, se ha comprobado que el efecto de la postura corporal que enmarca la expresión facial (contexto corporal) sobre el reconocimiento de la emoción a través del rostro se produce de manera no intencional, incontrolada y con relativo poco esfuerzo (Aviezer, Bentin, Dudarev, & Hassin, 2011). De igual manera se han encontrado evidencias sobre el efecto automático que la presentación breve de una etiqueta verbal tiene sobre el reconocimiento de la expresión facial emocional (Barret et al., 2007).

Esta investigación pretende analizar, por un lado, el efecto que el Cv referido a la vida de la persona que produce la expresión facial (positivo, neutro, negativo) tiene sobre el reconocimiento de la emoción expresada (alegría, tristeza). Por otro lado, se pretende analizar si este proceso se produce de manera automática. Estos objetivos requieren la elaboración de un paradigma que permita la codificación de la información relativa a la vida de una persona (fase I), para que esta información se active de manera eficaz en la fase de reconocimiento (fase II).

En base al modelo constructivista de la emoción (Barrett & Kensinger, 2010; Barret, Pesquita, & Gendron, 2011), donde el Cv, como etiqueta verbal o situación social, afectaría al reconocimiento de la expresión emocional, y a partir de los trabajos consultados en la literatura científica, donde se informa de un efecto facilitador en el reconocimiento de la expresión facial cuando el contexto es congruente (véase Matsumoto & Hwang, 2010; Wieser & Brosch, 2012); se espera que el Cv positivo, relativo a la vida de la persona productora de la expresión facial de lugar a un mejor reconocimiento de la expresión facial de alegría respecto a la de tristeza, y lo contrario para el Cv negativo (H 1). Por otro lado, de aceptarse esta hipótesis, y dado que para el reconocimiento de la emoción se utilizaron tiempos de exposición de la expresión facial de 39 ms, se aceptaría la automaticidad del proceso (H2), que otros autores han encontrado para el contexto corporal (e.g., Aviezer et al., 2011), visual y referido al tipo de escena que rodea a la expresión facial en el momento de su percepción (e.g., Righart & de Gelder, 2008), y verbal en términos de etiquetas verbales (Pell, Jaywant, Montea, & Kotz, 2012).

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Método Participantes La muestra estuvo formada por 50 estudiantes de la Universidad Camilo José Cela, que estaban realizando el primer curso del Grado de Psicología (84 % mujeres) con edades comprendidas entre los 18 y 31 años (M = 20.72, DT = 3.09), y que dieron su consentimiento informado para participar voluntariamente en el experimento.

Instrumentos Para la programación de la tarea se utilizó el software E-prime (Schneider, Eschman, & Zuccolotto, 2002), y los estímulos fueron presentados en una pantalla de 15 pulgadas, a una distancia aproximada de 50 cm de los participantes. Se utilizaron 5 palabras con valencia positiva, 5 con valencia negativa y 10 con valencia neutra, obtenidas del estudio normativo realizado por Redondo, Fraga, Comesaña y Perea (2005). También se utilizaron cuatro expresiones faciales prototípicas de alegría y cuatro de tristeza a partir de cuatro modelos diferentes (dos hombres y dos mujeres), pertenecientes a la base de datos NimStimFace Stimulus Set (Tottenham et al., 2009) (anexo 1). A partir de estas ocho expresiones faciales prototípicas se elaboraron expresiones con morphing (25% alegría-75% tristeza; 50% alegría-50% tristeza; 75% alegría-25% tristeza) utilizando el programa Magic Morph (iTinysoft, 2002). Este programa permitió transformar una fotografía en otra marcando en cada una de las imágenes los puntos de transición. La utilización de este tipo de expresiones mixtas se hizo con la intención de favorecer, gracias a su mayor ambigüedad, un posible sesgo derivado del efecto del contexto verbal. La utilización de este tipo de expresiones ha sido justificada en diferentes estudios por su mayor sensibilidad (Matsumoto & Hwang, 2010; Wieser & Brosch, 2012).

Procedimiento. A todos los participantes se les informó en horario de clase que iban a realizar una tarea de tiempo de respuesta, sin especificar el tipo de tarea que sería. También se les solicitó el consentimiento informado y se prepararon las listas con el día y la hora a la que debían presentarse en el laboratorio para realizar la tarea. Todos los participantes pasaron de uno en uno por las siguientes fases:

Fase I: codificación y valoración del contexto verbal. A los participantes se les presentó la fotografía de una expresión neutra (50 % alegría / 50% tristeza) dentro de un círculo en el que se distribuyeron cinco palabras positivas, negativas o neutras que estaban asociadas a una edad que iba de los 5 a los 30 años. Se les informó por escrito que las palabras que verían describían la vida de la persona que aparecía dentro del círculo. Tenían que observar este esquema durante dos minutos. 39

Mediante este método se pretendía que la persona integrara la información de la expresión facial con la información verbal que simulaba los sucesos acontecidos en la vida de esa persona (anexo 2). Para integrar adecuadamente esta impresión, una vez pasados los 2 minutos, se les pedía que valoraran en qué grado consideraban que la vida de esa persona era positiva o negativa (muy negativa_1…… 9_muy positiva).

Con este procedimiento a cada sujeto se le presentaban cuatro expresiones faciales neutras, dos de hombre y dos de mujer, que se asociaban a dos contextos neutros, uno negativo y otro positivo Se realizó un contrabalanceo, de forma que todas las expresiones se asociaron con todos los tipos de Cv (positivo, neutro y negativo). Esto se consiguió haciendo que para cada sujeto variara la asociación entre expresión y tipo de contexto, hasta conseguir el mismo número de asociaciones por cada condición. De esta forma se evitaba que las peculiaridades de las expresiones faciales (estructura facial, pelo, etc.) pudieran estar afectando al proceso de reconocimiento de manera no controlada.

Fase II: Reconocimiento de la expresión emocional. En esta segunda fase se presentaron las expresiones faciales mixtas de tristeza (25 % alegría/ 75% tristeza) y alegría (75 % alegría / 25 % tristeza) de las mismas personas que aparecieron en la fase I con expresión neutra (50% alegría / 50% tristeza), en total 8 fotografías. Por otro lado, las ocho fotografías de la fase II se presentaron de manera aleatoria con la siguiente secuencia: primero aparecía una señal de atento (2.000 ms), seguida de una cruz para fijar la mirada en el centro de la pantalla (1.000 ms), seguido de la presentación del objetivo (expresión facial) durante 39 ms y por último una pantalla en blanco durante 160 ms.

Se les dio la instrucción, por escrito y en una pantalla previa a iniciar la fase II, que les aparecerían, durante 39 ms cada una, expresiones faciales que podían ser de alegría o tristeza. Su cometido era contestar lo más rápido posible si la expresión era de alegría (pulsando “S”) o tristeza (pulsando “L”). Se varió en cada sujeto la asociación entre tecla (“L”, “S”) y el tipo de expresión (alegría, tristeza).

Análisis de los datos Análisis de las diferencias en la valoración del contexto verbal: se realizó un ANOVA de medidas repetidas con la variable Contexto Verbal (Cv: positivo, neutro y negativo) como variable independiente y la valoración del contexto verbal realizada en la fase I como variable dependiente.

Análisis de las diferencias en la tasa de reconocimiento y el tiempo de respuesta: se realizaron dos ANOVA de medidas repetidas 2 x 3, con las variables Expresión Facial (Ef: alegría y tristeza) y 40

Contexto Verbal (Cv: positivo, neutro, negativo) como variables independientes, y la tasa de reconocimiento y los tiempos de respuesta como variables dependientes (fase II).

Resultados El ANOVA de medidas repetidas realizado con la valoración del contexto verbal (fase I) mostró un efecto significativo del Cv (F(2, 98) = 144.85, p < .001, η2p = 0.86, P = 1.00). El análisis Bonferroní evidenció que las diferencias se dieron entre todos los niveles (p < .001): Cv positivo (M = 6.66, DT = 1.67, IC del 95 %: 6.18-7.14), neutro (M = 5.57, DT = 1.15, IC 95 %: 5.24-5.90) y negativo (M = 2.44, DT = 1.45, IC 95 %: 2.03-2.85). Se evidenció que la valoración realizada al Cv positivo distaba 1.9 puntos de la valoración realizada al Cv neutro, mientras que el Cv negativo distaba 3.13 puntos del Cv neutro. Por lo tanto había un desequilibrio moderado entre las distancias relativas al Cv neutro que debían tenerse en cuenta a la hora de interpretar los resultados.

El ANOVA de medidas repetidas mostró un efecto significativo sobre el reconocimiento de las expresiones emocionales del Cv (F(2, 98) = 4.30, p = .016, η2p = .08, P = .74) y la Ef (F(1, 49) = 9.37, p = .004, η2p = .16, P = .85), así como de la interacción entre Cv y Ef (F(2, 98) = 7.43, p = .001, η2p = .13, P = .94). El análisis Bonferroni reveló que las diferencias solo fueron significativas entre el Cv positivo (M = 1.80, DT = 0.50 , (95% IC: 1,71-1,89)) y el Cv negativo (M = 1.93, DT = 0.29, (95% IC: 1.87-1.99)), (Mi–j = -0.130, SE = .049, p = .033), y que se reconocieron mejor las Ef de alegría (M = 1.92, DT = 0.26, (95% IC: 1.88-1.96)) que las Ef de tristeza (M = 1.81, DT = 0.40, (95% IC: 1.741.88).

Respecto a la interacción, el análisis de los efectos simples (método Bonferroni para el control de la tasa de error) reveló que las diferencias en la tasa de reconocimiento entre la Ef de alegría y tristeza solo fueron significativas dentro del Cv positivo y favorables a la Ef de alegría. Por otro lado, solo se mostraron diferencias entre el Cv positivo y el Cv negativo dentro del nivel Ef tristeza, y favorable al Cv negativo (tabla 6). Si bien también se mostraron diferencias parcialmente significativas (p = .051) con un tamaño del efecto ligeramente moderado (r = .021) entre el Cv positivo y el Cv neutro dentro del nivel de Ef triste, y favorable al Cv neutro. Estos resultados parecen indicar que las diferencias entre el Cv positivo y negativo solo se producen cuando la expresión facial es de tristeza.

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Tabla 1. Diferencias en el reconocimiento de la expresión facial de alegría y tristeza dependiendo del tipo de información verbal (análisis de los efectos simples). Cv

Mi–j

SE

p

TE

.320 .040 -.020

.083 .049 .061

.000 .420 .773

.233 .013 .002

Cv Mi–j M DT M DT Positivo Neutral Alegría 1.96 .20 1.88 .22 .080 Tristeza 1.64 .56 1.84 .28 -.200 Positivo Negativo Alegría 1.96 .20 1.92 .34 .040 Tristeza 1.64 .56 1.94 .24 -.300 Neutral Negativo Alegría 1.88 .22 1.92 .34 -.040 Tristeza 1.84 .28 1.94 .24 -.100 Nota. Cv: Contexto Verbal; Ef: Expresión Facial.

SE

p

TE

.039 .081

.133 .051

.080 .111

.057 .087

1.00 .003

.010 .196

.060 .052

1.00 .174

.009 .058

Positivo Neutral Negativo

Ef Alegría M DT 1.96 .20 1.88 ,22 1.92 .34

Ef Tristeza M DT 1.64 .56 1.84 .28 1.94 .24

Ef

La interpretación de los análisis de los efectos simples evidencia un deterioro en el reconocimiento de la expresión facial solo cuando la expresión de tristeza se asocia a un contexto verbal positivo, pudiéndose inferir un efecto de incongruencia entre la información verbal positiva y la expresión facial negativa podría estar perjudicando el reconocimiento posterior de dicha expresión. Sin embargo, este efecto de incongruencia no se produce cuando la información verbal es negativa y la expresión facial positiva (figura 1).

Figura 1. Diferencias en la tasa de reconocimiento de la Expresión Facial (Ef) de alegría y tristeza respecto al Contexto Verbal (Cv) (*p < .01, **p < .001).

42

El ANOVA de medidas repetidas para el tiempo de respuesta no mostró efectos significativos de las variables Cv (F(2, 98) = 1,50, p = .227, η2p = .03, P = .31), Ef (F(1,49) = 2.75, p = .104, η2p = .05, P = .37), ni de la interacción entre Cv y Ef (F (2,98) = 0.357, p = .701, η2p = .01, P = .11).

Discusión El paradigma utilizado ha permitido evidenciar el efecto que el contexto verbal referido a la vida de la persona productora de la expresión facial tiene sobre el reconocimiento posterior de la emoción expresada por dicha persona (alegría y tristeza). Estos resultados son relevantes en tanto hasta la fecha dicho efecto se había comprobado solo atendiendo a palabras o frases utilizadas como prime; sin embargo, los resultados obtenidos en la presente investigación evidencian que el conocimiento más general de la vida de las personas que expresan una emoción también afecta al reconocimiento de la expresión emocional a través de procesos automáticos (39 ms de exposición). Los resultados obtenidos permiten concluir que se produce un efecto negativo sobre la tasa de reconocimiento derivado de la incongruencia entre el Cv positivo y la Ef de tristeza. Extrapolando a la vida cotidiana quiere decir que cuando tenemos información positiva de una persona que está expresando tristeza se produciría un deterioro en la capacidad del perceptor para reconocer dicha expresión. Sin embargo, el efecto contrario no se ha producido, es decir, cuando tenemos información negativa de una persona que está expresando alegría no se produce un deterioro en el reconocimiento de dicha emoción. Quizá esto se deba a la elevada saliencia perceptiva de la sonrisa en la expresión facial, que facilitaría su reconocimiento con cierto grado de independencia respecto al contexto, hasta el punto de interpretar los ojos no alegres como alegres cuando se focaliza la sonrisa de manera previa a la valoración (Fernández, Avero, & Gutiérrez, 2012).

Por otro lado, el que no se haya observado un efecto facilitador de la congruencia entre el Cv y la Ef, como así ha sido documentado para contextos verbales menos elaborados (véase Matsumoto & Hwang, 2010; Wieser & Brosch, 2012) puede ser debido a un posible efecto techo derivado de la elevada tasa media de reconocimiento emocional obtenida (véase figura 1). Estos resultados pueden interpretarse dentro del modelo constructivista (Barrett & Kensinger, 2010), donde la información referida a la expresión facial estaría facilitando el reconocimiento de la emoción expresada, incluso en mayor grado que la propia conformación de la musculatura facial (Barrett & Kensinger, 2010; Barrett et al., 2007). El efecto de incongruencia encontrado en la presente investigación podría estar evidenciando la fuerza ejercida por el Cv sobre la Ef, en este caso perjudicando el reconocimiento de una emoción que sea contraria a la valencia emocional del Cv.

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Estos resultados también se justifican dentro de los supuestos de los modelos de redes semánticas de la emoción (véase Niedenthal, 2008), que permiten entender cómo a partir de un conjunto de unidades semánticas se puede construir un nodo de información relativo a la vida de una persona que puede activarse y ejercer un efecto significativo sobre la valoración de, en este caso, una expresión facial emocional. De igual manera, la explicación tiene un escalón más a nivel de las estructuras neuronales que mantienen funciones comunes en el procesamiento de la emoción y el lenguaje (Badre et al., 2005; Gitelman et al., 2005; Wager et al., 2008), y que permiten comprender la estrecha relación entre contexto verbal y reconocimiento emocional.

Respecto a la automaticidad de este proceso, y a partir de la metodología planteada, se puede decir que, según los criterios de Martin y Levey (1978) para una respuesta de evaluación, se cumple que el proceso se da de manera inmediata, sin apenas esfuerzo, sin conciencia y sin que interfieran procesos cognitivos superiores. Sin embargo, se requiere realizar más estudios que permitan confirmar el supuesto de automaticidad, por ejemplo utilizando tareas concurrentes para confirmar que apenas consume recursos cognitivos, o tareas subliminales para confirmarían la no conciencia del proceso. La posible automatización del proceso implica que los efectos encontrados podrían producirse fuera de la consciencia. En ámbitos como el judicial, donde la expresividad emocional de los acusados tiene importantes implicaciones en las decisiones judiciales (e.g., Heath, 2009), la posibilidad de que el contexto verbal (e.g., la información vertida por los medios de comunicación sobre el acusado), pudiera influir de manera no deliberada sobre la interpretación que el jurado realiza de la emoción expresada por el acusado, podría implicar algún grado de influencia sobre las decisiones judiciales.

Por otro lado, este trabajo apoya el supuesto de que la información verbal tiene efectos importantes sobre el procesamiento de la información emocional, y que este efecto se mantiene conforme se incrementa el grado de elaboración de la información, desde las etiquetas verbales, pasando por las situaciones sociales (frases), hasta la información relativa a la vida de las personas. Se infiere la capacidad de integrar la información que tiene el cerebro, y que permite que información muy elaborada se active de manera integrada y automática, lo que mejoraría la adaptación al medio de las personas.

Las limitaciones del trabajo se centran en el número de estímulos utilizados, dado que tan solo se utilizaron cuatro expresiones faciales diferentes en la primera fase (dos de hombre y dos de mujer). Esto responde a que el proceso de inducción del Cv relativo a la vida de una persona (fase I), requiere de un mayor tiempo de exposición respecto a la simple presentación de una palabra o una frase, que 44

ha sido la forma habitual de generar Cv (véase Wieser & Brosch, 2012). En este experimento el tiempo de exposición del Cv se estimó en dos minutos, durante el cual el sujeto debía mirar la expresión facial y las palabras que aparecían rodeándola, atendiendo a la instrucción de que posteriormente se le harían algunas preguntas al respecto.

De esta forma se pretendía integrar la información verbal con la expresión facial, para promover el efecto sobre el reconocimiento en la fase II. Si se pudiera reducir el tiempo de exposición en esta fase sin detrimento de la sensibilidad de la prueba, lo idóneo sería incluir más díadas Cv-Ef, que ampliaran el rango de los valores obtenidos. Además de incrementar el número de estímulos habría que ajustar en mayor grado los porcentajes de alegría y tristeza asignados a las expresiones con morphing, de forma que sean más sutiles y por lo tanto se incremente la dificultad de la tarea que junto al incremento del número de estímulos, evitaría el efecto techo que posiblemente ha perjudicado la presencia de los efectos esperados en la congruencia entre Cv y Ef. También sería importante equilibrar las valoraciones realizadas al Cv a través de pruebas piloto que permita la adecuada elección de las palabras que conforman los niveles del Cv, de forma que se establezca la misma distancia en la valoración del Cv positivo y negativo respecto al neutro. Por último, algunas limitaciones centradas en la muestra, como el hecho de que haya sido obtenida de la población universitaria y que la mayoría sean mujeres, lo que estaría perjudicando la posible generalización de los resultados.

Futuros trabajos deberían investigar variaciones importantes del paradigma, como el tipo de Cv y expresión emocional utilizados. En el presente trabajo se utilizaron Cv positivos, negativos y neutros, así como expresiones mixtas de alegría y tristeza, pero la metodología permite utilizar Cv verbales específicos de cada emoción básica, a partir de la selección de palabras congruentes con dichas emociones. Por otro lado, sería necesario elaborar una base baremada del binomio Cv-Ef, que permita su utilización de manera más controlada, atendiendo a los niveles de valencia, activación y control, en el mismo sentido que las dimensiones utilizadas en los trabajos de Lang, Bradley y Cuthbert (1999), para las fotografías de contenido emocional (IAPS: Internacional Affective Picture System). Por último, también sería de interés su aplicación a población clínica, para analizar como el Cv puede modular los procesos de percepción en trastornos como el autismo o el Alzheimer. En este sentido, resultaría de gran valor terapéutico el comprender cómo el contexto verbal podría facilitar el reconocimiento de las expresiones faciales emocionales, con el fin de implementar procedimientos específicos en los programas de rehabilitación.

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doi:

Anexo 1. Tipo de palabra, atendiendo a la valencia (Val) y a la activación (Act), y tipo de expresión facial utilizadas en el experimento. Palabras contenido emocional (Redondo et al., 2005) Palabra Val (Act) Palabra Familia 7.64 (4.41) Maestro Ilusión 7.79 (5.49) Materia Aventura 7.42 (6.56) Litro Sexo 7.67 (7.02) Oficina Optimismo 7.60 (4.74) Propietario Abuso 1.72 (7.41) Ingenuidad Pobreza 1.87 (6.86) Década Horror 2.17 (7.36) Redacción Pesadilla 1.93 (7.43) Motor Depresión 1.59 (6.80) Despacho Nota. Valencia (Val), Activación (Act).

Palabra 5.39 (4.36) 4.90 (3.38) 5.04 (3.08) 4.93 (3.84) 5.18 (3.13) 5.20 (3.94) 5.09 (3.67) 5.26 (3.69) 5.14 (3.67) 5.01 (4.14)

NimStimFace Stimulus Set (Tottenham et al., 2009) Expresión Género Tipo 03F-HA-C Mujer Alegría 03F-SA-C Mujer Tristeza 07F-HA-C Mujer Alegría 07F-SA-C Mujer Tristeza 24M-HA-C Hombre Alegría 24M-SA-C Hombre Tristeza 25M-HA-C Hombre Alegría 25M-SA-C Hombre Tristeza

Boca Cerrada Cerrada Cerrada Cerrada Cerrada Cerrada Cerrada Cerrada

Anexo 2. Tipos de contexto verbal utilizados en la fase I a partir de las palabras seleccionadas y expresiones mixtas utilizadas (50% alegría / 50% tristeza).

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4.2. Artículo 2 y artículo de divulgación relacionado “What we know about people shapes the inferences we make about their personalities”

Artículo de Divulgación: “El efecto Kuleshov: la integración del contexto y la expresión facial en la percepción de las emociones”

Fernando Gordillo León Lilia Mestas Hernández

En: Current Research in Social Psichology, 23(5), 38-45

En: Revista Elementos, 23(5), 38-45

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What we know about people shapes the inferences we make about their personalities

Abstract The ability to form impressions allows making inferences about others based on minimal, swift and automatic interactions. The verbal context (what we Know about people) could play an important role in this process. An experiment was conducted involving 95 individuals who were asked to make inferences on the personality and emotionality perceived in a mixed facial expression. Five positive words and five negative ones were used to establish the levels of the variable referred to as verbal context (negative and positive). The results revealed the person was attributed greater sociability when an individual had positive information on the person producing the facial expression. What we know about other people has a modulating effect on some aspect of the personality perceived through a facial expression, with a clearly adaptive value in the prediction of their behaviour.

Lo que sabemos de los demás beneficia las inferencias que realizamos sobre su personalidad

Resumen La capacidad de formar impresiones permite hacer inferencias sobre los demás en base a interacciones mínimas, rápidas y automáticas. El contexto verbal (lo que sabemos acerca de las personas) podría desempeñar un papel importante en este proceso. Se realizó un experimento en el que participaron 95 individuos a quienes se les pidió que realizaran inferencias sobre la personalidad y la emotividad percibidas en una expresión facial mixta. Se utilizaron cinco palabras positivas y cinco negativas para establecer los niveles de la variable denominada contexto verbal (negativa y positiva). Los resultados revelaron que se atribuía mayor sociabilidad cuando se disponía de información positiva sobre la persona que producía la expresión facial. Lo que sabemos de otras personas tiene un efecto modulador sobre algunos aspectos de la personalidad percibida a través de una expresión facial, con un valor claramente adaptativo en la predicción de su comportamiento.

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Impression formation is a classic line of research in social psychology (Anderson & Barrios, 1961; Anderson & Norman, 1964; Asch, 1952; Luchins, 1957, 1958). The process begins when we associate the personality traits of the individuals we perceive with our accumulated cognitive capital (Newman & Uleman, 1990). These judgements may be made because people have preconceived associations between personality traits and behaviours (Brown, 1986; Fiske & Taylor, 1991). These associations are based on memory processes, for what we know about other people will have an impact on the inferences we make about their personality (Nisbett & Ross, 1980). Accordingly, the verbal context referring to people’s life is a key variable for understanding the process that underpins the formation of impressions.

Initial personality inferences are made over short periods of time, when individuals are exposed to continuous interactive flows with another person (Ambady, Bernieri, & Richeson, 2000), even through photographs (Berry, 1990). Evidence has also been forthcoming to show that the prior presentation of emotional facial expressions leads to changes in the evaluation of neutral facial expressions, as regards the emotion and personality they reflect (Anderson, Siegel, White, & Barrett, 2012). These findings imply a generalisation of the adjustment mechanisms that allow a quick, albeit not always accurate, inference to be made of another person’s harmful intentions (Oosterhof & Todorov, 2006), and it is through facial expression that this process becomes more apparent.

Facial expression is considered a dynamic process of communication that rarely acquires meaning on its own (Shen-Mou & Lee-Xieng, 2013). The arrangement of the facial muscles when defining an emotional category is ambiguous, and the context in which that expression is set may lead to changes in terms of the intensity and type of emotion perceived (Hassin, Aviezer, & Bentin, 2013). A theoretical model that integrates verbal context and facial expression in the understanding of interpretive processes is referred to as the constructionist approach to emotion (Barrett, 2011). This model considers that facial muscular movements provide simple information, with words providing the internal context for delimiting the facial meaning when the emotion is perceived (Barrett, Lindquist, & Gendron, 2007).

This relationship between verbal context and facial expression is explained on a theoretical level within the field of impression formation through the approach taken by Scherer, Scherer, Hall and Rosenthal (1977). These authors posit that judgements may be made about a personality through the processing of the verbal codes (verbal context) and non-verbal ones (facial expression) present in 54

social interactions. These factors –verbal context and facial expression–, have been analysed jointly within the constructionist model (Barrett, 2011) in order to study their effect on the perception of emotions (e.g., Gordillo, Lozano, López, Pérez, Arana, & Mestas, 2013), although little is known about the role they play in impression formation. The aim of this research was to analyse how the verbal context related to a person’s life influence the judgements made about their personality (emotional stability, friendliness, responsibility, sociability,creativity) and emotionality (valence and arousal). The verbal context is expected to have a significant effect on the personality and emotionality dimensions analysed. This prediction was based on the importance that verbal aspects (verbal context) and non-verbal ones (facial expression) have on the judgements made on the perceived personality (Scherer et al., 1977), and which to date has not been verified due to the lack of a suitable methodology in the combination of these two factors.

Method Participants The sample consisted of 95 psychology students at National Autonomous University of Mexico (Mage = 20.97, SDage = 3.15, 62 women).

Materials and procedure Five words were used with a positive valence (family, hope, adventure, sex, optimism), and five with a negative valence (abuse, poverty, horror, nightmare, depression), taken from the normative study conducted by Redondo, Fraga, Comesaña and Perea (2005). All the words were similar in terms of their arousal levels. Use was also made of a woman’s neutral mixed facial expression (50% sadness–50% happiness), taken from Scrimin, Moscardino, Capello, Altoè and Axia (2009), whereby the greater ambiguity of a mixed expression would favour a possible bias arising from the effect of the verbal context. All the participants underwent the following stages:

Stage I: coding and assessment of the verbal context. The participants were shown a photo of a woman’s face with a mixed expression of happiness and sadness, within a circle around which five positive or negative words were distributed. They were told in writing that the words described that person’s life and that they should study the arrangement for one minute. They were then asked to rate the extent to which that person’s life struck them as being positive or negative (very negative_1…… 9_very positive).

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Stage II: assessment of the facial expression. Once the first score sheet had been handed in, the participants were asked to proceed to complete a second one. They were again shown the mixed facial expression, this time without the words, but with the following question: “According to Mary’s expression, I think she is/was a woman who is:”: HAPPINESS (valence) : Very little_1……9_A lot NERVOUS (arousal): Very little_1……9_A lot EMOTIONALLY STABLE: Very little_1……9_A lot FRIENDLY: Very little_1……9_A lot RESPONSIBLE: Very little _1……9_ A lot; SOCIABLE: Very little _1……9_ A lot CREATIVE: Very little _1……9_ A lot Variables and analysis Independent variables: Verbal context (VC: positive, negative): it was determined by means of words with a positive and negative emotional content referring to the life of a person whose perceived personality had to be assessed through their facial expression. The participants were randomly divided into two groups [group I: negative, n = 46; group II: positive, n = 49]. Dependent variables: 1. Emotionality perceived through the facial expression. The measurements were taken through two scales: Happiness (valence) and nervous (arousal). The scores ranged between one and nine (stage II). 2. Personality perceived through the facial expression. The measurements were taken through five scales: emotional stability, friendliness, responsibility, sociability and creativity. The scores ranged between one and nine (stage II).

Analysis: A non-parametric analysis was conducted (Mann-Whitney U) with the VC factor (positive, negative) as independent variable, with the the perceived emotionality assessment (happiness and nevous) and the perceived personality assessment (emotional stability, friendliness, responsibility, sociability and creativity) constituting the dependent variables. The relationship between the variables was analyzed through a correlation analysis.

Results The results forthcoming from the Mann-Whitney U revealed that the VC had no significant effect on the perceived valence (z = -.691, p = .490, r = .07); perceived arousal (z = -1.358, p = .174, r = .13); perceived emotional stability (z = -1.854, p = .064, r = .19); perceived friendliness (z =-.292 , p = .770, r = .02); perceived responsibility (z = -.482, p = .630, r = .03), and perceived creativity (z = -1.143, p = .253, r = .11). However the VC factor had a significant effect on perceived sociability (z = -2.550, p = .011, r = .28) (table 1). 56

Table 1. Descriptive statistics of the comparison groups: Negative Verbal Context (Negative_VC) and Positive Verbal Context (Postive_VC). Negative VC (n = 46) M SD 4.48 1.82 5.46 2.24 3.96 1.74 6.00 1.78 6.02 1.64 4.54 1.97 4.65 2.08

Valence Arousal Stability Friendliness Responsibility Sociability Creativity

Positive VC (n = 49) M SD 4.73 1.87 6.02 2.15 4.65 1.82 6.08 1.73 6.12 1.88 5.69 1.95 5.08 2.01

Min -Max

1-8 1-9 1-8 1-9 1-9 1-9 1-9

Correlational analysis revealed positive and strong correlation between valence assessment and all the personality assessments. On the other hand, about arousal, the correlation was with stability assessment. (Table 2). Table 2. Bivariate correlations (Spearman rho) between the variables analyzed Stability Friendliness Valence .525** .347* Arousal -.296* -.197 Note. *p < .005, **p < .001 (bilateral)

Responsibility .365** -.082

Sociability .394** -.114

Creativity .330* -.153

Two groups were established, low (n = 13, assessment stage II: 1 y 2, sadness) and high (n = 15, assessment stage II: 1 y 2, hapinness) levels of valence, and low (n = 20, assessment stage II: 1, 2 y 3, calm) and high (n = 25, assessment stage II: 8, 9, activate) levels of arousal to analyze differences on personality assessment (table 3). Table 3. Descriptive statistics of the comparison groups: Valence (Low_Val, High_Val) and Arousal (Low_Aro, High_Aro).

Stability Friendliness Responsibility Sociability Creativiy

Low_Val (n = 13) M SD 2.91 1.94 4.23 2.13 4.23 1.83 3.69 1.75 3.69 2.29

High_Val (n = 15) M SD 5.53 1.73 6.60 1.35 7.07 1.71 5.87 2.23 5.80 2.04

Min -Max

1-8 1-9 1-9 1-9 1-9

Low_Aro (n = 20) M SD 5.05 2.01 6.70 1.38 6.35 1.69 5.80 2.22 5.55 2.09

High_Aro (n = 25) M SD 3.68 1.93 5.60 1.98 5.76 2.09 5.16 2.12 4.80 2.18

Min -Max

1-8 1-9 1-9 1-9 1-9

Valence had significant effect on the stability (z = -3.40, p < .001, r = .65), friendliness (z = -2.72, p = .007, r = 57), responsibility (z = -3.41, p < .001, r = .64), sociability (z = -2.41, p = .017, r = .49) and creativity (z = -2.41, p = .017, r = .45). On the other hand, arousal had significant effect on the stability (z = -2.37, p = .018, r = .33) and friendliness (z = -2.05, p = .041, ES = .30), but no had 57

significant effect on responsibility (z = -.78, p = .433, r = .31), sociability (z = -1.04, p = .297, r = .15) and creativity (z = -1.17, p = .242, r = .18).

Discussion and conclusions The results showed that the positive verbal context generated higher scores in the assessment of the dimensions of perceived sociability. The results obtained are consistent with the constructionist approach to emotion (Barrett et al., 2007) insofar that the use of complex stimuli, such as the verbal context, to contextualise the facial expression favours its impact on predominantly subjective variables rooted in experience, such as personality attributions. A personality would be constructed through a verbal context generated by the direct or deferred experience with the person producing the expression. The different studies that have addressed the influence the verbal context has on the perception of the facial expression use a word to delimit the emotional facial expression shown, obtaining a clear influence when determining the emotional category of that facial expression (e.g., Barrett et al., 2007; Lindquist, Barrett, Bliss-Moreau, & Russell, 2006). The context, as it has been studied in this research, evidences that the model’s predictions are comprehensively fulfilled on variables that are constructed through experience, and with a markedly subjective nature, as are personality attributions.

These effects have been mediated by the facial expression, as the participants were asked to consider personality traits based on a mixed facial expression (happiness/sadness). The strong relation between assessment of emotion and personality was reflected in correlations analysis (see table 2) and analysis conducted with the valence and arousal as independent variables (see table 3).

The formation of personality-related impressions is a highly adaptive factor, due to its ability to predict behaviours (Bar, Neta, & Linz, 2006). Accordingly, the ability to draw personality traits from non-verbal codes, such as a facial expression, together with verbal codes, in terms of verbal context, would serve to predict future reactions. A recent paper has reported that contexts “rich” in information give rise to more accurate judgements of personality (Wall, Taylor, Dixon, Conchie, & Ellis, 2013). Along these lines, and based on the findings reported here, it may be pointed out that the emotional content of the verbal context has a modulating effect on personality attributions.

Future research should explore major variations in the paradigm, such as the type of emotional expression used. This research used a single mixed expression of happiness and sadness. Yet what effect would expressions of anger or fear have on personality attributions? Also of interest would be 58

their application to a clinical population, as well as using objective measures to analyse whether the perceiver’s own personality is consistent with the personality attributions; in other words, whether there is a tendency to perceive in others some of our own personality traits. Likewise, monitoring the personality of the individual producing the facial expression would allow studying the accuracy of the attributions. References Ambady, N., Bernieri, F. J., & Richeson, J. A. (2000). Toward a histology of social behavior: Judgmental accuracy from thin slices of the behavioral stream. Advances in Experimental Social Psychology, 32, 201-271. doi: 10.1016/s0065-2601(00)80006-4 Anderson, N. H., & Barrios, A. A. (1961). Primacy effects in personality impression formation. Journal of Abnormal and Social Psychology, 63, 346-350. doi: 10.1037/h0046719 Anderson, N. H., & Norman, A. (1964). Order effects in impression formation in four classes of stimuli. Journal of Abnormal and Social Psychology, 69, 467-471. doi: 10.1037/h0047472 Anderson, E., Siegel, E., White, D., & Barrett, L. F. (2012). Out of sight but not out of mind: Unseen affective faces influence evaluations and social impressions. Emotion, 12(6), 1210-1221. doi: 10.1037/a0027514 Asch, S. E. (1952). Social psychology. New York: Prentice-Hall. Barrett, L. F. (2011). Constructing emotion. Psychological Topics, 20(3), 359-380. Barrett, L. F., Lindquist, K., & Gendron, M. (2007). Language as a context for the perception of emotion. Trends in Cognitive Sciences, 11, 327-332. doi: 10.1016/j.tics.2007.06.003 Bar, M., Neta, M., & Linz, H. (2006). Very first impressions. Emotion, 6(2), 269-278.

doi:

10.1037/1528-3542.6.2.269 Berry, D. S. (1990). Taking people at face value: Evidence for the kernel of truth hypothesis. Social Cognition, 8, 343-361. doi : 10.1521/soco.1990.8.4.343 Brown, R. (1986). Social Psychology (2nd ed.). New York: The Free Press. Fiske, S. T., & Taylor, S. E. (1991). Social cognition (2nd edition). New York: McGraw-Hill. Gordillo, F., Lozano, J. H., López, R. M., Pérez, M. A., Arana, J. M., & Mestas. (2013). Emoción, contexto verbal y percepción de la expresión facial: Dime quién eres y te diré cómo te percibo. Ansiedad & Estrés, 19(2-3), 131-147. Hassin, R. R., Aviecer, H., & Bentin, S. (2013). Inherently Ambiguous: Facial Expressions of Emotions, in Context. Emotion Review, 5(1), 60-65. doi: 10.1177/1754073912451331 Lindquist, K., Barrett, L. F., Bliss-Moreau, E., & Russell, J. A. (2006). Language and the perception of emotion. Emotion, 6, 125-138. doi: 10.1037/1528-3542.6.1.125

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Luchins, A. S. (1957). Experimental attempts to minimize the impact of first impressions. In C. I. Hovland et al., The order of presentation in persuasion (pp. 62-75). New Haven: Yale University Press. Luchins, A. S. (1958). Definitiveness of impression and primacy-recency in communications. Journal of Social Psychology, 48, 275-290. doi: 10.1080/00224545.1958.9919292 Nisbett, R. E., & Ross, L. (1980). Human inference: Strategies and shortcomings of social judgment. Englewoods Cliffs, NJ: Prentice Hall. Newman, L. S., & Uleman, J. (1990). Assimilation and contrast effects in spontaneous trait inference. Personality and Social Psychology Bulletin, 16(2), 224-240. doi: 10.1177/0146167290162004 Oosterhof, N. N., & Todorov, A (2006). The functional basis of face evaluation. PNAS, 105(32), 11087-11092. doi: 10.1073/pnas.0805664105 Redondo, J., Fraga, I., Comesaña, M., & Perea, M. (2005). Estudio normativo de 478 palabras españolas. Psicológica, 26, 317-326. Scrimin, S., Moscardino, U., Capello, F., Altoè, G., & Axia, G. (2009). Recognition of facial expressions of mixed emotions in school-age children exposed to terrorism. Developmental Psychology, 45(5), 1341-1352. doi: 10.1037/a0016689 Scherer, K. R., Scherer, U., Hall, J. A., & Rosenthal, R. (1977). Differential attribution of personality based on multichannel presentation of verbal and nonverbal cues. Psycho. Res., 39, 221-247. doi: 10.1007/BF00309288 Shen-Mou, H., & Lee-Xieng, Y. (2013). Sequential effects in facial expression categorization. Emotion, 13, 573-586. doi: 10.1037/a0027285 Wall, H. J., Taylor, P. J., Dixon, J., Conchie S. M., & Ellis, D. A (2013). Rich contexts do not always enrich the accuracy of personality judgments. Journal of Experimental Social Psychology, 49(6), 1190-1195. doi: 10.1016/j.jesp.2013.05.010

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4.3. Artículo 3 y artículo de divulgación relacionado

“The timely expression of coherence helps cause the right impression”

Artículo de Divulgación: “La coherencia entre lo que saben de ti y lo que ven en tu rostro afecta a la valoración de tu personalidad”

Fernando Gordillo León José M. Arana Martínez Juan J. García Meilán Lilia Mestas Hernández Miguel A. Pérez Nieto (cc) pato sin charco

En: Anales de Psicología, 33(2), 211-217 doi: 10.6018/analesps.33.2.261471

En: Ciencia Cognitiva, 11, 2, 46-49.

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The timely expression of coherence helps cause the right impression

Abstract. An analysis was conducted on the modulating role that the emotional coherence between verbal and non-verbal information plays on the formation of impressions. The study involved 301 subjects who made inferences on a woman’s personality based on verbal information on her life (positive, negative), the emotional coherence between verbal and non-verbal information (coherent, neutral, incoherent), and the type of coding, referring to the moment when the verbal and non-verbal information was presented to them (simultaneously, separately). The results showed that when the information is positive, coherent and the coding has been made separately, the person is perceived to be more stable, pleasant and sociable. The results are discussed, along with their implications for the adaptive processes present in natural contexts.

Keywords: verbal context, emotion, facial expression.

Expresar coherencia en el momento preciso beneficia a la impresión causada

Resumen. Se analizó el papel modulador de la coherencia emocional entre la información verbal y no verbal en la formación de impresiones. Se realizó un experimento en el que participaron 301 sujetos que realizaron inferencias sobre la personalidad de una mujer a partir del contexto verbal (positivo, negativo), la coherencia emocional entre contexto verbal y expresión facial (coherente, neutral, incoherente) y el momento de codificación de la expresión facial (fase I: codificación contexto verbal, fase II: valoración de la personalidad). Los resultados mostraron que cuando la información es positiva, coherente y la expresión facial se ha codificado durante la fase de valoración, se considera más estable, amable y sociable a la persona percibida. Se discuten los resultados y su implicación en los procesos adaptativos presentes en los contextos naturales.

Palabras Clave: contexto verbal, emoción, expresión facial, formación de impresiones

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The formation of impressions allows combining information on other people that is sometimes incomplete, while generating overall opinions on their cognitive, emotional and behavioural processes, with the aim being to understand, monitor and predict the behaviour of people in our social context (Estrada, Oyarzún, & Yzerbyt, 2007). This is rendered possible according to implicit theories based on a general understanding of how we think people are (Bruner & Tagiuri, 1954; Schneider, Hastorf, & Ellsworth, 1979). In recent decades, different studies have shown that we are capable of making very accurate judgements on other people’s personality, sexual orientation and capabilities based on short, sharp and automatic interactions (Ambady, Bernieri, & Richeson, 2000; Albright, Kenny, & Malloy, 1988; Bond, Berry, & Omar, 1994); even through the simple exposure to static facial expressions (Berry, 1990), where the facial structure plays a decisive role (Hehman, Leitner, Deegan, & Gaertner, 2013). Furthermore, the presentation of adjectives describing personality (prime) together with a person’s picture has a significant impact on the subsequent evaluation of that individual (target) (Bargh, 2006). The formation of impressions may also be affected by more general aspects, such as stereotypes (Ramos, García-Marqués, Hamilton, Ferreira, & Van Acker, 2012; Sandal, Bye, & Pallesen, 2012), culture (Lieberman, Jarcho, & Obayashi, 2005; Krys, Hansen, Xing, Szarota, & Yang, 2013), and emotions (Hareli & Weiner, 2002).

The inferences we make on other people stem from social relations, where the verbal information (what we know about their lives) and non-verbal information (the emotion they express) surrounding them are continuously interacting (see Scherer, Scherer, Hall, & Rosenthal, 1977). This interaction is modulated by different variables, such as the coherence between verbal and non-verbal information, which have facilitating effects on emotional recognition in three-month-old babies (see WalkerAndrews, 2008). Likewise, and in adults, those emotions that are clearly recognised through a communication channel (e.g., the face) become difficult to interpret when another channel is included with incoherent information (e.g., the body) (Aviezer et al., 2008; Van den Stock et al., 2008). Regarding the formation of impressions, the coherence between verbal and non-verbal information improves the impression gained on the friendliness of the person evaluated (Weisbuch, Ambady, Clarke, & Achor, 2010), while incoherence leads to impressions of falseness (Argyle, Alkema, & Gilmour, 1971; Heinrich & Borkenau, 1998). What’s more, negotiation has proven to be important and beneficial in both cases (Kulik, Olekalns, & Swain, 2014), as has psychotherapy, where the simultaneous and coherent use of verbal and non-verbal confirmation signals has helped to improve the perception of the alliance and empathy between therapist and patient (Battles & Berman, 2012). Generally speaking, it may be posited that people who are coherent generate positive impressions, and those that are incoherent cause negative impressions (Weisbuch et al., 2010).

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Another variable to be taken into account is the moment when the verbal and non-verbal information on an individual is coded. If that information is coded at the same time and prior to inferences being made on their personality, this might lead to a process whereby the non-verbal content interferes with the coding of verbal information, thereby reducing or annulling the joint effect on the inference made. This becomes even more evident regarding an emotional facial expression, given its major ability to capture emotional processes, and which has been amply verified in different types of tasks (e.g., Fenske & Eastwood, 2003; Fox, Russo, Bowles & Dutton, 2001; Lamy, Amunts, & Bar-Haim, 2008; Mogg & Bradley, 1999; Ohman, Lundqvist, & Esteves, 2001; Stein, Zwickel, Ritter, Kitzmantel, & Schneider, 2009). Even when the emotional facial expression is irrelevant to the task being performed, its analysis will require attentional resources that will weaken those applied to the main task (Hodsoll, Viding, & Lavie, 2011). Finally, account should also be taken of the perceiver’s affective state arising from the information supplied, insofar as it impacts upon psychological processes such as attention (see Reeck, 2015), perception (Niedenthal & Setterlund, 1994), memory (see LaBar & Cabeza, 2006) and decision-making (see Lerner, Li, Valdesolo, & Kassam, 2015), which would be capable of the uncontrolled modulation of the effects on the formation of impressions.

The aim of this research, therefore, was to analyse variables that affect the formation of impressions, and which to date have not been addressed jointly or regarding such specific and relevant aspects in the social sphere as personality traits (emotional stability, friendliness, responsibility, sociability and creativity). Accordingly, and based on the theoretical analysis conducted, account was taken of the type of verbal information (positive, negative), the coherence between verbal and nonverbal information (coherent, neutral, incoherent) and the type of coding (simultaneous, separate). Coherence and incoherence are expected to have a beneficial and compromising effect, respectively, on the formation of impressions regarding personality solely when verbal and non-verbal information are coded separately.

Method Participants The sample consisted of 301 students from Salamanca University (Spain) (Mage = 18.93, SDage = 2.53, 82.4% females), who provided their informed consent when they volunteered to take part in the experiment. There were no age differences between the groups regarding the Type of Verbal Information (Tiv) (t(299) =.111, p =.912); Coherence (Coh) (F(2, 298) = 1.042, p =.354) and Type of Coding (Tc) (t(299) = 1.077, p =.282).

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Instruments The

experiment

was

conducted

online

through

the

Socialsci

platform

(https://research.socialsci.com/). All the subjects were issued with instructions during class-time on the environmental conditions required for undertaking the experiment. Use was made of five words with a positive valence (family, excitement, adventure, sex, and optimism) and five with a negative one (abuse, poverty, horror, nightmare, and depression), taken from the normative study by Redondo, Fraga, Comesaña, and Perea (2005). They were all similar in terms of their levels of arousal.

Use was also made of two prototypical facial expressions made by the same woman, one of happiness and one of sadness obtained from the NimStim Face Stimulus Set database (Tottenham et al., 2009), to produce three expressions through morphing (25% happiness-75% sadness; 50% happiness-50% sadness; 75% happiness-25% sadness), based on a combination of the two prototypical expressions and using FantaMorph software (Abrosoft, 2010). Thanks to their greater ambiguity, expressions of this kind enhance the task’s sensitivity (Wieser & Brosch, 2012; Matsumoto & Hwang, 2010).

The measurement of personality involved the creation of five scales based on the dimensions of the “Big Five” model (NEO-FFI; Costa & McCrae, 1985). This model is informed by an analysis of the attributes that, in everyday language, describe individual differences (see Costa & McCrae, 1992), being, therefore, the most suitable approach to studying the natural perception of personality in social contexts.

Procedure All the subjects passed through the following stages (for an example of the procedure, see https://research.socialsci.com/s/example): Stage I: They were shown a photo of a woman’s face with a mixed expression that could be sad (25% happiness/75% sadness), neutral (50% happiness/50% sadness) or happy (75% happiness/25% sadness) within a circle in which five positive or negative words were distributed. They were told that the words described that person’s life and that they had to look at the picture for 60 seconds. They then had to rate the extent to which they considered that the life described by the words was negative or positive (very negative_1…… 9_very positive). Stage II: The mixed facial expression was shown, which could be sad, neutral or happy, without any words, and accompanied by the following statement: In general, I think the woman in the photo is: EMOTIONALLY STABLE: Completely disagree_1……9_Completely agree; FRIENDLY: Completely

disagree_1……9_Completely

agree;

RESPONSIBLE:

Completely

disagree_1……9_Completely agree; SOCIABLE: Completely disagree_1……9_Completely agree; 66

CREATIVE: Completely disagree_1……9_Completely agree. The different personality dimensions evaluated are randomly chosen and shown separately alongside the photo.

Design and data analysis Independent variables: 1. Type of Verbal Information (Tvi: positive, negative): this was established using words with a positive and negative emotional content referring to the life of the woman whose personality was to be assessed and which surrounded the facial expression, so when taken as a whole they presented an overview of the life of the person appearing in the photo. 2. Type of Coding (Tc: Simultaneous, separate): this was established by considering the moment when the facial expression of happiness or sadness was presented, either when the verbal information was coded (Simultaneous), or subsequently, during the assessment of the personality (separate). A neutral expression always appeared whenever an expression of happiness or sadness was not shown. 3. Coherence between verbal and non-verbal information (Coh: coherent, neutral, incoherent). Coherent meant that the positive and negative Tvi was linked to a facial expression of happiness and sadness, respectively. The opposite was considered to be incoherent. Neutral applied when the positive or negative Tvi was linked to a neutral facial expression.

Controlled variables: Affective evaluation: this variable was measured in Stage I on a scale of 1 to 9, whereby the subjects had to rate the extent to which they thought that person’s life was positive or negative. This measure was required to provide information on the degree to which the words’ emotional content and the facial expression used to set the levels of the independent variables could generate an affective state that would to some extent modulate the effects found. Dependent variables: Personality assessment. The measurements were taken through five scales: emotional stability, friendliness, responsibility, sociability and creativity. The scores ranged between one and nine.

Based on the different levels of the independent variables, twelve groups were formed for comparative purposes (table 1). A between-subjects 2 (Tvi) x 2 (Tc) x 3 (Coh) ANOVA was performed with the factors Tvi (positive, negative), Tc (simultaneous, separate) and Coh (coherent, neutral, incoherent) as independent variables, and with affective evaluation and personality assessment (emotional stability, friendliness, responsibility, sociability and creativity) as dependent variables. Results Affective evaluation. The analyses showed a significant effect of Tvi (F(1, 289) = 988.89, p < .001, η2 = .77, P = 1.00).The differences favoured a positive Tvi (M = 6.99, SD = 1.40) over a negative 67

one (M = 2.01, SD = 1.35). The analyses did not show a significant effect of Coh (F(2, 289) = 1.23, p = .294, η2 = .01, P = .27), or of Tc (F(1, 288) = 1.22, p = .270, η2 = .00, P = .20) in the affective evaluation. Neither was the interaction effect statistically significant between Tvi and Coh (F(2, 289) = 1.72, p = .181, η2 = .01, P = .36), or between Tvi and Tc (F(2, 288) = .67, p = .416, η2 = .00, P = .13), Coh and Tc (F(2, 289) = .32, p = .730, η2 = .00, P = .10), or between Tvi, Tc and Coh (F(2, 289) = 2.56, p = .079, η2 = .02, P = .51). Table 1. Descriptive statistics obtained in the different levels of the independent variables for each one of the dependent variables. TYPE OF CODING (Tc) Simultaneous Separate COHERENCE (Coh) COHERENCE (Coh) Coherent Neutral Incoherent Coherent Neutral Incoherent TYPE OF VERBAL INFORMATION (Tvi) TYPE OF VERBAL INFORMATION (Tvi) Positive Negative Positive Negative Positive Negative Positive Negative Positive Negative Positive Negative n = 18 n = 26 n = 26 n = 29 n = 19 n = 29 n = 25 n = 27 n = 28 n = 27 n = 24 n = 23 AFFECTIVE EVALUATION 7.17 1.81 7.08 1.93 6,79 2,72 6,.52 1.85 7,25 1.74 7.13 1.96 (1.54) (1.20) (1.16) (1.36) (1.58) (1.73) (1.69) (.86) (1.21) (1.06) (1.23) (1.55)

4.00 (2.09)

3.19 (1.60)

3.58 (1.92)

2.62 (1.37)

5.39 (2.15)

5.69 (1.78)

6.69 (1.64)

6.00 (1.83)

6.11 (2.06)

6.42 (1.88)

6.50 (2.01)

6.07 (1.85)

4.89 (2.25)

3.65 (1.90)

4.42 (1.72)

3.76 (1.60)

5.22 (2.37)

4.12 (1.40)

4.81 (2.00)

4.21 (1.95)

PERSONALITY ASSESSMENT Emotional stability 3.84 3.07 5.44 2.33 (1.92) (1.98) (1.96) (1.52) Friendliness 6.37 5.55 6.80 5.56 (1.50) (2.10) (1.63) (1.60) Responsibility 6.89 6.14 6.60 5.78 (1.24) (1.68) (1.23) (1.85) Sociability 4.68 3.83 6.80 3.41 (1.73) (1.97) (1.56) (1.80) Creativity 4.26 4.38 6.24 3.56 (1.49) (1.92) (1.90) (1.93)

3.68 (1.59)

3.22 (1.83)

3.08 (1.44)

3.70 (1.92)

5.50 (1.90)

5.52 (1.99)

4.88 (1.85)

6.22 (1.91)

6.54 (1.48)

5.81 (1.67)

6.21 (1.72)

6.48 (1.70)

4.61 (1.89)

3.78 (1.70)

4.13 (1.68)

4.87 (2.14)

4.96 (1.84)

3.78 (1.55)

4.04 (1.71)

4.78 (1.76)

Note. Standard deviation featured between brackets.

Emotional stability. The analyses showed a significant effect of Tvi (F(1, 289) = 19.88, p < .001, η2 = .06, P = .99), but not of Coh (F (2, 289) = 1.82, p = .163, η2 = .01, P = .38), or of Tc (F(1, 288) = .88, p = .350, η2 = .00, P = .15) in the assessment of emotional stability. The differences favoured a positive Tvi (M = 3.94, SD = 1.94) over a negative one (M = 3.00, SD = 1.74). The interaction effect was statistically significant between Tiv and Coh (F(2, 289) = 6.90, p = .001, η2 = .05, P = .92), and between Tvi, Coh and Tc (F(2, 288) = 7.03, p = .001, η2 = .05, P = .93), but not between Tvi and Tc (F(2, 289) = .11, p = .737, η2 = .00, P = .06), or between Tc and Coh (F(2, 289) = .398, p = .672, η2 = .00, P = .11).

The second-order simple effects analysis (Bonferroni test) revealed that the differences between positive and negative Tvi were significant within the level of the coherent Coh (Mi–j = 1.957, SE = .364, p < .001) and within the level of the neutral Coh (Mi–j = .706, SE = .336, p = .036) favourable to the positive Tvi. In turn differences between the coherent and neutral Coh (Mi–j = 1.092, SE = .363, 68

p = .008), and between coherent and incoherent Coh (Mi–j = 1.257, SE = .383, p = .004) were significant solely within the level of the positive Tvi being favourable to the coherent Coh.

The third-order simple effects analysis (Bonferroni test) revealed that the differences between the positive and negative Tvi were significant solely within the level of the coherent Coh and separate Tc (Mi–j = 3.107, SE = .489, p < .0001), being favourable to the positive Tvi. The differences between the coherente and neutral Coh (Mi–j = 1.761, SE = .484, p= .001), and between the coherente and incoherent Coh (Mi–j = 2.357, SE = .503, p < .0001) were significant solely within the level of the positive Tvi and separate Tc being favourable to the coherent Coh. In turn the differences between the simultaneous and separate Tc were significant solely within the level of the positive Tvi and coherent Coh (Mi–j = 1.440, SE = .544, p = .009) being favourable to the separate Tc (figure 1).

Figure 1. Differences in the assessment of emotional stability in the interaction between Type of Verbal Information (Tvi: positive, negative), Coherence (Coh: coherent, neutral, incoherent), and Type of Coding (Tc: simultaneous, separate). The error bars represent the standard error (*p < .001).

Friendliness. The analyses did not show a significant effect of Tiv (F (1, 289) = .72, p = .396, η2 = .00, P = .14), or of Coh (F (2, 289) = .23, p = .795, η2 = .00, P = .09), or of Tc (F(1, 288) = .92, p = .339, η2 = .00, P = .16) in the assessment of friendliness. The interaction effect was not statistically significant between Tvi and Coh (F(2, 289) = 1.07, p = .344, η2 = .01, P = .24), or between Tiv and Tc (F(1, 289) = 1.06, p = .303, η2 = .00, P = .18) although it was between Coh and Tc (F(2, 288) = 4.23, p = .015, η2 = .03, P = .74), and also between Tvi, Coh and Tc (F(2, 289) = 6.06, p = .003, η2 = .04, P = .88).

The second-order simple effects analysis (Bonferroni test) revealed that the differences between the simultaneous and separate Tc were significant solely within the level of the neutral Coh (Mi–j = .837, SE = .350, p = .017).

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The third-order simple effects analysis (Bonferroni test) revealed that the differences between the positive and negative Tvi were significant within the level of the coherent Coh and separate Tc (Mi–j = 1.244, SE = .509, p = .015) being favorable to the positive Tvi, and within the level of incoherent Coh and separate Tc (Mi–j = -1.342, SE = .535, p = .013) being favourable to the negative Tvi (figure 2).

Figure 2. Differences in the assessment of friendliness in the interaction between Type of Verbal Information (Tvi: positive, negative), Coherence (Coh: coherent, neutral, incoherent), and Type of Coding (Tc: simultaneous, separate). The error bars represent the standard error (*p